LIBRO CUARTO - Capítulo XI


Capítulo XI


La ceremonia de fin de clases se realizaba, conjuntamente con otras escuelas, en un gran festival, con desfiles multitudinarios de la Juventud Hitleriana, que culminaban en el Estadio de Berlín. Allí la plana mayor del Tercer Reich, encabezada por el Führer, establecía un contacto directo con la juventud por medio de discursos y proclamas.
Papá había venido de Egipto especialmente para asistir a la graduación, siendo invitado por Rudolph Hess para concurrrir a una fiesta a celebrarse esa noche en la Cancillería. Sería ésta, a mi juicio, la oportunidad esperada para aclarar muchas incógnitas.
A las 10 en punto de la noche subimos las escaleras de mármol de la Cancillería. Papá, elegantemente vestido de jaquet, y Yo, con el uniforme de las Hitlerjungen, no desentonábamos entre la numerosa concurrencia que ya llenaba el gran Salón del Aguila, formando distintos corrillos rumorosos de voces y de risas. Atravesamos el salón en dirección al gigantesco hogar de mármol tallado, buscando a Rudolph Hess, mientras sobre nuestras cabezas una araña de colosales dimensiones derramaba torrentes de luz, suavemente amortiguada por miles de piezas de cristal de Baccarat. Nunca había visto tanta gente distinguida e importante junta. Estaban allí todos los líderes de la Nueva Alemania, el Dr. Goebbels, el Mariscal Goering, el Reichführer Himmler, Julius Streicher, ... En un rincón apartado distinguimos a un grupo formado por Rosenberg, Rudolph Hess y Adolf Hitler. Papá, temiendo interrumpir una conversación reservada, me indicó que aguardáramos a unos pasos de distancia, mientras bebíamos una copa de champagne que solícitos mozos nos habían alcanzado.
Al cabo de un momento, Rudolph Hess reparó en nosotros y, luego de cambiar una palabra con el Führer, se acercó sonriente.
–¿Cómo están Reinaldo, Kurt? –dijo–. Vengan que les presentaré al Führer.
Era la primera vez que veía de cerca a Adolf Hitler, honor poco frecuente para un estudiante extranjero, y aunque venía preparado sabiendo que el Führer estaría en la fiesta, no se me había ocurrido que seríamos presentados.
–Adolf: el Barón Reinaldo Von Sübermann –dijo Rudolph.
El Führer saludó a Papá dándole la mano efusivamente pero sin pronunciar palabra.
Mein patekind Kurt Von Sübermann –continuó Rudolph–. Flamante egresado del NAPOLA, piloto y soldado polígloto, futuro Ostenführer de la Waffen .
No pude evitar ruborizarme por la elogiosa presentación del Taufpate Hess.
El Führer estiró la mano, mientras me clavaba una mirada helada en los ojos. Sentí que una corriente eléctrica me corría por la columna vertebral, al tiempo que una especie de vacío estomacal cosquilleaba a la altura del ombligo. Fue una sensación de un instante, pero de un efecto terrible. Aquella mirada, y el contacto de la mano del Führer, habían obrado como un agente ácido en un cubo de leche, descomponiendo y disolviendo mi estado de ánimo. Fue un instante, repito, un sólo instante en el cual me sentí explorado por dentro.
Ya recompuesto observé con sorpresa que –algo inusual en él– una sonrisa enigmática se dibujaba en la cara del Führer.
–¿De Egipto, eh? –dijo Hitler–. Adoro Egipto, tierra maravillosa que fascinó a Napoleón y que ha producido un Camarada invalorable como Rudolph.
Rosenberg que a todo esto ya había sido presentado, observaba la escena con expresión divertida.
–Al verlo a Ud. joven Kurt –continuó Hitler– verifico que no es casualidad lo de Rudolph. Egipto es realmente un “Centro de Fuerza Espiritual”; el enigma de la Esfinge aún tiene vigencia. Ustedes son la prueba –nos tomó a Rudoph Hess y a mí, de un brazo a cada uno– de que un Orden Superior guía el destino de Alemania. Dos germanos-egipcios, que han respirado los efluvios gnósticos de Alejandría y El Cairo, conducidos por los Superiores Desconocidos hasta aquí, para poner vuestra gran capacidad espiritual al servicio de la causa Nacionalsocialista.
