Capítulo IX
Me
detuve en la Estación
de Servicio de Cerrillos a cargar combustible y aproveché para mirar nuevamente
la tarjeta con la dirección de tío Kurt. Era increíble que estuviese tan cerca
y en buenas condiciones un familiar a quien tenía por fallecido 35 años atrás.
Leí nuevamente:
Sr. Cerino Sanguedolce
Calle Fray Mamerto
Esquiú 95
Santa María - Provincia
de Catamarca
–¿Sr.?
–me interrumpió el despachante.
–Llene
el tanque con nafta especial, por favor; ¡Ah! revísele el aceite... –dije.
Mi
brusca partida no permitió que Mamá diera suficiente información sobre tío
Kurt. Ahora empezaban a surgir los interrogantes pues no sabía si se había casado,
si tenía hijos y nietos, a qué se dedicaba...
–Bah
–pensé– debo concentrarme en el viaje y tener fe. Todo lo sabré en unas pocas
horas.
–Treinta
litros de nafta y dos de aceite señor.
–Tome,
cóbrese –le alargué un billete– ¿tiene un mapa de Rutas de la Provincia de Catamarca?
–Sí
señor.
Fue
a la cabina y retornó rápidamente trayendo un plano desplegable, en colores,
con profusa información turística.
–Son
mil más.
Le
pagué y arranqué el motor para quitar el coche del surtidor, pero estacioné
veinte metros más adelante y me puse a examinar el mapa.
Ir
a Santa María desde Salta, no reviste ningún problema sino que, por el
contrario, tiene la ventaja de incluir uno de los circuitos turísticos más
bonitos del Noroeste Argentino. Es el trayecto desde Salta hasta Cafayate “la
hermosa”, como denominan popularmente a esta ciudad famosa en todo el mundo por
sus exquisitos vinos, situada en el corazón de los valles calchaquíes.
Con
un camino recientemente asfaltado, la
Ruta provincial Nº 68, que facilita el viaje y permite gozar
de unos paisajes únicos por sus cerros multicolores, estos doscientos
kilómetros se recorren rápidamente. Los inconvenientes recién aparecen al salir
de Cafayate, al cruzar el arroyo “de las Conchas” y abandonar la Provincia de Salta. Se
penetra entonces en la
Provincia de Tucumán, pero sólo por unos 40 km . ya que ésta presenta
allí una pequeña cuña, que se incrusta en la Provincia de Catamarca.
Luego de recorrido este corto trayecto, se accede a Catamarca en un punto que
dista 80 km .
de Santa María.
Al
atravesar el mencionado arroyo, vadeándolo pues no hay puente, tiene el viajero
la impresión de haber entrado en otro Mundo.
Fuera
de la artificial fisonomía de rasgos civilizados que presenta el valle en
Salta, aquí se está en un ámbito realmente autóctono. Los caminos son de
tierra, descuidados a medida que se avanza hacia el Sur, y menudean los pueblos
con casas de adobe habitadas por criollos mestizos, más cerca del indio que del
blanco.
La
pobreza se hace patente al entrar a Catamarca, una provincia injustamente
olvidada por el resto del país y abandonada por sus propios hijos que, año tras
año, emprenden el éxodo inevitable del que busca superar la miseria y progresar
materialmente.
La
belleza del paisaje no mengua en Catamarca, por el contrario, se hace agreste y
primitiva, dotando de excelentes atractivos visuales al sinuoso camino, que
avanza bordeando a las Sierras de Quilmes. Este nombre viene de los indios
Quilmes, una de las tribus de la
Feroz Raza Diaguita, los que al fin de las Guerras
Calchaquíes, que duraron 35 años en el siglo XVII, fueron llevados en número de
300 familias al destierro de Buenos Aires y dieron lugar a la población del
mismo nombre.
Entre
las Sierras Quilmes y del Cajón al Oeste y las Cumbres Calchaquíes y Nevados
del Aconquija por el Este, se abre el fértil valle Yocavil, regado
longitudinalmente por el Río Santa María, asiento de la ciudad de Santa María
de la Candelaria.
