Capítulo XLII
Crucé la avenida principal del Thiergarten
acostado sobre un bólido que corría a más de cien kilómetros por hora,
esquivando con reflejos instantáneos miles de baches de lo que parecía un
paisaje lunar. Las baterías alemanas, alertadas por Otto Meyer, abrieron el
fuego simulando tratar de acertarme, cosa que desconcertó a los rusos y los
llevó a concentrar el fuego contra ellas, permitiéndome alejarme.
Diez minutos después entraba en el
Gipfelstadt y circulaba a regular velocidad por la Gregorstrasse. Me
detuve frente al 239, me levanté las antiparras, y observé a ambos lados de la
calle: ni un alma. Pero lo más curioso era que, contrariamente a las demás
manzanas, que habían padecido el demoledor ataque de los bombardeos, la que
contenía la casa de Konrad Tarstein se hallaba intacta, como si la guerra no
hubiese pasado por allí.
Nuevamente, como un Rito mil veces repetido,
golpeé, la mohosa argolla que giraba en el puño de bronce.
–¿Sí? –la chillona voz de Tarstein se dejó
oír a través de alguna rendija de la antigua puerta.
–Soy Kurt Von Sübermann; es decir, Lupus, soy
Lupus, Camarada Unicornis.
Se
abrió la puerta y Tarstein, en el colmo de la serenidad, repitió una vez más.
–Pase, lo estaba esperando. Son las 16 hs.
Llega justo para una taza de té ¿si es que no le afecta adelantar una hora el
horario inglés? –indagó con ironía.
–No, no. Un té estará bien. Ud. no sabe lo
que he tenido que pasar para llegar aquí: literalmente, atravesé un desfiladero
de munición pesada. En esos instantes no sabía si iba a llegar aquí; y no sabía
tampoco qué iba a encontrar aquí. Se imaginará mi sorpresa al comprobar que no
se ha apartado Ud. de sus costumbres habituales.
–Mi
estimado Lupus, no es bueno para la salud que un viejo como Yo esté cambiando a
esta altura su modo de vida –explicó con renovada ironía–. Venga, vamos a la
cocina y tomemos ese té, y olvídese por un largo rato de lo que ocurre afuera.
Deje todo sobre ese sofá, menos la alforja que contiene la Piedra de Gengis Khan.
Porque para eso ha venido ¿no? Ha arriesgado una y mil veces la vida para
cumplir con la Orden Negra :
es Ud. admirable Kurt Von Sübermann, un Caballero digno del Führer, un Iniciado
digno de los Dioses.
Como tantas veces antes, entré en la moderna
cocina y me senté ante una mesita cubierta con fino mantel de hilo blanco.
Tarstein preparó la infusión en una tetera de porcelana de Shanghai y llenó las
tazas con té de la misma procedencia. Mientras lo saboreaba, ya más tranquilo,
observé a Tarstein examinar la
Piedra de Gengis Khan. Parecía conmovido, cosa insólita en
él. Al fin preguntó:
–¿Sabe qué es esto? La prueba de que la Humanidad cuenta con una
oportunidad, el testimonio concreto de que los Dioses del Espíritu se avinieron
a tratar con los Grandes Iniciados que intentaban hacer realidad el Imperio
Universal. Si ellos hubiesen triunfado en el siglo XIII, la Historia de la Humanidad sería muy
distinta y el Enemigo no habría tenido posibilidad de constituir la Sinarquía Universal
en el siglo XIV: por ejemplo, no habría sido necesario que Felipe el Hermoso
disolviese a los Templarios entre 1307 y 1314 pues Federico II los tendría que
haber liquidado, de buen gusto, en 1227. ¿Y sabe por qué ello no se realizó?
Pues, porque esta Piedra que Ud. ha traído se extravió durante siete años
claves, de 1221 a
1228. En verdad no se extravió sino que la extraviaron, a propósito del fracaso
de los planes imperiales. !Ay, Lupus: si esta Piedra hubiese llegado a tiempo a
manos del Emperador Federico II, quizás mi propia familia, la Casa de Tharsis, no habría sido exterminada en
1268!
Yo, naturalmente neffe, entendía muy poco de
todo esto. Recién ahora, luego de leer la Carta de Belicena Villca, las palabras de
Tarstein adquieren su verdadero y dramático significado. En aquel momento,
Konrad Tarstein debió notar el desconcierto en mi rostro pues procuró aclarar
con otras palabras el sentido de aquella increíble Reliquia.
–¿Recuerda la historia del Emperador Federico
II Hohenstaufen? –preguntó enérgicamente.
–Sí. Es decir: recuerdo algunos hechos
salientes –respondí vacilante.
–Pues bien. Este hecho es muy saliente.
¿Recuerda lo que sucedió con su voto de Cruzado?
–¡Oh, sí! –afirmé, complacido de no ser
totalmente ignorante–. Creo que Federico II fue coronado en Aquisgran, en 1214,
y allí hizo el voto fatal a Inocencio III de emprender una Cruzada a Tierra
Santa; por diversos motivos, no cumplió esta promesa hasta 1228, lo que le
costó innumerables complicaciones con los Papas, que derivaron en excomuniones
y guerras.
–Las fechas son correctas, Lupus. Lo que Ud.
no conoce con exactitud, porque ha permanecido en secreto hasta ahora y sólo
era del dominio de ciertas Sociedades Secretas, es el verdadero motivo por el
cual Federico II retrasaba su viaje a Palestina. Y ese motivo es éste: la Piedra de Gengis Khan.
Federico II esperaba desde 1221 la llegada de un Iniciado mongol que sería
portador de un pacto escrito entre el Emperador de Oriente y el Emperador de
Occidente: tal Iniciado no llegó nunca a Sicilia y la razón fue que lo
asesinaron en la Siria
franca por orden de los Druidas católicos. Cuando Federico II se decidió al fin
a viajar a Medio Oriente, lo hizo con el propósito de rescatar la Piedra de Gengis Khan, que
estaba en poder del Señor de Beirut. Pero ya era tarde para consumar el pacto
metafísico, para someter el Orden del Mundo al Imperio Universal: Gengis Khan
había muerto en 1227 y sus sucesores, que no eran Iniciados, cayeron
rápidamente en manos de los Sacerdotes de la Fraternidad Blanca.
Vale la pena conocer la historia con todos
sus detalles, porque ahora, 700 años después, ha vuelto a presentarse la
posibilidad de erigir el Imperio Universal. Y como entonces, la verdadera lucha
se da en el plano de los Grandes Iniciados y de las Altas Doctrinas: el Imperio
Universal contra la
Sinarquía Universal ; la Sabiduría Hiperbórea
contra la Cultura
judaica; el pacto del Führer con los Dioses Leales de Agartha contra el pacto
de un puñado de hombrecillos, Churchill, Roosvelt, Stalin, De Gaulle, etc., con
los Dioses Traidores de Chang Shambalá. Las enormes matanzas de las masas
combatientes impresionan pero carecen de importancia, siempre carecen de
importancia, frente a la confrontación de los Iniciados y los Dioses. Esta
Piedra, que Ud. ha hallado en el Castillo de Federico II, era el pacto de los
Emperadores con los Dioses de Agartha que iba a posibilitar la realización del
Imperio Universal en el siglo XIII. Federico II la hizo ocultar por Iniciados
Hiperbóreos, expertos en la Construcción Lítica , con la consigna de que sólo
fuese encontrada por el futuro Emperador Universal. Esta Piedra, como Ud.
comprenderá, pertenece al Führer.
–Entonces debí entregársela a él
personalmente, cuando pasé por el bunker hace unas horas –reflexioné
tontamente.
–¡No, Lupus! Esta Piedra será entregada al
Führer en el Oasis Antártico donde ahora se encuentra. El Führer del bunker es
posible que a estas horas haya muerto.
–No comprendo –confesé, aún sabiendo que mis
palabras irritarían a Konrad Tarstein.
–¡Pues debería comprender! –reclamó con
previsible enojo– ¡Al fin y al cabo Ud. también es un Tulku ! Los Tulkus, mi estimado Lupus, poseen varios cuerpos.
Y nadie sabe ni cuántos ni dónde. Como le dijeron con acierto en el Tíbet, en
el Tercer Reich se ha dado el extraño fenómeno de que existen muchos “Dioses
reencarnados”; muchos Tulkus, Kurt Von Sübermann. El Führer es un Tulku y no
tiene nada de extraño que él muera en Berlín y, simultáneamente, viva en la Antártida. A ese
Führer, poderoso y fuerte como él era a los veinticinco o treinta años, le
haremos llegar la Piedra
del Pacto de Sangre con Agartha.
Fue más fuerte que Yo y tuve que inquirir:
–Pero ¿el Führer era consciente de que
disponía de esa extraordinaria facultad?
–Ud. “Shivatulku” ¿sabe dónde están
ocurriendo sus otras, necesarias, existencias?
–De cierto que no.
