LIBRO SEGUNDO - DIA 51


Quincuagesimoprimer Día


Inmediatamente después del saludo, el Señor de Venus giró su cuerpo y penetró por el iluminado vértice del ángulo recto, dejando tras de sí a los Hombres de Piedra sumidos en profundas cavilaciones. El primero en reaccionar fue el Noyo, quien observó que la Piedra había desaparecido junto con el Capitán Kiev: mis antepasados, Dr. Siegnagel, pese a toda su Sabiduría Hiperbórea, no alcanzaron a comprender en ese momento que la Piedra era el Señor de Venus.
Al día siguiente, el Consejo de Familia decidió cumplir exactamente las instrucciones recibidas.
Aquel Noble, que aceptó a Vrunalda como hija legítima, al morir no dejó otros herederos para sus Señoríos austríacos que sus supuestos nietos. Los hijos y nietos de estos, entre los cuales se contaban los doce presentes, cuidaban de su patrimonio en el Este aunque sin abandonar la base familiar española de Turdes. Ahora se radicarían todos en Austria, en tanto que los valentininos abandonarían San Félix de Caramán para establecerse en España. A partir de aquí, Dr. Siegnagel, me referiré solamente a la rama de los valentininos, de los cuales desciendo, para continuar la historia. Sobre los vrunaldinos lo único que comentaré es que cumplieron su cometido a la perfección: se hicieron fuertes en Austria y cuando surgió el Emperador esperado, Rodolfo II Habsburgo, constituyeron con la colaboración inestimable del inglés John Dee y siete familias de la Nobleza alemana, la Sociedad Secreta Einherjar; tal Sociedad funcionó por más de trescientos años en la más absoluta clandestinidad, adquiriendo sus miembros la Más Alta Sabiduría Hiperbórea, tan Alta como jamás la poseyera antes la Casa de Tharsis; en los siglos XIX y XX dieron nacimiento a varias Ordenes externas que tenían por fin Anunciar a las masas de hombres dormidos la próxima Venida del Gran Jefe de la Raza Blanca y localizar a éste para administrarle la Iniciación Hiperbórea; la penúltima de esas Ordenes fue la Thulegesellschaft, encargada de guiar al Führer Adolfo Hitler, nacido a fines del siglo XIX, hasta los Hombres de Piedra de la Einherjar; y la última de las Ordenes formadas por Ellos fue la Orden Negra inspirada en secreto por la Thulegesellschaft, pero en realidad dirigida por los Hombres de Piedra de la supersecreta Einherjar; los vrunaldinos alcanzaron, pues, el Honor de acompañar al Gran Jefe Blanco, al Führer, en su Guerra Total contra las Potencias de la Materia, como había predicho tantos siglos antes el Señor de Venus.


John Dee

Los Valentininos quedaron entonces como únicos representantes de la Casa de Tharsis en España; especialmente, los únicos que se dedicarían a cumplir la misión familiar. Desde San Félix de Caramán los acompañaron diez de los descendientes de Arnaldo Tíber, que deseaban seguir viviendo cerca de sus primos. Se instalaron en la vieja Casa Señorial y trabaron excelentes relaciones con la población catalana de Turdes, a la que agradaba que aquellos nuevos Señores procediesen del Languedoc y comprendiesen su lengua nativa. El Noyo retomó la Guardia en la Caverna Secreta y pronto tuvo la compañía de otro Hombre de Piedra quien, impresionado aún por la experiencia con el Señor de Venus, había decidido consagrarse a la Custodia de la Espada Sabia. En situación semejante se encontraban los seis asistentes a la reunión de San Félix de Caramán, pero no sería posible que todos abandonasen el Mundo pues se debía dedicar atención a los intereses patrimoniales de la Casa. España se industrializaba rápidamente y se requerían, en las principales ciudades, toda suerte de materias primas; en Turdes, la nueva población de origen catalán reactivó la producción de minerales, completamente abandonada por los Señores de Tharsis en los últimos siglos. Así, como si los milenios no hubiesen transcurrrido, el oro y la plata volvían a ser extraídos de las sierras por los Señores de Tharsis. No obstante la atención que la nueva situación exigía, hacia mediados del siglo XIV todo estuvo bajo control: para entonces, cinco de aquellos seis iniciados ya se habían recluido en la Caverna Secreta.
Cuando llegaron los valentininos a Huelva, el Condado pertenecía a Sevilla. Alfonso XI de Castilla lo cedió en 1338 al Gran Maestre de Santiago, con lo que reapareció el peligro Golen: además de ser una Orden céltica eminentemente Golen, muchos Templarios se habian refugiado en ella luego del proceso promovido por Clemente V, y entonces comenzaron a infestar la región. Sin embargo, catorce años después, el infante Don Pedro se lo quita al Gran Maestre para obsequiarlo a María Padilla. A fines del siglo XIV la Casa de las Cerdas, de los Reyes de Castilla lo entrega como dote de una de sus Damas y pasa a poder de los Duques de Medina Sidonia, hasta el fin de esta historia.

