Córdoba,
7 de Junio de 1981.
Al lector de este libro:
Verdaderamente, era mi
intención dar por concluido “El Misterio de la Sabiduría Hiperbórea” en la página
anterior. En ese momento no tenía más que decir. Pero hoy, una semana después,
ha sucedido algo que echó nueva luz sobre el problema que me ocupaba, esto es,
la localización de la Orden de Caballeros Tirodal: creo haber obtenido, al fin, una
pista segura. Y creo que es mi deber de Honor compartirla con el
lector, brindarle a él la misma oportunidad que dispongo Yo ahora.
Pero, antes de ofrecer
tal información, expondré en forma sucinta lo que me ha ocurrido en el día de
ayer.
Buscaba una iluminación
interior, ya que la búsqueda exterior no me llevaba a ninguna parte. Por eso
escribí el presente libro; y fue al terminarlo que, ya mucho más sereno, decidí
probar por una vía que aún no había intentado. Ayer por la tarde, sin mediar
aviso alguno, me dirigí a la casa de Oskar Feil, el difunto amigo de tío Kurt,
y quien había encontrado primero la Orden de Caballeros Tirodal. Como lo
supusiera, su esposa, una amable y simpática mujer de nacionalidad italiana,
ignoraba todo lo concerniente a la ubicación de la Orden Tirodal. Me aseguró
que Oskar murió de muerte natural, pero muy feliz por las satisfacciones
espirituales que recibiera en los últimos años.
Sabía sobre la
existencia de la Orden, y bastante más sobre la historia de tío Kurt, y se
extrañó de que él no la hubiera mencionado. Le expliqué que con tío Kurt no
tuvimos demasiado tiempo para hablar, y que él había dejado pendiente muchos
temas a los que ya jamás me daría respuesta:
–Pero ¿qué le ha pasado
a Kurt? –preguntó ella–. ¿Ha muerto? Si es así le diré todo lo que sé, que no
es bastante, y mucho menos de lo que busca. Mire, yo sé de Ud.: sé que es un
sobrino de Salta, hijo de su hermana y de un alemán argentino. ¿Y sabe como lo
sé? No por Kurt, que jamás diría nada, sino por el bueno de Oskar, que le amaba
como a un hermano y compartió conmigo toda su historia. Por eso le referiré lo
que él no le dijo: Yo soy italiana, eso es obvio; lo que no es tan obvio es que
Yo era una novicia del Monasterio donde Von Grossen y Oskar Feil debieron
refugiarse dos años, después de 1945, con la compañía posterior de su tío Kurt.
Bien, Oskar y Yo nos enamoramos, y cuando se vino a la Argentina, no tardé en
seguirlo y casarme con él en este país, donde hemos sido muy felices: tuvimos
una pareja de hijos que ya van a la Universidad. Por eso me extraña que no me
mencionara, pues su tío me conocía casi tanto como Oskar. ¿Y qué le ha ocurrido
a él? Cuéntemelo con confianza; ¿ha debido huir de esos terribles enemigos que
según Oskar no cesarían de buscarlo hasta su muerte?
–No Señora –aclaré–.
Afortunadamente tío Kurt no ha muerto, no obstante ser cierto lo que Ud,
supone: aquellos “terrribles enemigos” al fin lo encontraron, y exterminaron a
toda su familia, que era también la mía. Es decir, toda mi familia, mis padres,
mi hermana, sobrinos, y parientes lejanos, fueron asesinados hace un año; pero
los asesinos no consiguieron acabar con nosotros. Y por ese motivo, tío Kurt
partió hace más de un año, asegurando que jamás regresaría. Sólo he quedado Yo,
con la misión de encontrar a los Caballeros Tirodal.
–¡Lamento mucho lo
sucedido, pues conocía cuánto él quería a su hermana Beatriz! Justamente,
evitaba los encuentros con ella por temor a comprometerla y causarle daño
involuntariamente.
Me mordí los labios al
oír esa verdad: tío Kurt la protegió durante 35 años y Yo la entregué en un
instante en mano de sus verdugos. Las noticias de la Señora Feil no eran, por
otra parte, muy alentadoras con respecto a la Orden:
–Me temo que nada podré
hacer por Ud., pues es muy poco lo que me reveló Oskar sobre la Orden de
Caballeros Tirodal. Desde luego, no me dio ningún dato sobre sus miembros o los
lugares de las reuniones.