–Pues allí está la respuesta que busca. Si
Ud., tan luego Ud., es incapaz de responder ¿cómo quiere que conozca Yo el
proceso de un Tulku?
Sin embargo le daré una idea –concedió–. Es
así como Yo imagino el proceso de los Tulkus: un caso especial de metamorfosis.
Establezcamos una relación de analogía entre los Tulkus y los insectos
lepidópteros, y supongamos que toda la vida de un ejemplar Tulku, tal como
el Führer, Ud., o Rudolph Hess, es análoga a una mariposa lepidóptera . Supongamos también que existe
un conjunto de larvas gemelas que, por una ley particular de los Tulkus,
permanecen en estado de vida latente mientras la mariposa desarrolla su vida
activa. Y, por último, supongamos que las especiales leyes de los Tulkus
determinan que al morir la mariposa, automáticamente una de las larvas retoma
el proceso de metamorfosis y se transforma en crisálida, generando una nueva
vida activa y una nueva realidad. Claro, porque la vida larval es vida
latente, y la vida activa, de las mariposas y los Tulkus, es vida
real: la realidad de la vida le corresponde pues, a las mariposas-Tulkus; las
larvas-Tulkus viven en un plano de existencia no real, pero sí posible: tal
existencia no es del mismo grado que la que demuestran las mariposas-Tulkus.
Sólo si muere una mariposa-Tulku, o si actúa una ley de los Tulkus que exija la
existencia de dos o más mariposas-Tulkus, una larva-Tulku se transformará en
real. Pero, mi estimado Lupus, ¿quién conoce las leyes de los Tulkus?
¿quién sabe cuantos hombres-Tulkus pueden existir en estado larval? Un hombre
común puede tomar una sola decisión para realizar en un tiempo y espacio
determinado: si las alternativas son dos debe decir sin dudas “voy a hacer
esto” o “voy a hacer lo otro”. El Tulku, por el contrario, puede optar por realizar ambas
posibilidades, aunque para ello necesite, lógicamente, disponer de dos
realidades simultáneas. El Tulku puede, por ejemplo, decir “voy
a quedarme en Berlin, y voy a morir allí si el Tercer Reich pierde la guerra”
y decir también “voy a retirarme a los Oasis Antárticos, junto con la Elite de la ,
para preparar la Batalla
Final contra la Sinarquía Universal ”,
y
cumplir ambos enunciados. Para una persona común sería imposible
realizar las dos sentencias, pero para un Führertulku ello es perfectamente
posible.
Naturalmente, Lupus, que las dos o tres
realidades del Tulku sólo habrán de coincidir en el Tulku mismo,
en el contexto que le confiere significado y que él significa. Fuera
del Tulku, las realidades de los Tulkus vivientes pueden no coincidir, el
Tiempo contraerse o expandirse, las cosas dislocarse, la Historia contradecirse.
Lo que esté en la realidad de un Tulku viviente, es decir, de un Tulku real,
ejemplar, de una mariposa-Tulku, más allá de lo
Tulku, puede no estar en la realidad de otro Tulku real pero distinto del
primero; o, inversamente, puede estar sobradamente en su contexto. Le
aclaro esto para advertirle que, desde ahora, los partidarios de la Sabiduría Hiperbórea
deberán definir a cual realidad se refieren: si a la realidad del Führer muerto
en la
Cancillería-bunker de Berlín o a la realidad del Führer vivo,
siempre joven en su Refugio Mágico, donde aguarda los tiempos históricos de la Batalla Final . Y le anticipo desde ya que los
que elijan vivir en la primera realidad, serán considerados traidores, por más
que se proclamen “nacionalsocialistas” o “nazis”.
Con los ojos brillantes, Konrad Tarstein se
detuvo un segundo para servirse más té.
–¿Rudolph Hess... ?
–Sí, Rudolph Hess también es un Tulku y por
eso ahora se encuentra junto al Führer, en el Refugio Secreto: está tal cual
Ud. lo conoce; no ha cambiado nada. Y porque es un Tulku, puede estar con el
Führer y, además, estar prisionero de los ingleses .
Pero dejemos a los Tulkus por el momento y
regresemos a la Piedra
de Gengis Khan. Le decía antes que vale la pena conocer la historia con
detalles. Ud. la ha encontrado y merece mejor que nadie conocer esa historia,
aunque ésta no sea la mejor ocasión para relatarla. De cualquier manera se la
resumiré; preste atención:
En Mongolia, en el desierto de Gobi, existe
un lugar que la
Sabiduría Hiperbórea denomina “La Puerta Tar ”, que
comunica directamente con el Reino de Agartha. En la Epoca de Gengis Khan y
Federico II, los Siddhas Leales habían aprobado un plan de los Iniciados
Hiperbóreos, conocido como Estrategia Tyr, destinado a fundar
el Imperio Universal en la
Tierra : el Elegido en Oriente para ello era el Principe
Temujin, quien recibiera de joven la Iniciación Hiperbórea
por parte de unos Siddhas procedentes de la Puerta Tar. Recuerde
que el Padre de Temujin, Yesügei, había muerto envenenado por los tártaros
cuando el joven Príncipe sólo contaba 9 años y que, desde entonces hasta su
adultez, vivió miserablemente junto a su madre y hermanos en las desiertas
tierras del Alto Onon. Como todos los Grandes Elegidos de la Historia , es durante ese
período que los Siddhas lo instruyen e Inician.
Según la tradición local los Grandes
Antepasados de los Mongoles fueron el Lobo gris y la Corza leonada, lo que
significa que sus Antepasados no fueron humanos, o lo que es lo mismo, que
fueron Dioses. En la caverna sagrada de Erkene Qon, el Lobo gris desposó a la Corza , que procedía de las
inmediaciones del lago Baikal. Posteriormente, la pareja original se mudó a la
montaña sagrada Burgan Qaldun, la actual Kentei, antigua morada de Kök
Kev, Dios del Infinito.
Si sus grandes Antepasados fueron Dioses, sus
parientes cercanos no habían sido menos poderosos: su abuelo fue Kabul Khan[1],
el primer organizador de las tribus mongólicas y conquistador militar; y su
padre, Yesügei, había tomado el apodo de Ba' atur, es decir, “el Valiente”. Su
madre Hö'elün lo trajo al mundo en “el año del cerdo” de 1167, vale decir que
llevaba 27 años a Federico II, nacido en 1194.
Su Pureza de Sangre era tan elevada que
se hizo acreedor a una representación del Signo del Origen,
la más alta distinción Hiperbórea del siglo XIII después del Gral, que fue
confiado a los Cátaros occitanos. Por eso cuando una Dieta de Jefes y Reyes
mongoles se reunió en 1206 en Karakorum, y lo eligió “Khan”, Temujin exhibió
con orgullo el signo que le había dado el triunfo sobre sus enemigos y le
permitió concretar la unidad de su Raza: ese signo, que ostentaba en su anillo
y estandarte, no era otro que la swástika levógira, el mismo que
setecientos años más tarde sería lucido en las gestas más gloriosas por otro
pueblo hiperbóreo, pero esta vez de Raza Blanca.
A Gengis Khan le fue encomendada una misión
histórica que él supo cumplir en todos sus aspectos, de modo que no es posible
reprocharle nada por el fracaso de la Estrategia Tyr.
Por el contrario, este fracaso se debe casi exclusivamente a la excelente
contraofensiva desatada en Occidente por las fuerzas enemigas, que operaban
infiltradas en la
Iglesia Católica. Esa misión histórica consistía en fundar un
Gran Reino Mongol en el Este, que abarcase completamente el Norte y Centro de
Asia, simultáneamente con el surgimiento de un Gran Reino blanco en
el Oeste.
Cuando la fundación de estos Reinos estuviese
consumada, entonces llegaría el momento de sellar con un pacto la creación de
un Imperio Universal en el cual los Mongoles estarían subordinados a un
auténtico Rey del Mundo Blanco y donde las masas amarillas se reservarían el
derecho de avanzar hacia el Oeste y las Elites blancas, menos numerosas pero
más capacitadas culturalmente, marcharían hacia el Este. Allí, en Mongolia, la Corona de la Tierra , florecería una
civilización hiperbórea nunca vista desde los días de la Atlántida. Estos
eran, en pocas palabras, los objetivos propuestos por la Estrategia Tyr.
Le mostraré ahora, Lupus, cómo Gengis Khan
cumple su parte en la
Estrategia Tyr. En 1206 une a todas la tribus de mongoles e
inicia la conquista de China y, en 1215, con la toma de Pekín, alcanza el
límite oriental del Asia. A partir de entonces, sólo falta tomar contacto con
el “Rey del Oeste”. Pero ¿quién es este Rey? ¿cómo reconocerlo si, hacia el
Oeste, lejos de existir la unidad se advierte una confusa organización feudal?