La influencia de la Casa de Tharsis sobre la Orden de Predicadores se mantuvo en los años siguientes, ya que el Circulus Domini Canis prosiguió funcionando en secreto, tratando de dirigir la Inquisición contra los miembros del Pueblo Elegido y los Golen, procurando impulsar el modelo de Nación Mística perfeccionado jurídicamente durante el reinado de Felipe el Hermoso y concretado en parte por ese Gran Rey. Esta influencia se hizo sentir sobre todo en España, donde merced a las campañas de esclarecimiento popular de muchos predicadores, entre ellos Don Ferrán Martinez, provisor del Arzobispado de Sevilla y Señor del Perro, se desataron las violentas persecuciones contra judíos que culminaron en las matanzas de 1391 en Sevilla, Córdoba, Toledo, Ecija, Logroño, Burgos, Ocaña, y treinta comarcas más. De Castilla, aquel incendio pasó a Aragón; en Valencia el pueblo exterminó a cinco mil judíos y en Barcelona a unos once mil; hasta las Baleares llegó la furia popular contra los seguidores de Jehová Satanás. Corriendo peligro de ser aniquilados en Castilla y Aragón, hallaron seguro refugio en Portugal, donde el marrano Don Moisés Navarro, enquistado en el Gobierno, había conseguido dos bulas locales de los Papas Clemente VII y Bonifacio IX, que impedían la conversión compulsiva de los judíos; aquella invasión hebrea, sin embargo, habría de causar a corto plazo la hostilidad de los pobladores cristianos.
El domínico Valenciano San Vicente Ferrer, quien poseía el carisma del don de lenguas y había predicado en todos los países de Europa en sus propios idiomas, participó activamente de la campaña antihebrea: él fue quien inspiró la bula de Benedicto XIII que prohibía a los israelitas la posesión del Talmud y los obligaba “a que traxesen tabardos con una señal vermeja para que así pudiesen ser conocidos de todos e se lograse evitar el daño que su trato trae a los cristianos”. Esto ocurría en 1412, cuando los persistentes israelitas comenzaban a regresar masivamente a España. Pronto se reiniciaron las persecuciones, las que fueron adquiriendo tal saña que en 1473 llevaron al Pueblo Elegido a proponer al Rey Enrique IV la venta o alquiler de la Ciudad de Gibraltar para establecerse en ella, solución muy hebrea que fue lógicamente rechazada.
Tras la muerte de este Rey, recibe el Trono de Castilla su hermana, Isabel I, casada con Fernando de Aragón. En 1478 los Reyes Católicos se dirigen al Papa Sixto IV para solicitar el dictado de una bula que autorice el funcionamiento de la Inquisición en Castilla; el propósito: enjuiciar a los culpables de herejía, especialmente a los judíos. Rápidamente emitida, la bula permitió la formación de los Tribunales del Santo Oficio, confiados a la Orden de Predicadores domínicos. El promotor de aquella iniciativa de los Reyes Católicos fue el prior de los domínicos de Sevilla, fray Alfonso de Hojeda, Señor del Perro, quien supo convencer a la Reina Isabel sobre la conveniencia de hacer intervenir a la Inquisición en el combate contra las fuerzas satánicas. Al principio la bula sólo actuó como una amenaza mas, merced a la infatigable gestión de los Domini Canis, Fray Alfonso de Hojeda, el provisor Don Pedro de Solís, el asistente Don Diego de Merlo, y el secretario del Rey, Pedro Martínez Camaño, se consigue persuadir a los Reyes sobre la necesidad de instrumentar la Inquisición con todo su vigor para extirpar del cuerpo social al judaísmo y la herejía. Así, los Reyes nombran en Medina del Campo a los primeros inquisidores, los frailes domínicos Miguel Morillo y Juan de San Martín, quienes actuarán juridícamente secundados por fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis, tío y padre de Lito de Tharsis, respectivamente. Dos edictos redactados por éstos, concediendo un plazo para el arrepentimento de los herejes, pasado el cual serían juzgados, produjo numerosas conversiones, pero nada impidió que dos mil judíos fuesen quemados en menos de un año.
Cuando en 1483 el prior del Convento de Santo Domingo de Segovia, fray Thomas de Torquemada, es nombrado Inquisidor General de la Corona de Castilla, fray Felipe de Turdes y Ricardo de Tharsis pasan a revistar como sus asesores jurisconsultos, a quienes se encarga la redacción del Manual de la Inquisición moderna. La aplicación de estas leyes demostraría claramente cuán inútil era pretender la conversión al cristianismo de los judíos, a la que ellos accedían falsamente mientras continuaban practicando el satanismo en secreto. Frente a la evidencia los Reyes católicos decretaron el 31 de Marzo de 1492 la expulsión de los judíos de los Reinos de Castilla y Aragón en el plazo de cuatro meses, medida más benigna que la de Felipe el Hermoso pero igualmente eficaz. El asilo se los brindó nuevamente Portugal pues su Rey, Juan II, había sido educado por instructores judíos y subestimaba completamente el peligro que aquellos representaban para la salud del Reino. Pero esta vez la protección duraría poco, pues en 1495 muere Juan II dejando como heredero de la corona a Manuel I: para infortunio de los hebreos este Rey estaba casado con una hija de los Reyes Católicos y sumamente esclarecido sobre los motivos de la Inquisición española. En 1497 firma un decreto semejante al castellano de 1492, por el cual se expulsa a los judíos del territorio portugués. El destino del Pueblo Elegido los llevaría ahora a Holanda, particularmente a Amsterdan, que ganó el apodo de “La Nueva Jerusalén”, y otras ciudades importantes, así como también los Países Bajos, donde pronto controlaron los resortes del poder, practicaron la especulación y convirtieron a esas naciones en las potencias bancarias y masónicas que conocemos en la actualidad.
Atrás de todas estas persecuciones españolas contra el Pueblo Elegido, naturalmente, se encontraba la Casa de Tharsis, que procuraba frenar la llegada de Quiblón. Pero tal objetivo, como lo sugería el Capitán Kiev, sería muy difícil de realizar: en 1484 el Gran Mago Hebreo ya se encontraba en España y en 1492 consagraría las “nuevas tierras de la India”, habitadas por tres pueblos “sacrificables”, a la “Gloria de Jehová Dios”.
Quiblón era un judío converso oriundo de Galicia, a los que en la Edad Media se denominaban ginoveses. Fue educado secretamente como Rabino y Cabalista. Para favorecer su Alta Misión, se le inventó luego una historia apócrifa, oscureciendo todos los datos que permitiesen conocer su origen y borrando las pistas de sus pasos. De ello se ocuparían durante los siglos siguientes sus hermanos de Raza. Tal como lo exige la Cábala para quien ha de recibir de la Shekhinah la Voz de Metatrón, el Rabbí debería poseer Setenta Nombres; de ellos conocemos sólo algunos: Scolnus, Scolvus, Scolvo, Skolvus, Skolvo, Kolonus, Scolom, Skolum, Colum, Colom, Colombo, Colón, etc. Vale decir, que me refiero a Cristóphoro Colombo o Cristóbal Colón, el célebre Almirante más conocido por el “descubrimiento” del continente americano que por sus actividades esotéricas.
Quiblón venía para cumplir las profecías de Bera y Birsa, para ofrendar el Holocausto de Agua, Mem, a YHVH Sebaoth; y para ello se había preparado muchos años y pasado por muchas pruebas definitivas. En particular, Quiblón debió dar muestras de su dominio para abrir las Puertas del Paraíso y cerrar las Puertas del Infierno. Esta última prueba la demostró en 1477, cuando viajó a Groenlandia como piloto de una Armada danesa a cerrar las Puertas de Thule. Es conveniente remitirse a esta operación de Magia Mayor para comprender sus acciones posteriores.               
Todo comienza con un inexplicable y perturbador hecho ocurrido en el siglo XIV: la población vikinga de Groenlandia, unas diez mil personas durante el siglo XIII, desaparece sin dejar rastros en el siglo siguiente. Para entender lo sucedido hay que remontarse al siglo X, a la Epoca en la que los Golen católicos controlan a los Normandos y avanzan hacia el Norte de Europa, sometiendo a sangre y fuego a los pueblos bárbaros y paganos de Dinamarca, Suecia y Noruega. Es entonces cuando una de las últimas Piedras de Venus que quedaban en poder de los pueblos del Pacto de Sangre se transporta a Groenlandia. Lo hace Erik el Rojo, un Guerrero Sabio de valor singular, cuya determinación le acarrea la imposibilidad de regresar a su patria: él sería quien daría su nombre actual, Tierra Verde, a la helada isla en el año 986. Y su familia formaría una Estirpe de Noyos y Vrayas que cuidarían de la Piedra en los siglos posteriores, cuando ya las relaciones culturales con los pueblos europeos se hubieron restablecido. Aquellas relaciones atraerían a los misioneros católicos hacia los asentamientos vikingos, pero la Piedra no caería en poder de los Golen pues los Custodios la ocultarían en Regiones sumamente agrestes del Noroeste groenlandés.
En el 999, Leif Eriksson trae el primer sacerdote católico, al que siguen muchos más en los viajes sucesivos; no obstante, la resistencia de los norreses al Pacto Cultural se extendería durante todo el siglo XI. De cualquier manera, la próspera colonia de Erik el Rojo, con más de 200 granjas, tenía ya 12 iglesias y dos conventos en 1124. El Papa Pascual II nombra el primer Obispo, Erik Gnupsson en 1121, al que suceden dieciséis más hasta 1409. En 1290 llega a la isla el Primer Domini Canis, Thor Bjorn, quien se ocupa de combatir a los Golen y llama en su auxilio a un miembro de la Casa de Tharsis. Se funda así, en Gardhar, el famoso Monasterio de Nuestra Señora de Thule, donde se escribieron dos poemas de los Edda, el Atlakvidha y el Atlanmal. En Gardhar, justamente, existía el Monasterio Golen de San Bernardo. Y en dicha Ciudad se centraría la oposición más encarnizada entre los Golen y los Domini Canis, debido a que aquéllos sospechaban que muy cerca se encontraba la Piedra de Venus y se resistían a abandonar el lugar sin haberla encontrado. Al fin, en 1312, gracias a una Bula de Clemente V, quien acababa de liquidar a la Sinarquía Templaria en combinación con Felipe el Hermoso, los Golen se ven obligados a abandonar Gardhar: es entonces cuando los Noyos Vikingos declaran a la población de Gardhar que han visto la Señal Lítica de K'Taagar en la Piedra de Venus, piedra que atribuyen a una herencia de Wothan e incluso denominan “el Ojo de Wothan”. Los Noyos proponen al pueblo de Gardhar partir hacia donde señala la Piedra y todos aceptan, preparándose inmediatamente para la guerra: ¿por qué? es lo que explicaré desde mañana, Dr. Siegnagel. Lo importante ahora es saber que no sólo la población de Gardhar, sino la totalidad de los Groenlandeses, a excepción de algunos Sacerdotes católicos que se ocultaron convenientemente para no ser ejecutados por los enfurecidos vikingos, decidieron partir “hacia el Valhala, la Morada de los Dioses”.
Es que aquel pueblo de Sangre Pura, despertaba súbitamente a la Sabiduría Hiperbórea que surge del Espíritu Eterno y se libraba del hechizo del Pacto Cultural: se había trasmutado y sólo ansiaba partir hacia el Origen, sin importar la índole del Enemigo que se interpusiera en su camino. En 1354 el Rey de Noruega, Erik Magnusson, enterado de que la población de Groenlandia “había retornado al paganismo” y “se preparaba a abandonar los establecimientos”, envía su nave oficial “La Chirriante” al mando de Paul Knutsson a fin de averiguar lo ocurrido. Viaja en la expedición el Obispo Golen Arni, quien lleva la misión de “evangelizar” nuevamente a los colonos norreses: pero en Groenlandia no encuentran absolutamente a nadie, a pesar de que Arni los incita a explorar palmo a palmo la región hasta 1363, fecha en que fallece. Desde ese momento varias serían las expediciones que los Reyes de Noruega despacharían en los siguientes cien años para averiguar la suerte corrida por sus súbditos e intentar repoblar las colonias abandonadas: tales intentos resultarían inútiles, pues jamás se conseguiría saber lo ocurrido a los diez mil vikingos ni habría quien quisiera habitar las fantasmagóricas ciudades
Empero, la acción de los vikingos de Groenlandia causaría una gran preocupación a los Demonios de la Fraternidad Blanca, los que, desde su Guarida en Chang Shambalá, impondrían a Quiblón la prueba de cerrar la Puerta de Thule como medio de acceder al Más Alto Sacerdocio de la Orden de Melquisedec. En 1486 Quiblón residía en Portugal, donde estudiaba las Artes Ocultas y desempeñaba un puesto de cartógrafo en la Tesouraria del Rey. Ese año el Rey Cristian de Dinamarca solicita a su primo, el Rey Alfonso V de Portugal, “un muy buen piloto y cartógrafo para guiar a su próxima expedición a Thule”, la cual tenía por fin “localizar a las colonias cristianas de quienes no se tenía noticias desde hacía más de cien años”. Era la oportunidad esperada por los Rabinos: las notables influencias que por entonces poseían los hebreos en la corte portuguesa se ponen en juego para facilitar el nombramiento de Quiblón como piloto del viaje a Groenlandia: lo consiguen fácilmente, figurando en la cédula real como Johannes Scolvus. En 1477, pues, Quiblón se presenta frente a las costas de Groenlandia, dispuesto a emplear toda su Ciencia, y su fe en el Creador Uno, para cerrar la Puerta de Thule: tiene éxito en su misión, y la Fratenidad Blanca, y la judeidad toda, comprenden que con Quiblón ha llegado a la Tierra uno de los Más Altos Sacerdotes de la Historia, uno que será capaz de hablar con el Verbo de Metatrón.
La expedición de Scolvus, Colón, no halló a nadie en Groenlandia en 1477. Pero desde entonces la Puerta de Thule estará nuevamente cerrada. Es un gran Mago Hebreo, quizá tan grande como Salomón, el que ha llegado hasta las heladas tierras del Norte a cumplir el Ritual, a pronunciar las Palabras, a expresar los Gestos. Era necesario que así fuera pues la Puerta fue forzada por un bravo pueblo vikingo, de la más pura sangre hiperbórea, contra quienes nada puede la magia de los Golen. Pues siempre ha sido así: los Golen han dominado fácilmente a los celtas, iberos, ligures, vaskos, fenicios, cartagineses, y hasta latinos, pero, tratándose de germanos, es necesario que los más grandes Maestros de las artes infernales se ocupen de ellos.

Entiendo, Dr. Siegnagel, que es casi imposible comprender en qué consistía la misión de Quiblón si no aclaro la naturaleza de ese “cerrar la Puerta de Thule” realizado en Groenlandia. Sin embargo, lo que corresponde es explicar cómo fue abierta la mencionada Puerta hacia K´Taagar, o Agartha, y qué otra acción efectuaron los vikingos antes de partir, acción de guerra que normalmente ejecutan todos los pueblos de Sangre Pura en situaciones semejantes, y que causó la preocupada reacción de los Demonios de la Fraternidad Blanca. Desde mañana, entonces, le narraré en pocas palabras la historia de Nimrod, el Derrotado, un Rey de la Antigüedad que supo abrir la Puerta y golpear al Enemigo antes de partir: su conocimiento aclarará completamente la cuestión.

