EPÍLOGO - Capítulo XIV


Capítulo XIV



Como dije, iba a tomar los corazones humanos de Bera y Birsa, cuando me detuve fascinado: la causa fueron las scintilla luminis, o chispas de luz, que comenzaron a brotar de ellos. Miles de chispas que saltaban en todas direcciones, ora girando en círculo, ora en espiral, o trazando curvas brillantes de caprichosa forma, me impedían distinguir el fondo del sombrero, y aún el sombrero mismo. Fascinado por el espectáculo, encantado, quizás hechizado, recordé sin quererlo la definición del Alquimista Khunrath; son, dijo, “Scintillae Animae Mundi igneae, Luminis nimirum Naturae”, es decir, “son Chispas ígneas del Alma del Mundo, Luces que se evidencian en la Naturaleza. Tales scintillae acompañan siempre las fases de la Alquimia; y en ese momento estaban presentes todos los elementos del opus: en el Gabinete de la Naturaleza, se hallaba la prima materia de los corazones; el aqua permanens del Sulphur Philosophorum ; y se encontraba presente Mercurio, el gran Artifex trasmutador, es decir, tío Kurt Shivatulku, representante de Wothan, que es Hermes, y que es Mercurio.
Girando en hipnótico torbellino, las scintillae luminis fueron cubriendo mi campo de visión. Chispas doradas, brotaban ahora de todas partes y surcaban el espacio hasta apagarse, un espacio extrañamente carente de viento y de sonidos, como si la Naturaleza entera estuviese entretenida en manifestar su lumen naturae. Quité la vista del sombrero hongo y de la garrafa de ácido, invisibles bajo la vertiente luminosa y, semianestesiado, paseé la vista en derredor: del Mundo entero parecían surgir scintillae. De la casa, del suelo, de los árboles que antes no vi, pero que se erguían a diez pasos, de todas las cosas emergía una aura dorada y titilante, compuesta por miríadas de scintillae luminis . ¿O aquella visión significaba la súbita actividad de un sentido nuevo, que hacia posible percibir el Anima Mundi, una luminositas sensus naturae  ?
Pero una luminositas mayor atrajo mi atención. Sobre los cadáveres de los asesinos orientales, en efecto, comenzaban a elevarse dos nubes de vapor ectoplasmático, también rutilantes debido a la emisión y absorción de miles de scintillae ; a un metro de altura, aquellas nubes se mantenían girando en espiral, y nutriéndose constantemente del vapor lechoso que emanaba de los charcos de sangre. Como en un cuadro de la escuela impresionista, como en una obra de Enrique Matisse, Yo veía la Realidad descompuesta en millones de puntos de colores, chispas de luz que giraban con la forma del elementum primordiale y de la massa confusa, del chaos naturae. Con la visión saturada por el hervidero de scintillae, sentí que interiormente, e irracionalmente, una voz me hablaba; decía: “Yod, Yod, cada scintillae es yod, un ojo de Avalokiteshvara”; “y entre todas las scintillae hay dos que son El Uno, son las scintillae unas, las Mónadas de Bera y Birsa que no pueden morir”.
Ya escarmentado por lo sucedido en Santa María, fue sólo escuchar estas voces procedentes del Alma, de mi propia Alma influenciada emocionalmente por la Gran Madre, y remitirme a la Virgen de Agartha. Sí: cerré como pude mis oídos, ya que no podía prescindir de la grandiosa luminositas, y me entregué al rapto de la Virgen del Niño de Piedra, cuyo auxilio espiritual me permitió sostenerme en aquel terrible momento. De acuerdo a lo que ocurrió a continuación, hubiese sin dudas perdido la razón si Ella no apoyaba a mi Espíritu desde el Origen. Porque en ese momento, cuando la cantidad y multiplicidad de las scintillae habían alcanzado su máxima exaltación, todas se abrieron al unísono y mostraron un ojo inexpresivo, un ojo que era el mismo ojo repetido demencialmente en todos los puntos del espacio. Toda la Naturaleza, todas las cosas diferenciadas, todo lo que alcanzaba a ver y percibir hervía ahora de ojos inexpresivos, de ojos ícticos que indudablemente nos miraban a nosotros: y aquellos millones de ojos de pez, de oculi piscium, eran los Ojos de la Misericordiosa que se abrían para contemplar las Almas de sus Hijos Amados, las Almas de Bera y Birsa que estaban desencarnando en medio de un gran terror.