Le recuerdo, Lupus, que según la Sabiduría Hiperbórea
los
efectos del Kâly Yuga no son de la misma intensidad en todos los puntos
geográficos; por el contrario, existe una Ruta del Kâly Yuga que
recorre en espiral la superficie esférica de la Tierra y sobre la cual el
Kâly Yuga es “más intenso” o más actual. Dicha zona es orientable y, en la
región que estamos considerando, orientable “de Este a Oeste”, es decir, que los
efectos del Kâly Yuga son más intensos hacia el Oeste que hacia el Este:
yendo hacia el Este aumenta la “espiritualidad” y yendo hacia el Oeste aumenta
el “materialismo” propio del Kâly Yuga .
Atendiendo a estos principios es que a la Puerta Tar , en el desierto de Gobi, se la
denomina además “Centro de menor intensidad del Kâly Yuga”.
Para situarse en el dilema de Gengis Khan hay
que considerar que el “Rey del Oeste” debería ser “Grande” por el poder del
Espíritu, como también lo era Temujin, y reflexionar sobre las dificultades que
supone mirar desde el Este del Asia hacia el Oeste de Occidente.
Gengis Khan, “hacia el Oeste”, sólo “veía” tinieblas espirituales... y
Reinos. Muchos Reinos, pero ningún “Gran Reino”. El Reino de los persas, que
pronto caería, el Reino de los griegos bizantinos, que a duras penas resistía
el asedio árabe y turco: un Reino muy pequeño y débil, con Reyes sin Iniciativa
que gustaban hacerse llamar “Emperadores”. Los Reinos eslavos de los rusos y
polacos, no podían ni soñar con ponerse a la cabeza de los pueblos del Oeste y,
por el contrario, serían presa fácil de la Horda de Oro. Por idéntico motivo cabía descartar
a Armenia, Georgia, Bulgaria, Hungría, etc.
Quedaban los Reinos germánicos de Europa, sin
dudas los más fuertes, pero en ellos, de acuerdo a la visión de Gengis Khan,
las tinieblas eran absolutas. Si allí estaba el Gran Rey sería preciso
distinguirlo por sus cualidades exteriores y para eso debería contar con la
información adecuada. Con ese propósito hizo conducir a su presencia a muchos
viajeros, comerciantes o religiosos, a quienes interrogó duramente, con escasos
resultados. Pero de sus relatos pudo saber que existían verdaderamente dos
grandes Reinos cristianos, uno franco y otro romano-germano. El Reino franco era
justamente el que, desde hacía un siglo, llevaba adelante esa absurda guerra
contra los árabes, durante la cual habían ocupado Siria y Palestina.
Gengis Khan pensó entonces que debería
dirigirse al Rey franco y al Rey alemán pero quedaba aún una duda por despejar:
ambos Reyes se decían “cristianos” y siervos de un Gran Sacerdote llamado
“Papa” ¿no sería este Papa el verdadero Rey del Mundo? Para formarse una
opinión sobre el cristianismo y el Papa mandó a buscar Sacerdotes nestorianos
de Armenia y algunos ortodoxos griegos que estaban como esclavos en Pekín; por
ellos conoció la historia de Jesús Cristo y supo que el Papa no era un guerrero
sino un pastor, que no mataba sino que mandaba a matar, y que no cabalgaba
junto a su pueblo durante las guerras sino que permanecía toda su vida en
seguros y lejanos conventos. Y con una mueca de disgusto Gengis Khan descartó
al Papa como una digna autoridad espiritual con la cual él pudiese tratar.
Antes de 1220 Gengis Khan ya sabía que de los
dos Reyes, el franco y el alemán, convenía a sus planes dirigirse a el último
de ellos. Tal convicción la obtuvo al evaluar la información religiosa que le
brindara uno de sus múltiples confidentes esotéricos. Pero vale hacer aquí una
aclaración: mientras duró la vida de Gengis Khan tres fueron las religiones que
le rodearon y a las que prestó especial atención: el cristianismo nestoriano,
el maniqueísmo persa, y fundamentalmente, el taoísmo[2].
A la religión de Confucio la rechazó por reaccionaria y en el Budismo reconoció
enseguida a un sistema basado en la Kâlachakra de Chang Shambalá, contra el cual le
advirtieran tempranamente sus instructores hiperbóreos.
Fue un sacerdote maniqueo quien le informó un
Día que “más allá del Reino de los francos, en feudos del Rey de Aragón, que es
a su vez vasallo del Rey alemán, hay una poderosa comunidad maniquea a quienes
los Angeles han entregado en custodia un Vaso de Piedra que no es de este
Mundo”. Esta noticia impresionó a Gengis Khan, así como el saber que las tropas
del Rey de los francos, con la bendición del Papa, se estaban dedicando a
exterminar a aquellos maniqueos del Oeste llamados “Cátaros”, es decir,
“puros”. Toda una “ruta maniquea” permitía que tales novedades llegasen hasta
el Asia: desde Languedoc a Italia, a las comunidades cátaras y bogomilas de
Milán; de allí a Bulgaria, centro del maniqueísmo bogomil; y, de los Balcanes,
misioneros bogomilos y paulicianos llevaban las noticias hasta Armenia e Irán.
Los Cátaros sostenían que el mundo material
había sido creado por Jehová Satanás con la ayuda de una corte de Demonios;
creían en un verdadero Dios que era Incognoscible desde el estado de impureza
espiritual que suponía la encarnación; asimismo creían en Cristo Luz, a quien
llamaban Lucibel, y en el Paráklito o Espíritu Santo, un agente absolutamente
trascendente a la esfera material. Consecuentemente con estas creencias
rechazaban el Antiguo Testamento de la Biblia por considerar que en él se narraba la
historia de la creación del mundo por Jehová-Satanás, un Demiurgo maligno, y en
el que no se mencionaba para nada el verdadero Dios; del Nuevo testamento sólo
aceptaban el Evangelio de Juan y el Apocalipsis. Sobre la Iglesia de Roma opinaban
que era “la Sinagoga
de Satanás”, un refugio para los Demonios y sus siervos en la que no brillaba
ni un rayo de luz espiritual.
Naturalmente, si los creyentes en una
doctrina tan clara eran condenados a muerte por el Papa, y reprimidos hasta el
aniquilamiento por las tropas del Rey franco, no cabían dudas que estos últimos
eran, a su vez, partidarios del Demiurgo Jehová Satanás. Pero las cosas no se
“veían” tan claras desde Mongolia; en efecto: resultaba sospechoso que el Rey
franco Felipe Augusto no participase personalmente de la matanza cátara y, lo
que era aún más llamativo, que toda Francia hubiese sido puesta en entredicho
entre 1200 y 1213, por Inocencio III debido al concubinato que el Rey mantenía
con una amante. ¿Cuál de los Reyes, el alemán o el franco, era, al fin, el
aliado que mencionaban los Siddhas?
Viendo el Oeste oscurecido por las tinieblas
del Kâly Yuga Gengis Khan decidió enviar tres mensajeros embajadores, a
Inocencio III, a Felipe Augusto, y a Federico II, con la misión de iniciar
relaciones diplomáticas y a quienes instruyó para que realizasen discretos
sondeos destinados a concretar una alianza entre el Este y el Oeste. Hizo ésto
para ganar tiempo, en tanto otros enviados suyos viajaban hasta el “centro de
menor intensidad” a buscar las ansiadas respuestas.
Hacia 1220, Gengis Khan ya sabía que el trato
debía celebrarse con el Rey alemán. Pero un pacto semejante, que no sería
político sino espiritual y que se celebraría en varios mundos a la vez,
requería de mayores certezas que la mera convicción humana: en 1221 el sabio
taoísta Chiu Chuchi regresó, luego de dos años, de la expedición al “centro de
menor intensidad”. En el campamento mongol, a orillas del río Oro, el sabio
relató a Gengis Khan su increíble aventura: había sido autorizado por los
Siddhas a visitar el Reino de Agartha; guiado por unos misteriosos Iniciados mongoles
se internaron cientos de kilómetros en el desierto de Gobi hasta llegar a un
sitio completamente desolado y yermo adonde no parecía posible que existiese
ningún vestigio de vida vegetal o animal;
en tal sitio, aparentemente en medio del desierto, los monjes decidieron
acampar y, aunque parecía un suicidio, el sabio chino no osó contradecirlos;
permanecieron allí varios días, perdió la cuenta del total, hasta que una noche
en que se hallaba profundamente dormido, tratando de reponer las fuerzas que durante
el día el ardiente sol le arrebataba sin piedad, fue despertado bruscamente;
sin salir de su asombro fue invitado por los monjes, a quienes acompañaban unos
terribles guerreros surgidos no imaginaba de dónde, a internarse con ellos en
el desierto en una dirección determinada; pero no anduvieron mucho pues muy
cerca del campamento, en un lugar que en esos días había observado muchas veces
y en el que no podía haber nada más que arena, se distinguía claramente un
brillo blancuzco que brotaba del suelo; era una noche despejada, con una luna
que derramaba torrentes de luz plateada sobre la sinuosa superficie del
desierto; sin embargo, y esto lo repitió muchas veces el sabio de Shantung, al
llegar a pocos pasos de distancia la luz que brotaba del suelo era cien veces
más intensa que la luna, a tal punto que su cegador resplandor impedía
distinguir qué o quién la producía; tambaleando se detuvo junto a la fuente de
luz y sólo unos segundos después, cuando sus ojos se hubieron acostumbrado,
pudo comprobar que un perfecto contorno rectangular se recortaba contra el
piso, donde una pesada loza de piedra había sido corrida; la luz provenía de
aquella abertura que conducía directamente a una escalera descendente cuyos
escalones se perdían rápidamente de vista en las profundidades de la Tierra.