Yo
conocía Santa María por haber ido en viaje de estudios a varios yacimientos
arqueológicos de los valles Yocavil y Calchaquí para investigar la Cultura Diaguita
y, repetir el viaje, no me desagradaba. Naturalmente, el internarme en la
región de Valles y Quebradas, me hacía dificultoso cruzar a Tafí del Valle, en
Tucumán, plena región de los Bosques Occidentales y separada de Catamarca por
las inhóspitas Cumbres Calchaquíes y Nevados del Aconquija. Pero,
afortunadamente, desde Santa María existe un camino que sube hacia el Norte,
hasta Amaichá del Valle: desde allí se podría tomar la Ruta 307, que cruza las
Cumbres Calchaquíes por el Paso del Infiernillo y lleva directamente a Tafí del
Valle. En total, desde Santa María hasta Tafí del Valle, sólo tendría que
recorrer 80 km .
pero que serían agotadores por el estado de las Rutas y las sinuosas alturas a
que arribaban.
Corría
a más de 100 km .
por hora aprovechando el buen camino hasta Cafayate para ganar tiempo, pues
luego la marcha sería lenta, a no más de 40 km/h .
Tenía
unas horas para pensar y decidí aprovecharlas de inmediato.
El
paisaje, el viento fresco, el silencio del Valle, todo contribuía para que me
sintiera laxo y tranquilo, predispuesto a meditar. Pero esta actitud era un
tanto anormal si se tiene en cuenta la cantidad de cosas que me habían sucedido
últimamente. La falta de preocupación evidenciaba un cambio muy grande en mi
interior, que se manifestaba también en una sensación de desapego por las cosas
del Mundo. Me sentía en paz porque no necesitaba nada. Estaba arruinado
materialmente, quizás en peligro de muerte, y esta revelación sólo me arrancaba
una sonrisa insensata.
Sí,
había cambiado mucho. Y todo ese cambio se produjo entre el 7 de Enero, fecha
en que experimenté el rapto espiritual y creí morir, y sincronísticamente se
produjo el sismo que terminó con mis bienes.
¡Cuántas
cosas me habían sucedido! y parecía que esto no acabaría más pues seguían
sucediéndome cosas insólitas. Como el asunto de tío Kurt.
Fue
sin duda una intuición. Cuando finalizaba la reunión con el Profesor Ramirez y
el sabio mencionó que casi todos los documentos sobre los Druidas habían sido
saqueados en Europa por las , pensé para mis adentros –¿A
quién preguntarle sobre la
Orden Negra y su interés sobre los Druidas?– en ese momento
me vino a la mente el recuerdo de aquella noche en mi niñez. Ninguna relación
lógica que permita asociar ambas cosas. Nada racional. Si lo hubiese pensado un
minuto seguramente habría rechazado esta suposición por absurda. Pero los
recientes sucesos me hacían desconfiar de la “razón” y he aquí que, cediendo a
una corazonada, le pregunté a mi madre lo que había ocurrido esa noche 33 años
atrás. ¡Y allí estaba la clave! Inexplicablemente, irracionalmente, había una
relación; porque Yo quería saber sobre las y mi tío, de quien no conocía su
existencia, había sido militar alemán. ¡Y de las !
Renuncié
a buscarle una explicación y me concentré en la noche del 21 de Enero, cuando
ocurrieron los fenómenos narrados. A partir de entonces, como ya dije, me
sentía renacido, y si pensaba en ello era sólo con el fin de analizar la forma
en que dos aconteceres de distinto orden, uno mi experiencia mística, otro el
movimiento telúrico, se ligaban. Porque para mí no cabían dudas que una
relación no causal, sincronística, existía entre ambos fenómenos. Que estaba en
un caso similar al del asesinato de Belicena, cuando el asesino, en un acto de
demencial orgullo, deja pruebas irrefutables de un Poder terrible.
El
21 de Enero, la Materia ,
exaltada hacia mí, estalla en un sismo de singular violencia sincrónicamente
con una experiencia mística en que ambos aconteceres se confunden
alucinantemente, dando la sensación de estar vinculados causalmente. Si yo así
lo creyera, me sentiría tentado a pensar que mi propia psiquis desató los
“fenómenos sísmicos” y esa sería la derrota moral de mi Espíritu.
Esto
es justamente lo que Alguien, el Autor del sismo, deseaba que yo creyera para,
de esa suerte, perderme. Y esta celada colosal, es otra demostración de
infernal orgullo y arrogancia.
