·
Capítulo XVI
· A continuación
ocurrió un fenómeno que he decidido exponer por separado, debido a que todavía
no encontré una explicación convincente para el mismo. Como dije, me hallaba
aún mirando el Cielo, hacia la
Cruz del Sur y pensando en las cosas que mencioné, tratando
de dominar la nostalgia por la partida de tío Kurt, intentando superar la
depresión nerviosa.
· El
golpe fue violento, contundente, en el centro del cráneo, unos centímetros más
arriba del lugar donde tío Kurt me aplicara su certero culatazo. Caí fulminado
al suelo, viendo estrellas que no eran precisamente producto de un proceso
alquimista, pero consciente de que algo había caído del Cielo sobre mi cabeza, algo
de pequeño tamaño y considerable peso. Me incorporé, todavía aturdido,
y comencé a buscar en derredor con ayuda de la linterna lapicera. No tardé en
hallar el proyectil, causante del chichón cuyos efectos dolorosos duraron
varios días y cuya cicatriz conservo: como es fácil imaginar, se trataba de una
piedra.
· Pero
aquella era una piedra artísticamente tallada, y resultaba evidente que
pertenecía a un conjunto mayor, del que fuera fracturada. Era la mano de un niño de Piedra,
mutilada a la altura de la muñeca, que expresaba el Bala [1]
Mudra [2], el
Saludo Interno de la Casa
de Tharsis: los dedos índice y pulgar, estaban estirados formando el ángulo
recto; y los dedos mayor, anular, y meñique, se hallaban flexionados sobre la
palma de la mano.
· Al encontrar
la mano de piedra, recordé instantáneamente el Día Trigesimotercero de la Carta de Belicena Villca, y
luego lo comprobé releyendo aquel párrafo una y otra vez: en ese día Belicena
narraba el exterminio de su Estirpe realizado por Bera y Birsa, al trasmutar a
los miembros no Iniciados de la
Casa de Tharsis, como a los de mi familia, en betún
de Judea . Fue entonces
cuando el Noyo, Noso de Tharsis, llegó hasta la iglesia de la Virgen de la Gruta , en Turdes, para
rescatar la imagen al saqueo generalizado de Lugo de Braga. Y fue al cumplir
este cometido cuando comprobó que al Niño de Piedra le había sido amputada la
mano que expresaba la
Vruna Bala. Pero tal desaparición sucedió en el siglo
XIII, setecientos años atrás: cuando menos parecía aventurado, por no decir
absurdo, relacionar este hecho con aquel. Y sin embargo, contra todos
los argumentos lógicos, a mí el accidente me parecía sugestivo. Y no he
cambiado de idea: hice engastar la manecilla en una manilla de plata, le
agregué cadena, y me la colgué al cuello. ¿Cómo cayó sobre mi cabeza, o de
dónde? no lo sé; si es la misma mano del siglo XIII, tampoco lo sé; y qué
significa que cayera contra mi cabeza en ese momento, es algo que pertenece al
campo de los más oscuros enigmas. Pero la pieza me agrada y la llevaré conmigo
hasta el Final.