Pensad en la escena: en la forma general de los entes nada ha cambiado, todos son distinguibles y reconocibles, todos son nombrables como siempre; el árbol, el piso, la casa, el Cielo, la nube, los cuerpos, todos los objetos siguen siendo los mismos; pero ahora, además rebosan de una vida bullente de ojos Divinos, de ojos que miran con Amor natural. Pensad en el árbol, todo compuesto de ojos, y en la casa, o en el Cielo, también compuestos de ojos, y pensad que las miles de miradas del árbol a la casa y las de la casa al árbol, y las de ambos al Cielo, son los lazos que ligan y religan a los entes y constituyen la superestructura de la realidad : una estructura de objetos ligados entre sí por la Voluntad del Creador y el Amor natural de la Gran Madre.
Si se la ha imaginado, hay que pensar ahora que en esa escena me encontraba Yo, espantado por los omnipresentes ojos de Avalokiteshvara, “la que todo lo ve”, y estremecido hasta la raíz de mis sentimientos, agitado en mi naturaleza emocional por el intenso Amor de la Gran Madre, por su Piedad ilimitada. Así, pues, primero fue la fascinación por las scintillae y luego el espanto de la ebullición panóptica ; y el espanto mayor fue comprobar que mi propio cuerpo estaba constituido por millones de ojos compasivos. Y este fenómeno, terrible, demencial, explica por qué mi mano se detuvo antes de tomar los corazones del interior del sombrero hongo.
–¡Neffe! ¡Arturo! –la voz de tío Kurt se dejó oír desde varios metros de distancia–. Sabía que esto ocurriría y sé lo que estás viendo. No temas que todo es ilusión: aún podemos cumplir nuestro objetivo ¿Puedes oírme?
–Sí, tío Kurt –respondí aturdido–. Te escucho como si tu voz procediese de mucha distancia, y me encuentro muy sugestionado por esta profusión de ojos que manifiesta la naturaleza, por este monstruo en que se ha convertido el Mundo.
–Escúchame bien, Arturo: harás exactamente lo que Yo te solicite y responderás a mis preguntas. Me comunicarás lo que irás viendo, pues aquí no hay más ojos que los tuyos: todos los ojos de Avalokiteshvara son ilusorios, son proyecciones de tu propia debilidad emocional.
Hice un esfuerzo y me volví hacia la dirección en que provenía su voz. Vi millones de ojos brillantes, vi que toda la Realidad continuaba integrada por ojos de pez, pero donde estaba tío Kurt, donde debían estar sus ojos, sólo vi dos cuencas vacías, dos cráteres de negrura impenetrable, dos ventanas abiertas a Otro Mundo: solté un grito de horror y retorné la mirada hacia adelante.
–¿Estás conmigo, Arturo? –preguntó insólitamente tío Kurt.
–Sí tío Kurt, respondí una vez más.
–¡Tú realizarás la Obra: Yo sólo pondré, al Principio, el Signo del Origen sobre la Piedra de Fuego!
Recordé las palabras de Birsa en la Carta de Belicena Villca: “los hombres mortales, Hombres de Barro, que evolucionaban desde el barro, desde la Piedra de Fuego del Principio que reflejaba una mónada semejante a El Uno, llegarían a ser al Final individuos idénticos a la Piedra de Fuego, como Metatrón, el Hombre Celeste, el Arquetipo realizado, el Cordero Hijo de Binah; serían así cuando el Templo estuviese listo, y cada uno ocupase su lugar en la construcción, de acuerdo al símbolo del Messiah; serían así en los días en que el Reino de YHVH se concretase en la Tierra; y reinase el Rey Messiah; y la Shekhinah se manifestase ”... ¡Tantos ojos! ¡Sí: aquella manifestación de Avalokiteshvara, de la Gran Madre Binah, era también la Shekhinah, como la calificara Zacarías: “estas raíces ópticas del Arbol de YHVH representan a Israel Shekhinah” ! Al Principio del Tiempo, el hombre creado era como estructura de barro; al Final, sería como Piedra de Fuego. A tales piedras, las plasmó irreversiblemente el Signo del Origen transformándolas en Piedra Fría, en Piedra Increada, según se escandalizaban los Demonios, marcándolas con la Abominable Señal: “Ellos, grabaron el Signo Abominable en la Piedra de Fuego sobre la que cada Alma de los Hombres de Barro se asentaba. Y el Signo Abominable enfrió la Piedra de Fuego, Aben Esch, y la quitó del Final. Entonces, Cohens, la Piedra que debe ser lavada con lejía al Final, es la Piedra Fría que no tendría que estar donde está, porque no fue puesta al Principio por el Creador Uno”. “Piedra maldita, Piedra de Escándalo, Semilla de Piedra: Ellos la plantaron después del Principio en el Alma del hombre de barro y ahora se halla en el Principio”.