Al veros –siguió diciendo el Führer– comprendo lo Sagrada que es la tarea que hemos tomado sobre nuestros hombros, al fundar el Reich de los mil años. Nuestra causa no es sólo el mejor ideal por el que puede vivir y morir un germano, es también la causa de la libertad de la humanidad, de la lucha por salvar al mundo de las fuerzas oscuras, del combate final contra los elementalwesen[1]...
Rosenberg y Papá asentían con la cabeza a cada afirmación del Führer, quien continuaba vertiendo conceptos místicos sin permitir que nadie interrumpiera su monólogo. Me distraje pensando en el extraño poder que había experimentado al saludar al Führer. Una poderosa Fuerza emanaba de Hitler, no sabía si voluntaria o espontáneamente, y me preguntaba si este carisma no lo habría adquirido por medio de alguna técnica secreta, de algún conocimiento oculto al que unos pocos privilegiados pueden acceder.
–... entonces dígame joven Kurt ¿Quiénes son en definitiva los enemigos de Alemania? ¿Contra quién combatimos? –preguntaba Hitler dirigiéndose hacia mí.
Reaccioné ante la inesperada pregunta, con la desesperación de haber desatendido una parte de la conversación. Tres pares de ojos de Rosenberg, Hess y Papá, estaban puestos en mí esperando la respuesta. Sin embargo lo que había alcanzado a escuchar era suficiente para mí, pues la respuesta brotó sola del fondo del inconsciente.
–El Enemigo es uno solo, –afirmé categóricamente– es YHVH-Satanás.
Contesté intuitivamente y de manera tan firme que no cabían rectificaciones. Miré a Papá, que se puso instantáneamente lívido, y vi la sorpresa retratada en todos los rostros.
–Muy bien, joven Kurt, muy bien, –decía Hitler con una expresión de intensa alegría–. Ha dado Ud. la mejor respuesta. Podría haber identificado como nuestros más terribles enemigos a la judeomasonería, al judeomarxismo, al sionismo, etc., pero esos nombres sólo representan Aspectos diferentes de una misma realidad, distintas Caras de un mismo y feroz Enemigo: YHVH-Satanás, el Demiurgo de este Mundo. Sólo un Iniciado o un iluminado como Ud. o Rudolph, podrían dar una respuesta tan precisa. ¿Verdad Alfred?
Rosenberg sonreía complacido.
–Lo felicito joven Von Sübermann –dijo Alfred Rosenberg– es Ud. una persona de claros conceptos.
Por supuesto que Yo estaba completamente aturdido por lo que había ocurrido. De improviso, en esa reunión con aquellas notables personas, descubría que poseía como un “oído interior”, un órgano misterioso que me permitía “escuchar” las respuestas formuladas concretamente. ¡Y estas respuestas eran correctas! Nunca había experimentado algo así y sólo podía achacar esta súbita iluminación a la presencia del Führer. El, con su extraño magnetismo, me había “despertado” el “oído interior”.
Adolf Hitler volvió a tomar la palabra.
–La gente no compenetrada en la Filosofía Oculta del nacionalsocialismo, suele cometer gruesos errores de apreciación al juzgar muchas de nuestras afirmaciones, creyendo ver en las mismas una superficialidad estúpida, cuando generalmente se trata de ideas sintéticas, slogans, extraídos de profundos sistemas de pensamiento. Por ejemplo, ante la afirmación del joven Kurt de que “el Enemigo es Jehová Satanás”, que es una idea sintética de hondo contenido filosófico, muchas mentes ignorantes se verían tentadas de suponer que tal concepto arranca de un grosero antisemitismo. Alegarían argumentos elementales como estos: –Jehová es el Dios de Israel, un Dios de Raza, uno entre cientos de Dioses étnicos; es pues exagerado tomarlo por el único Dios o Demiurgo (objeción, ésta sí, antisemita). O este otro: –Jehová es el Dios de Israel pero, por su carácter monoteísta, es el único Dios; entonces ¿por qué se lo identifica con el Demiurgo? ¿es por una creencia herética del tipo gnóstica ? (interrogantes de quienes creen que ser “cristianos” implica la adoración de Jehová y que su rechazo significa una “herejía anticristiana”). Otro argumento banal es el siguiente: –si hemos de rechazar al Demiurgo considerando su obra material como esencialmente “mala”, ¿por qué identificarlo sólo con el Jehová judío habiendo cientos de denominaciones alternativas en la mitología etnológica y en los panteones religiosos de todos los pueblos de la Tierra? (interrogantes que suelen padecer quienes ignoran totalmente qué significa Israel en la Historia de Occidente y cuál es el secreto de la dinámica racial judía).