A pesar de lo fantástico de la historia
Gengis Khan la aceptó sin dudar porque el sabio Chiu Chuchi merecía su total
confianza y, principalmente, porque su misión había tenido éxito : traía consigo un
mensaje de los Siddhas y le acompañaba, para
interpretar tal mensaje ante el Khan de los mongoles, un habitante de Agartha.
Según Chiu Chuchi, luego de descender a profundidades increíbles por aquella
trampa del desierto, arribaron a un túnel horizontal perfectamente iluminado, y
allí subieron a “un carro que viajaba velozmente sin ruedas ni caballos”, el
cual los condujo en pocos minutos a la “Ciudad de Wo-Tang, El Señor de la Guerra ”, en donde “a pesar
de estar bajo tierra es posible ver el cielo y las estrellas”. En Agartha “el Señor
de la Guerra
en persona” recibió a Chiu Chuchi a quien, dijo, “estaba esperando para
entregarle la fórmula mágica que da poder sobre los pueblos”. Dicha
fórmula, explicó Wo-Tang, ya era conocida por Gengis Khan desde los
días de su Iniciación Hiperbórea .
La novedad consistía ahora en que la fórmula “había sido dotada de una luz
nueva, más intensa, con el fin de que pudiese ser leída aún en medio de las
tinieblas más impenetrables”.
En sintesis: Wo-Tang entregó a Chiu Chuchi
una Piedra color verde, semejante al jade, en la que estaban talladas dos
columnas paralelas de trece signos pues, explicó Wo-Tang, tanto la lengua
Vigur, que hablaba Gengis Khan, como el idioma del Gran Rey del Oeste a quien
estaba destinada la Piedra ,
provenían de una antigua lengua sagrada llamada “H”, es decir, eta . La piedra, consistía en el
único “pactio verborum”[3]
ya que mediante la sola lectura por cada uno de los Reyes, el Mongol y el del
Oeste, de la fórmula escrita, quedaría sellado un pacto metafísico que
involucraba no el cuerpo ni los bienes materiales sino el Espíritu de los
Pueblos y que comprometía en la contienda al Señor de la Guerra y a su ejército de
Angeles. Un pacto tal era con seguridad mil veces más poderoso y duradero que
las débiles y dudosas alianzas de los hombres. Para custodiar la Piedra y asegurarse que la
fórmula sería pronunciada con el Ritual adecuado, uno de aquellos extraños
habitantes de Agartha, de rasgos mongólicos pero de piel rojiza, acompañaría a
Chiu Chuchi hasta el campamento de Gengis Khan.
En 1221, cuando Gengis Khan pronunció las
trece palabras en el orden y momento debidos, su parte en la Estrategia Tyr
quedó definitivamente completada; a partir de allí todo dependería de las Razas
blancas del Oeste: si eran lo suficientemente puras no dudarían en seguir a un
Emperador Universal de su linaje una vez que éste hubiese pronunciado las
trece palabras, que también eran trece Runas. Desde un año atrás, en la
época en que Chiu Chuchi regresara del desierto de Gobi, unos mensajeros del
Khan habían partido hacia la lejana Sicilia para adelantar al Emperador alemán
la futura llegada de un Iniciado, quien portaría un mensaje “de otro Mundo”. Y
durante los siguientes años, entre 1222 y 1228, aquel enviado sería vanamente
esperado en Occidente, cuestión que retrasó en más de una oportunidad la Cruzada que el Emperador
alemán debía emprender a Tierra Santa y que motivó finalmente, su excomunión.
¿Qué había ocurrido con el mensajero y la Piedra ? Durante cuatro años
Federico II esperó infructuosamente su llegada pero al “tártaro” se lo había
tragado la tierra. Los excelentes clarividentes bereberes que el Emperador
mantenía en su corte de Palermo le anunciaron muchas veces que el enviado del
Khan “había sido detenido en Tierra Santa”, pero Federico II se negaba a dar
crédito a semejantes augurios, atribuyéndolos mas bien a la antipatía que los
francos despertaban en los sarracenos. Sin embargo, aprovechó su reciente
viudez y en 1225 desposó a Isabel de Brienne, la hija de Juan de Brienne, Rey
franco de Jerusalén. Isabel aportaba como dote el Reino de Jerusalén, pero a
Federico II no le interesaba tanto esa corona como saber adónde estaba la Piedra de Gengis Khan. A
través de su esposa pudo averiguarlo: sus tíos, Juan y Felipe de Ibelin,
alentados por el legado papal, se habían apoderado del Mensajero y su Mensaje.
Mas ya era tarde para la
Estrategia Tyr : Federico II conoció la verdad recién en 1227,
el año de la muerte de Gengis Khan, y luego de amenazar a Isabel con
repudiarla.
Dispuesto a hallar la Piedra partió hacia Tierra
Santa no sin antes ser excomulgado por el Papa Gregorio IX. En ese mismo año
murió de parto la infortunada Reina Isabel, dando a luz al futuro Rey Conrado
IV, padre luego del desgraciado Conradino. Enterado que Juan de Ibelín se hallaba
en Chipre, tomó esta isla por asalto con 800 Caballeros Teutónicos y se apoderó
de sus hijos, Bailán y Balduino de Ibelín. Llegado hasta el campamento del
Emperador para parlamentar, Federico II le solicitó la devolución de la Piedra y del Mensajero de Gengis
Khan, a lo que respondió Juan de Ibelín que el mongol había muerto hacía años y
que la Piedra
la tenía en su castillo de Beirut, en la Palestina Franca.
Ante esto, hizo Federico colocar a los jóvenes Príncipes en el potro de
tormentos y amenazó con el suplicio si no le era restituida la Piedra en un plazo mínimo,
a lo que accedió sin condiciones el Señor de Beirut.
Una vez obtenida la Piedra , pudo conocer la
raíz del complot. Este había tenido su origen en la Orden del Temple: el Gran
Maestre le había asegurado al Papa, y a muchos piadosos Caballeros francos, que
Federico II planeaba una alianza con los mongoles para someter el Mundo a su
voluntad; el siguiente paso sería la destrucción de la Iglesia Católica.
Esta información, aunque no totalmente falsa, sí era maliciosa y
malintencionada, y consiguió el efecto buscado de impedir que dicho pacto se
concretase. Pero el complot se había desarrollado seis años antes y ya no tenía
arreglo, luego de la muerte de Gengis Khan.
Así pues, vencido en lo que constituía el
objetivo espiritual de su vida, desembarcó Federico II en Tierra Santa
dispuesto a tomar venganza en cuanto le fuera posible. Paradójicamente, aquel
Emperador de los Reyes cristianos afrontaba una sublevación general de los
Señores francos, fomentada por las Ordenes Templaria y del Hospital, y en
cambio gozaba de la alta estima de los árabes. Durante años, en efecto,
Federico II mantuvo correspondencia con el Sultán de Egipto, Malikal-Kamil,
quien lo consideraba “el más grande Príncipe de la Cristiandad ” y “un
Santo”. En esa ocasión no vaciló en cederle las tres ciudades santas,
Jerusalén, Belén y Nazareth, que estaban en su poder; en 1229 se firmó el
tratado de Jaffa que confirmaba tal cesión, siempre y cuando la custodia
estuviese a cargo de los Caballeros Teutónicos.
Pero Federico II no se contentó con humillar
de este modo a los francos: deseaba que toda la Siria pasase a poder de los
Caballeros Teutónicos y empleó cuanto recurso tuvo a mano para lograrlo, entre
ellos la promesa hecha a los Sultanes de compartir con los mahometanos los
lugares santos; de hecho, permitió que en Jerusalén continuaran abiertas las
mezquitas, lo mismo que en las demás ciudades que recuperó. En Jerusalén
protagonizó el hecho más irritante al tomar la Corona de Rey, que se
hallaba sobre el Santo Sepulcro, y coronarse por Sí-Mismo, colocándosela en la
cabeza ante la presencia del Gran Maestre de la Orden Teutónica
Hermann Von Salza y cientos de Caballeros alemanes y sicilianos.