¡Transmutemini de lapidibus in vivos lapides philosophicos! [1] –escuché a tío Kurt repetir las palabras del Magister Dorn–. ¡Mira en la matrix  !
–Veo un agua dorada, un aqua aurens, agitada por incontables chispas de luz: ¡es el ánima panoptes !
–¡Pon los corazones en la matrix  !
Sin reflexionar, busqué al tanteo el sombrero, extraje los órganos viscosos, y los introduje por la boca de la garrafa. No bien se hundieron en el ácido sulfúrico, una emanación de vapor tóxico me obligó a retirar la cabeza: por la abertura del uterus philosophorum surgió durante un momento el vapor rubeo, dando la impresión de que el líquido había entrado en combustión; sin embargo, pronto se calmó, y un nuevo resplandor comenzó a brillar desde el interior de la garrafa, esta vez negro. En ese momento apenas pude advertirlo porque tío Kurt quería que Yo no levantase la vista del ácido y su macabro contenido, pero fue evidente que disminuyó substancialmente la manifestación morfoóptica general.
–¿Qué ves ahora? –preguntó desde su puesto.
–¡El firmamento estrellado!
En efecto, el ácido había virado de color y ahora la garrafa contenía un líquido negro, nigredo, que presentaba una superficie brillante e iluminada por infinitud de scintillae fijas, chispas de luz que eran las estrellas de un particular microcosmos.
–¿Qué ves ahora? –repitió.
–¡El Zodíaco! –¡Cientos, miles de constelaciones, todos los Arquetipos del Universo estaban en ese Cielo!
–¿Qué ves ahora? –insistió.
–¡Dos estrellas que se destacan! ¡Dos estrellas, más brillantes que todas las otras, avanzan y se sitúan en lugar central, bajo el pie de la Virgen de la Espiga, cerca del Cuervo!
–¿Qué ves ahora? –inquirió.
–¡Las constelaciones parecen más vivas que nunca, los Arquetipos vibran en el Cielo, animales de todas clases se aprestan a descender ! ¡Los veo y escucho sus sonidos!
En verdad, el sonido de los animales celestes se había tornado tan real, que sólo al quitar por un instante la vista de la matrix comprendí que ciertamente, algunos de ellos estaban presentes a mi alrededor: distinguí con sobresalto tres rugidos, y por eso dirigí esa fugaz mirada hacia el entorno; eran el gruñido del cerdo, el ladrido del perro, y el rugido del oso. Con creciente espanto, comprobé entonces que las nubes ectoplasmáticas que flotaban sobre los cadáveres de Bera y Birsa, habían adquirido la inconfundible forma del jabalí : sobre los cadáveres de los asesinos orientales, se materializaban dos enormes jabalíes blancos, que gruñían amenazadoramente y mostraban en sus cuerpos los mil ojos de Avalokiteshvara, los mil ojos del Anima Mundi, los mil ojos de El Uno, los mil ojos de Purusha. Los perros daivas se habían aproximado, sin dudas llamados por tío Kurt, y parecían verlos sin problemas porque les ladraban con ímpetu incontenible.
