Capítulo VIII
Ocho y media de la mañana. Me encontraba en
la cocina de la Finca
de Cerrillos, desayunando con tío Kurt y el Comisario Maidana. Recordaba con
tristeza que en aquel ambiente había visto juntos por última vez a mis padres:
imagen postrera de una realidad que ya no se repetiría; como producto del viaje
que emprendiera esa mañana, mis padres yacían ahora en la pieza de al lado,
dentro de sendos ataúdes. El recuerdo me dolía, pero según tío Kurt eso era la
debilidad : los Iniciados
Hiperbóreos, los Caballeros , me dijo en Santa María, no
podían tener familia ; y
mucho menos amarla: eso sería convertirla en blanco del Enemigo, exponerla a
una segura destrucción, y, lo que era peor, sería nuestro punto débil. En aquel
entonces subestimé sus advertencias, pero ahora comprendía fatalmente cuánta
verdad había en sus palabras; por eso insistió tanto: él que conocía al Enemigo
sabía, como ahora lo sabía Yo, que ningún consejo era suficiente para
prevenirse contra Ellos. El se había privado durante 35 años de ver asiduamente
a su hermana para protegerla, y sería Yo, el hijo, quien la enviaría
imprudentemente al verdugo. Era como para enloquecer. Pero Yo no podía
enloquecer. Sobre la muerte de mi familia Yo tenía cierta responsabilidad por
la negligencia cometida. Mas no debía olvidar que los asesinatos objetivos los
había ejecutado el Enemigo. Estábamos, pues, en una guerra: ¡y en la Estrategia de esa
Guerra, Yo tenía que cumplir una misión!
Después del desayuno, Maidana pasaría un
momento por la Jefatura
de Policía en Salta y luego se iría a descansar. Había prometido regresar a las
18 hs. para la inhumación. Sin embargo apuraba una definición en el acto sobre
su oferta de ayuda. Para él no se podía perder el tiempo, pues cada minuto que
transcurría era ventaja que sacaban los asesinos en su táctica de escape.
Ahora, sugirió, si Yo no deseaba atrapar a los asesinos materiales pero deseaba
golpear a los instigadores, entonces podríamos hablar en otra ocasión menos
dramática, pues garantizaba que su grupo nacionalista también me apoyaría.
No sería necesario esperar: Yo ya había
tomado una decisión:
–Comisario Maidana ¿Sería tan amable de
aguardar sólo media hora más, y no tomar a mal que converse a solas con el Sr.
Sanguedolce? –le pedí.
–No tengo inconvenientes –dijo con confianza.
Luego, mientras tío Kurt se dirigía hacia la escalera, se acercó a mi oído y
agregó–. Delibere tranquilo, pero no crea que soy estúpido. Lo he observado
atentamente y juraría que él no es italiano. Tal vez sea alemán o de algún país
nórdico. Y quizás sea pariente suyo o uno de esos héroes nazis que buscan los
judíos para liquidar. A lo mejor él es el objetivo oculto de los asesinos
orientales: un “contrato” del Mossad, ¿por qué no? ...
Me alejé sin escuchar más. Resultaba muy
difícil tratar con Maidana: era inteligente, instruido, tenía intuición, pero
persistía en la errónea actitud de abarcar todos los hechos con un concepto
político superficial. No debía pensar más en él, sino en el discurso que le
diría a tío Kurt.
Nos reunimos en mi cuarto, lugar saturado de
recuerdos dolorosos. Tío Kurt se recostó en la cama, y Yo ocupé una silla.
Antes que lograse emitir la primer palabra me hizo conocer su oposición. Mas Yo
estaba preparado para su reacción, pues hacía días que había comprendido por
qué Tarstein lo calificaba de obstinado.
–Me imagino lo que me vas a decir, neffe.
Desde que apareció el policía Maidana, y diste crédito a la increíble idea
sobre la “humanidad” de Bera y Birsa, vengo temiendo oír “tu plan”. ¿Y sabes
por qué? Porque lo imagino. Pero no te preocupes; escucharé tu plan y lo
consideraré con mi mejor buena voluntad. Sólo quiero dejar algo asentado de
antemano, un principio del cual no me moveré pase lo que pase: los
Inmortales no pueden morir.
Es obvio, “los Inmortales no pueden morir”, y
tío Kurt parado obstinadamente sobre ese principio no coincidiría jamás con mi
plan. Ni con su mejor “buena voluntad”. Pero, como anticipé, Yo estaba
preparado para su reacción y ya había encontrado el modo de que el futuro no
quedase librado a su “buena voluntad”: admiraba a tío Kurt pero lo creía muy
capaz de aguardar otros 35 años antes de emprender una acción. Solté mi
discurso:
–Mi querido tío Kurt: nos encontramos frente
a dos puntos de vista; y para podernos mover, uno de ellos debe prevalecer
sobre el otro. Empero, ninguno de nosotros cederá en su posición; y no
es conveniente que lo hagamos .