La
tentación de “dominar los fenómenos” es uno de los errores primarios en que
caen los que buscan abrirse paso en el sendero del Espíritu. Los únicos
fenómenos que realmente importan para una elevación espiritual son los que
ocurren personal y cualitativamente, no transferibles ni comunicables. Los
fenómenos concretos, de percepción colectiva, llevan el sello de lo
cuantitativo y material; es dudoso, por otra parte, que puedan producirse por
un acto de voluntad.
Sobre
esto, la gente no especializada es víctima de una información intencionalmente
confusa. Pero Yo, en mi calidad de Médico Psiquiatra, estaba familiarizado con
toda clase de actos fenoménicos derivados de patologías psicológicas o de
crisis histéricas. En los Hospitales Neuropsiquiátricos es común, pero
obviamente poco publicitada, la manifestación de fenómenos de este tipo. Pueden
observarse, en ciertos casos, fenómenos parapsicológicos acaecidos en relación
con uno o varios enfermos. Estos fenómenos, muy atractivos para el profano, no
cuentan con una adecuada fundamentación científica y ese hecho es la principal
razón de su ocultamiento. Suelen ser de muy distinta tipología: elevación de un
objeto en el espacio sin una fuerza evidente que lo sustente (levitación),
desplazamiento de objetos (telekinesis), aumento del brillo de
los objetos en la celda del enfermo o viraje en el tono de los colores (cromación), aparición de objetos desconocidos o
desaparición de otros (aporte de materia), etc.
Demás
está decir que todos estos fenómenos son suceptibles de verificación colectiva
cuando se presentan, pero completamente irreproducibles en condiciones de
estudio o laboratorio. Esto se debe principalmente a que los “responsables” de
semejantes fenómenos están locos de remate y generalmente son inconscientes de
las alteraciones que producen.
Lo
que torna incomprensibles a tales fenómenos, es su aparente contradicción a las
leyes naturales, pero suele admitirse en medios académicos y científicos que
una mejor “comprensión de la naturaleza” (esto es: un mayor progreso de la Ciencia ) traerá,
justamente, la solución a estos interrogantes. Se confía entonces en que “la Ciencia ” dará las
soluciones a las contradicciones de “la Ciencia ”, proposición que es lógicamente
inconsistente y suena cuando menos ridícula.
El
meollo está en que fenómenos tales como la mencionada telekinesis, presentan
fallas a la ley de causalidad. Esta ley dice que “a todo efecto (fenómeno) le
corresponde una causa que lo origina”. En la telekinesis por ejemplo el objeto
se mueve como si actuara una “fuerza de acción a distancia” (del tipo de la
gravedad o el magnetismo) sin que, hasta hoy, se haya comprobado la acción de
alguna fuerza. Es decir, “se mueve como si actuara” una fuerza, pero no actúa
ninguna fuerza. Se dice entonces que “falla la ley de causalidad” porque el
efecto no tiene causa que lo origine y, consecuentemente, se niega la
existencia del efecto (fenómeno) para “salvar” la ley de causalidad.
Lo
más acertado sería aceptar que se desconoce el vínculo (la ley) que une causa
(el enfermo) y efecto (el objeto desplazado).
En
la Psicología
Analítica , desarrollada por C. G. Jung, se ha ensayado una
teoría muy atractiva para salvar estas dificultades y las que surgen del caso
común de los hombres que, estando separados cultural, geográfica, y
temporalmente, sin ningún vínculo comprobable entre ellos, tienen ideas
idénticas o análogas. Actuaría aquí un “Principio de Sincronía” desconocido por
la Ciencia ,
debido a su incorrecta comprensión del Tiempo.
Conviene
recordar, a este respecto, lo que dice C. G. Jung en “El Secreto de la Flor de Oro”: “Hace
algunos años me preguntó el entonces presidente de la British Anthropological
Society cómo podía Yo explicar que un pueblo espiritualmente tan elevado como
el chino no hubiese materializado ninguna Ciencia. Le repliqué que eso debía
muy bien ser una ilusión óptica, pues los chinos poseían una “Ciencia” cuyo
Standard Work era precisamente el I-Ching pero que el principio de esta
Ciencia, como tantas otras cosas en la
China , es por completo diferente de nuestro principio
científico. La ciencia del I-Ching, en efecto, no reposa sobre el principio de
causalidad, sino sobre uno, hasta ahora no denominado –porque no ha surgido
entre nosotros– que a título de ensayo he designado como Principio de
Sincronicidad . Mis exploraciones de los procesos inconscientes, me habían ya obligado,
desde hacía muchos años, a mirar en torno mío en busca de otro principio
explicativo, porque el de causalidad me parecía insuficiente, para explicar
ciertos fenómenos notables de la psicología de lo inconsciente. Hallé en efecto
que hay fenómenos psicológicos paralelos que no se dejan en absoluto relacionar
causalmente entre sí, sino que deben hallarse en otra relación del acontecer.