LIBRO SEGUNDO - DIA 64


Sexagesimocuarto Día


Este será mi último día con vida, Dr. Siegnagel, estoy segura de ello. En pocas horas entregaré esta carta a la Enfermera que he sobornado, para que se la haga llegar después de mi muerte. Sólo me queda tiempo para solicitarle el favor postrero que le había mencionado el Primer Día y ofrecerle algunas recomendaciones.
En primer lugar, quiero pedirle, Dr., que intente localizar a mi hijo Noyo. Sé que, después de cuanto Ud. ha leído en esta carta sobre la Sabiduría Hiperbórea, las técnicas de la oposición estratégica de la Sabiduría Lítica, y el carácter de la misión emprendida por Noyo, le parecerá poco menos que imposible cumplir este pedido. Pero es que no le exijo que vaya directamente tras sus pasos, lo que sería descabellado, sino le ruego trate de hallar a la Orden de Constructores Sabios del Señor de la Orientación Absoluta: Ellos lo pondrán en la dirección justa. Además le concederán la Iniciación Hiperbórea, le despertarán, y le incluirán en la Estrategia de la Batalla Final. Y, lo descuento, mucho le agradecerán el hacerles conocer esta carta. Si no me he equivocado con Ud., si su Sangre es Pura y presiente Ud. la Nostalgia del Origen, sé que no vacilará en cumplir mi postrer deseo.
En segundo término, si algún día llega a conocer a mi hijo, quiero que le narre la última parte de esta historia, que le haga saber que he muerto segura del triunfo de la Causa del Espíritu, que he visto con claridad el Final de la Historia y la inminencia de la Batalla Final. No crea que requiero esto por sentimentalismo, por un tonto interés en tranquilizar a mi hijo: he tratado de liberarlo a Ud. por todos los medios a mi alcance y, si Ud. responde y despierta, llegará de todos modos a ver al Noyo Guardián de la Espada Sabia. Entonces, como un favor especial, en recuerdo de Belicena Villca, quien le reveló a Ud. el Camino, le dará mi mensaje. Conozco perfectamente la conducta que debe sostener la madre de un Guerrero Sabio. Una madre hiperbórea, es siempre Hija de la Gran Madre Ama y no puede, así, ser esclava de la Materia, de la Madre Tierra, de la Shakti, de Binah, es decir, no puede sucumbir al instinto maternal, ciego e irresponsable. ¡Oh Madre Pura Ama, Virgen de Agartha, he escuchado tu Voz!:

                                   “Mis Hijos,
                                   los Hombres de Piedra,
                                   son Guerreros Sabios,
                                   y nada debe aplacar su Furor.
                                   Destruido será
                                   el Indigno de Espíritu.
                                   El Cobarde, el Traidor,
                                   y maldita la Matriz que los Forjó.
                                   Mi Semilla de Piedra
                                   enciende el Fuego Frío
                                   en el Corazón.
                                   Llenos de Ira,
                                   cargados de Valor,
                                   marchan a la Batalla Final
                                   los Guerreros del A-mort.
                                   Y la Madre del Espíritu,
                                   y las madres del dolor,
                                   expresan la Gracia y la Alegría
                                   si Ellos mueren con Honor.”

Así habla tu Voz, Celosa Madre Ama, y no seré Yo quien te contradiga. Mi hijo es tu Guerrero, y su Destino, Tu Voluntad. En nada afecto su Valor enviando mi último saludo con el médico hiperbóreo, pues si él llega hasta Noyo, también será entonces un Guerrero sabio.
                       
                       
Y ahora vamos a las recomendaciones: Dr. Siegnagel, no puedo dejar de advertirle que el “Secreto Mortal” guardado por nosotros entraña un terrible peligro, extensible a todo aquel que intervenga en su protección. Supongo que no sabrá por dónde comenzar la búsqueda. Pues bien, para empezar vaya a Tafí del Valle, a la vieja Chacra familiar; allí vive Segundo, el indio que solía visitarme, quien le aclarará muchas cosas prácticas, aunque no tantas como Ud. podrá desear. El le dará algo del oro de los ingas, que aún queda, para afrontar los gastos que surjan, pero deberá ser muy cauto al reducirlo. ¡Manejar oro es siempre peligroso!

Recuerde que embarcada en un movimiento semejante al que Ud. emprenderá fui descubierta por los Demonios de la Fraternidad Blanca y, por medio de su Ciencia Maldita, llevada a la locura con la que Ud. me conoció. Sólo pude salir de ese estado de alucinación gracias a los restos de mi voluntad graciosa luciférica, como dije, y a la ayuda tranquilizante de la planta ayu huasca que me traía Segundo. Pero la lucidez sólo me duraba algunas horas, que aproveché para escribir esta carta, ya que no se trataba de un antídoto totalmente eficaz. La droga de los Demonios permite la hipnosis a la distancia, pero la enredadera ayu huasca, o caapi, posee un alcaloide que me sacaba transitoriamente de su control: así pude completar el presente manuscrito y desafiarlos en sus Infernales Moradas, y es por eso que ellos no tardarán en venir a ejecutarme.
                       

Hasta siempre Dr. Siegnagel. Quisiera que esta carta la leyera con los Ojos del Espíritu. Mis mejores deseos van para Ud. cumpla o no mi pedido, crea o no en lo que aquí he narrado. Si se decide a complacerme, significará que es Ud. un Kshatriya y entonces nos volveremos a ver en el Valhala o durante la Batalla Final. Que Navután lo Guíe y Frya lo A-me.
                                                                      
Siempre suya, Belicena Villca.

LIBRO SEGUNDO - DIA 63


Sexagesimotercer Día


Se interrogará Ud., Dr. Siegnagel, ¿cómo fue que mis captores me enviaron al Hospital Dr. Patrón Isla, de la Ciudad de Salta? La respuesta es tristemente sencilla, no muy difícil de imaginar. Los Agentes Infernales, que conocían el secreto de sus drogas sobre el cuerpo humano, sabían que a mí me resultaría imposible huir de cualquier lugar: la voluntad de resistir estaba completamente enervada y, como dije, había perdido totalmente la orientación externa. No podría moverme del sitio en que estuviera, esto lo tenían bien claro. Pero entonces Yo había decidido morir.
Lo explicaré mejor: si bien Ellos habían quebrado mi voluntad de librarme externamente, Yo comprobaba a cada instante que conservaba intactas las facultades espirituales interiores. La voluntad de mi Espíritu, Dr., no estaba quebrada en el reducido ámbito de la conciencia. Quizás Ellos destruyeran parte de la estructura psíquica, pero el daño sólo podía reducirse al campo del Alma o al cerebro físico, es decir, al terreno exclusivamente material. Desde luego, Ellos no podían saber con exactitud qué había ocurrido con el Espíritu Eterno porque los Iniciados de la Fraternidad Blanca carecen de capacidad para percibir a los Seres Increados; pero consideraban un triunfo de sus técnicas de lavado de cerebro el comprobar que Ya no existían manifestaciones espirituales. Concretamente, se referían al “Yo”, la manifestación del Espíritu, como un piloto indicador del estado del prisionero: si el tratamiento culminaba con la desintegración del Yo, ello significaba que un proceso irreversible impediría el re-encadenamiento espiritual. Aunque el Símbolo del Origen continuase presente en la Sangre Pura, la destrucción de la estructura psíquica tornaba imposible que el Yo se pudiese concentrar nuevamente en la esfera de conciencia. Pero en mi caso esto no había ocurrido. Como comprenderá, Ellos esperaban que la ingestión de las psicodrogas diese por resultado un estado de esquizofrenia aguda, esperanza que en mi caso se vio reforzada por las confesiones que habían logrado arrancarme. Mas la verdadera situación consistía en que todo cuanto consiguieron obtener en el interrogatorio no era voluntario ni involuntario sino mecánico: sus drogas actuaron sobre el sujeto consciente del Alma, no sobre el Yo, y lo forzaron a volcar el contenido de la formidable memoria racial de los Señores de Tharsis, una cualidad propia de la especialización biológica de mi familia con la que presumiblemente los Rabinos no estaban habituados a tratar. Creyeron así que mi Yo estaba fragmentado o desintegrado y que jamás volvería a producirse un estado de conciencia espiritual estable: la confesión demostraba, para Ellos, la fractura irreversible de la voluntad espiritual.
Pero aquella confesión era sólo una estúpida traición del alma, cuyo sujeto leía los contenidos de las memorias psíquicas. En una esfera profunda, la voluntad de mi Yo resistió en todo momento la violación sin poder impedir que los contenidos mnémicos se exteriorizacen mecánicamente: surgieron entonces, para deleite de los Rabinos, los recuerdos que las memorias conservaban sobre la Estrategia propia y su ejecución. Se enteraron de lo ocurrido con Noyo y partieron en el acto sobre sus pasos, suponiendo dejar tras de sí un despojo humano. Sin embargo, está visto que, como siempre, no les resultaría tan sencillo acabar con los Señores de Tharsis.
¿Qué había ocurrido? Pues, que Yo alcancé a comprender qué consecuencias se esperaban del lavado de cerebro y atiné a simular con gran convicción la demencia esquizofrénica prevista por Ellos. Finalmente, convencidos de que mi locura no tenía remedio, decidieron evacuarme del comprometido Monasterio Franciscano e internarme momentáneamente, hasta la llegada de Bera y Birsa, en un Hospital Neuropsiquiátrico. Para eso tenían que “legalizarme”, es decir, concederme el status jurídico de prisionera política, a fin de obtener el asentamiento burocrático en el Hospital y aventar toda futura investigación. Comenzaron entonces por convocar a un tal “Coronel Víctor Perez”, militar de raza hebrea que trabajaba para el Shin Beth. Este tomó a su cargo el caso y elaboró un expediente inflado de falsedades, en el que constaba la supuesta actividad subversiva de mi hijo Noyo y el apoyo que Yo le brindaría, tanto a él como a la organización en la que militaba. Fraguó la descripción de las circunstancias de la detención, los interrogatorios y el tenor de las confesiones; y obtuvo de un Médico militar el diagnóstico de demencia y de un Juez la orden de internación en el Hospital Neuropsiquiátrico Dr. Javier Patrón Isla. Y de este modo llegué hasta aquí, Dr. Arturo Siegnagel. Pero entonces Yo había decidido morir.
Sí, estimado Dr. En esos días, mi único deseo era morir con Honor, suicidarme antes de caer en las garras fatales de Bera y Birsa, quitarles a los Malditos Inmortales el placer de su venganza, el cumplimiento de la sentencia de exterminio que trataban de ejecutar desde la Epoca de los Reyes iberos. Sólo necesitaba una mínima recuperación física y un pequeño descuido de la vigilancia médica para quitarme la vida por cualquier medio. Sin dudas, Dr., que ésto hubiese podido hacerlo sin problemas en todo este tiempo que llevo internada. Huir ya no representaba salida para mí sin orientación externa y, de todos modos, la misión estaba realizada: Noyo guardaba en la Caverna Secreta de Córdoba la Espada Sabia; y aunque Yo no pudiese encontrarlo, aunque quisiera, la orden del Señor de la Guerra se había cumplido y eso era lo importante. Entonces, morir no representaba más que un pequeño intervalo hasta la Batalla Final: iría astralmente a K'Taagar y regresaría pronto, para ajustar las cuentas al Enemigo del Espíritu Eterno. Mientras tanto, eludiría la última persecución de Bera y Birsa. Este era mi pensamiento al llegar aquí, Dr. Siegnagel.
Empero, algo me hizo cambiar de idea no bien llegué; y fue por eso que, a pesar de que continué simulando estar demente, inicié la redacción de esta extensa carta. Para ser clara, “ese algo” por el cual troqué mis intenciones suicidas fue Ud., Dr. Siegnagel. En verdad, apenas le vi, comprendí que tenía Ud. manifestado en alto grado el Símbolo del Origen; pero aprecié también que era inconsciente de ello, que desconocía hasta en sus menores detalles la Sabiduría Hiperbórea: es Ud. un Hombre de Sangre Pura, Dr. Siegnagel. Pero la memoria de la Sangre se halla bloqueada por su Alma. No conoce Ud. la existencia de su Espíritu Eterno ni sabe cómo orientarse hacia el Origen. Padece de una amnesia metafísica que es producto de la Edad Oscura en que actualmente vivimos, propia del encantamiento con que las Potencias de la Materia sumen al hombre en el Gran Engaño, característica de la decadencia espiritual del hombre y de su atracción por la cultura materialista: en fin, es Ud., Dr. Siegnagel, un hombre dormido. Pero es un Hombre. Un ser dotado de Espíritu Increado que puede despertar. Su presencia aquí, en este oscuro nosocomio, la he tomado como una señal de los Dioses, como un mensaje del Señor de la Guerra y del Capitán Kiev, tal vez como una revelación del Pontifex, Señor de la Orientación Absoluta. Al verlo, Dr., comprendí a qué se refería el Capitán Kiev cuando anunciaba que “hombres dormidos restablecerían el nexo antiguo con los Dioses”: tales hombres dormidos son, sin dudas, semejantes a Ud. Lo tienen todo en la Sangre Pura, pero en forma potencial: sólo requieren la Iniciación Hiperbórea para que esa potencia racial se desarrolle y aflore en la conciencia. Y la Iniciación Hiperbórea, Dr. Siegnagel, hoy por hoy, sólo es capaz de concederla en esta parte del mundo el Pontifex Maximus de la Orden de Odín, el Señor de la Orientación Absoluta, o los Constructores Sabios que lo secundan. Para transmitirle esta verdad fue que cambié mi decisión de morir voluntariamente. Debe tener presente, Dr. Siegnagel, el punto de vista ético de los Señores de Tharsis: para la Estrategia de liberación espiritual de los Dioses Leales al Espíritu del Hombre, implica mucho más Honor el que Yo trate de despertarle a Ud. que el suicidio para huir de las infames represalias de los Demonios Inmortales. ¿Acaso ese castigo, la posibilidad de ese terrible final, no estaba previsto de entrada en la Estrategia sugerida por el Capitán Kiev?
Sí. Decidí despertarle, o al menos intentarlo, ¿pero cómo? No hablando con Ud. pues un prejuicio profesional le hubiese impedido dar crédito a las palabras de una enferma mental. Tal vez escribiendo nuestra historia en una carta, como la presente, pero no se me escapaba que me encontraría en situación semejante: su incredulidad sería también inevitable. No obstante existe la posibilidad de que un hecho concreto, ajeno a mí pero suficientemente efectivo, torne consciente la historia de la Casa de Tharsis: y ese hecho no puede ser otro más que mi propia muerte a manos de los Inmortales Bera y Birsa. Vale decir, debo conseguir que los Demonios Golen dejen suficientes rastros de su inmenso poder como para convencerle a Ud. de que en algún grado la historia narrada en la carta es verdadera; y debo lograr que la carta llegue a sus manos después de mi muerte. Es lo que intentaré hacer, Dr. Siegnagel. Por lo pronto, ya he concluido la carta y he comenzado, desde hace tiempo, a realizar la Estrategia que creo dará los resultados esperados: con los últimos restos de mi voluntad graciosa luciférica, he tratado de dirigirme telepáticamente hacia Chang Shambalá, hacia los miembros de la Orden de Melquisedec, y he desafiado a los Demonios Inmortales. Los he desafiado en nombre de la Casa de Tharsis, que es la más grande ofensa para su infernal orgullo, y ahora espero, no sin temor, la respuesta de Bera y Birsa. Ya los siento, Dr. Arturo Siegnagel, avanzando entre los Mundos de Ilusión, aproximándose ciegos de odio hacia mi humilde celda, salvando el Espacio y el Tiempo, dislocando la Realidad, Pachachutquiy, Pachachutquiy.