Objeciones como las precedentes, opondrían nuestros críticos al oír hablar de Jehová Satanás como “el Enemigo contra el cual combatimos” y, por supuesto, les sorprendería la palabra “Satanás” adherida a Jehová, cuestión que, sin duda, les arrancaría irónicas conclusiones.
Pues bien: tales argumentos reposan en una circunstancia común: ¡la ignorancia de quienes las formulan! Por supuesto que nosotros sabemos que el Demiurgo recibió otros nombres a lo largo de la Historia. Pero si elegimos, entre ellos, el de Jehová es porque se trata del último nombre con el cual El se ha autodenominado. Y con dicho nombre lo designa aún Su “Pueblo Elegido”, Israel, el cual no es otra cosa que un desdoblamiento psíquico del mismo “Jehová Satanás”.
Estas palabras del Führer me sorprendieron vivamente por sus implicaciones metafísicas. ¿Los judíos no constituyen una Raza como las demás, compuesta por individuos ?... era una teoría turbadora la que acababa de oír.
–¿Se sorprende Ud., joven Kurt? –preguntó el Führer, quien sin duda advirtió de inmediato mi turbación. Pero no me dio tiempo a responder y continuó su explicación:
Pues aún no ha oído nada: Israel es un “Chakra” de la Tierra, es decir, es una manifestación psíquica colectiva del Demiurgo Jehová y por eso nosotros afirmamos que el judío no existe como individuo; que no es un hombre como el resto de quienes componen el género humano.
Pero la manifestación de Jehová en una Raza Elegida, es un suceso más o menos reciente, de pocos miles de años, y la ordenación de La Materia o “Creación” data de millones de años atrás. Por eso, por la “novedad” que representa el nombre “Jehová” comparado con otros nombres del Demiurgo, que empleaban pueblos más antiguos y culturalmente más importantes en la Historia, y por la antigüedad geológica del Universo, es que parece excesivo designar con el nombre “Jehová” a un Dios cósmico. Pero se trata sólo de una apariencia. Aquí hay que imaginar un Demiurgo Primordial al que podemos cómodamente denominar El Uno, tal como hacían los estoicos. Este es quien ordena el caos y se difunde panteísticamente en todo el Universo (es El también el Brahma hindú o el Alá árabe, etc., tomadas estas denominaciones en su acepción religiosa exotérica).
Pero el Plan Cósmico, de alguna manera hay que llamar a la idea del Universo material, se asienta en el ensueño del Demiurgo, un estado de quietud que sin embargo dinamiza el Cosmos, como el “Dios motor inmóvil” de Aristóteles en ese Gran Día de Manifestación, que se denomina también, gran manvantara. Pero para que todo “funcione” sin que requiera intervención de El Uno, “quien duerme mientras todo vive en El”, es necesario disponer de un “sistema automático de corrección”. Este es el papel que cumplen las llamadas Jerarquías cósmicas, miríadas de entidades conscientes emanadas por El Uno para que mantengan el impulso dado al Universo y lleven adelante su Plan. El primer paso de la “emanación” son las mónadas, Arquetipos superiores que fundamentan toda la estructura cósmica y hacen las veces de matriz del plan del Uno.
Estas entidades conscientes, Angeles, Devas, Logos solares, Logos galácticos, Almas planetarias, etc., no son seres individuales sino que forman parte del mismo Uno y poseen, pues, mera apariencia de existir debido a los grados de libertad de que están dotados durante el manvantara. Para que algo exista individualmente, por ejemplo un ente, es necesario suponer (o sub-poner) el acto de existir a su ser real, lo que supone también la subsistencia del ente, que impide la comunicación de su esencia substancial con otros entes o su participación metafísica con otros seres, es decir, le pone término formal al ente o le concede su forma natural. El recurso para lograr dicha ilusión de existencia es la extrema mecanicidad de la realidad material fundada en las leyes evolutivas, tanto referidas a fenómenos continuos como discretos, que mantienen el movimiento progresivo de la materia y la energía en la exacta consecución del Plan del Uno.