Esta correlación me pareció esencialmente dada por el hecho de la simultaneidad
relativa, de ahí la expresión sincronicidad
. Parece, en realidad como si el tiempo fuera, no algo menos abstracto,
sino más bien un continuum concreto, que contiene cualidades o condiciones
fundamentales que se pueden manifestar, con simultaneidad relativa, en
diferentes lugares, con un paralelismo causalmente inexplicable como, por
ejemplo, en casos de la manifestación simultánea de idénticos pensamientos,
símbolos o estados psíquicos. Otro ejemplo sería la simultaneidad destacada por
R. Wilhelm de los períodos estilísticos chinos y europeos, que no pueden ser
causalmente relacionados entre sí”.
Este
era el pensamiento del prestigioso Psiquiatra C. G. Jung sobre el tema que me
ocupaba. Con sus conceptos, la aparición de dos fenómenos idénticos (idea común
a dos personas), separadas por el espacio, dependerá de un Arquetipo colectivo
(causa) y la simultaneidad (sincronía) de los aconteceres
fenoménicos.
Para
interpretar el principio de sincronía, es preciso tener presente un concepto
clave de la
Psicología Analítica : el de “Inconsciente colectivo”. Este
concepto permite manejar de manera más real a los Arquetipos, que no son ya
seres estáticos como las Ideas de Platón sino entes dinámicos de poderosa
fuerza anímica, soporte y sustentación de los Mitos que influyen
inconscientemente en la conducta del hombre.
El
concepto de Inconsciente colectivo ha sido resumido por Jung en la misma obra
citada: “...así como el cuerpo humano muestra una anatomía general por encima y
más allá de todas las diferencias raciales, también la psique posee un sustrato
general que trasciende todas las diferencias de Cultura y Conciencia, al que he
designado como lo Inconsciente Colectivo .
Esta psique inconsciente, común a toda la Humanidad , no consiste meramente en contenidos
capaces de llegar a la
Conciencia , sino en disposiciones latentes hacia ciertas
reacciones idénticas. El hecho de lo Inconsciente colectivo es sencillamente la
expresión psíquica de la identidad, que trasciende todas las diferencias
raciales, de la estructura del cerebro. Sobre tal base se explica la analogía,
y hasta la identidad, de los temas míticos y de los símbolos, y la posibilidad
de la comprensión humana en general”.
Conviene
ahora, a la luz de lo expuesto, extraer una importante conclusión: si bien la Psicología Analítica
permite interpretar los fenómenos sincronísticos, nadie ha afirmado seriamente
jamás que fuese posible ejercer alguna forma de control sobre ellos. Esta
clase de fenómenos, muy vistosos o atractivos para el profano, corresponden a
lo más bajo en una escala de valoración de la experiencia trascendente. Como
que se presentan siempre en relación a personas altamente perturbadas, estén o
no en el manicomio.
En
general la gente suele creer que la disciplinación de funciones orgánicas o
psíquicas otorga cierto tipo de Poder sobre los mencionados fenómenos. Esta
creencia abreva su sed en dos fuentes: la ignorancia (ingenua) y la
desinformación (producto de la Estrategia Sinárquica ). Hay ignorancia en la
creencia popular de que los “milagros” que suelen acompañar las actividades de
Santos y Grandes Místicos son realizados merced a un “Poder” que éstos tendrían
o que les habría sido otorgado por una Deidad. En verdad los “Santos” jamás han
dicho tal cosa, manifestando en cambio que los milagros son “hechos por Dios” o
admitiendo, como máxima concesión, el haber sido vehículos de una “Gracia” o de
una “Fuerza” superior que los trascendía.
Naturalmente,
existen miembros de la
Sinarquía , considerados también “Santos”, “Místicos”,
“Gurúes”, “Maestros”, etc., que han afirmado la búsqueda del Poder como fin de
la práctica de ciertas disciplinas, tales como la “meditación trascendental”,
“yogas”, “oraciones o mantrams”, etc. Pero es posible sospechar de
inmediato sobre los verdaderos fines ocultos que persiguen dichos agentes
satánicos. Por el contrario, los Iniciados Hiperbóreos, quienes son
realmente “Santos” –ahora podía distinguirlos bien, luego de leer la
carta de Belicena Villca– siempre han orientado a sus discípulos para que
se liberen de los lazos que su Espíritu Increado mantiene con la Materia Creada.