La miré sin poder
disimular la decepción. Mi expresión le resultó cómica, porque sonrió y me
alentó a tener esperanzas: existía una posibilidad.
–Algo haremos, Dr.
Siegnagel; es lo único que está en mis manos; y ruegue a sus Dioses para que dé
resultado. Oskar tenía una caja de seguridad en su escritorio en la que
guardaba las cosas de la Orden. Varias veces me recomendó que si “algo” le
sucediese, y alguien de la Orden se presentaba a reclamar sus pertenencias,
debía devolverles sin discusión el contenido de ese cofre. Pero hasta el
presente nadie, salvo Ud., ha solicitado informes sobre la Orden, por lo que Yo
jamás he abierto su caja de seguridad. Lo que haremos, entonces, será examinar
el contenido de la caja y tratar de encontrar alguna pista.
Fuimos enseguida al
estudio del finado Oskar y, con ansiedad creciente, aguardé que la Señora Feil
digitara la combinación de la cerradura. Al fin se abrió y quedaron a la vista
los objetos reservados. La magra herencia esotérica de Oskar Feil consistía en
dos objetos: un libro y una revista vulgar.
Será difícil que alquien
logre representarse mi perplejidad de ese momento. El libro era un ejemplar de
“Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea”, por Nimrod de Rosario, exactamente
igual al que tío Kurt me diera a leer en Santa María, y que ahora tenía en mi
poder. Y la revista, se trataba de un número de Spot's, con tres años de
antigüedad.
La Señora Feil terminó
compartiendo mi preocupación y, no sabiendo de qué modo conformarme, o deseando
que la entrevista concluyese cuanto antes, me entregó las dos publicaciones.
Estaba convencida, dijo, que Oskar Feil aprobaría su proceder pues Yo era el
sobrino de su más entrañable Camarada, a quien nada podía negarle.
Ocioso es aclarar que
revisé el libro hoja por hoja, y renglón por renglón, buscando algún indicio
secreto, algún mensaje criptográfico, alguna indicación oculta, alguna clave
sólo destinada a ser interpretada por los Iniciados Hiperbóreos. Muy pronto
tuve que descartar que el libro ofreciese tal posibilidad.
Y ocioso es explicar que
leí y estudié todos los artículos de la revista, buscanso allí una pista sobre
la Orden de Caballeros Tirodal. Muy pronto arribé a los mismos resultados que
con el libro: nada; ni un indicio. Tarea desagradable esta última, pues Spot's
es una revista sensacionalista del más bajo nivel intelectual o moral.
Crudamente oficialista
en su línea política general, carece de criterio editorial definido pues sus
artículos se redactan con el evidente propósito de causar el golpe bajo o el
escándalo, efectos que, naturalmente, agradan a sus 2.000.000 de lectores. Los
límites éticos del desarrollo de los temas, como es de suponer, están
determinados únicamente por las protecciones jurídicas con que sus víctimas
logran defenderse si son atacadas o por el monto de las coimas pagadas por los
“amigos” de la publicidad barata. Lógicamente, una revista así no puede
pertenecer a cualquiera: su editor-propietario es el celebérrimo periodista
amarillo, no por “oriental” precisamente, Samuel Isaacson, exponente de la más
rancia prosapia hebrea, y sionista declarado. Por el ejemplar que había llegado
a mis manos, me enteré de los pormenores de ocho separaciones de no muy unidas
parejas de actores y actrices; conoci los reclamos del Movimiento de Liberación
Nacional de Homosexuales; leí dos artículos distintos sobre O.V.N.I.S., en los
que, sendos “Profesores en Parapsicología”, aseguraban que sus tripulantes van
a salvar a la humanidad; me interioricé de los detalles de cinco asesinatos,
tres violaciones y un estupro; accedí a los crímenes del nazismo, gracias a una
biografía de Ana Frank y un relato abreviado de su “diario” apócrifo; vi cinco
notas críticas, que en verdad contenian publicidad solapada, sobre películas
con temática izquierdista, y otras cinco notas sobre ecología y pacifismo; etc;
etc. En verdad, prácticamente no existía materia en la que la revista no
incursionara con su habitual y repugnante vulgaridad.
¡Main Gott! ¡Qué cloaca
era aquella publicación! ¿Para qué Demonios habría conservado Oskar Feil ese
ejemplar? Alguna razón debía existir. Y ésta posibilidad era mi única
esperanza.