Dichas leyes evolutivas son conservadas por las “entidades conscientes”, ya mencionadas, y dirigidas en el sentido del Plan. Así podemos distinguir por ejemplo, “Logos solares”, es decir, “entidades conscientes” capaces de “crear” un sistema solar siguiendo el Plan del Uno, pero que en realidad son desdoblamientos temporales de El Uno. Lo mismo se puede decir de los Logos galácticos o “Almas planetarias” y hasta de los simples Angeles o Devas: ninguno de ellos existe como tales, aunque “evolucionen” sujetos a las leyes universales. Lo importante aquí es comprender que todo este espectáculo grandioso que estamos recreando es pura ilusión, una concepción metapsíquica de características colosales ideadas por El Uno para su íntima contemplación. Porque la verdad es que todo lo existente desaparece finalmente, cuando sobreviene el Gran Pralaya, la noche de Brahma, en la que todo se confunde nuevamente en El, luego de una monstruosa fagocitación.
Pero dijimos que el Universo se rige por leyes evolutivas. Dichas leyes, que determinan el Universo Material, de acuerdo a una verdadera “arquitectura celeste”, como bien dicen los satánicos masones, ocasionan la existencia de los distintos planos del espacio o Cielos en que está constituida la realidad. Así como hay varios “Cielos” (¿cinco? ¿siete? ¿nueve?) hay “Reinos de la naturaleza” (¿tres? ¿cinco? ¿siete?) o “planetas” (¿cinco? ¿siete? ¿nueve? ¿doce?) o “Razas raíces” (¿tres? ¿cinco? ¿siete?) etc. Estos aspectos engañosos forman parte del Plan del Uno, y los Demonios encargados de llevar adelante dicho Plan conforman un orden jerárquico preciso, basado en la famosa “ley de evolución” que rige los Cielos –todos los Cielos, desde los atómicos, químicos, o biológicos hasta los cósmicos– en los que “evoluciona” cada mónada siguiendo los Arquetipos de cada Cielo. Es la famosa “ley de causa y efecto” que enseña la Sinarquía y que las religiones védicas de la India llaman Karma y Dharma, pero que conviene sintetizar como “ley de evolución”. Esta ley dirige el camino “de ida y vuelta de la mónada”, la cual toma varios cuerpos en los distintos Cielos a los que desciende para “evolucionar”; dicho “camino” suele ser representado como la serpiente que se muerde la cola o “uroboro”. Por supuesto que jamás se alcanza la famosa individuación monádica, pues ello sería una auténtica mutilación de la substancia del Uno y antes que tal cosa sobrevenga, ya estará todo el Universo fagocitado en Su Santo Buche. –Aquí, extrañamente, sonrió el Führer mientras me miraba intensamente. Yo me debatía interiormente frente a sentimientos encontrados. Por una parte me horrorizaba la teoría que estaba oyendo, ya conocida por haberla estudiado en el NAPOLA, pero dotada ahora de un impresionante sentido de realidad al ser expuesta vehementemente con la elocuencia irresistible del Führer. Y por otra parte me sentía halagado por el honor de recibir de labios del Führer de Alemania, una explicación personal, terriblemente extensa y curiosamente fuera de lugar en una fiesta mundana en la Cancillería. De cualquier manera, mi actitud exterior era de respetuosa atención a cada una de sus palabras, pues no quería volverme a distraer.