La
desinformación obedece a un fin sinárquico y, quienes son víctimas de ella,
creen ciegamente que existen “Escuelas Esotéricas” donde se imparte una
enseñanza “secreta” que acaba por transformar al neófito –al cabo de unas
cuantas lecciones en fascículos– en un Krishnamurti versión occidental.
Pero, lo que la desinformación presenta como Escuelas Esotéricas, son en
realidad “Escuelas Exotéricas”, cuyo fin inconfesado es la captación de
adeptos.
Todas
estas Escuelas Exotéricas pretenden poseer el secreto de los Grandes Misterios
de la Antigüedad
que ofrecen “revelar” a los incautos, si estos se ajustan a una regla
interna que invariablemente exige como primera prueba la
“obediencia ciega” y la “fe” en los Maestros Desconocidos de la
escuela. La enseñanza que van presentando al candidato a Gurú, no puede ser más
misteriosa ya que su base es el plagio de distintas Tradiciones Antiguas
ensambladas eclécticamente en una supuesta “Doctrina Oculta” (que sólo lo es,
por la imposibilidad de “desocultar” alguna Verdad en ella). Los Grandes
Misterios de la Antigüedad
(Persia, India, Grecia, etc.) han dejado un sedimento de Mitos y Símbolos
Sagrados –con más frecuencia opuestos que coincidentes– a los que sólo un Alma
mediocre y malintencionada (un Pícaro, ¡vamos!) intentaría unir en un
sincretismo moderno.
Se
advertirá que, durante aquel viaje a Santa María, un sentimiento de feroz
crítica cultural se había instalado en mi corazón y amenazaba con fraccionar y
amputar definitivamente los últimos restos de racionalismo que aún poseía. Me
sentía vacío por dentro, pero me hallaba pronto para aceptar una Verdad que
sustituyera toda la “inútil información” enciclopédica que había asimilado en
tantos años de estudio. ¿Qué valor tenía aquel pomposo saber académico si no me
servía para afrontar y resolver las situaciones misteriosas que he narrado,
situaciones que me involucraban metafísicamente? Ninguno. Me hallaba, pues,
pronto a desembarazarme de aquel lastre para recibir la ansiada Verdad. Una
Verdad que consistía, y jamás había estado tan seguro antes de la realidad de
una cosa como de este enunciado, en la Sabiduria Hiperbórea. En efecto: para mí, ahora, la Verdad era la Sabiduría Hiperbórea ,
cuyos alcances apenas vislumbraba en la carta de Belicena Villca.
Por
momentos me invadía una rabia sorda, que era a su vez un reproche personal, una
especie de reclamo que mi Yo actual, extrañamente trasmutado, realizaba
implacablemente al Dr. Arturo Siegnagel de los años de búsqueda, a mi Yo
pasado, que tan ingenuamente había creído que el progreso era una
consecuencia lógica de la educación. En una época había
aceptado, casi sin pensar, que una ley de evolución permitía al Alma
expandirse a partir de ciertas pautas de vida. Creía que “seguir determinadas
reglas de rectitud moral” y afrontar la vida con un criterio positivo
redundaría inevitablemente en un bien interior. –Sí. Esa era la clave
del progreso. Viviría de acuerdo a una “filosofía trascendente”, adoptaría un
“modo de vida” religioso, a la manera de los orientales, y, en el devenir de la
búsqueda, de la instrucción, de la ascesis, el progreso,
inevitablemente, sobrevendría por “evolución”–. Esa había sido mi
elección y ahora, al comprender que todo el razonamiento estaba errado, que
nada había ganado tras tantos años de disciplinación y sacrificios inútiles,
sentía cómo la rabia me invadía y cómo, también, un reproche impotente me
arrancaba gemidos desolados.
Y
que todo el razonamiento estaba errado se desprendía claramente de la carta de
Belicena Villca. La ley de evolución existía y regía, y facilitaba, el progreso
del Alma creada, y de todo ente creado, de acuerdo al Plan del Dios Creador.