Pero la impresión más grande la llevé al observar a tío Kurt ¿Cómo explicar lo que vi? Sólo quizás diciendo que su forma cambiaba ; que por momentos era tío Kurt y por momentos un enorme oso iracundo, un ursus terrificus. Mas tal explicación no sería del todo correcta porque, ciertamente, tío Kurt se había convertido en un Hombre-oso : era el furor de tío Kurt, el Furor del Guerrero Oso, el berserkr gangr, la fuerza que lo transformaba. Busqué a tío Kurt con la mirada y descubrí a un Berserkr, a un Guerrero de la Orden Einherjar de Wothan, a un Iniciado Hiperbóreo en las Vrunas de Navután. Y la mirada regresó espantada a los ojos, acompañada por un violentísimo rugido y el movimiento acompasado, casi Ritual, de sus zarpas poderosas. Pero cuando habló; era nuevamente tío Kurt.
–¿Qué ves ahora? –exigió.
–¡Las dos estrellas más brillantes se han transformado en dos Jabalíes gemelos!
–¿Qué ves ahora?
–¡Los Jabalíes huyen despavoridos y buscan la protección de su Madre, el Dragón del Universo!
–¿Qué ves ahora?
–¡Veo a los Jabalíes guarecerse en el regazo del Dragón! Y veo al Dragón: tiene mil cabezas y mil ojos; y en cada cabeza una Estrella de David; y en cada cabeza aparece el Rostro de Binah; y sus mil bocas cantan la Canción del Cordero. El Dragón acuna en sus brazos al Cordero y los Jabalíes, a diestra y siniestra, gruñen sin cesar. Y haciendo coro al Dragón, y a los Jabalíes, las tres cuartas partes de las estrellas del Cielo cantan así:
           ¡Avalokiteshvara.
           Gran Madre Binah!
           ¡Ya llega, ya llega.
           ¡El Holocausto Final!
–¿Qué ves ahora?
–El Dragón Binah sostiene con su mano derecha al Cordero, mientras con la izquierda toma una copa rebosante de lejía humana. ¡Ahora derrama el contenido de la copa sobre la Tierra!
–¿Qué ves ahora?
–Las mismas estrellas, cantan:
           ¡Avalokiteshvara,
           Gran Madre Binah!
           ¡Tu Piedad, tu Piedad!
           ¡lava la Tierra con lejía de Jehová!
       –¿Qué ves ahora?
       –La lejía cae a la Tierra. Dos Jabalíes Blancos surcan el Cielo de Este a Oeste anunciando a viva voz: “¡La Peste, la Peste!” Todo cuanto toca la lejía perece: ¡la Tierra se convierte en Desierto de Piedras! Sólo sobreviven ciento cuarenta y cuatro mil que pertenecen a la Casa de Israel: pero estos huyen del Desierto y se refugian en un valle, que luego será inundado por la lejía. ¡Y el Dragón, y los Jabalíes, se enfurecen porque aún quedan las Piedras del Desierto, porque la lejía no las ha calcinado y disuelto como al resto de los seres vivientes!
–¿Qué ves ahora?
–¡El Dragón envía entonces al Cordero custodiado por sus hermanos, los Jabalíes gemelos, a pacer a la Tierra! ¡Pero la Tierra está estéril y el Cordero desfallece entre las Piedras, sin poder alimentarse!
–¿Qué ves ahora?
–¡El Dragón, dueño de terrible ira, maldice a las Piedras y al Desierto de Piedras! ¡Y grita que buscará al Cordero antes que el Desierto le cause la muerte!
–¿Qué ves ahora?
–¡La inmunda lejía caída del Cielo, y la mugre que consiguió arrancar de la Tierra, se escurrieron hacia un valle, al Este del Desierto de Piedras, y formaron un gran mar! ¡Edén y Paraíso, son los nombres de ese mar; y Tártaro y Tharsis, son los nombres del Desierto de Piedras!
–¿Qué ves ahora?
–¡El Desierto ha empujado al Cordero hacia su orilla, que es asimismo la orilla del mar de lejía! ¡El Dragón, en el Cielo, vuelve a gritar que auxiliará a su hijo, quien se halla entre el Edén y el Tártaro!
–¿Qué ves ahora?