–Supongo que ya conoce esta teoría teosófica que la Sinarquía enseña en sus sectas masónicas o rosacruces, y que se ha de sentir espantado frente a una concepción determinista en que no hay lugar previsto para la existencia individual eterna, es decir, más allá de los pralayas y manvantaras. Y justamente ese espanto, ese grito de rebelión que Ud. debe percibir brotando de su Sangre Pura, constituye una excepción a todas las reglas de la mecánica determinista de El Uno, porque habla de otra realidad ­ajena a Su Universo material. ¿Cómo puede ser eso si hemos dicho que todo cuanto existe en el Cosmos, ha sido pensado y hecho por El, de acuerdo a Su Plan y por intermedio de sus Jerarquías cósmicas y planetarias? Pues bien, joven Kurt, se lo diré brevemente: porque una parte de la Humanidad, que nosotros integramos, posee un elemento que no pertenece al orden material y que no puede ser determinado por la ley de Evolución del Demiurgo. Ese elemento, que se llama Espíritu o Vril, se halla presente en algunos hombres como posibilidad de eternidad. Sabemos de él por el Recuerdo de Sangre, pero en tanto no seamos capaces de liberarnos de los lazos que nos atan a la ilusoria realidad del Demiurgo y remontemos el Sendero del Regreso al Origen, no existiremos realmente como individuos Eternos. Me preguntará Ud. cómo es que en un Orden Cerrado como el que he descripto, pueden coexistir elementos espirituales ajenos a él y por qué, si no pueden ser determinados por las leyes de la materia y la energía, permanecen sujetos al Universo de El Uno. Es éste un gran Misterio. Pero puede Ud. considerar como hipótesis que, por una razón que ignoramos pero que podemos suponer sea una orden de un Ser infinitamente superior al Demiurgo, o una negligencia incomprensible, o un engaño colosal, alguna vez han ingresado al Universo material una miríada de seres pertenecientes a una Raza espiritual que llamamos hiperbórea. Supongamos que tales seres hubieran penetrado al sistema solar por una “puerta” abierta en otro planeta, por ejemplo Venus, y que aquí, merced a un ardid, una parte de sus Guías Hiperbóreos los hubiesen encadenado a la ley de evolución. Este encadenamiento, ya lo hemos dicho, no puede ser real pero, sin embargo, los Guías Traidores logran confundir a los Espíritus Eternos anclándolos a la materia. ¿Para qué hacen esto? Otro Misterio. Pero lo cierto, lo efectivo es que, a partir de la llegada de tales Guías al sistema solar, se operará una mutación colectiva en toda la Galaxia que modifica  el Plan del Uno. Esta modificación está edificada en la traición de los Guías y en la caída de los seres inmortales. Para que Ud. lo vea claro, joven Kurt, le diré que aquí, en la Tierra, existía un ser humano primitivo que “evolucionaba” siguiendo las leyes de las “cadenas planetarias” y los “Reinos de la naturaleza”.
Esta evolución era lentísima y perseguía la adaptación final a un Arquetipo racial absolutamente animal, dotado de una mente racional, estructurada lógicamente por las funciones cerebrales y poseedor de un “Alma” conformada por energía de los otros planos materiales más sutiles. Este “hombre” es el que encontraron, en una etapa aún primitiva de su desarrollo, los Guías Traidores al llegar a la Tierra hace millones de años. Entonces, mediante un ingenioso sistema llamado Chang Shambalá, que Ud. tendrá oportunidad de estudiar en nuestra Orden, ellos decidieron mutar la Raza humana, encadenando los Espíritus Eternos a los seres humanos ilusorios y materiales de la Tierra. Desde ese momento existen tres clases de hombres: los animales-hombres primitivos o pasú, los semidivinos o viryas, a quienes se les adosó un Espíritu, y los Divinos Hiperbóreos o Siddhas, que son todos aquellos que logran retornar al Origen y escapar del Gran Engaño. También son llamados Siddhas Hiperbóreos a una parte de los Guías, aquellos que no traicionaron y que, encabezados por Kristos Lúcifer, intentan salvar a los viryas mediante la redención hiperbórea de la Sangre Pura, que consiste en despertar el recuerdo primigenio de la propia divinidad perdida. Estos son los Señores de Agartha... Pero nos apartamos un poco de nuestro tema principal que versaba sobre Jehová Satanás, el Enemigo contra el cual combatimos para ganar el derecho a regresar al Origen perdido. Entonces se le hará clara esta cuestión, joven Kurt, pues si Ud. recuerda que El Uno delegaba en unas “entidades ­conscientes” la ejecución de Su Plan, podemos ahora agregar que el sistema solar ha sido construido por una de tales “conciencias” a la que llamamos Logos Solar, secundada por Devas de menor jerarquía quienes ocupan determinados puestos en la mecánica del sistema. En la Tierra, una “entidad planetaria” infundía vida al planeta e impulsaba la “evolución” de los Reinos de la naturaleza de acuerdo al Plan Solar, inserto en el Plan Cósmico de El Uno. Está claro que se trata de emanaciones de El Uno enlazadas jerárquicamente: El Uno ð Logos Galáctico ð Logos Solar ð Angel planetario ð Alma colectiva o grupal, etc. ¿Quién es Dios aquí? Según el nivel de conciencia y las pautas culturales y religiosas de los hombres, puede ser cualquiera de tales “entidades conscientes”, pero siempre se trata de El Uno. Si se dice que Dios es el Sol o se concibe un Dios “creador” de todo el Universo, se está hablando de El Uno. Igual si se cree que Dios es la “naturaleza” o la “vía láctea” o la Tierra. Las diferentes cosmologías gnoseológicas que presentan los hombres en sus distintas etapas de la “evolución” para concebir el mundo, no invalidan el hecho de que siempre se alude directa o indirectamente a El Uno cuando se habla de Dios.