Pero nada tenía que ver tal ley, y ningún “progreso” se obtendría por su
intervención, con el Espíritu Increado. Recordaba con horror las palabras del
Inmortal Birsa: “el Alma del hombre de barro, creada luego del Principio, comenzó
a evolucionar hacia la Perfección Final ”.
Al parecer, aquella evolución “era muy lenta” y los Dioses Traidores, para
acelerarla, realizaron la prodigiosa e infernal “hazaña” de encadenar el
Espíritu Increado al animal hombre u “hombre de barro”: toda la Raza Hiperbórea ,
que era Increada, que procedía de “fuera del Universo creado”, del mismo Mundo
de donde viniera el Creador, quedó entonces ligada a la evolución del animal
hombre y a la evolución en general, al progreso en el Tiempo inmanente del Mundo.
Según la
Sabiduría Hiperbórea , el Espíritu debía liberarse del
encadenamiento a la materia evolutiva, aislarse de la ley de evolución, y
emprender el Regreso al Origen. Allí estaba la Verdad buscada. De
cierto que mi Espíritu se agitaba por efecto de una intuición certera: esa
Verdad, capaz de brillar para el Espíritu con una Luz Increada e inextinguible,
debería ser conquistada en una lucha de dimensiones sobrehumanas, durante la
que sería necesario exhibir una determinación inclaudicable.
Que
existía un Enemigo, contra el que había que librar semejante lucha, un Enemigo
que “cortaba el camino hacia el Origen”, eso lo sabía con certeza desde la
noche del 21 de Enero. Pero las reflexiones precedentes, y la intuición que he
mencionado, me permitían comprender ahora que los errores pasados provenían de
mi debilidad
estratégica, de haber cedido ingenuamente ante la Estrategia enemiga. Y
esta Estrategia, que sin dudas afecta a todos los planos de la actividad
humana, y aún las más desconocidas esferas psíquicas, es aplicada en el campo
de la Cultura
por intermedio de un Sistema de Control de características colosales. Al decir
de Belicena Villca: “la
Cultura es un arma estratégica de la Sinarquía ”. Dicho
Sistema de Control es el encargado de fomentar la confusión y el engaño, y era,
por lo tanto, el responsable de la celada en la cual Yo había caído. Porque si
Yo fui engañado, si Yo participé de la Estrategia enemiga, ello ocurrió por ignorancia o
“debilidad estratégica”, por desconocer la naturaleza, y aún la existencia
misma, del Enemigo: jamás podría haber colaborado conscientemente con los
planes sinárquicos, jamás podría haber sido comprado por la Fraternidad Blanca ,
tal como se tentó la integridad espiritual del heroico Nimrod. En síntesis, si
Yo hube cedido, en tiempos pasados, frente a la presión engañosa de la Estrategia enemiga,
ello se debía a que entonces me encontraba dormido, espiritualmente dormido.
Pero ahora había despertado, merced a la carta de Belicena Villca y al rapto
espiritual del 21 de Enero, y la prueba estaba, justamente, en la determinación
inclaudicable de luchar hasta el fin, contra todos y contra todo, para regresar
al Origen y liberar mi Espíritu Eterno de su prisión material. Sí; Yo había
despertado gracias a Belicena Villca, pero ahora era capaz de formular mis
propias conclusiones sobre el modo de actuar del Enemigo, quien tenía en el
fondo los alcances de un Demiurgo. La Sinarquía , expresión de Su Poder entre los
hombres, conformaba un formidable abanico de organizaciones y Sociedades
Secretas imposibles de detectar completamente; y en medio de este despliegue
ofensivo me encontraba Yo, hasta ayer nomás ignorante de esas realidades;
víctima fácil para la
Estrategia enemiga. Porque, aunque se me escapaba, como es
natural, la totalidad del Plan Demoníaco, veía con bastante claridad las
tácticas aplicadas al campo de la Cultura. Los “sincretismos modernos” que
mencionaba anteriormente, obedecen a esa voluntad de engaño que demuestra la Sinarquía en todas sus
Sociedades Secretas. Y la idea de progreso evolutivo del Alma, por el
“Karma”, la “vida recta”, o cualquier vía semejante de expiación, es presentada
desde la base de las doctrinas Secretas Esotéricas, o los meros
Sincretismos religiosos, como una verdad tan evidente que sólo un necio se
atrevería a dudar de ella. Fuera de la religión, la misma idea ha invadido la
mayoría de las disciplinas “científicas” o “humanísticas”. Es instructivo, por
ejemplo, comprobar con qué habilidad los agentes sinarcas han impuesto
conceptos geométricos para inducir interpretaciones teleológicas de la Historia : con un rigor
racionalista admirable, definen arbitrariamente una trayectoria geométrica
para el progreso de la
Humanidad y luego proyectan esta figura
sobre la Historia ,
estableciendo asociaciones, analogías, y coincidencias, la más de las veces
tendenciosas e intencionadas. El progreso puede seguir así una
trayectoria circular (r2=x2+y2), parabólica (y=x2), en espiral
(ρ=αθ), en ciclos (y=sen x), uniforme (y=x), exponencial (y=ex), etc.,
procurando forzar a la
Historia para que se ajuste y corresponda a la forma de tales
funciones, “confirmando” de ese modo la teoría o dogma oficial de la secta
sinárquica.