No conforme con esto, se dirigió a San Juan
de Acre, Bastión de los Templarios, y la ocupó con sus tropas. En el palacio
del Rey, del que se apoderó por ser soberano de Jerusalén, dio una gran fiesta
a la que invitó a numerosos jefes del Ejército sarraceno, durante la cual
exhibió decenas de prostitutas cristianas rescatadas de lupanares
pertenecientes a los Templarios. Esta iniciativa puso al descubierto la
hipocresía de los Caballeros francos, que por un lado proclamaban la castidad,
y hasta practicaban la sodomía, y por otro exponían a esas mujeres bautizadas a
toda suerte de tentaciones y pecados. Tan cruda realidad impresionó aún a los
no demasiado virtuosos sarracenos, y el prestigio de los Templarios cayó más
abajo que nunca.
Desde luego, que el Emperador buscaba con
tales denuncias que los Templarios perdiesen la paciencia y le ofreciesen una
excusa para librarles batalla. Y su táctica dio resultados porque éstos
intentaron asesinarle y aquél respondió atacando la Casa del Temple y el Castillo “Chatel-Pélerin”. Y
si no acabaron todos exterminados por las iras de Federico II, que
previsiblemente no tardaría en llamar en su ayuda a los árabes, fue porque
recibió la puñalada por la espalda de saber que su suegro Juan de Brienne
estaba invadiendo Sicilia por mandato del Papa Gregorio IX y que su hijo
Enrique II, Rey de Alemania, lo traicionaba apoyando a los güelfos. Aquellas
malas noticias lo obligaron a regresar a Sicilia donde, con tropas muy
superiores, venció al Papa y lo obligó a que le levantara la excomunión,
marchando luego a Alemania donde depuso a Enrique y lo reemplazó por el niño
Conrado IV.
En los años siguientes hizo construir el
Castillo del Rey del Mundo por los Iniciados Hiperbóreos y soterró la Piedra que Ud. ha
localizado ahora Lupus.
Pero tenga presente que Federico II fue también
un Tulku, cosa que todos aceptaban en su tiempo puesto que el pueblo jamás se
resignó a su muerte y aguardó “su regreso” durante siglos. ¿Y dónde suponían
los gibelinos que había viajado el Emperador? Pues nada menos que al Reino del
Preste Juan, vale decir, al Reino de Gengis Khan, el Gran Emperador de Catay,
K'Taagar o Agartha: el mítico Reino de Catigara, al que se situaba “en China”.
En la Epoca de Federico II, el Gran Khan era también el
Gran “Can”, es decir, el Señor del Perro, el Guardián de la Piedra del Cielo, el Rey
del Imperio Universal “del Este”, tal como le mencionara Yo hace varios años,
con motivo del vuelo de Rudolph Hess a Inglaterra. Cuando Federico II “partió”,
después de 1250, y especialmente durante el Interregno, cientos de trovadores y
juglares cantaban coplas en las que se narraba el viaje del Emperador al Reino
del Preste Juan, y se vertían lágrimas y lamentos porque ambos Reyes no se
hubiesen al fin “encontrado”, hecho que traería aparejado el Nuevo Orden del
Imperio Universal: “no obstante, se aseguraba en las trovas, algún día Federico
II, portando su Piedra de Venus, lapist exilis, se reuniría con
Gengis Khan para fundar el Imperio Universal”.
Para terminar, quiero recordarle que la
mentada alianza entre el Imperio romano-germánico y el Imperio Mongol era un
secreto a voces en el siglo XIII, aunque más tarde el oscurantismo sinárquico
ocultó la verdad de los hechos. Pero basta remitirse a las pruebas para conocer
esa verdad: no bien en Occidente se conoció la defunción de Gengis Khan, y la
posición de su sucesor, Oegodeï, no se pensó en otra cosa que en gestar otra alianza, favorable esta
vez a los planes sinárquicos. Detrás de esto estaba, por supuesto, la Fraternidad Blanca.
En 1245 el Papa Inocencio IV, que se había refugiado en Lyon, la Ciudad de los Druidas,
huyendo de Federico II, proclamó un Concilio General con objeto de excomulgarlo
y despojarlo de la investidura imperial: fue el famoso Concilio de Lyon,
especie de “Congreso de Basilea” de la época, es decir, semejante al que
sostuvieron los Rabinos en 1897 y que mencionan los “Protocolos de los Sabios
de Sión”, en el cual se discutió la manera más rápida de acabar con la Casa de Suabia e implantar la Sinarquía Universal.
Pues bien, nadie asocia el hecho de que en aquel Concilio, convocado
exclusivamente para tratar el tema Federico II, el Papa Inocencio IV propuso
enviar una embajada al Emperador mongol: del Concilio de Lyon emanarían las
directivas seguidas por el monje franciscano Juan de Plan-Carpín y los frailes
Benito de Polonia y Esteban de Hungría, quienes en 1246 llegarían a Mongolia
luego de atravesar Rusia. Y sí la contra-alianza sinárquica no se concretó
entonces fue porque Oegodeï había muerto y a Guyuk, su sucesor, no convencieron
para nada las cartas del Papa, de quien lo advirtiera su abuelo Gengis Khan.
Más adelante la Santa Sede enviaría a
Fray Ascelín con idéntica misión de convencer a los mongoles de las bondades de
la Sinarquía
y el mismo San Luis mandaría Caballeros a Mongolia, pero sólo a solicitar ayuda
contra los árabes: fueron representantes de San Luis, entre otros, Andrés de
Longjumeau y el fraile Guillermo de Rubrouck. Estos partieron en 1253 y
llegaron hasta Karakorum por la
Ruta del Mar Negro, pero también fracasaron porque entonces
reinaba Mongka Khan a quien Sartac, bisnieto de Gengis Khan y cristiano
nestoriano, había aconsejado en contra del Papa de Roma.
El Papa Nicolás IV, presionado por la Orden de Predicadores, envía
a Bagdad al domínico Ricold de Monte-Croix, el que establece un trato fructífero
con los mongoles y consigue fundar un Monasterio en Marghah. Como producto de
esta embajada surge el viaje del Obispo turco Raban Coma a París en
representación del Rey mongol de Persia, Argún. Reinaba entonces en Francia el
nieto de San Luis, Felipe el Hermoso, acérrimo gibelino y partidario del
Imperio Universal, y por eso la alianza tiene esta vez posibilidades de
prosperar. Sin embargo, pese a mantener una conexión diplomática permanente con
Mongolia, Felipe el Hermoso no llega a concretar el proyecto debido a la caída
de San Juan de Acre en 1291,
a manos de los mamelucos del Sultán Al-Achraf, que
traería a Europa a los Templarios. Felipe el Hermoso deseaba ser Emperador
Universal como Federico II de Suabia, pero eso sólo sería posible si antes terminaba
con el poder de los Templarios y los Papas; los terribles enfrentamientos que
sostuvo con Bonifacio VIII y la complejísima tarea de desmontar la
infraestructura de la Orden
del Temple lo mantendrían ocupado hasta su muerte. Quizás la oportunidad histórica
de Federico II aún estaba presente en tiempos de Felipe el Hermoso, pero éste
careció de tiempo material para consolidarse en Europa y unirse a las fuerzas
espirituales de Asia.
En síntesis, Lupus, todo esto prueba que
existía un gran movimiento esotérico entre Europa y Mongolia-China mucho antes
de la publicitada y folletinesca peripecia de los comerciantes venecianos Polo
en el siglo XIV: la de ellos sólo fue una lucrativa aventura materialista,
carente de todo contenido trascendente, y sin dudas debido a eso se la pone en
primer lugar. Se ha tratado por los habituales métodos oscurantistas de ignorar
lo que no se desea aceptar como real, de negar o no responder a la inquietante
cuestión del poderío militar de los mongoles: su superioridad táctica, al
arrasar invariablemente a las formaciones medievales, es innegable pero ha
causado un trauma colectivo a los europeos. ¿De dónde puede proceder la
superioridad de una Estrategia sino del Espíritu, de una Inteligencia lúcida y
un Valor sin límites? Si los mongoles fuesen los bárbaros que se pretende jamás
habrían pasado de los Urales. Pero de nosotros también dirán que fuimos
bárbaros y que comíamos carne humana; o quien sabe que barbaridades más. No
olvide que hemos actuado de manera semejante a los mongoles de Gengis Khan, y
contra el mismo Enemigo, y luciendo el mismo estandarte: si hasta nuestra mejor
táctica, la blitzkrieg, está inspirada en el movimiento veloz y certero de
la horda mongólica.
Aguarde un momento, Lupus, que iré a buscar
algo que tenía preparado para Ud.
La clase magistral que acababa de dictar
Tarstein me había hecho olvidar la guerra, la inminente derrota militar del
Tercer Reich, y hasta la negra realidad de que no sabía qué iba a hacer de allí
en adelante, si debía ir a morir al bunker, como decidió heroicamente la Legión Tibetana , o
si habría de huir hacia un incierto destino en un Mundo sin el Tercer Reich, es
decir, en un Mundo sinárquico. No quería ni considerar esta última posibilidad.