Pero regresemos a la Tierra. Cuando los Guías Traidores llegan a la Tierra, se instalan en un “centro” al que denominan Shambalá, o Dejung, y fundan lo que se ha dado en llamar Gran Fraternidad Blanca o Jerarquía Oculta de la Tierra. No es un lugar localizable físicamente sobre la superficie terrestre, cuestión sobre la que Ud. deberá aprender más adelante, sino que se halla situado en un pliegue topológico del espacio. Pero lo que interesa aquí es destacar que el jefe de los Guías Traidores, se autotitula Rey del Mundo, pasando a ocupar el lugar de uno de los doce Kumaras del sistema solar. ¿Qué es un Kumara? un Angel planetario, una de esas “entidades conscientes” encadenadas por El Uno que conforman la “idea de un planeta”. Es aquí adonde debe ubicarse la clave del nombre Jehová y de su “Raza Elegida”. Porque el Espíritu planetario se llamaba Kumara Sanat, quien luego de la constitución de Shambalá y de la venida del Rey del Mundo, decide actuar como regente de El Uno en la ejecución de Su Plan, ahora modificado. Para ello se encarna, en nombre de El Uno, en una “Raza Elegida” para reinar sobre los Espíritus hiperbóreos esclavizados. Esa es la Raza hebrea. Es decir que tenemos por un lado a la Jerarquía Oculta de Chang Shambalá, con sus Demonios: los Guías Traidores y su jefe: el Rey del Mundo, quienes llevan adelante ahora la “evolución” del planeta y son quienes “guían” a las Razas por medio de una siniestra organización llamada Sinarquía. Y por otra parte tenemos la Raza hebrea que no es sino la modificación de Sanat Kumara en la Tierra para ocupar el máximo escalón de la Sinarquía, en nombre de El Uno. Los mismos hebreos en su Kabala estudian que “Israel es uno de los 10 sephiroth”, el sephirah Malkut, es decir una de las emanaciones de El Uno.
Finalmente Jehová es el nombre cabalístico del Demiurgo El Uno que Sanat Kumara representa en la Tierra y es, como dije al comienzo de esta agradable charla, el último nombre histórico que conocemos de El. Por eso nosotros, los Antiguos Seres Hiperbóreos que aún permanecemos encadenados en el Infierno, debemos tener bien presente que “el Enemigo es Jehová Satanás, el Demiurgo de este Mundo”, como bien dijera el joven Kurt.

El Führer continuaba entusiasmado su largo monólogo y, aunque ya había pasado una larga hora y llovían sobre nosotros las miradas curiosas de mucha gente que deseaba sentarse a la mesa, nadie en Alemania hubiera sido capaz de interrumpirle por un motivo tan prosaico como yantar una cena. Yo por mi parte sólo deseaba seguir oyendo sus increíbles revelaciones y por eso, cuando me preguntó si le había comprendido, no vacilé en hacerle presente mis dudas:
–Hay algo que ahora me preocupa –dije inmediatamente–. Todo cuanto Ud. ha dicho, mi Führer, sobre el Demiurgo El Uno lo comprendo perfectamente y lo acepto, pero no puedo dejar de preguntarme ¿quién es entonces Dios, el verdadero Dios ? ¿o...?
–Esa es una pregunta que no debe Ud. hacerse, joven Kurt, –afirmó categóricamente el Führer–. No mientras su mente esté sujeta a la lógica racional, pues sólo logrará entonces arribar a paradojas irreductibles. Pero es evidente que la duda ya ha germinado en Ud. y que seguirá meditando en ello. Le daré entonces una respuesta provisoria: Dios es incognoscible para todo aquel que no ha conquistado el Vril. Tenga siempre presente esta verdad, joven Kurt: desde la miserable condición de esclavo de Jehová Satanás no es posible conocer a Dios, pues El es absolutamente trascendente. Es necesario recorrer un largo camino de purificación sanguínea para saber algo sobre Dios, sobre el “verdadero Dios”, como Ud. bien dice. La mayoría de las grandes religiones, al hablar de Dios, se refieren al Demiurgo El Uno. Esto ocurre porque las Razas que pueblan actualmente el mundo han sido “trabajadas” por los Demonios de Shambalá, implantándoles ideas sinárquicas en la memoria genética de sus miembros, para poder dirigirlas hacia el gran Arquetipo colectivo que se llama Manú. Así, percibiendo la realidad tras un velo de engaño, se llega a esas concepciones de Dios panteísta, monista o trinitario, que sólo son apariencias de El Uno, el Demiurgo ordenador de la materia.           