La
utilización de la
Geometría Analítica en la interpretación religiosa de la Historia no debe
sorprender: “Dios geometriza” afirman algunos notorios sinarcas; “Dios
es el Gran Arquitecto del Universo” sostienen otros; pero, en general,
todos sostienen que la intención del Dios Uno es que el hombre, y la Materia , el Mundo, Todo, evolucione.
Esta es una de las claves del racionalismo subyacente en las mentadas
“Doctrinas Ocultas”. Porque evolucionar significa devenir en la Historia de acuerdo a una
cierta ley. “Es la ley de evolución la que imprime al
progreso humano una trayectoria geométrica” postula la Sinarquía. Pero ,
siendo así, ¿cuál es el beneficio esotérico que obtiene la Sinarquía al imponer culturalmente
el evolucionismo, inclusive esotérico, en cualquiera de sus variantes
geométricas? Muy sencillo: si todo el mundo cree que el hombre evoluciona, que la Sociedad evoluciona, que
el Universo evoluciona, que el progreso responde a una ley, aceptará sin
chistar que el futuro está determinado por la ley de evolución . Esto implica que, en bien de un
futuro
mejor, se pueden ejercer ciertos controles en el presente. Es decir: “dejemos
que quienes conocen la ley, controlen hoy la Sociedad , para tener
mañana un futuro mejor”. Vana
utopía; ¿quién conoce la ley sino los Maestros de Sabiduría de la Fraternidad Blanca ,
además de los Sabios de Sión?
Ahora
se hace todo claro; el fin de la
Sinarquía es el Control del Mundo y, naturalmente, prepara
sus cuadros dirigentes con una infraestructura de adoctrinamiento bien montada,
mientras la humanidad, convenientemente desinformada, espera los “Hombres del
Destino” que controlen los resortes del poder y “planifiquen” para el futuro.
Esta es la realidad que palpita atrás de una Escuela Exotérica y que los
incautos, fanatizados y deslumbrados por el sincretismo tan vistoso como hueco
y racionalista, no pueden advertir.
Por
otra parte, cabe advertir que los sincretismos se concretan cuando los hombres
han perdido la capacidad de percibir el Mito en toda su pureza simbólica. Esta
pérdida es una grave lesión en la capacidad del pensar metafísico y de la
percepción metafísica, análogo, si se quiere, a una pérdida de la visión o
ceguera. Por analogía se habla de Edad Oscura o Era de Tinieblas: perder la
visión, no ver, es lo mismo que “ver” todo negro.
Existen
textos sobre Doctrina ocultista que parecen poseer buena fundamentación
filosófica y científica: pero también existen falsificaciones de los cuadros de
Leonardo Da Vinci, tan perfectas que resisten el examen de prestigiosos
peritos. Y es lógico, tanto en uno como en otro caso, la calidad del fraude
depende de la habilidad del falsificador. En el caso esotérico, por desgracia,
los falsificadores han alcanzado un alto grado de destreza: los hay muy bien
“preparados” para su misión, dueños de una gran “Cultura general”. Tomemos, por
ejemplo, escritos “esotéricos” de autores “sabios” y “eruditos” tales como H.