LIBRO SEGUNDO - DIA 62


Sexagesimosegundo Día


La niebla se había disipado y estábamos nuevamente frente al Meñir de Tharsy. Ambos nos miramos con la interrogación pintada en el rostro, conscientes de que afrontábamos el mismo dilema. ¿Quién respondería a la orden de transportar la Espada Sabia al Valle de Córdoba? ¿Y quién asumiría la misión suicida de distraer al Enemigo? Para mí la cuestión no ofrecía dudas: Yo me ocuparía de la táctica de distracción. Pero supuse, y supuse bien, que Noyo se opondría a esa decisión: él, me decía, estaba mejor dotado para ofrecer al Enemigo la mayor resistencia; jamás se rendiría. Yo debería viajar con la Espada Sabia mientras él desviaba tras sus pasos la atención del Enemigo.
Mucho me costó, Dr. Siegnagel, persuadirlo de que mi plan era estratégicamente superior. Y lo era porque el mismo no apuntaba solamente a poner a buen resguardo la Espada Sabia sino que contemplaba la muy probable posibilidad de que el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios requiriesen también el apoyo de la Sabiduría Hiperbórea de la Casa de Tharsis, especialmente la valiosa experiencia recogida en milenios de luchar contra las Potencias de la Materia: ¿quién conocía mejor que los Señores de Tharsis la conspiración sinárquica de los Golen, hoy afirmados en todas las Iglesias Cristianas, y su modo de actuar? ¿y sobre Bera y Birsa? ¿quién tiene más derecho que los Señores de Tharsis para descubrir sus sentencias de exterminio? Según mi criterio, que al final se impuso, sería Noyo quien localizaría la Caverna Secreta y se instalaría en ella como Noyo de la Piedra de Venus, manteniendo la Custodia hasta el día en que el Pontífice Hiperbóreo construyese el puente metafísico y un Noyo de su Orden de Constructores se lanzase por él para conectarse con los Dioses Liberadores.
Puestos de acuerdo sobre quién ejecutaría cada rol, nos abocamos a planificar la Estrategia particular que nos permitiría cumplir con las órdenes de los Dioses. La Estrategia ideal, según convinimos, consistiría en crear un clima caótico en torno a la Chacra de Tafí, dando lugar a situaciones lógicamente impredecibles que favoreciesen nuestra operación. Así, en medio de una situación de alto valor estratégico para nosotros, pero totalmente ajena a tales fines para cualquier observador extraño a la Casa de Tharsis, Noyo se filtraría sorpresivamente con la Espada Sabia y emprendería el camino hacia la Caverna Secreta. Simultáneamente, Yo me desplazaría en sentido contrario, ostensiblemente, para distraer al Enemigo. Sería rápidamente detectada, pero el riesgo estaba calculado: lo importante era ganar tiempo, durar lo suficiente como para que Noyo llegase al Valle de Córdoba. Con estos propósitos, preparamos al detalle todas las fases de la empresa.
Dieciocho meses después, en Abril de 1977, ya disponíamos de todo lo necesario y nos hallábamos ajustando los pasos finales. Teníamos las dos alforjas con las piedras indeterminadas, los lapis oppositionis, aptos para practicar la oposición estratégica. Y todo estaba listo para crear el clima de caos que las circunstancias requerían. Esto se lograría con la colaboración involuntaria del Ejército. Me explico mejor: para sistematizar la lucha contra la guerrilla, el Ejército había dividido al país en seis Zonas; la zona III comprendía a las Provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán; en Tucumán, la subzona 113 abarcaba la región de nuestra Chacra y a su mando se encontraba el Capitán Diego Fernández, fiel Camarada de mi hijo. En combinación con éste, Noyo consiguió que se montase un gigantesco operativo de rastrillaje y cerrojo, en la subzona de Tafí del Valle, para mediados del mes de Abril de 1977: el objetivo de la operación procuraba aniquilar a una columna del E.R.P., Ejército Revolucionario del Pueblo, que actuaba en la subzona contando con el apoyo de algunos pobladores pertenecientes al P.R.T., Partido Revolucionario de los Trabajadores. En esa noche negra para los comunistas, el Ejército obtendría varias horas de zona libre, durante las cuales se interrumpiría el sumistro eléctrico, y sus comandos se desplegarían en toda la ciudad de Tafí del Valle y pueblos aledaños a fin de capturar a los subversivos. Irían sobre blancos seguros, verdaderos agentes de la subversión y combatientes irregulares, la mayoría de los cuales habían sido señalados por Noyo. Fue por eso que Noyo solicitó como cobertura táctica que se allanase nuestro domicilio y se simulase su detención: “eso alejaría las sospechas del Enemigo”, alegó. Cuando todo estuvo listo para la acción, se acordó que Diego Fernández en persona se ocuparía de su falsa captura, con el fin de evitar los imponderables o confusiones que pudiesen surgir si intervenían otros militares y así asegurar su inmediata libertad. Libertad que Noyo aprovecharía para desaparecer “por un tiempo”.
Naturalmente, nada de esto ocurriría pues Noyo partiría con la Espada Sabia dispuesto a no regresar jamás a Tafí del Valle; pero eso no lo sabían sus Camaradas del Ejército. De acuerdo a la particular metodología represiva que empleaban las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva, nunca utilizaban órdenes de allanamiento o siquiera daban parte a la Justicia en las redadas nocturnas del tipo que llevaron a cabo en Tafí del Valle: los sospechosos eran simplemente secuestrados, pasando en adelante a revistar en la aún más sospechosa categoría de “desaparecido”. De ese modo, al día siguiente de la redada, Noyo figuraba como uno de los “200 desaparecidos de Tafí del Valle”. Para comenzar a representar entonces mi papel, Yo me apersoné en los Tribunales y presenté el inútil habeas corpus, junto con los restantes familiares de los desaparecidos. El recurso legal, como era ya costumbre, fue rechazado, puesto que los Jueces compartían la metodología oficial o bien temían engrosar ellos también la fatídica lista de desaparecidos. Y sucedió así que, al no poseer una respuesta oficial razonable sobre el paradero de mi hijo, empecé a moverme por mi cuenta, al principio de manera muy lenta y disimulada, pero luego, al valerme de la oposición estratégica, más rápidamente, hasta desaparecer por completo.
Para desesperación del Enemigo, que pronto estuvo sobre mi pista, solía esfumarme por completo, en determinado sitio, y aparecer como “por arte de magia”, en lugares a veces muy distantes. Avanzaba y volvía sobre mis pasos, desconcertando permanentemente a quienes me vigilaban; ora estaba en Jujuy, ora en Tafí del Valle; luego en Bolivia y luego nuevamente en Tucumán, en cuestión de horas, si es que el tiempo sirve de alguna referencia en la guerra mágica que había emprendido. Además, el Enemigo era incapaz de determinar el Mundo en que me hallaba en todo momento: si tropezaba con un lapis oppositionis, por ejemplo, podía ocurrir que al seguir por el camino que supuestamente Yo habría tomado se encontrase con un Tafí del Valle en el que jamás había habitado la familia Villca; o con una Belicena Villca que nunca se había casado ni tenido hijos; o con un Mundo en el que no se libraba la lucha antisubversiva; etc. Pero, no obstante, Yo me dejaba detectar nuevamente para atraer al Enemigo, cada vez con más violencia, sobre mí y conseguir el efecto de distracción buscado. A todo esto, Noyo avanzaría tranquilo hacia el Valle de Córdoba.