Fíjese lo que ocurre con el concepto de Dios que poseen los distintos pueblos integrantes de la antigua familia de lenguas indogermanas: casi todos los nombres derivan de las mismas palabras y es seguro que éstas designan en un pasado remoto a un Dios “Creador de todo lo existente”, es decir al Demiurgo, El Uno. En sánscrito tenemos las palabras “Dyans pitar”, que en los Vedas se utilizan para nombrar al “Padre que está en los Cielos”. Dyans es la raíz que en griego produce Zeus y Theo, con sentido similar al sánscrito y que pasa a ser en latín Júpiter, Deus pater o Jovis. Los antiguos germanos se referían igualmente a Zin, Tyr o Tiwaz como el Dios “Creador” de lo existente, palabras que también provienen del sánscrito Dyans pitar.
Igual etimología poseen palabras que designan a Dios en las familias de lenguas turanias y semitas. En esta última familia, de importante relación con el hebreo, encontramos “El” como una antigua denominación del De­miurgo en su representante planetario “El fuerte”. En Babilonia, Fenicia y Palestina se adoró a El, Il, Enlil, nombres que los árabes transformaron en Il ah o Alah, etc. No debe extrañarle, joven Kurt, esta unidad etimológica pues lo alarmante es la “unidad de concepto” que se descubre tras las palabras mencionadas, ya que en todas las religiones y filosofías siempre se llega a dos o tres ideas de Dios aparentemente irreductibles, pero que en realidad se refieren a distintos aspectos del Demiurgo: tal la preferencia por un “Dios panteísta e inmanente”: El Uno; o “trascendente” pero “Creador de la Tierra y los Cielos”: Jehová Satanás, Júpiter, Zeus, Brahma, etc.
El Führer me miraba ahora con los ojos brillantes y Yo adiviné que sus próximas palabras tendrían un contenido realmente importante:
–Hubo una guerra, joven Kurt. Una guerra espantosa, de la cual el Mahabarata guarda quizás un recuerdo distorsionado. Dicha guerra involucró varios Cielos en su teatro de operaciones y produjo como su expresión más externa, lo que se ha dado en llamar “el hundimiento de la Atlántida”. Pero nadie conoce a fondo a qué se hace referencia cuando se habla de la “Atlántida”, ya que no se trata sólo de “un continente hundido”. Dicha guerra lleva ya más de un millón de años en este plano físico, durante los cuales han sido varias las Atlántidas físicas, continentales, que se han hundido, y ahora, en nuestro siglo XX, podemos decir que nuevamente se apresta a “hundirse la Atlántida”. Pero dejemos este Misterio por ahora pues tendrá que volver sobre el mismo durante sus estudios.
Para concluir esta conversación le diré una última cosa joven Kurt. Sepa Ud. que en esa Guerra Esencial, en la que se combate por la liberación de los Espíritus cautivos, por la mutación colectiva de la Raza, contra la Sinarquía y contra Jehová Satanás, el Tercer Reich ha comprometido todo su potencial espiritual, biológico y material.
Con estas terribles palabras el Führer pareció dar por terminada su explicación. Miré a mi alrededor y comprobé que Papá, Rosenberg y Rudolph Hess aún continuaban a mi lado.
Un elegante mozo indicó al Führer que cuando lo dispusieran podrían pasar al patio interior para tomar una cena fría. Eran las once de la noche. El Führer y Rosenberg se despidieron de nosotros y fueron a reunirse con Goering y el Dr. Goebbels en la cabecera de la mesa. Rudolph Hess invitó a Papá y a mí a ubicarnos para cenar, pero Yo no había quedado bien luego de la conversación con el Führer y, a riesgo de ser ofensivo, decidí hablar francamente con ambos.



[1] Elementalwesen : seres elementales demoníacos que atacan a los héroes en la saga de los Edda.