–Los mil ojos del Dragón, brillantes como Soles, se concentran sobre el Desierto de Piedras y las Piedras padecen mortal sofocación. ¡La mayoría de las Piedras se ablandan y derriten, y el Desierto se torna un enorme lago de lava hirviente: sólo las Piedras más duras permanecen en su sitio, manteniendo con tenacidad su forma separada!
–¿Qué ves ahora?
–¡Un terrible clamor se eleva desde el Desierto y sube más allá del Dragón: las Piedras reclaman al Incognoscible ayuda contra el Cordero, y contra la Madre del Cordero, el Dragón Binah, que les ha volcado lejía de Jehová y les ha quitado la Tierra, y pretende calcinarlos en el Desierto por no servir para alimento del Cordero !
–¿Qué ves ahora?
–¡Apareció una Señal en el Cielo: una Virgen, más Negra que la Noche, y con la luna bajo sus pies, y luciendo una Corona de Trece Estrellas Increadas! ¡Es la Virgen de Agartha que vino a socorrer a las Piedras, en Nombre del Incognoscible!
–¿Qué ves ahora?
–El descenso de la Virgen produce como un manto de negrura refrescante sobre el Desierto, que se había transformado en lago de lava ardiente, y trae inmediato alivio a las Piedras. ¡La Presencia de la Virgen refresca y endurece nuevamente a las Piedras, porque se interpone con su oscuridad ante los mil ojos candentes del Dragón! Y la Virgen porta una espiga en la mano; y va dejando caer los granos sobre el Desierto de Piedras; y las Piedras que reciben el grano se vuelven inmunes al Fuego del Cielo, ya no pueden ser ablandadas, y quedan señaladas con una Marca, un Signo único que significa lo negro, lo duro y lo frío. Y la Marca de la Virgen se llama “Signo del Vril”.
–¿Qué ves ahora?
–Ahora el Cordero está perdido entre las Tinieblas y la Dureza, y la Frialdad de las Piedras. Y llama con desesperación a su Madre, el Dragón Binah, porque las Piedras amenazan con estrangular su garganta o sumergirlo en el mar de lejía.
–¿Qué ves ahora?
La Virgen está encinta, y grita por los dolores del parto y por las angustias del alumbramiento. Y apareció otra Señal en el Cielo: el Dragón de un rojo encendido, que tiene mil cabezas y mil ojos, y mil estrellas de David en sus cabezas. Su cola barre las tres cuartas partes de las estrellas del Cielo y las arroja a la Tierra; y descienden sobre el mar de lejía comandadas por la estrella Thuban. Y el Dragón también desciende para cuidar del Cordero y atacar a la Virgen.
–¿Qué ves ahora?
–El Dragón se detuvo ante la Virgen que estaba a punto de alumbrar, para devorar a su hijo cuando diese a luz. Y Ella dio a luz un Niño de Piedra, el que ha de regir a todas las Naciones con un Tridente de Vraja: Führer es el nombre del Niño de Piedra . Pero su hijo fue protegido del Dragón al ser confundido entre las Piedras del Desierto. Y la Virgen se refugió en el Desierto, donde tiene un lugar dispuesto por el Incognoscible para residir durante dos mil ciento ochenta y ocho días.
–¿Qué ves ahora?
–Hay una batalla en el Cielo. Kristos-Lúcifer, y el Capitán Kiev, y los Siddhas Leales, se levantaron a luchar contra el Dragón. El Dragón presentó batalla y también sus Angeles Inmortales, sus Jabalíes y estrellas. Pero no prevaleció ni hubo lugar para ellos en el Cielo. Fue precipitado el Gran Dragón, el que se llama Jehová y Satanás, el que organiza el Universo entero; fue precipitado a la Tierra, y sus Angeles fueron precipitados con él.
–¿Qué ves ahora?
–Oigo una gran Voz en el Cielo que dice:       
           “Ahora ya llegó la Liberación
           y el Poder y el Reino del Incognoscible,
           y el Imperio de su Kristos.
           Porque ha sido precipitado el encadenador
           de nuestros Camaradas,
           el que día y noche los señalaba ante la
           vista del Incognoscible.
           Pero los Siddhas Leales lo han vencido
           con la Sangre Pura,
           y por el testimonio de Valor que dieron;
           pues no amaron la Vida Cálida tanto
           que rehuyeran la Muerte.