Durante uno de los regresos sorpresivos a Tucumán, Segundo, el indio descendiente del Pueblo de la Luna que nos sirve de Mayordomo en la Chacra, me informó que el Capitán Diego Fernández deseaba localizarme antes de partir de la Zona III, puesto que le habían conferido un nuevo destino. Le llamé por teléfono al Regimiento y arreglamos una cita en el parque del Dique El Cadillal. Allí se suscitó el siguiente diálogo:
–Buen día, Señora –saludó el Capitán.
–Igualmente –respondí lacónicamente.
–Ud. y su hijo, mi buen Camarada Noyo, me tienen muy preocupado, Señora Belicena. Tendría que decirme Ud. dónde se halla. O advertirle a él que se ponga de inmediato en contacto con nosotros. Las cosas han cambiado mucho en estos años y es urgente que él esté al tanto de los acontecimientos.
Me encogí de hombros por toda respuesta, dispuesta a no negar ni confirmar nada, pero atenta a la información que pudiese obtener del Oficial: Yo también me encontraba “en operaciones”, ejecutando una maniobra tremendamente peligrosa de una Guerra Esencial que aquel soldado no podía ni soñar; y la disciplina propia de esta Guerra exigía desconfiar de todos y de Todo, aún del Camarada de mi hijo: todos los hombres no Iniciados podrían ser traicionados por su Alma, dominados anímicamente y convertidos en un instrumento del Demiurgo Jehová Satanás. Yo no podía correr ningún riesgo innecesario. Sin embargo, Dr. Siegnagel, viendo las cosas a la distancia, puedo asegurarle hoy que el Capitán Diego Fernández era sincero en cuanto decía, y que Noyo no se había equivocado al confiar en él.
Comprobando que Yo nada decía, el Capitán continuó con energía:
–Debería conceder más importancia a mis palabras, Señora Belicena. Creo que está Ud. informada de que la desaparición de su hijo fue simulada: Yo conduje el Grupo de Tareas que allanó su Chacra y lo llevó detenido; y Yo fui quien le permitió huir pocas horas después. El era uno de nuestros agentes secretos, además de Oficial del Ejército en Retiro, y el caso quedó bien documentado en el área de Inteligencia: existe mi informe al Comandante G-2 sobre lo ocurrido esa noche y, además, están los documentos previos a la operación, donde consta que Noyo era uno de los nuestros. La desaparición era necesaria para brindar cobertura táctica a su posición, pero no había por qué exagerar las cosas prolongando innecesariamente la ausencia. Señora Belicena: él ya debería haber regresado hace bastante tiempo, o comunicado con nosotros; no le ocultaré que ahora su situación se ha complicado de manera increíble. ¡Ud. misma, Señora Belicena, está corriendo peligro mortal con su asombrosa decisión de iniciar una búsqueda personal de su hijo desaparecido! ¿No comprende que con tal actitud se coloca en el bando de los subversivos, que puede ser señalada abiertamente como tal?
Frente a la expresión inmutable de mi rostro, suspiró el Capitán y prosiguió con sus advertencias:
–No crea Ud. que todos conocen la suerte corrida esa noche por su hijo. La verdad sólo la saben un grupo de Oficiales de Inteligencia. Pero ellos no han hablado, ni pueden hablar, porque si lo hiciesen expondrían a Noyo a una muerte segura a manos de las organizaciones subversivas, ya que incluso nuestro Servicio de Inteligencia está infiltrado por ellas. Pero Ud., con sus absurdos actos, ha caído bajo el ojo de otros Servicios de Inteligencia, e incluso es vigilada y seguida por miembros de nuestra propia fuerza que ignoran la verdad de los hechos. Y observe Ud. ahora qué endiablada trama se ha formado: si guardamos silencio para proteger a Noyo, nuestro Camarada, arriesgamos la vida de su madre, pues de continuar la confusión nadie sabe qué medidas podrían tomar los restantes Grupos de Tareas que reprimen en el Norte; y si hablamos, salvamos a su madre pero descubrimos peligrosamente la función de Noyo, lo que requerirá, al final, de una verdadera desaparición para lograr recuperar la seguridad perdida, quizá un cambio permanente de identidad, o la radicación prolongada en otro país ¿Comprende ahora el problema, Señora Belicena? Queremos saber qué hacer pues, lo que hagamos, debemos realizarlo pronto, con urgencia, como le dije antes, ya que las cosas han cambiado desfavorablemente para los que profesamos la ideología nacionalsocialista, entre los que se cuenta, desde luego, el Camarada Noyo.
Sí. Entonces me dispuse a darle una respuesta concreta al Capitán. Su elocuencia me había permitido evaluar la situación desde otro punto de vista y comprendía que sería catastrófico para nuestra Estrategia que los Camaradas de Noyo aclarasen la situación y revelasen lo sucedido la noche de su desaparición. Yo venía afirmando invariablemente, en cuanta ocasión se me presentaba y ante cualquier público, que mi hijo Noyo “había sido asesinado por las Fuerzas de Represión”: el Enemigo no podía comprobarlo con certeza ni negarlo, por cuanto en esos días existían miles de casos semejantes, de personas que desaparecían como Noyo sin dejar rastros. Pero una Piedra de Venus se había movido, según percibían los Dioses Traidores, y simultáneamente comenzaba mi desplazamiento errático por los distintos Mundos del Norte Argentino y otros países de Sud América: y ello sólo se podía tratar de una Estrategia contra los planes de la Fraternidad Blanca, Estrategia que los Demonios esperaban contrarrestar desde cuatrocientos años antes. Hasta el momento así lo habían creído pues ignoraban totalmente la maniobra de Noyo. Empero, todo se derrumbaría si los militares aclaraban el caso y el Enemigo se enteraba de lo sucedido luego del secuestro: sin abandonar mi persecución, reorientarían la búsqueda hacia Noyo y pondrían en peligro el objetivo estratégico de su misión. Tenía que evitar, pues, que los militares hablasen. Mas bien, tenía que ganar tiempo, porque de las palabras del Capitán se infería que la urgencia se debía a un cambio que luego tornaría imposible cualquier aclaración. Seguramente, sería el cambio político anunciado por el Capitán Kiev, el que sumiría a la Nación en la ruina económica y moral, y la pondría atada y amordazada en manos de la Sinarquía Internacional.
Tratando de disipar la preocupación del Capitán sobre mi suerte o el estado de Noyo, le respondí, súbitamente locuaz:          
–Experimentan ustedes temores infundados por lo que me pueda pasar o sobre el futuro de Noyo –afirmé–. Ciertamente que he exagerado mi papel, ahora lo veo claro –mentí– y le prometo que a partir de hoy cesaré de representarlo. En cuanto a Noyo, le aseguro que se encuentra bien aunque ignoro su paradero. El se comunica conmigo a través de un buzón secreto y no vacilaré en escribirle inmediatamente sobre todo lo que Ud. me ha dicho: habrá que esperar un tiempo, pero estoy persuadida que al saber que se lo requiere con urgencia no tardará en aparecer. Así, pues, le sugiero no innovar en la situación y aguardar el resultado de estas medidas. No obstante, me agradaría saber algo concreto acerca de los cambios desfavorables para nuestra causa que me ha mencionado, a fin de fundamentarle a Noyo la importancia de la convocatoria.
–Veo que es Ud. razonable, Señora Belicena –se esperanzó el Capitán– y por eso le suministraré la información que me solicita. La cuestión es muy simple: las fuerzas nacionalistas y patriotas que se habían movilizado en defensa de la Nación, han sido traicionadas desde la cúpula del Gobierno. Los Jefes máximos de las Fuerzas Armadas han pactado con las organizaciones ocultas partidarias del Gobierno Mundial y han decidido entregar el país para un saqueo financiero que destruirá las bases económicas de la sociedad. Mientras este siniestro plan se elaboraba y llevaba a cabo, las únicas fuerzas nacionales capaces de reaccionar fueron entretenidas en una estéril lucha contra organizaciones insurgentes cuyos auténticos cabecillas jamás dieron la cara. Con esto se consiguió sólo desprestigiar a las Fuerzas Armadas y neutralizar su futura reacción. Hemos vencido militarmente pero seremos inexorablemente derrotados en el terreno político, ya que los problemas económicos que surgirán de la política monetarista y sinárquica que desarrolla el Gobierno causarán que la sociedad olvide el objetivo honorable de nuestra lucha y nos acuse de la miseria subsiguiente, una realidad que los obsesionará porque tocará diariamente sus bolsillos y sus estómagos. –El Capitán Fernández se hallaba evidentemente inspirado y, por momentos, me recordaba a las palabras del Capitán Kiev. Estábamos entonces a fines de 1979, sólo dos años después de su aparición en el Cromlech de Tafí del Valle, y no sólo sus anuncios se estaban cumpliendo al pie de la letra, sino que existían mentes esclarecidas capaces de comprender la realidad y descubrir también los planes del Enemigo.