Tú porque, si bien eres obstinado por demás, posees poderes que nadie tiene y
un conocimiento Iniciático que hay que respetar. Yo porque, oh tautología,
puedo estar acertado o puedo estar equivocado; nadie lo sabe, ni tú. Por algo
fui convocado ahora por los Dioses, por algo recibí la Carta de Belicena Villca,
por algo soy un Von Sübermann, por algo sufro este dolor, el ataque de los
Demonios contra mi familia; por algo serán todas estas cosas, pero no son
suficientes por sí mismas para decidir si estoy acertado o errado. Tú tiendes a
creer que todo lo que me ocurre es por ti, mas Yo tengo una idea diferente de
mí mismo y pienso que también existo; y que si existo es por algo: por ese algo
que no sabemos qué es pero que quizás sea el estar acertado en mi plan, lo que
supondría que además acertaré al cumplir el pedido de Belicena Villca, que
encontraré a su hijo, al Noyo de la Espada Sabia.
¿Cómo saber cuál es la verdad? ¿Cómo saberlo
si, después de lo que ha pasado con mi familia y de comprobar que Bera y Birsa
se han reencarnado para atacar, Yo nunca aceptaré que los pasos futuros sean
decididos por tu “buena voluntad” ni tampoco decidiré por mí mismo? Te
explicaré cómo lo sabremos . Y
perdóname si tengo que ser duro contigo, tío Kurt. Tú has dejado asentado tu
principio del cual no te apartarás. ¡Pues Yo te expondré el mío, del cual
igualmente no me moveré: sólo aceptaré, y únicamente aceptaré, la Voluntad de los Dioses ! ¡Que Ellos decidan!
Lógicamente, no propongo una “Prueba de
Dios”, una Ordalía, para averiguar la Voluntad de los Dioses. Porque sí hay algo en lo
que estoy dispuesto a confiar; y es en tu Honor, en el Honor de tu Espíritu
Eterno. Y tú puedes hablar con los Dioses por medio de la facultad Scrotra Krâm,
aunque estoy seguro que por empecinado nunca la habrás empleado desde que cayó
el Tercer Reich. Pues bien ¡habla con los Dioses, con el Capitán Kiev, y
consulta sobre nuestro futuro, pregunta concretamente cuáles son los pasos que
debemos dar! Sea cual fuere la respuesta que Ellos te ofrezcan Yo la aceptaré.
Y la aceptaré de ti: creeré en lo que tú me digas.
En realidad en lo que Yo confiaba era en que
el Honor de tío Kurt le impidiera engañarme. Y si, pese a todo, me engañaba,
allá él: el Führer, que fue quien le comunicó el Scrotra Krâm, se encargaría de
él. Más que persuadirlo mediante la elocuencia, con mi discurso esperaba meter
a tío Kurt en una trampa dialéctica que lo obligara a optar entre llevar a cabo
el ataque a los Demonios o traicionar la Estrategia del Führer. Eso si mi plan era
correcto. Pero si no lo era, y si tío Kurt afirmaba que para el Capitán Kiev no
lo era, nunca lo sabría. Lógicamente, Yo estaba tan seguro de que mi
plan era bueno como él de que la conversación con el Comisario Maidana me había
trastornado la razón.
Por el momento, tío Kurt enmudeció. Lo saqué
del ensimismamiento pues necesitaba contar con su aprobación antes de
explicarle el plan. A fin de no fallar, acudí a un golpe de efecto dramático.
–¿Qué dices, tío Kurt? ¿Hablarás con el
Capitán Kiev y recibirás su mensaje? ¿Deseas que te lo ruegue? No me avergüenza
rogarte: hazlo por mí. Recuerda que cuando fui a Santa María, y por poco no me
haces matar por los perros daivas, aseguraste que si Yo hubiera muerto tú te
habrías suicidado: ¿qué puede ser peor que aquello? ¿o que lo que nos ocurrió
después, cuando los Demonios exterminaron a nuestra Estirpe? Sí tío Kurt, te lo
ruego: ¡por una vez en la vida afloja un poco tu tozudez!
–Aguarda un momento –me interrumpió– que no
es para tanto. No debes exagerar. Me parece justa tu proposición y la acepto de
buen grado. Me valdré nuevamente del Scrotra Krâm, que ciertamente nunca usé
desde la Segunda Guerra ,
y procuraré indagar la
Voluntad de los Dioses. Es sólo que me cuesta siquiera
concebir la utilidad de tu plan: los Inmortales no pueden morir. Pero
quizás tengas razón, por sobre todo, y haya en verdad que realizar tu demencial
idea. Ahora ¿me podrías confirmar con detalles lo que mi intuición ya me ha
hecho ver, para que no surjan dudas sobre lo que he de consultar?