P. Blavatski, Rudolph Steiner, René Guenon, Max Heindel, etc., y comparemos el
fárrago de teosofismo que sustenta cualquiera de ellos con la elemental
sencillez de los símbolos metafísicos de la Sabiduría Antigua ;
¿qué surge en esta comparación? Que no podemos leer un símbolo (ver su verdad)
y sí podemos leer un libro sobre el símbolo, que no nos revelará el sentido del
mismo, pero nos entretendrá con descripciones y asociaciones múltiples,
susceptibles de interpretación racional, que nos crearán la ilusión de una
comprensión y un progreso, tal como conviene a la Sinarquía.
“Existe
un daltonismo sensorial y un daltonismo gnoseológico”,
escribió alguna vez el gran epistemólogo Luciano Allende Lezama. Se puede
agregar que “existe también un daltonismo semiótico”: es el que padecen quienes
no pueden ver la verdad de un símbolo y que debe ser sanado previamente a la
búsqueda de un “Conocimiento Oculto”. Para no ser engañado. Para no ser usado
por la Sinarquía.
Sin
una clara visión de lo simbólico y un adecuado discernimiento moral, es
imposible acceder al conocimiento de la Sabiduría Hiperbórea ,
la que, por otra parte, no está en las Escuelas Exotéricas. La falta de estas
virtudes, o, el desprecio por las mismas, lleva al adepto-daltónico a la
búsqueda de los “fenómenos” y del Poder, a seguir disciplinas “orientales” sin
comprenderlas o a ceder a la fascinación de “investigaciones cientificistas” en
parapsicología (Kámara Kirlian, psicobioenergética, y otras patrañas).
El
peligro está en que dichas Escuelas “Ocultas” (con Personería Jurídica, Razón
Social y teléfono) no vacilan en prometer, a gentes de dudosa capacidad
espiritual, pero útiles a sus planes, todo tipo de Poderes y “experiencias
liberadoras”. Por supuesto: el progreso vendrá “luego”, después de unas cuantas
“Iniciaciones”, “progresando” en los “grados internos”.
“No
se ayuda a un pobre –dice C. G. Jung– con que le pongamos en la mano
una limosna más o menos grande, a pesar de que así lo desee. Se lo ayuda mucho
más, cuando le señalamos el camino para que, mediante el trabajo, pueda
librarse duramente de su necesidad. Los mendigos espirituales de nuestros días
están, por desgracia, en exceso inclinados a aceptar en especie la limosna de
Oriente, es decir a apropiarse sin reflexionar de las posesiones espirituales
de Oriente e imitar ciegamente su manera y modo”.
Todos
estos razonamientos me llevaban a una conclusión: En quien busca Poder
fenoménico parapsicológico –taumaturgia– hay siempre un
ignorante o un desinformado. En quien promete otorgarlo, sólo puede haber una
voluntad perversa. De aquí que hubiese decidido considerar “coincidencia
sincronística” a cualquier posible relación entre el rapto espiritual del dia
21 de Enero y el sismo simultáneo. ¡Podían estar tranquilos en el Valhala
Belicena Villca y todos sus antepasados de la Casa de Tharsis, y los Dioses Liberadores, y todo
aquel Ser espiritual que observase mi conducta!: para mí, el término de la
visión mística señalaba el fin de la experiencia trascendente: ni Yo
disponía de un Poder que operase sobre la Materia , ni deseaba tenerlo. Las Potencias de la Materia no habian
conseguido engañarme esta vez y, posiblemente, nunca volverían a lograrlo.
Estas
reflexiones las hacía mientras pasaban los kilómetros velozmente y Salta se
abría generosamente en sus valles y quebradas. “Entre zonas de coloridos y
enhiestos picos, se suceden las cuestas con exuberante vegetación y enmarcadas
por rocas de agreste apariencia, algunas famosas como la del Obispo, un faldeo
verdaderamente llamativo por su desarrollo y variedad de motivos” leí
en el mapa que había adquirido en Cerrillos. Ya me encontraba próximamente a
Cafayate, donde planeaba almorzar y adquirir algunos regalos, especialmente el
exquisito vino de la zona. Cuando se realizan viajes improvisados, como el que
Yo emprendía, por Provincias o regiones de extrema pobreza, conviene llevar
siempre regalos comestibles. Un litro de buen Torrontés o unos alfajores pueden
abrir puertas imposibles, controles fronterizos y salvar toda clase de
dificultades.
Entré
a Cafayate y luego de realizar algunas compras en una casa de artículos
regionales, estacioné frente a la Plaza Libertad para almorzar en un restaurante
que prometía desde una pizarra “Menú del día: Empanadas y Picante de Pollo”.