–Pero esto no es todo –prosiguió el Capitán Fernández–. Lo más grave es que, concluida la lucha antisubversiva en el terreno militar, único campo en el que se nos permitió intervenir, el Gobierno considera que los grupos nacionalistas de las Fuerzas Armadas representan un peligro potencial para los planes sinárquicos y ha decretado su inapelable destrucción. Y esta ofensiva ya ha comenzado con la selección ideológica de los mejores expertos en lucha antisubversiva de los Servicios de Inteligencia, su aislación con vistas a presentes y futuras purgas, e inclusive con su asesinato, ejecutado por miembros de Servicios Secretos extranjeros convocados especialmente para tal efecto. Así, poco a poco, han surgido grupos sinárquicos en los Servicios de Inteligencia, con personal entrenado, o directamente a su servicio, por agentes de Israel (del Mossad o el Shin Beth); de E.E.U.U. (la C.I.A o el F.B.I.); de Inglaterra (el MI-5, MI-6, I.S.); de la Unión Soviética (K.G.B., G.R.U.) etc. Y son estas organizaciones las que la están persiguiendo a Ud. Señora Belicena. Es por eso que urge aclarar las cosas mientras podamos, pues es probable que a muy breve plazo nuestros Camaradas sean completamente neutralizados y radiados del Servicio activo, para después ser vendidos vilmente a las mismas fuerzas subversivas contra las que combatimos durante años. Creemos que el Gobierno planea transferir el Poder a políticos socialdemócratas o socialistas, que permitirán a la izquierda adquirir la libertad y el poder suficiente como para destruir a las reservas morales de la Nación, que estaban especialmente concentradas en las Fuerzas Armadas. Sin embargo estos hombres, que en el fondo son cipayos al servicio de la Sinarquía, mantendrán la política económica monetarista liberal que someterá a la Nación a la dependencia moral y a la disolución social. En el mismo caso que Yo, que soy retirado sin explicaciones de la lucha anticomunista, con la evidente intención de ser pasado a retiro en poco tiempo, o algo peor, se encuentran mis restantes Camaradas. Se impone pues la necesidad de actuar ahora o correr el riesgo de que la situación de Noyo no sea aclarada nunca o que pueda ser Ud. atacada por alguno de los nuevos grupos de Inteligencia que actúan ya con total impunidad y repugnante falta de honor, y que habitualmente persiguen y ejecutan a personas de antecedentes nacionalistas antes que a los conocidos agentes de la subversión marxista. Espero haber sido claro, Señora Belicena, y consiga establecer un pronto contacto con el camarada Noyo, de quien requerimos también, en esta hora clave, su valioso asesoramiento estratégico.
–Ha sido Ud. extremadamente claro, Capitán Fernández –aseguré– y tenga la seguridad que transmitiré textualmente sus palabras a mi hijo Noyo, quien descuento que no vacilará en acudir hacia ustedes.
Y así concluyó aquella conversación con el Capitán Diego Fernández, quien partió dispuesto a aguardar, y hacer aguardar a sus Camaradas, toda posible declaración sobre el desaparecido de Tafí del Valle.
El resto de la historia ya es conocida por Ud., Dr. Siegnagel. Yo, lejos de cumplir lo prometido al Capitán Diego Fernández, continué realizando movimientos estratégicos en el Norte Argentino, en Bolivia y en Perú. Recorrí en varias oportunidades la ruta de Lito de Tharsis y los Atumurunas, consciente de que ello despertaría aún más el interés de la Fraternidad blanca y la afirmaría en la certeza de que era portadora de la Espada Sabia. Es por eso, también, que tomaba el camino de Tatainga en Jujuy y me dirijía a las proximidades del Cerro Kâlibur. En dos oportunidades, inclusive, descendí al Valle grande y contemplé el Externsteine, aunque sin atreverme a atravesar la Puerta Vrúnica. Pues bien, fue durante una de estas excursiones que caí en una celada Golen e ingerí el veneno que debilitó mi voluntad y me impidió seguir desarrollando la Estrategia. Luego fui rápidamente capturada por un comando del Shin Beth, integrado por Rabinos Iniciados en la Alta Cábala, Sacerdotes que habían contemplado en Israel el Sepher Icheh y conocían todo lo referente al Holocausto de Fuego. Pertenecían, tal como lo anticipara el Capitán Fernández, a un Servicio de Inteligencia paralelo, que contaba con miembros en los Servicios del Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Policía Federal, Secretaría de Seguridad de Estado, Ministerio de Defensa, etc. Su poder de movilización era entonces absoluto.
Yo me encontraba descansando momentáneamente en una mísera posada del pueblo Kâlypampa, que se halla frente al Parque Nacional del mismo nombre, junto al Cerro Kâlibur. Allí me fue suministrada la droga, mezclada en un pote de melaza de caña que ofrecieron para endulzar el café. El efecto que instantáneamente produjo en mi cuerpo de Iniciada Hiperbórea fue indescriptible, siendo improbable que Ud. pueda siquiera imaginarlo, pues desconoce cómo se comporta una mente capaz de poseer conciencia en varios Mundos a la vez. Lo más que le diré es que la droga, una forma perfecta de miel arquetípica de abejas, produjo un acelerado proceso de fortalecimiento anímico, una formidable inyección de energía para la voluntad instintiva del Alma, que en los Iniciados Hiperbóreos se halla habitualmente dominada por la irresistible voluntad del Espíritu Increado. Y esa evolución súbita del Alma causó como una degradación sanguínea, como un debilitamiento del Símbolo del Origen, presente en la sangre Pura, y como una actualización del cuerpo físico, que perdió así su capacidad de moverse independientemente del Tiempo y sincronizó todos sus relojes biológicos con el tiempo de este Mundo. Quedé, pues, presa del contexto cultural, sujeta a la realidad de aquel pueblito de Jujuy. Naturalmente intenté huir de todos modos: los lapis oppositionis ya no me servían porque había perdido la orientación externa hacia el Origen y me resultaba imposible practicar la oposición estratégica. Pero no llegué muy lejos. Antes de salir de la Provincia ya estaba en manos de los agentes del Shin Beth. Estos me condujeron al Monasterio Franciscano de Nuestra Señora del Milagro, en Salvador de Jujuy, donde la mayoría de los curas parecían estar bajo sus órdenes. En una sórdida mazmorra, de los tiempos de la colonia, fui sometida a un refinado interrogatorio durante el cual se me administraron diferentes tipos de drogas. Las preguntas eran pocas y exactas; siempre las mismas: ¿Dónde estaba la Piedra Extraterrestre? ¿Qué había pasado con mi hijo Noyo? ¿Hacia dónde me dirigía? ¿Cuáles eran mis órdenes? ¿Tenía algún contacto terrestre, un Iniciado que compartiera la operación, u obraba por mi cuenta?
Abreviando, Dr. Siegnagel, creo que acabé por confesar casi todo, imposibilitada de resistir el efecto de las drogas que me impedían hasta la representación del Signo de la Muerte, con lo que hubiese podido, en otra ocasión, haber desencarnado allí mismo. De todos modos Noyo ya estaba a salvo en la Caverna Secreta: eso lo presentía desde hacía tiempo y había recibido señales confirmadoras de los Dioses. ¡Yo caía, pero la Estrategia triunfaba!¡La orden del Señor de la Guerra se había cumplido impecablemente y nada, de parte de la Casa de Tharsis, impediría la Batalla Final! Sólo faltaba ahora que el Pontífice Hiperbóreo, el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios, hallasen la Espada Sabia: y eso quedaba totalmente fuera de nuestras manos.
Como comprenderá, estas reflexiones pertenecen al presente. En aquel terrible momento, cuando mi voluntad resultaba impotente para dominar la lengua, una angustia inenarrable me embargaba: estaba siendo humillada en mi dignidad de Iniciada Hiperbórea y sentía como una traición, como una falta de honor imperdonable, la involuntaria confesión que me estaban arrancando. A pesar de que la posibilidad de aquel final ya fuera contemplado por nosotros. Pero en esos momentos Yo sólo quería morir, a pesar de que los malditos Rabinos nada deseaban más que conservarme con vida: apenas si fui torturada físicamente, pues toda su acción se concentró en doblegar y destruir mi estructura psíquica. No iban a matarme, y esto me lo dijeron claramente, porque mi cuerpo era intocable, como el de Rudolph Hess. Sí, Dr. Siegnagel: Yo estaba reservada para un Sacrificio Ritual que efectuarían Bera y Birsa en persona.