¡Lo había convencido! ¡el pájaro estaba en la
bolsa! ¡el chivo había caído en el lazo! Me estremecí de alegría, pero no hice
ni un gesto que delatara mi estado de ánimo, que era comparable al de Cicerón
cuando convenció al Senado de que Roma debía guerrear con Cartago: si él
captaba mis pensamientos era algo, que no podía evitar, mas trataría de no
hacer nada que pudiera ofenderlo. Aunque él no perdía oportunidad de señalarme
que mi plan sólo podía proceder de un demente.
–Estratégicamente –expliqué– mi plan se basa
en el principio de las dos Realidades que te mencioné antes. Más claramente,
afirmo que los Demonios, para atacarnos, han debido descender al plano de la Realidad Humana y
eso los ha tornado vulnerables en dicho plano. No es mucho ¿pero,
qué más podemos pedir? La Sabiduría Hiperbórea enseña que la naturaleza del
miedo es esencialmente animal, vale decir, anímica, humana, propia del Alma
Inmortal; contrariamente, el Espíritu Eterno es puro valor, no
conoce el miedo, que le es esencialmente ajeno. Ahora bien: Bera y
Birsa son dos Almas Inmortales altamente evolucionadas, pero la naturaleza del miedo no
les es ajena ; por el
contrario, deben ser capaces de sentir miedo, y mucho; ¿cuándo? cuando sean
superados por la fuerza . Eso es
porque, como toda esencia anímica, sólo entienden un lenguaje: el de
la fuerza . Claro, Ellos son
conscientes de su propia fuerza, y por eso no temen a un enemigo que saben
inferior en fuerza, como están los Espíritus encadenados a la Materia , como son los
hombres espirituales. Por eso tienen razón en no temer a los hombres si
Ellos mismos son superhombres ;
y es cierto que representa una locura intentar atacar a Bera y Birsa fuera
del plano de la
Realidad Humana .
Pero ahora el caso es diferente porque Ellos se han situado en el plano de la Realidad Humana
convirtiéndose momentáneamente en seres humanos, ofreciendo un punto débil en
su Estrategia: ahora podemos atacarlos en su debilidad humana como Ellos nos atacaron
a nosotros.
¿Qué ganaríamos si, como tú dices, finalmente
“los
Inmortales no pueden morir” ?
Vista la cuestión así, como tú la solucionas, es decir desde los principios, en
caso de quitarles la vida humana sólo conseguiríamos desencarnar sus Almas
Inmortales. Esto es: conseguiríamos nada. Pero creo que no es así como debe
responderse a la cuestión pues al aferrarse a un único principio se están
dejando de lado otros principios, tan importantes como ése de la Inmortalidad del
Alma, que si se consideran pueden brindarnos ventaja estratégica
relativa . Concretamente, me
refiero al principio del miedo, ya expuesto, y al “efecto avalancha” que tiene
lugar en el fenómeno terrorífico, es decir, al pánico : como profesional de los fenómenos psíquicos, sé muy
bien que la sensación de miedo crece siguiendo una curva exponencial, que es
inversa a la curva volitiva; en un punto determinado, ambas curvas se cruzan y
entonces el miedo domina a la voluntad, o lo que es igual, la voluntad se
debilita frente a la fuerza instintiva, y sobreviene el pánico, durante el cual
lo anímico queda fuera del control racional, se vuelve irracional.
Mi teoría es la siguiente: Normalmente no
tendríamos fuerza suficiente para atacar a las Almas Inmortales Bera y Birsa y
causarles el miedo que las ponga en fuga. Anormalmente, Ellos se han situado en
el plano de la
Realidad Humana , han encarnado en seres humanos, se han
convertido en Sacerdotes: Sacerdotes diabólicos pero seres humanos al fin, con
su visión limitada por la razón y por el instinto del miedo. Contra
seres humanos, por más diabólicos que sean, tenemos armas con qué luchar; y
fuerza suficiente para causarles un gran miedo; un miedo tal que se transforme
en terror; un terror tal que quiebre su orgullo satánico, su seguridad mágica
de que no pueden ser derrotados por seres humanos, y les infunda el pánico; un
pánico tal que deje a las Almas Inmortales Bera y Birsa instantáneamente fuera
de control: como en una avalancha, una pequeña fuerza inicial será amplificada
en una gran fuerza final; como en un pánico cósmico, un pequeño miedo inicial,
humano, será amplificado en un gran terror final, a nivel de las Almas
Inmortales.