En cambio abrigaba la secreta esperanza de que los Iniciados de la Orden Negra hubiesen
decidido llevarme con ellos al Refugio Antártico del Führer: ¿no hice méritos
suficientes para merecer tal distinción? Además allí estaba también
Rudolph Hess, mi protector ¿acaso él desaprobaría mi presencia? Yo no
comprendía completamente el misterioso asunto de los Tulkus y su facultad de
poseer varios cuerpos. Ya te dije, neffe, que Yo me sentía único individuo,
percepción que no varió hasta hoy, y entonces no veía qué problema pudiese
haber en que otro Tulku se sumase a los Tulkus que se preparaban para la Batalla Final.
Antes de continuar con el relato de lo
acontecido aquel día, el último que estuve allí, en la Gregorstrasse 239,
quiero que repares en que la información aportada por Tarstein sobre Federico
II aclara bastante las palabras de Belicena Villca escritas en el Día
Decimonoveno de su Carta: allí decía “las causas (de la hostilidad de Federico
II hacia la Iglesia
Golen ) fueron dos: la reacción positiva de la Herencia de su Sangre
Pura gracias
a la proximidad histórica del Gral, concepto que ya explicaré; y la
influencia de ciertos Iniciados Hiperbóreos que el mismo Federico II hizo venir
hasta su corte de Palermo desde lejanos países del Asia y cuya historia no me
podré detener a relatar en esta carta”.
–Ud. ha traído hoy algo muy valioso para el
Führer y la –comenzó diciendo Tarstein al regresar,
mientras me alargaba un estuche de cuero con herrajes de plata y cerradura con
llave– y Yo lo recompensaré con algo incomparablemente menor, pero no menos
valioso para mí. Tome, Lupus, Kurt, mi libro inédito “Historia Secreta de la Thulegesellschaft ”:
en él está narrada la historia de los últimos 630 años de la rama alemana de la Casa de Tharsis, y contiene las pruebas de su
destacada intervención en la fundación de la Orden medieval Einherjar, que duraría varios
siglos y daría lugar en el siglo XX a la Thulegesellchaft ,
y luego a la Orden Negra
. Se la entrego a Ud. porque he
consultado con los Siddhas y ellos me han dicho que está predestinado a conocer
todos los secretos de mi Estirpe: quizás a Ud. le sea dado saber lo que ni Yo
he conseguido, esto es, seguir la historia milenaria de la Casa de Tharsis y descubrir la misión que le
confiaron sus Grandes Antepasados.
Apreciaba que para Tarstein aquel desprendimiento
era muy importante, pero entendía también que sutilmente me estaba despidiendo,
y eso era lo que temía. Lo sentía por la sensibilidad de Tarstein pero Yo tenía
que aclarar las cosas. Tomé el libro e ignoré su discurso.
–Habla Ud. como si no fuésemos a vernos
jamás, pero a la vez como si Yo fuese a sobrevivir lo suficiente para leer este
libro –dije con dureza.
Tarstein no se amilanó y decidió responder
con ironía a mis desplantes, pero con similar dureza.
–¡Muy sagaz, Lupus! Pero es que efectivamente
no volveremos a vernos en esta vida, a pesar que muy pronto nos reuniremos en la Batalla Final : ¡así
de ambiguo es el Destino de los Tulkus! Me resultaba muy difícil comunicarle
esto, créame, pero me alegra que Ud. haya ido al grano. Ahora le diré
francamente cual es la situación: Ud. aún es un oficial d y debe cumplir las órdenes como todos.
Y sus órdenes son: huír de Alemania de inmediato y ocultarse en la República Argentina ,
donde vive su Hermana.
–¡No! –grité, interrumpiendo las directivas–.
Ustedes no pueden hacerme esto. Yo he
cumplido con todo cuanto se me ha ordenado hasta ahora, con toda la lealtad y
el valor que he podido, pero estas órdenes son excesivas. Prefiero mil veces
morir antes que sobrevivir en un Mundo dominado por los judíos. No es falta de
valor, no es deslealtad, es asco, Camarada Tarstein, simple repugnancia y
horror a vivir en un Mundo sin Honor, donde no flameen en ninguna parte
nuestros estandartes: desde la infancia en Egipto, cuando me incorporé a la Juventud Hitleriana ,
he respirado sin cesar la Mística del Nacionalsocialismo; ¡nadie nos
preparó para esto! No, Camarada, no fuimos hechos para ser derrotados por las
fuerzas infernales y sobrevivir bajo su imperio. Hace un momento, abrigaba la
esperanza que se me permitiese ser evacuado al Refugio del Führer-Tulku, como
Ud. le llama; pero ahora Ud. me deja helado con sus órdenes de ocultarme en la Argentina. He sido
oficial , he sido Iniciado, he
desarrollado facultades asombrosas, pero ahora veo que sólo he sido un instrumento
del Destino, un juguete de los Dioses. ¿Y sabe por qué me siento así? Porque, a
pesar de todo lo que he sido y he hecho, la verdad es que Yo no comprendo nada,
del mismo modo que no puedo ver el Signo que soy Yo Mismo y que Uds. tanto
admiran. Y menos comprendo esta condena a sobrevivir a la destrucción del
Tercer Reich. ¡Se lo suplico, Camarada Tarstein, si no es posible que parta con
Uds. junto al Führer, pídame la muerte, concédame la autorización para morir
con Honor, o hágame matar!
–Vea Kurt, se pone Ud. difícil y deberé
interrumpir la exposición de sus órdenes para aclararle algunos puntos.
Primero, y principal, ya le advertí que, desde ahora, los partidarios de la Sabiduría Hiperbórea
deberán definir a cuál realidad se refieren: si a la realidad del Führer muerto
o a la realidad del Führer vivo. Y le anticipé que los que elijan vivir
en la primera realidad serían considerados traidores por la Orden Negra. Ud.,
mi estimado Kurt, al plantearme el caso de la supervivencia en un Mundo donde
el Tercer Reich ha sido derrotado, está participando de la primera realidad.
Por supuesto, no voy a hacer de esto un silogismo y a concluir que Ud. es un
traidor porque sé que no lo es. Solo que, en efecto, “no comprende la
situación”, acusación que, según me ha dicho, ya le han hecho otras personas.
Pues Yo le aclararé la situación de tal modo que no le queden dudas: Ud. no se
va a quedar en el Mundo que imagina como un condenado, sino que va a actuar como agente
secreto de la Orden Negra
en un Mundo efectivamente judaico; y va a
actuar como representante del Führer vivo, como su quintacolumna, como un
Iniciado infiltrado en territorio enemigo, nada
diferente a las misiones que ha cumplido hasta ahora. Hágame caso, Kurt, Lupus,
¡no crea en la caída del bunker y el suicidio del Führer! Es la única manera en
que podrá cumplir sus órdenes.
Segundo, y debe creerme, nosotros lo
llevaríamos de buen grado al Refugio del Führer pero los Siddhas afirman que
Ud. debe
cumplir esta última misión. Como le dije hace años, Ud. no sólo es
importante: es un soporte de primer grado para la Estrategia del Führer.
Y la Estrategia
no puede permitirse el prescindir de Ud. en el lugar en que tiene que estar
sólo porque padezca de náusea y judeofobia. Lo que le pedimos no es imposible
para Ud. y sé que cumplirá: Ellos lo necesitan aquí. Y los Dioses Leales son
quienes deciden quién va y quién no va al Refugio del Führer: tal selección
escapa totalmente a la voluntad de los Iniciados de la Orden Negra.
Tercero, Ud. ha presumido erróneamente que Yo
también partiré al Refugio del Führer pero debo repetirle lo que le dije al
comienzo: “no volveremos a vernos en esta vida”. Eso no significa que Yo esté
autorizado para irme de aquí: como Ud., mis órdenes aseguran que debo quedarme
en este Mundo, en esta casa de Berlín oriental que jamás será hallada por los
rusos, ni así rastrillen todas las casas de la manzana. Sin embargo Ud. no debe
venir a verme, ni debe ver a nadie más de la Waffen salvo a su entrañable Camarada Oskar Feil.
Sobre Karl Von Grossen ya le diré cuáles son las órdenes. Eso es todo ¿Me ha
comprendido Kurt? en caso afirmativo proseguiré exponiéndole sus órdenes.
–Supongamos que pasen los años, y nada
ocurra, y Yo desobedezca y decida venir a verle –interrumpí.