           Por esto temed, Cielos, y los que moráis en ellos.
           ¡Ay de la Tierra y del Mar!
           Porque ha bajado a vosotros el Diablo,
           poseído de grande furor,
           sabiendo que le queda poco tiempo”.
–¿Qué ves ahora?
–Cuando el Dragón se vio precipitado a la Tierra, persiguió a la Virgen que había dado a luz el Niño de Piedra. Pero la Virgen disponía de las dos alas del Gran Kóndor, y podía volar al Desierto, a su hogar, donde resistiría por un ciclo, y por dos ciclos, y por medio ciclo, lejos de la presencia del Dragón. El Dragón vomitó por sus bocas, detrás de la Virgen, lejía como un Río, para hacer que el Río la arrastrara. Pero el Desierto ayudó a la Virgen. Y el Desierto abrió su boca y se tragó el nuevo Río de lejía que el Dragón había vomitado; y lo escurrió hacia el mar de lejía, donde estaba el Cordero y los ciento cuarenta y cuatro mil. Y el Dragón se enfureció contra la Virgen y se fue a hacer la guerra contra los demás de la descendencia de Ella, los que exhiben su Marca y tienen el Testimonio de Kristos Lúcifer. Y se situó en la orilla del mar de lejía.
–¿Qué ves ahora?
–Veo subir del Desierto un hombre con el Poder de una Bestia! ¡Es un ser mitad hombre-mitad oso, o mitad hombre-mitad lobo; por momentos es como oso y por momentos es como lobo; cuando debe enfrentar a las Abejas de Israel es como oso y cuando ha de luchar contra el Cordero es semejante al lobo! ¡Es el Hijo de la Virgen de Agartha que ha crecido como Piedra en el Desierto; es el Führer que ha regresado para librar la guerra contra el Cordero y los ciento cuarenta y cuatro mil! ¡Su rugido atruena la Tierra, y a su paso se levantan las Piedras del Desierto, las que llevan el Signo del Vril! ¡Y las Piedras Heladas por la Virgen de Agartha son también hombres-lobo que aúllan con furia incontenible!
No exagero para nada si aseguro que el rugido que surgió en ese momento del lugar donde estaba tío Kurt, preguntando monótonamente “¿qué ves ahora?”, hizo temblar la tierra . Yo describía cuanto veía sobre la superficie del aqua vitae de la garrafa, pero mis palabras habían adquirido una formalidad profética que se conformaba directamente en el inconsciente. Hacía tiempo que ya no razonaba lo que decía: simplemente expresaba lo que llenaba mi mente, que a esa altura no podía explicar si realmente lo veía o lo imaginaba. Lo que, claro está, no era producto de mi imaginación, era la trasmutación de tío Kurt y sus bestiales rugidos y aullidos; ni los dos Jabalíes ectoplasmáticos que, cada vez más nítidos y patentes, se materializaban sobre los cadáveres de los dos asesinos orientales.
A los rugidos del hombre-oso, los Jabalíes respondían con el maldito zumbido apícola que tambien conocía ahora; mas cuando el hombre-lobo aullaba, los Jabalíes se echaban a temblar presa del pánico, el pelo erizado de terror y gruñendo con desesperación. Y Yo, al percibir lo que ocurría a mi alrededor, trataba de mantener la vista hipnóticamente fijada en la matrix con el ácido y los corazones, contemplando unas visiones que, con todo lo fantásticas que pudieran ser, eran menos terribles que la Realidad de la Chacra de Belicena Villca.
–¿Qué ves ahora? –preguntó claramente la voz de tío Kurt.
–Veo avanzar un Ejército enorme formado por los que llevan la Marca de la Virgen y son como la Bestia, los Enemigos del Cordero. Y veo que van  conducidos por el Führer, que es como lobo furioso, y acompañados por la Virgen, que vuela sobre ellos llevando el estandarte del Signo del Vril y de la Espiga. ¡Y el Ejército de lobos se aproxima al mar de lejía! ¡Y el Cordero, y los ciento cuarenta y cuatro mil miembros del Pueblo Elegido, se establecen en una Isla Blanca situada hacia el centro del mar de lejía, que se había formado con la cima del monte Sión! Jerusalén Celeste y Chang Shambalá son los nombres de esa isla.