Sabes lo que es el Tiempo, tío Kurt: pura
ilusión. La única realidad del Tiempo, en el plano del Creador del Tiempo, es
el Principio y el Final del Tiempo, que son idénticos. Y sabes lo que es la
seguridad para el Mago: la fuente del poder; el Mago no puede dudar ni una vez
porque se corta su poder mágico; el mago debe creer siempre que él es poderoso,
a cada instante más poderoso: ése es el “orgullo satánico”; un solo
instante de duda y quedará rota tal creencia, “quebrado el orgullo satánico”,
perdida la evolución alcanzada por causa de la consecuente caída metafísica. Y
según mi teoría, si conseguimos infundir ese instante de pánico a Bera y Birsa,
ello
equivaldrá a su propia destrucción mágica y a su automática remisión al
Principío del Tiempo por causa de la pérdida de evolución instantánea . No sé si dos Almas Inmortales
evolucionadas como Bera y Birsa logren regresar de esa situación de total
involución. Mas, si hemos de aceptar la Sabiduría Hiperbórea ,
hay que recordar que ella enseña que tanto al Principio del Tiempo, como al
Final, se encuentra el Mahapralaya, la No Manifestación
o la Muerte Final
de todo lo anímico. En el Principio del Tiempo, Bera y Birsa tendrían así dos
caminos: uno, no entrar en el Tiempo y hundirse en el Mahapralaya ; y dos, entrar en el Tiempo, obligados a
recuperar su evolución perdida “en” el Tiempo, o sea, manifestándose
monádicamente en los Mundos elementales y luego evolucionando hacia la Perfección Final
arquetípica durante eones, alcanzando sucesivamente los Reinos Mineral, animal,
y humano, en rondas y cadenas planetarias, en manvantaras y kalpas.
Conclusión de mi teoría: jamás podrán atacarnos nuevamente.
Llevar a la práctica esta teoría es posible
mediante mi plan, que te explicaré a continuación. Es muy simple, y comenzaré
por definir su objetivo: matar a los “asesinos orientales”, es decir,
a los Sacerdotes Bera y Birsa, en el curso de una operación comando.
Para alcanzar este objetivo es necesario cumplir con cuatro condiciones; las
nombraré y luego diré cómo se pueden lograr: primera, disponer de armas
contundentes de corto alcance; segunda, localizar a los asesinos; tercera,
aproximarnos a Ellos lo suficiente como para asegurarnos los disparos; y
cuarta, contar con el factor sorpresa.
La primera condición creo poder cumplirla con
ayuda del Comisario Maidana, a quien considero desde ya, y aunque tú disientas
con mi criterio, como un enviado de los Dioses ; desde luego, un enviado
inconsciente de su misión.
La segunda no requiere investigación alguna
porque ambos estamos seguros que de aquí salieron en dirección a la Chacra de Belicena Villca:
será allí donde los atraparemos; y donde, de todos modos, debemos ir. Sólo te
pido confirmar
nuestra presunción en tu consulta al Capitán Kiev.
La tercera depende de ti, de tu habilidad
para controlar y dirigir a los perros daivas. Cuento con ellos, con que el
salto svadi-lung nos permita aproximarnos a la distancia adecuada
para no errar los disparos sobre los asesinos.
La cuarta, naturalmente, depende de la
tercera y también de ti, de como tú construyas las órdenes mentales con el
Kilkor svadi que obedecerán los perros daivas. Es lógico que si en dichas
órdenes mencionas, sólo mencionas, a Bera y Birsa, estos te detectarán como a
mí y se pondrán sobre aviso. El factor sorpresa exige, pues, no referir los
dogos a Bera y Birsa. ¿Cómo aproximarnos, entonces? Hay que descartar la
posibilidad de dirigir los perros daivas directamente a la Chacra de Belicena Villca,
porque corremos el riesgo de no coincidir en el momento justo, es decir, cuando
ambos estén dentro de la casa. No debemos olvidar que tal momento ya
pasó, que los asesinos ya han estado en la Chacra , y que los
canes habrán de saltar no sólo en el Espacio sino en el Tiempo, retrocediendo
en el Tiempo el período justo. ¿Cómo haremos, entonces, para aproximarnos
sorpresivamente? Refiriendo los perros daivas al automóvil de los asesinos,
al coche negro vacío y situado en la
Chacra .
Esto se puede lograr en varios pasos, el primero de los cuales consiste en
hacer que los perros daivas identifiquen aquí mismo, en Cerrillos, el rastro
del coche negro. De ese modo poseerán in abstratus la “idea” o “nombre”
del coche negro a priori de la orden final. Y la orden final será una
construcción matemática precisa que implante la idea, o nombre codificado, del
coche negro en el contexto de la
Chacra. ¡Hay que pensar en solucionar el problema tío Kurt!
Pero estoy seguro que no habrá dificultades insalvables pues el Yantra es
sumamente versátil para construir todo tipo de órdenes, aún las más complejas.