–¡No comprende Kurt! ¡No hallará jamás esta casa! Haga la prueba cuando salga, aléjese unas
cuadras en cualquier dirección, dé vuelta a la manzana, haga lo que quiera y
regrese luego a la
Gregorstrasse y trate de hallar el 239: comprobará que no
existe, encontrará otra casa diferente, tal vez bombardeada. Si ha podido
llegar hasta aquí es porque Yo le esperaba, pero cuando su Presencia no sea
necesaria para la
Estrategia jamás coincidirá conmigo y esta casa: tal
es el poder de la locación absoluta que poseen los seres consagrados a la Estrategia Hiperbórea ;
sólo coinciden en el espacio y el tiempo los seres cuya coincidencia es
estratégicamente significativa; y esa es la realidad de los seres que existen;
y los demás seres creados, aunque estén relacionados entre sí en el espacio y
el tiempo, si no son estratégicamente significativos no existen para el
Espíritu, son Maya, Ilusión .
Ud. como Iniciado debería saberlo. ¿Acaso se ha olvidado de que ésta es la Guerra entre el Espíritu y
las Potencias de la Materia ?
Pero Yo no atendía razones. Desde luego que
comprendía que un Pontífice Hiperbóreo como Tarstein tenía el poder de situarse
en otras dimensiones de la ilusoria realidad de Maya, incluyendo la casa de la Thulegesellschaft ,
y que Yo jamás lo encontraría si él no quería que ello sucediera. Pero insistí
una vez más.
–¿Y si empleo los perros daivas? ¿Si lo
rastreo a través de las dimensiones y me aproximo a Ud., aunque no sea en la Gregorstrasse 239?
Tarstein se echó a reir.
–Realmente es obstinado, Kurt. Si emplea los
perros daivas sin dudas me encontrará. Igualmente, si los hace volar
hacia el Refugio del Führer, con seguridad lo llevarán hasta allí. Pero no
quiero exagerar cómo tomará cualquiera de nosotros una actitud semejante de su
parte. ¡Acéptelo de una vez por todas! ¡Es Ud. un militar y seguirá siéndolo en
adelante, nadie lo licenciará de la ! ¡Y como militar debe obedecer
órdenes, órdenes que Yo le transmitiré ahora y Ud. cumplirá escrupulosamente!
¡Ordenes que si no cumple serán causales de sumario o Tribunal del Honor! Si
Ud. se aparece por mi lado, o se dirige al Refugio del Führer, se haría pasible
de la pena de ejecución sumarísima, pero, lo que es peor que la muerte para un
Iniciado, sería expulsado de la
Orden Negra
Sé que es duro lo que le digo, pero debe aceptarlo
y comportarse como un militar, como un Guerrero Sabio. Antes se quejaba de que
el Tercer Reich no lo instruyó para vivir bajo la Sinarquía Universal.
Es cierto. Pero si en algo lo hemos esclarecido es en la diferencia entre el
Corazón y la Mente
egoica, vale decir, entre la razón del Corazón y la razón del Yo; entre las
emociones o sentimientos del Corazón y las ideas puras del Yo espiritual. Y en la Etica noológica de la Sabiduría Hiperbórea
le hemos demostrado la superioridad espiritual del Yo por arriba del Corazón,
le hemos enseñado a dominar con el Yo al Corazón, lo despojamos de sentimientos
y le forjamos un nuevo Corazón de acero.
¡Le pusimos una Piedra en el Corazón, Kurt! Y
a cambio de la razón del Corazón, que es débil y encantadora, lo hicimos
acceder al Honor Absoluto del Espíritu, fundamento de la Camaradería. Le
recuerdo estos principios eticonoológicos porque, y discúlpeme la franqueza, su
actitud me resulta pusilánime, producto de una miserable conexión afectiva, de
un miedo a prescindir de las ilusorias relaciones entre Iniciados Hiperbóreos,
de una falta de fe en Sí Mismo. La verdad, la dura verdad Kurt, es que nosotros
no somos amigos ni nunca lo seremos; somos, eso sí, Camaradas, partidarios de
los ideales místicos de la
Estrategia del Führer. Y si no somos amigos, y las órdenes
estratégicas exigen que no nos veamos más en esta vida ¿me puede decir por qué
motivo espiritual querría Ud. reunirse conmigo fuera del kairos?
Me quedé mudo. Ya no respondería a esta
pregunta sin respuesta porque me acordaba de mi actitud en la Operación Clave
Primera, cuando guiado por los perros daivas me convertí en Líder Carismático,
en Héroe, y conduje a los Camaradas al Infierno del Valle de los Demonios
Inmortales. Qué diferente moral la de aquel momento y la presente. Claro que
entonces no había comenzado la guerra y el Tercer Reich parecía militarmente
invencible. Me daba plena cuenta que lo difícil de digerir, aún cuando uno
comprendiera los motivos estratégicos del Führer y los compartiera, era la
destrucción del Tercer Reich y la probable constitución de la Sinarquía Universal.
No ocurría que mi Corazón se hubiese ablandado, sino que la guerra, el
resultado aparente de la guerra, me habían confundido. Y de esa confusión se
formaba la actitud nihilista que presentaba ante las órdenes de Tarstein.
Entonces lo entendía, la
Sabiduría de Tarstein me lo había hecho entender. Por eso su
pregunta quedaría sin respuesta. Pero no por eso cejaría en mi actitud
negativa. Como te dije, neffe, la realidad de 1945 era muy difícil de digerir,
pese a que Tarstein me aconsejara no creer en ella.
Visto que no le replicaba, Konrad Tarstein
prosiguió sin más con la exposición de las órdenes.
–Bien, Kurt: continuaré con sus órdenes. Lo
primero que hará, al irse de aquí, será volver a Italia, al Monasterio de
nuestros Camaradas franciscanos donde se han ocultado Von Grossen y Feil.
Ustedes tres figuran en una lista secreta que maneja una organización de la conocida con el nombre clave de “La Araña ”. Tal organización se
ha formado para apoyar a los miembros de
la Waffen que sean objeto de la persecución judaica
luego de la guerra. Ha de tener prudencia cuando deba tratar con ellos porque
consiste en un grupo exotérico, que poco o nada saben sobre la Orden Negra , como no
sean noticias de segunda mano. Para su desventura le confirmaré que los 775
Iniciados de la Orden Negra , y sus Instructores, han sido o serán
evacuados de la
Civilización Occidental pues, aunque no todos sean aceptados
en el Refugio del Führer, existen otros Refugios apropiados para aguardar la Batalla Final : los
15.000 niños de Sangre Pura, producto de los experimentos raciales de Darré y
Rosenberg, han sido trasladados a esos sitios. A Ud. por el contrario, se le
solicita permanecer en este Mundo y no conozco otro Iniciado al que se le haya
dado semejante orden, aunque no descarto que en el futuro se envíen Iniciados
para cumplir misiones especiales: los Dioses sabrán por qué lo han determinado
así y a Ellos habrá de reclamarles. Pero mientras tanto deberá tener cuidado,
mucho cuidado, porque quienes queden en representación de la serán Camaradas sin instrucción esotérica de la Sabiduría Hiperbórea ,
muchos de los cuales no han comprendido ni comprenderán la verdadera Estrategia
del Führer. Fíjese que, aunque el Führer sugirió resistir hasta la última gota
de sangre, y destruir Alemania hasta los cimientos antes que permitir que caiga
en manos enemigas, se han dejado a disposición de los aliados nuestro más
valioso capital humano, es decir, los grandes científicos. La podría haberlos ejecutado a todos y no
obstante los ha protegido y se los ha servido en bandeja a los aliados. ¿Se
preguntará por qué? Pues porque todos han recibido la orden del Führer de
revelar al Enemigo, y estimular su construcción, el secreto de las armas más
terribles que la mente humana pueda concebir. Desde los distintos países donde
sean llevados, ellos fomentarán la competencia de los armamentos sofisticados y
desarrollarán armas nunca soñadas, que pondrán a unos contra otros por la
natural ignorancia de los militares, y harán peligrar la alianza universal
sinárquica. Con los planos que ya se llevan del Tercer Reich tienen de sobra
para iniciar dicha táctica. Táctica que obedece al propósito estratégico de
generar un cierto estado de tensión mundial cuando se declare la Sinarquía Universal.
Entonces intervendrán los Dioses; las corrientes espirituales subterráneas de la Humanidad , puestas en
tensión extrema por el peligro permanente del fin de la Civilización ,
reaccionarán ante el Terror Judaico en que se afirmará la Sinarquía ; y sobrevendrá
la Batalla Final ,
durante la cual regresarán el Führer y la Eterna.
Ud. comprende esta sencilla pero ultrasecreta
táctica, que constituye una celada inevitable en la que caerán los aliados, pero
¿cuántos más la entenderán? Ya verá cómo muchos supuestos nazis, y aún ex
miembros de la , sostendrán que nuestros
científicos son traidores. Pero es que ellos son incapaces de comprender la Estrategia del Führer,
y por eso no entienden las acciones de quienes actúan motivados por fines
estratégicos. Menos lo entenderán a Ud., si descubren lo que es, estimado Lupus.