–¿Qué ves ahora?
–Al Cordero, de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen su nombre y el nombre de su Padre escrito en la frente. Y oigo voces del Cielo que suenan con la armonía de la Naturaleza múltiple. Y cantan una canción nueva ante el Trono de Jehová, ante los diez Sephiroth, ante los Ancianos de Israel, y ante la Shekhinah. Nadie puede aprender el Cántico de la Creación, sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron rescatados de la Tierra. Estos son los que no conocen el amor de la mujer porque son Sacerdotes sodomitas. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos constituyen la Jerarquía de las Almas, que va desde el hombre, hasta Jehová y el Cordero. No conocen la Verdad de la Creación. Son animales-hombres perfectos.
–¿Qué ves ahora?
–Observo ahora una Epoca anterior a la caída del Dragón: se ven sobre la Tierra a los hombres que ya tenían la Señal del Vril y a unos Angeles del Dragón que los amenazan desde el Cielo. Uno de ellos, el que vuela más alto en el Cielo, lleva el Evangelio del Cordero y anuncia el Holocausto de Fuego a los moradores de la Tierra, a toda Nación y Tribu, y lengua y Pueblo, y dice con gran voz:
           “Temed a Jehová y dadle gloria,
           porque ha llegado la hora de su juicio.
           Adorad al que creó el Cielo y la Tierra
           y el Mar y los manantiales de aguas”.
Y otro Angel, el segundo, lo siguió diciendo:                                     
           “Cayó, cayó, Babilonia, la grande,
           la que dio a beber del vino del
           Imperio Universal a todas las Naciones”.
Y otro Angel, el Tercero, lo siguió, diciendo con gran voz:
           “Si alguno adora a la Bestia y su imagen
           y recibe su Marca en la frente o en la mano,
           beberá él también del vino del furor de Jehová,
           vino puro, concentrado, lejía humana,
           en la copa de su ira.
           Y será atormentado con Fuego y Azufre
           en presencia de los Angeles Santos
           y en presencia del Cordero.
           El humo de su tormento sube
           por los siglos de los siglos ;
           y no tienen reposo ni de día ni de noche
           los que adoran a la Bestia y su imagen,
           y los que reciben la Marca de su nombre”.
     “¡Aquí está la constancia del Pueblo Elegido, los que guardan los mandamientos de Jehová y la fe en el Messiah!”
–¿Qué ves ahora?
–Otro Angel Inmortal. ¡Señala la ciudad que está en el monte Sión, en medio del mar de lejía, y dice: “he allí a la desposada, la esposa del Cordero”!
Este Angel habla para los que adoran al Cordero, y les promete la salvación de los hombres-lobo escondiéndose en la Ciudad de Jehová. Así les habla:
           “Bajará una ciudad del Cielo,
           sobre el monte Sión,
           de parte de Jehová.
           Su resplandor será semejante a piedra preciosísima,
           como a piedra de jaspe que emite destellos cristali­nos.
           Tendrá una muralla grande y elevada,
           en la que habrá doce puertas;
           y sobre las puertas, doce Angeles;
           y nombres escritos encima, que son
           los de las doce Tribus de los Hijos de Israel.
           Al Oriente, tres puertas; al Sur, tres puertas;
           y al Occidente, tres puertas.
           La muralla de la ciudad tendrá doce bases;
           y sobre ellas, doce nombres, los de los doce
           Apóstoles del Cordero”.
       Y el Angel utiliza una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla.
       “La ciudad estará asentada en forma cuadrangular; y su longitud será tanta como su anchura”.