Pero ¿cuál razón? Ya la
había leído varias veces: setenta, o más, artículos y notas con el tono
sinárquico señalado. Y eso que no mencioné la increíble y variada serie de
avisos publicitarios sobre objetos de porno-shop's y hechicería afro-brasileña;
y la nómina interminable de pais, maestros, gurúes, magos,
quiromantes, tarotistas, etc., que ofrecían toda clase de “ayuda espiritual”,
desde “solución a problemas de pareja” o “impotencia”, hasta “desbloqueos”
psicológicos complejos. Claro que a estos avisos no les presté la misma
atención que a los artículos periodísticos: había tantos ¡cientos de ellos!
¡Y allí estaba la solución al
enigma! ¡Tan a la vista, que parecía una broma: una broma pesada de Nimrod de
Rosario!
De improviso, donde
menos lo hubiese supuesto, en una hoja cubierta de carteles ofertando los
“servicios” de diversas escuelas esotéricas y maestros, en una hoja sobre la
que había paseado muchas veces la vista sin ver nada, se realzó la frase
“Sabiduría Hiperbórea”. Cuando inspeccioné detenidamente el aviso, leí con
sorpresa lo siguiente:
¿Parecía o no una broma?
La respuesta sólo puede ser afirmativa, y más si se toma en cuenta la clase de
pasquín en la que estaba publicado. Sin embargo, nada de lo que afirmaba o
proponía el anuncio era extraño a la Sabiduría Hiperbórea: cualquiera que haya
leído este libro estará de acuerdo conmigo. Lo que tornaba absurdo e increíble
aquel texto era su lectura fuera del contexto de la Sabiduría Hiperbórea; o en
el contexto del periodismo sinárquico de las características de Spot's
u otros pasquines semejantes. Mas no se me escapaba que tal efecto sería
buscado deliberadamente por los Caballeros Tirodal. ¿Con qué fin? Lo ignoraba,
y no me aventuraba a imaginarlo: quizás el aviso fuese una contraseña; quizás,
efectivamente, estuviese destinado a personas espirituales dotadas de intuición
en alto grado.
Sea la verdad lo que
fuese, el caso era que Yo no tenía más remedio que escribir a la misteriosa
casilla de correo. Ya lo he hecho, antes de redactar este Hiperepílogo. Y ahora
esperaré la respuesta, que sin dudas aclarará todas las cosas. Mas, como dije
al comienzo, no he querido dar por finalizado este libro sin brindar a los
lectores la misma posibilidad que Yo poseo. Es una forma, también, de compensarlos
por la fatigosa tarea de asimilar los elementos de la Sabiduría Hiperbórea aquí
expuestos; para que, quien quiera, y se atreva, pueda prolongar esos
conocimientos en la Realidad, que no obstante es tan ilusoria como la ficción
de este libro.
Resumiendo, a mí la
intuición me dice que la casilla pertenece a la Orden de Caballeros Tirodal o
comunica con ellos. Cada cual podrá comprobarlo por sí mismo, de igual modo que
haré Yo. Y con este descubrimiento, que constituye la última y única pista que
conseguí sobre la Orden de Caballeros Tirodal, doy por finalizado “El Misterio
de Belicena Villca” y me despido de todos los lectores con el deseo de que
tengan el coraje de escribir y la espiritualidad necesaria para
merecer la respuesta de la Orden.
Dr.
Arturo Siegnagel
Post Scriptum
Córdoba, 4 de Septiembre de 1987:
Colección
“Espada de Tharsis”
1- El
misterio de Belicena Villca
Por Nimrod de Rosario
Novela Mágica
1 Tomo
2- Historia
secreta de La
Thulegesellschaft
Por Conrad Tarstein
Novela Mágica complementaria de “El
Misterio de Belicena Villca”
1 Tomo
3- Fundamentos
de la Sabiduría
Hiperbórea
Por Nimrod de Rosario
Ensayo: una exposición científica
general sobre La
Sabiduría Hiperbórea
1 Tomo
4- Fundamentos
de la Sabiduría
Hiperbórea
Por Nimrod de Rosario (segunda
parte)
Ensayo sobre temas específicos de la
primera parte
13 tomos
ESTA EDICION
DE 100 EJEMPLARES
SE TERMINO DE
IMPRIMIR ARTESANALMENTE
EN TALLER
PROPIO DEL AUTOR ARMADO A TAL EFECTO
CITO EN CALLE
ROCA 325
CORDOBA -
REPUBLICA ARGENTINA
EN OCTUBRE DE
2.003