Deberá ser prudente y tolerante con esos
Camaradas que han optado por la realidad del Führer muerto. Una vez que
lo hayan ubicado se desconectará de ellos y nunca retomará el contacto. Será
una elemental forma de prevenir riesgos innecesarios pues, para enemigos, Ud.
ya tiene bastantes y terribles, con la Fraternidad Blanca ,
los Inmortales Bera y Birsa, y los Druidas y judíos que lo buscarán para
eliminarlo. Como le decía, aguardarán en Italia hasta que les entreguen los
pasaportes argentinos y los pasajes. La Araña les depositará en Bancos de Buenos Aires
una suma de dinero que les permitirá a cada uno instalarse sin problemas; deben
retirar de inmediato esos fondos para evitar posibles rastreos e
investigaciones. Con respecto a Ud., los Siddhas dicen que debe buscar una
localidad consagrada a la
Virgen de Agartha, no lejos de su familia. Podrá encontrarse
con su hermana, pero empleando todas las formas de cobertura del Manual del
Servicio Secreto: es por el bien de ambos; piense que si el Enemigo descubre a
su hermana, pueden intentar sonsacarle su paradero por medios violentos y aún
presionar sobre Ud., y que si Ud. está bien cubierto, pero delata a su hermana,
pueden vengarse en ella ante la imposibilidad de capturarlo a Ud.
Iguales precauciones adoptará para
encontrarse con Oskar Feil, quien debe habitar en un sitio alejado de su
morada. Tienen prohibido realizar cualquier tipo de sociedad comercial, ni aún
por medio de terceros, e intervenir en actividades comunes que los puedan
relacionar fortuitamente. Sólo se reunirán como Camaradas, para compartir sus
ideales espirituales. Con respecto a Von Grossen, Ud. deberá despedirse para
siempre de él en la
Argentina. Oskar Feil podrá mantener el contacto pero es
conveniente que también se aparte, pues el viejo zorro no se quedará quieto y
tratará de librar su guerra privada contra la Sinarquía. Posiblemente
se convierta en asesor en cuestiones de Inteligencia y Contraespionaje, y se
ponga al servicio de regímenes pseudofascistas, de los que abundan en
Sudamérica. Nada que les convenga a Uds.
Por último: conserve a los perros daivas pero
no los utilice salvo en caso de extrema necesidad. Lo mismo vale para sus
facultades Iniciáticas: manténgase alerta, bien entrenado, pero no actúe salvo
en caso extremo. Estas son, en síntesis, sus órdenes: esperar. ¡Sobrevivir,
protegerse y esperar !
–¡Por todos los Dioses! –grité fuera de mí–.
¿Esperar qué?
–No puedo darle más información –respondió
Tarstein impasible–. ¡Cumpla sus órdenes y ya lo sabrá!
Me dio un apretón de manos y, como si tal
saludo no bastara, me abrazó.
–Hasta siempre, Kurt Von Sübermann. Vaya
tranquilo, que su aporte ha sido invalorable para la causa de la Orden Negra . El Tercer Reich lo ha
condecorado con la Cruz
de Hierro, pero la Orden
le concederá algún día una distinción aún más valiosa, que Ud. ha ganado
merecidamente. Le repito: pronto nos veremos nuevamente, durante la Batalla Final ,
aunque no nos encontremos más en esta vida.
Estábamos en la puerta. Yo había salido y
sostenía la inútil motocicleta, mientras escuchaba decir a Konrad Tarstein casi
las mismas palabras del gurka Bangi. Hubiese querido llorar de impotencia ante
aquel absurdo: todos morían o se iban. Solo Yo, mudo testigo de una realidad
terrible y secreta, debía permanecer en el Infierno. Y sin saber por qué.
–¡Heil Hitler! –grité por todo saludo, en
tanto la puerta de la
Gregorstrasse 239 se cerraba tras de mí para siempre.
Arranqué la motocicleta y, esquivando los
escombros, di vuelta a la manzana. Antes de completar la tercer cuadra alguien
me disparó desde una terraza. La bala seccionó limpiamente la horquilla y la
rueda delantera se cruzó de golpe; apreté los frenos y volé varios metros
adelante. Sin dejar de rodar me oculté tras el chasis incinerado de un
automóvil, perseguido por una lluvia de balas. “Había olvidado que llevaba
uniforme ruso y me estaba paseando por una solitaria calle de Berlín sin
protección alguna”. Solté varios juramentos y corrí hasta la esquina, pegándome
a las paredes. Me encontraba nuevamente en la Gregorstrasse. Ya
estaría lejos de allí si no me hubiese propuesto echar un último vistazo a la
casa de Tarstein. Avancé los metros que me separaban de ella mirando hacia
ambas esquinas, alternativamente. Era noche cerrada pero no silenciosa; ese 30
de Abril amanecería acompañado de los más recios combates y el ruido de las
balas, obuses y bombas era ensordecedor.
Pronto comprobé desolado que la advertencia
de Tarstein no era vana. De hecho, el 239 no existía ahora en la Gregorstrasse. Pero
sí el sitio por donde Yo saliera; lo evidenciaban las huellas recientes de los
neumáticos de la motocicleta en la vereda y en la calle. Mas la puerta 239,
frente a esas huellas, ya no se encontraba. En su lugar estaba la puerta
cerrada de un negocio en bastante buen estado. Quité con la mano la capa de
polvo que cubría la placa y leí: “Buchhandlung Hyperbórea” [4].
Sentí pasos que se acercaban; quizás los francotiradores que me habían
disparado minutos antes. Allí no quedaba nada por hacer, así que eché a correr
en dirección contraria.
Te repito que el tiempo apremia, neffe, así
que dejaré para otra oportunidad el relato de las aventuras corridas hasta
llegar a Italia. Mencionaré solamente que en Junio de 1945 me reuní con Karl
Von Grossen y Oskar Feil en el Monasterio Franciscano del Sur de Italia y que
permanecí allí hasta Febrero de 1947. En esa fecha nuestro contacto con La Araña nos presentó a un
oficial del Ejército Argentino de nombre Zapalla, quien nos proporcionó
pasaportes y pasajes, y, desde luego, nuevas identidades: Yo pasé a llamarme
Cerino Sanguedolce, como tú ya sabes; Oskar se convirtió en Domingo
Pietratesta; y Karl Von Grossen, Carlo de Grandi. Los tres aparentaríamos ser
inmigrantes italianos, de allí la filiación linguística de los nombres.
Ya en este país, todo sucedió como lo había
previsto Tarstein: nos entregaron el dinero en Buenos Aires, y cada uno se fue
a vivir a una Provincia distinta. Von Grossen quedó en Buenos Aires y, como
dijera Tarstein, no tardaría en dedicarse a organizar un Servicio Secreto en
compañía de otro antiguo Camarada suyo de la Gestapo , el Standartenführer Justiniano Von Grosmann. Oskar Feil
eligió Córdoba, y parece que los Dioses lo habían guiado pues años más tarde
encontró allí la Orden
de Caballeros Tirodal, que orientó sus últimos días; y Yo, sabiendo que los
Siegnagel residían en Salta, decidí que “Santa María de la Candelaria ” era un buen
título para la Virgen
de Agartha, y adquirí esta finca donde habito desde entonces.
Escudos
de Provincias Argentinas.
Mendoza La Pampa Neuquén
Río Negro
Chubut Santa Cruz
Habiendo quedado atrás la Guerra Mundial , y
debiendo ceñirme a “mis órdenes”, retomé la tradicional profesión familiar de
la fabricación de dulces y permanecí oculto hasta ahora, meditando todos estos
años sobre lo que había ocurrido en la primera mitad de mi vida. Mis únicas
esparciones fueron las esporádicas visitas de tus padres, o de Oskar, a los
sitios neutrales acordados anticipadamente para sostener cortos, cortísimos,
encuentros. Y los únicos acompañantes permanentes que he tenido, fieles por
demás, han sido los perros daivas: Ying y Yang son la tercera generación
argentina, bisnietos de Yun y Yab.
Y nunca, nunca desde que me radiqué en la Argentina , salvo el
fallido intento de tomar contacto con Nimrod de Rosario en Córdoba accediendo a
la solicitud de Oskar, nadie me convocó para cumplir la misión final de la Sabiduría Hiperbórea
hasta que tú apareciste por aquí con la Carta de Belicena Villca. No me avergüenza
confesarlo: ya había perdido toda esperanza de que se cumplieran los anuncios
de Konrad Tarstein. Sin embargo me mantenía en alerta, como él me ordenara, y
como tú lamentablemente comprobaste. ¡Meine Ehre heist True! [5].
[2] El
maniqueísmo, que había logrado expandirse hasta China en el siglo XIII, fue
respetado por Gengis Khan pero no así por sus sucesores quienes lo combatieron
ferozmente hasta hacerlo desaparecer; del mismo modo se persiguió luego al
taoísmo.
[5] Juramento
de la Orden Negra
, labrado también en la Daga del Cabalero: Mi Honor
se llama Lealtad.