       Y mide la ciudad con la caña y tiene doce mil estadios. Su longitud, su anchura, y su altura, son iguales. Y mide la muralla y tiene ciento cuarenta y cuatro codos, según la medida humana, que es la del Angel. Y el Angel dice:
       “El material de la muralla será jaspe, y la ciudad de oro puro semejante al cristal puro. Las bases de las murallas de la ciudad estarán adornadas con toda clase de piedras preciosas. La primera base será jaspe; la segunda zafiro; la tercera, calcedonia; la cuarta, esmeralda; la quinta, sardónice; la sexta, cornalina; la séptima, crisólito; la octava, berilo; la novena, topacio; la décima, ágata; la undécima, jacinto; y la duodécima, amatista. Las doce puertas serán doce perlas; cada una de las puertas será de una sola perla, como cristal brillante. No habrá san­tuario en ella; porque su Santuario será Elohim, Je­hová Sebaoth, y el Cordero. Y la ciudad no necesitará del Sol ni de la Luna para que la iluminen ; porque la Gloria Sephirot de Jehová la iluminará y su lámpara será el Cordero. Y caminarán las Naciones a su luz, y los Reyes de la Tierra llevarán a ella su Gloria. Sus puertas jamás se cerrarán de día, y nunca habrá allí noche. Y llevarán a ella la Gloria y la honra de las Naciones. No entrará en ella cosa impura, no consagrada por los Sacerdotes de Is­rael, ni los que llevan la Señal Abominable, si­no los inscriptos en el libro de la vida del Cordero”.
–¿Qué ves ahora?
–Un Río de agua viviente, del que salen todas las cosas creadas, que surge del Tronco Kether de Jehová y del Cordero. El Angel pronuncia las últimas palabras:
       “En medio de la plaza, y a un lado y a otro de este Río, habrá un Arbol de la Vida que dará doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del Arbol Gra­nado servirán para curar a las Naciones del peca­do contra Jehová. Y ya no habrá condenación para ­nadie, y estará en ella el Tronco de Jehová y del Cor­dero, y sus siervos le oficiarán Culto. Verán su ros­tro, y llevarán el Nombre de El en la frente. Ya no habrá noche, ni negrura infinita, pero no necesita­rán luz de lámpara ni luz de Sol ; porque Jehová Elo­him los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos”.
–¿Qué ves ahora?
–Veo la Batalla Final. Veo al Führer y a su Ejército de hombres-lobo tomar por asalto la Isla de Sión, y sorprender a Jerusalén Celeste, que es Chang Shambalá, y causar gran mortandad entre sus moradores. ¡Ni Thuban y las tres cuartas partes del Cielo, puestos de guarnición, logran detener la manada furiosa! ¡El Cordero y los ciento cuarenta y cuatro mil Sacerdotes resultan acorralados en la Ciudad Maldita, construida con el cuerpo del Dragón ! ¡Y mueren por millares: prefieren morir antes que ver la Señal del Vril de los hombres-lobo! Y la Ciudad-Dragón palpita y se retuerce, sin conseguir quitarse de encima a los hombres-lobo. Y los inmortales ojos del Dragón derraman innumerables lágrimas; lágrimas que ruedan hacia el cuádruple Muro de las Lamentaciones; lágrimas de Piedad por los Hijos de Israel. Pero los hombres-lobo no ceden y hunden sus colmillos en los Hijos de Israel, en el Cordero, y en el Dragón. Y la Virgen de Agartha clava su estandarte en el Muro de las Lamentaciones, el cual es como el Corazón de Binah, la dueña de todos los corazones: sí; en el Corazón de Avalokiteshvara ha sido plantado el Signo del Vril, la Marca que causa lo Negro, lo Duro y lo Frío de las Piedras, y por el Muro de las Lamentaciones corren Sus lágrimas como surgidas de una cascada milagrosa. Y unas tinieblas duras y heladas se abaten sobre Sión: es la Muerte Fría de la Virgen; la Muerte que arrebata el calor de los corazones del Cordero y de los ciento cuarenta y cuatro mil Santos de Israel; la Muerte que desatan quienes ven en las tinieblas, los hombres-lobo de Piedra que forman el Ejército del Führer.
–¿Qué ves ahora?
La Batalla Final continúa en la Tierra, pero ya no puedo ver lo que allí ocurre, pues veo a los Jabalíes Blancos que huyen presa del pánico a ocultarse en el Cielo: ¡van perseguidos por parte del Ejército-manada de hombres-lobo-de-Piedra! ¡Pero en el Cielo sólo quedan la cuarta parte de las estrellas!
–¡El momento ha llegado! ¡El Final es igual al Principio! –exclamó sorpresivamente tío Kurt.


[1]  Trasmutémonos de piedras muertas en Piedras Filosofáles vivas.