LIBRO SEGUNDO - DIA 61


Sexagesimoprimer Día


Llegamos, pues, al siglo XX, Dr. Siegnagel! Y llegamos no porque el paso implacable del tiempo nos haya conducido a él, sino porque he decidido saltear 400 años de la historia americana de nuestra Estirpe. Procederé de este modo para apurar el final de la carta, pues supongo que Ud. ha de haberse cansado de la lectura y creo que puede ya comprender el drama de la Casa de Tharsis y sacar sus propias conclusiones. Como sabe, Yo desciendo de Lito de Tharsis y de la Princesa Quilla, quienes formaron una familia que siempre permaneció en el lugar del Pucará de Tharsy, en Thafy del Valle, Provincia de Tucumán: durante esos cuatro siglos hubo muchos Noyos y Vrayas que custodiaron la Espada Sabia; Yo misma fui Vraya por diez años, los últimos cinco en compañía de mi hijo Noyo. Pues bien, Dr. Siegnagel, para acabar la narración de manera clara sólo cabe agregar una palabra sobre la reacción del Enemigo, que en estos siglos no olvidó ni por un instante a los Señores de Tharsis y a la Espada Sabia; ni tampoco a la Estirpe de Skiold.
Al parecer, explorando pacientemente los Registros Culturales de miles de Mundos de Ilusión semejantes a éste, la Fraternidad Blanca consiguió reconstruir con bastante aproximación los pasos dados por Lito de Tharsis en América. Supo que el linaje de Skiold se había dirigido a un Valle Secreto de la Provincia de Jujuy, cuya entrada estaba sellada con las Vrunas de Navután, y que Lito de Tharsis prosiguió en cambio hacia Tucumán, perdiendo empero todo rastro de su ulterior destino. Ante tal certeza, la Orden de Melquisedec dispuso que decenas de sus mejores agentes se distribuyesen en las zonas donde pudiesen estar ocultos los Hombres de Piedra o en los sitios por donde podrían emerger en el Futuro. La Espada Sabia, y la Corona del Rey Kollman, con sus malditas Piedras de Venus, constituirían una ventaja estratégica en la Batalla Final que de ningún modo los Demonios de Chang Shambalá podrían permitir. Pero los Mundos de la Ilusión son millones y, en todos, los argumentos arquetípicos, las historias de la Historia, se desarrollan simultáneamente. Sólo en uno de tales Mundos sucede la trama que será Real al Final, cuando el Señor de la Guerra la afirme desde el Principio, según predijera el Capitán Kiev en San Félix de Caramán. La Fraternidad Blanca sabe que así ocurrirá pero no puede conocer a priori cuál será el Mundo Real de los Señores de Tharsis; y por eso, mientras tanto, se ve obligada a desplegar sus agentes infernales, sus Maestros, Sacerdotes, e Iniciados, en torno de la antigua ruta que Lito de Tharsis tomara en América; y en muchos Mundos a la Vez. Pero esta vez procurarán evitar “cometer errores”: para eso han determinado que cualquier señal de los Señores de Tharsis, o de Skiold, sea comunicada a Chang Shambalá, con el fin de que Bera y Birsa en persona se ocupen de tan vital asunto. Y así será, Dr. Siegnagel: en pleno Siglo XX, pero al igual que hace miles de años en Tharsis, los Demonios Inmortales se acercarán a los hombres despiertos para consumar su atroz venganza. Y a Ellos, como antaño, sólo los salvará la Sangre Pura, el Recuerdo del Origen que libera al Espíritu Increado. Los que tengan su Espíritu orientado quizás mueran ahora a manos de los Demonios, como Yo misma seguramente moriré; pero entonces sólo conseguirán matar el cuerpo animal en un Mundo, sólo obtendrán un pellejo vacío, vana victoria; al final, cuando sobrevenga la Batalla Final, y el Señor de la Guerra afirme la Realidad del Mundo del Espíritu, todos los que hemos muerto por la causa del Espíritu estaremos Vivos para marchar fuera del Universo de El Uno, pasando por sobre las Potencias de la Materia, mientras a nuestras espaldas se desencadena el Holocausto Final de los Demonios del Alma.
Y así llegamos al Siglo XX, Dr. Siegnagel, rodeados por todas partes de agentes de la Fraternidad Blanca. Sin embargo, mientras la Espada Sabia o la Corona del Rey Kollman permaneciesen tras los cromlech, los Demonios no podrían relacionarlas con el Tiempo y no sabrían en qué mundo actuar. Podíamos, pues, movernos relativamente sin ser notados, pero las cosas cambiarían en los últimos años, cuando el Capitán Kiev se hiciese presente para adelantar instrucciones sobre la Batalla Final.
                       
De la Estirpe de Lito de Tharsis surgieron los troncos de varias familias que aún existen en la Argentina y en otros países. Algunas se protegían de los Golen disfrazando su origen o negando las conexiones genealógicas que las ligaban con la Casa de Tharsis, pero todas son más o menos conscientes de esta historia. Empero, esa misma distancia las alejó del Noyvrayado y de la Iniciación Hiperbórea. Fue así que en este siglo sólo los miembros de mi familia, que siempre habitaron en la Chacra de Tharsy, mantenían el Culto del Fuego Frío y custodiaban la Espada Sabia. Y en la década del sesenta, aunque la Estirpe no corría riesgo de extinguirse ni mucho menos, sólo quedaba un Iniciado Hiperbóreo capaz de llevar adelante la Estrategia de los Dioses Liberadores: Yo, Belicena Villca. Era viuda y tenía un solo hijo, al que había enviado a Buenos Aires a cursar la carrera militar, pero no vacilé en tomar el Noyvrayado cuando mi abuelo, que permanecía desde hacía treinta años junto al Meñir, falleció en 1967. Se había producido entonces una nueva situación: aunque la Estirpe poseía muchos miembros, la cadena iniciática amenazaba con cortarse inexorablemente. Felizmente, en el 72, mi hijo Noyo regresó en mi auxilio dispuesto a recibir la Iniciación Hiperbórea y a convertirse en un auténtico Noyo, Guardián de la Espada Sabia. En cuatro meses fue preparado, de Junio a Octubre, y luego murió, y renació como Hombre de Piedra, y se situó a mi lado, frente al Meñir de Tharsy y frente a la Espada Sabia. Había solicitado la baja de las Fuerzas Armadas para consagrarse a la misión familiar, pero sus contactos con cierto grupo nacionalista, integrante de los Servicios de Inteligencia del Ejército, le impidieron dedicarse a la Guardia de manera permanente. El caso era que Noyo no deseaba renunciar a lo que consideraba una cuestión de Honor: la lucha contra la subversión marxista que en esos días agitaba el país todo y nuestra Provincia en particular.
Por su excepcional conocimiento del terreno, y por su acertado criterio para evaluar la Estrategia del Enemigo y recoger información, él fue uno de los cerebros grises que ayudó desde las sombras a desbaratar la guerrilla comunista que pretendía hacerse fuerte en los montes tucumanos. Sus valiosos informes, comunicados a los camaradas de Buenos Aires, contribuyeron en buena medida a trazar los planes de Estado Mayor que acabaron con la amenaza guerrillera. Naturalmente, Yo me oponía a esta actividad aparentemente ajena a la misión iniciática, pero Noyo repetía siempre que aquel movimiento subversivo en las inmediaciones del Centro Carismático era señal segura del cercano comienzo de la Batalla Final. Y no se equivocaba, como muy pronto lo vino a confirmar el Señor de Venus.

Todo comenzó en 1975, en los días que el Ejército al mando del General Adel Edgardo Vilas se dedicaba a terminar con los últimos focos de la guerrilla suburbana y comenzaba la ardua tarea de desmantelar la infraestructura urbana de las organizaciones subversivas. La enérgica acción del Ejército, que ejecutaba con precisión matemática sus planes de aniquilación, le brindó a Noyo suficiente tiempo para dedicar a la misión y hacía entonces varios meses que se encontraba conmigo en el milenario cromlech. Un día, a fines de ese año, estábamos ambos profundamente concentrados, meditando sobre la Piedra de Venus y el Misterio del Fuego Frío; teníamos la vista fijada en la Espada Sabia y ninguno de los dos notó que un cambio substancial se producía en el Meñir de Tharsis, situado exactamente atrás de la Apacheta con la Espada Sabia. Una, como niebla lechosa, había invadido a la enorme Piedra que, al notar nosotros el fenómeno, ya no era posible distinguir. No obstante, poco a poco se fue plasmando, en lugar del Meñir, la imagen corpórea de un Gigante de Otro Mundo. En verdad, se trataba de un doble fenómeno, pues, en la Piedra de Venus, iba surgiendo nítidamente, también la imagen de un lugar desconocido: era igualmente un Valle, pero en nada semejante al de Thafy que viera Lito de Tharsis cuatrocientos años antes; éste poseía dos Ríos que lo surcaban longitudinalmente, igual que los Ríos Tinto y Odiel al Valle de Tharsis, en Huelva; y en un extremo, hacia el Oeste de la figura, se podía apreciar claramente un cerro que ostentaba en su ladera la entrada a una caverna de forma vrúnica.
¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –dijo el Gigante, al tiempo que levantaba el brazo derecho para expresar el Bala Mudra; y ambos comprendimos que se trataba del Capitán Kiev, uno de los Señores de Venus. ¡El Capitán Kiev, quien se había despedido de nuestra Estirpe “hasta la Batalla Final”! ¿Acaso había llegado el momento, anhelado por tantos siglos, de que los Dioses acompañasen nuevamente a los hombres en su Enfrentamiento Total contra las Potencias de la Materia? Nos apresuramos a responder al saludo, aguardando con expectación Sus sabias palabras:
–¡Salve, Vale, Capitán Kiev!
Y el Señor de Venus se dirigió a nosotros de esta forma:
¡Sangre de Tharsis, os traigo el saludo de Navután, el Señor de la Guerra! ¡Y también os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien vuestros sentidos porque la presente es oportunidad única, el Kairos de la Batalla Final! Como siempre ha ocurrido, y como no podría ser de otro modo dado el sitio infernal en que os halláis, soy portador de buenas y malas noticias para vosotros. Las buenas consisten en la orden del Señor de La Guerra que ahora os transmito: ¡es la Voluntad de Navután que la Espada Sabia sea transportada al sitio que habéis visto en la Piedra de Venus! Tal sitio es un Valle que se halla en las regiones del Corazón de la Argentina, muy cerca del Cerro Uritorco, el Cerro de Parsifal, donde el Señor de la Guerra, en un pasado remoto, depositó su Bastón de Mando junto a una Fortaleza construida por Guerreros Sabios que lo conocían como “Cacique Vultan”. En otro Cerro, de ese valle que habrá que localizar, se encuentra una Caverna Secreta construida por los Atlantes blancos y protegida por las Vrunas de Navután: ¡Allí debe ser llevada la Espada Sabia! Os preguntaréis por qué debe hacerse esto y os responderé que se trata de uno de los actos fundamentales de la Batalla Final: se trata, en verdad, del enlace entre los Dioses y los hombres dormidos. Los Señores de Tharsis, como los Señores de Skiold y otras Estirpes semejantes, son hombres despiertos que siempre han contado con un Misterio Revelado y una Piedra de Venus para obtener la orientación hacia el Origen y la Iniciación Hiperbórea. Incluso a vuestra Estirpe le fue encomendado iniciar de ese modo al Señor de la Voluntad y el Valor Absolutos, al Führer de la Raza Blanca. Por eso se os hará difícil imaginar a un Iniciado de la Orientación Absoluta, a un Pontífice Hiperbóreo capaz de construir en todo tiempo y lugar el puente indestructible entre lo Creado y lo Increado, entre la Ilusoria Actualidad y la Realidad del Origen. Tal Iniciado no requiere otra referencia que Sí Mismo para orientarse hacia el Origen, él es su propia “Piedra de Venus”, y no puede ser desorientado, ni engañado, ni desviado de ninguna forma de su Misión Estratégica.
¡Y tal Iniciado, Sangre de Tharsis, ya está en la Tierra! ¡Sí. El Señor de la Orientación Absoluta se encuentra aguardando que la Espada Sabia sea puesta en la Caverna Secreta, para conducir hacia la Piedra de Venus a los hombres dormidos, a los hombres que, no obstante su inmersión en la Ilusión, manifiestan la voluntad de liberar al Espíritu Eterno de su prisión material! ¡Si tal enlace llegase a ocurrir, el contacto entre los hombres dormidos y los Dioses, entonces, inevitablemente, habrá comenzado la Batalla Final en la Tierra!
¡Sí! Este Iniciado fundará una Orden de Constructores e instruirá a sus miembros en la Sabiduría Lítica de los Atlantes blancos. Luego, como os he dicho, les enseñará las técnicas necesarias para que encuentren la Piedra de Venus, aún cuando la misma se halle tras las Vrunas de Navután. Muchos serán los Elegidos que anhelarán la Piedra de Venus, la Puerta del Otro Mundo, pero sólo uno de entre ellos será Noyo. Y ese Noyo, que escuchará la Lengua de los Pájaros, será capaz de hallar la entrada de la Caverna Secreta y unirse a uno de vosotros y a la Espada Sabia. A partir de ese momento se librará la Batalla Final sobre la Tierra. ¡La orden de Navután significa, pues, que debéis aproximar la Espada Sabia al Pontífice que la está aguardando, cumpliendo así la última etapa de la Estrategia de los Dioses Liberadores!
Sangre de Tharsis: sé que cumpliréis sin vacilar la Orden del Señor de la Guerra mas, para mejor hacer, recomiendo prestar atención a las malas noticias que os traigo. Ante todo, tened presente que el Mundo actual donde os movéis, fuera del cromlech, está bajo observación permanente por parte del Enemigo. No resultará fácil, en estas condiciones, retirar la Espada Sabia del Centro para llevarla al Valle de Avalón. Aunque la distancia en kilómetros aparente ser muy corta: en verdad, si no tomáis precauciones apropiadas, nunca podríais llegar a destino, por muy breve que sea el camino a recorrer. No bien la Espada Sabia sea puesta fuera del cromlech, su Poder distorsionador del Espacio y del Tiempo revelará al Enemigo en qué Mundo se encuentra el Mal, la Muerte del Alma, y hacia allí correrán los Demonios Inmortales para impedir el sacrilegio a la Ley de El Uno. ¡No! ¡Si no procedéis de acuerdo a la Más Alta Estrategia de la Guerra Esencial, jamás llegaréis al Valle de los Tres Picos con la Espada Sabia!
En segundo término, y ahora os anunciaré las malas nuevas, debéis contar con que la situación se agravará a medida que transcurren los años, hasta tornarse totalmente imposible la reunión entre la Espada Sabia y la Orden de Odín. Habrá que obrar, pues, en el tiempo justo: la Orden buscará la Espada Sabia y coincidirá con Ella en el Kairos de la Batalla Final. Pero, para que esto se concrete, sólo uno de vosotros irá con la Espada al Valle de los dos Ríos; el otro no tendrá más alternativa que cubrir la retirada de su Hermano y Camarada. No disminuiré los riesgos que implica semejante táctica: quien se quede, deberá atraer sobre sí toda la atención del Enemigo, estando preparado para soportar una presión física y astral cuya intensidad supera de lejos la resistencia humana normal. Pero vosotros sois Iniciados Hiperbóreos, Hombres de Piedra, vuestro Yo se halla aislado del Alma por la Vruna de Navután, vuestro Espíritu Eterno ya vislumbra el Origen, tenéis la posibilidad de resistir y vencer. Quien de vosotros se quede, y enfrente al Enemigo, tal vez muera en este Mundo. Sin embargo su ausencia se extenderá por poco tiempo, hasta la Batalla Final.
Os dije que la situación se agravará. Os digo ahora que ya ha comenzado a agravarse. Las fuerzas militares que apoyaban a Noyo pronto serán debilitadas por una ofensiva de la Sinarquía Internacional. En los próximos años operarán aún fuerzas patrióticas, mas carecerán de Poder Político. La guerrilla apátrida será derrotada militarmente pero la subversión sinárquica que la generó, por el contrario, acabará apoderándose del Gobierno de esta Nación, subordinando de inmediato el Poder Político al Poder Económico Internacional. Se llegará entonces a un estado de dependencia financiera irreversible entre la Nación y la Alta Banca Mundial. La conspiración apuntará a convertir a la Nación en una Colonia moderna, una Colonia cuyos colonos serán invariablemente miembros del Pueblo Elegido. ¡Sí! ¡Aunque parezca fantástico, millones de judíos planean asentarse en este suelo! Ello no es casual: la elección obedece a que se procura detener, o retrasar lo más posible, la Batalla Final, dando tiempo a la formación del Gobierno Mundial del Pueblo Elegido. Y porque el Pueblo Elegido sospecha que, de algún modo, esta Nación jugará un papel fundamental durante la Batalla Final, es que se ha decidido a ocuparla y destruirla.
¡En ese contexto diabólico os tocará actuar, Sangre de Tharsis! ¿Qué ocurrirá si tenéis éxito? En el mejor de los casos sucedería una triple coincidencia: aparte de encontraros con el Pontifex Maximus, el Señor de la Orientación Absoluta, causado por este mismo hecho, puede suceder que surja como un trueno la Voz del Pueblo, el Líder carismático de la Sangre Pura. En coincidencia con vosotros y el Pontífice, en el mismo momento que los hombres dormidos comienzan a despertar a la realidad del Origen que revela la Piedra de Venus, el Líder carismático sería reconocido por todos como único representante de la Función Regia y se pondría al frente de esta Nación, levantándola de entre la ruinas morales y materiales en que la hundió la conspiración sinárquica. Entonces sobrevendrían días de esplendor nunca vistos. La Nación se erigiría como una de la Potencias Espirituales de la Tierra. Los Guerreros Sabios y la Sabiduría Hiperbórea, como en los tiempos de la Atlántida, se exhibirían a la luz del día, mientras en el resto del Mundo los hombres espirituales se apresurarían a llegar hasta aquí, en tanto que la Sinarquía Universal y el Pueblo Elegido se prepararían para librar la Batalla Final. No debéis olvidar, pues, en la Estrategia a seguir, la Función del Líder carismático. ¡El será reconocido por todos y El os reconocerá! Si Os lo reclama en su momento: ¡A El debéis brindar el auxilio de la Sabiduría Hiperbórea, para que realice con éxito la misión de extremar al máximo la tensión dramática del Fin de la Historia!
Empero, si el Líder carismático no coincide en el Kairos, y no se presenta, la Batalla Final será igualmente inevitable desde el momento que los hombres dormidos encuentren la Piedra de Venus y se reencuentren con su Origen Extraterrestre, y reclamen a los Dioses por la Liberación del Espíritu. Entonces los Dioses Leales al Espíritu del Hombre, como lo tienen decidido desde los días del hundimiento de la Atlántida, acudirán por última vez en rescate del Hombre Hiperbóreo. Y ese descenso, esa Batalla Final conducida por Navután, el Señor de la Guerra, y supervisada por Ama, la Virgen de Agartha, señalará el Final de la Fraternidad Blanca y de su infernal Morada Solar, la Llave Kâlachakra de Chang Shambalá.
Resumiendo, vuestra misión consistirá en transportar la Espada Sabia a la Caverna Secreta, en el Valle sobre el Soto. La Epoca se presenta como la menos propicia para ejecutar tal operación, y por eso habréis de desarrollar tácticas separadas: uno de vosotros llevará la Espada Sabia, en tanto que el otro servirá de señuelo para distraer la atención del Enemigo. Quien realice lo primero, deberá emplear con maestría la Vía de la Oposición Estratégica para desplazarse con su valiosa carga. Vale decir, que primero dispondrá de una alforja con un surtido suficiente de lapis oppositionis, o sea, de piedras arquetípicamente indeterminadas, de piedras poseedoras de una dimensión ilimitada, infinita, obtenida por la plasmación del Signo del Origen que vosotros proyectaréis sobre ellas. El Iniciado que tal haga, se moverá sobre un camino estratégico, impredecible para el Enemigo, aún cuando El sepa que La Piedra de Venus se está desplazando entre los Mundos de Ilusión. Irá siempre aislado por el Arquémona Vrúnico Infinito, y colocará, tras cada tramo de distancia estratégica del Laberinto, un lapis oppositionis en el camino: dejará así un obstáculo insalvable para el Enemigo, una Piedra de Tropiezo y Desviación, una prueba del Infinito Actual del Espíritu Eterno. El Principio Increado del obstáculo, del lapis oppositionis, causará el desconcierto absoluto del Enemigo: frente a él no hay referencia posible, todos los Mundos se confunden, la Ilusión se torna Uno. Y mientras que el Enemigo se recupera, e intenta localizar el rastro, el Iniciado Hiperbóreo avanzará en oposición a las Potencias de la Materia un nuevo meandro del Laberinto, situando entonces otro lapis oppositionis tras de sí. Sólo así, si se mueve en oposición estratégica, y cuenta con el concurso de otro Iniciado que se desplace simultáneamente hacia una dirección diferente, atrayendo sobre sí el interés del Enemigo, conseguirá llevar la Espada Sabia al Valle de la Candelaria.
El segundo Iniciado Hiperbóreo también llevará algunos lapis oppositionis, pero los irá plantando en distancias más extensas, dando tiempo al Enemigo para que siga su rastro y crea que la maniobra es llevada a cabo por un solo Hombre de Piedra, al que tarde o temprano se conseguirá capturar. Por supuesto que si ello ocurre, si el Enemigo logra apoderarse del Segundo Iniciado, la operación estará cumplida de todos modos, pero nadie lo salvará de las represalias de los Demonios Inmortales. Estos son los riesgos que habréis de correr para cumplir con la orden del Señor de la Guerra. ¡A vosotros os toca decidir quién llevará la Espada Sabia y quién distraerá al Enemigo, y descubrir la oportunidad, el kairos, para actuar!
Señores de Tharsis: He dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos, agregar nada más. Os reitero el saludo de Navután y me despido hasta la próxima coincidencia en el Kairos de la Batalla Final. ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –nos deseó nuevamente el Señor de Venus, levantando el brazo derecho para expresar el Bala Mudra.
–¡Salve, Capitán Kiev! –respondimos, practicando también el Bala Mudra, que siempre fue el saludo secreto de la Casa de Tharsis.