LIBRO SEGUNDO - DIA 54


Quincuagesimocuarto Día


Cuando Nimrod y Ninurta se convencieron de que el rayo sónico OM no podía contra ellos se aprestaron a invadir el Umbral. El pasillo era lo suficientemente ancho como para que pudiesen avanzar de a cinco a la par, cosa que hicieron a la carrera. Al frente iba la espectral figura de la Princesa Isa, seguida por Nimrod, Ninurta y el resto de los arqueros, menos una docena que quedaron de guardia a la entrada. Aquella caverna, construida con el fin de atemorizar a los aspirantes a servir al Demiurgo, tenía las paredes cubiertas de bajos relieves monstruosos y leyendas misteriosas e impías. También existían puertas laterales que daban a ciertas “cámaras” en donde la Demonia Dolma suele presentarse en su lasciva desnudez, rodeada de una corte de Sacerdotisas prostitutas. Ella es la encargada de “guiar”, y “hechizar” a los adeptos que ignoran los peligros de la magia sexual.
Estas y otras muchas trampas alucinantes, destinadas a confundir y someter la voluntad de los ingenuos aspirantes que suelen aventurarse a atravesar el Umbral, se hallaban montadas, acechantes, en toda la interminable longitud del siniestro pasillo. Pero ninguno de tales trucos podía detener a los que estaban más allá de los sentidos; a los que sólo oían la Voz de la Sangre Pura; a quienes su determinación los había llevado a luchar al Cielo.
La vanguardia Kassita llevaba recorrida una longitud de dos estadios cuando el túnel concluyó abruptamente dando lugar a tres salas, una a continuación de la otra, en cuyas entradas grandes inscripciones en varios idiomas permitían saber que se hallaban en el “Templo de la Ignorancia y del Aprendizaje” o en el “Templo de la Fraternidad” o en el “Templo de la Sapiencia”. La primera sala se hallaba vacía, salvo un altar con los odiados símbolos de Enlil. La segunda poseía dos altares y dos enormes columnas de basalto a su entrada. La tercera ostentaba un suntuoso altar con un ataúd y, grabados en paredes y techos, los símbolos más obscenos y malditos que nadie podía concebir sin perder la razón. Y en todas las salas había ricas alfombras y tapices cubriendo pisos y paredes; y sahumerios aromáticos que impregnaban el espacio, suavemente iluminado por varias lámparas de aceite. Las tres salas, tan curiosamente decoradas, constituían sin duda un espectáculo inusitado para aquellos hombres aguerridos que minutos antes se encontraban en una humilde ciudad del desierto. Sin embargo, estos extraños ambientes no pudieron ser debidamente apreciados por los Kassitas pues la lucha comenzó tan pronto ingresaron en la primera sala. Allí un grupo de los “Guardianes del Umbral”, Hiwa Anakim, semejantes a los que Nimrod decapitara momentos antes, les cerraban el paso.
A pesar de poseer aspecto fiero, y de ser bastante grandes en tamaño, esos engendros de la magia negra no son muy efectivos para la lucha. Han nacido de la cópula entre los Dioses Traidores y las hembras del animal hombre en la ceremonia del Sabbat, que es antiquísima, de la Epoca en que dichas prácticas destruyeron a la Atlántida. Muchos millares de tales seres demoníacos viven en Chang Shambalá (o Kampala o Dejung, etc.), son totalmente imbéciles y sirven en los “Ejércitos” de la Gran Fraternidad Blanca. Empero, hay personas más imbéciles que los Hiwa Anakim:, son quienes al verlos los toman por “Angeles” o “extraterrestres”.
Los Guardianes rodeaban a un anciano calvo, semidesnudo, de raza amarilla, que parecía un habitante de las lejanas montañas Kuen Luen. Tenía en sus manos un Dordje o Cetro de Poder, esto es, un transductor poderosísimo que permite operar a modo de “llave” o “gatillo” en toda la gran maquinaria resonante que es el Universo material. El Cetro, una vara con cabeza esférica de piedra, emitió un rayo bermejo que golpeó secamente el pecho del General Ninurta arrojándolo fulminado en el piso. Pero el Enemigo no tuvo tiempo de alegrarse de este golpe pues una certera flecha atravesó el corazón del Demonio amarillo provocando, tan extraordinaria respuesta, gran confusión entre los Hiwa Anakim. Ahora el choque se hizo inevitable; mientras unos Demonios arrastraban el cadáver del viejo hasta el “Aula del Aprendizaje”, otros se dirigían, espada en mano, hacia los guerreros Kassitas. Una lluvia de flechas mágicas cayó sobre ellos, pero en ambiente tan reducido pronto la distancia se acortó y hubo que pelear cuerpo a cuerpo. Ya habían caído varios Demonios acribillados y algunos más no tardaron en seguirlos por el efecto de las espadas Kassitas. Nimrod abrió un claro entre los atacantes y, seguido de su escuadra, pasó a la siguiente sala. Allí la lucha se hizo encarnizada y se vio que el número de Demonios era elevado.
Pero Nimrod estaba enfervorizado. Había distinguido, a través de la segunda sala, a un personaje resplandeciente, que dirigía el ataque. Se asomaba por momentos al Templo de la Sapiencia desde una puerta que parecía dar a un amplio patio, pero luego de gritar órdenes se apartaba para dar paso a otros torpes Hiwa Anakim. Era un Nefilim, uno de los “Dioses Traidores”, pero Nimrod, impresionado por su aspecto Divino y sus grandes alas blancas, le tomó por el mismo Enlil. Apuntó cuidadosamente y disparó cuando la imagen del Nefilim se dibujó en la puerta. La flecha trazó una suave curva en el espacio y fue a dar directamente al pecho del Demonio, rebotando como si hubiese pegado contra una roca.
–¡Perro Nimrod! –gritó el Nefilim con el rostro desfigurado por el odio–. ¿Así respondes a nuestra oferta? Ahora morirás, tú y todos los tuyos. Serán pasto de nuestros Hiwa Anakim que, por cierto, tienen buen apetito.
Dicho esto se apartó de la puerta, mientras un tropel de Demonios irrumpían hacia Nimrod mientras éste observaba horrorizado cómo muchos Hiwa Anakim se entregaban a devorar ferozmente a los guerreros caídos. Esta visión arrancó un grito de espanto al Rey Kassita y mientras su espada mantenía a raya a los atacantes, observaba que las bajas eran terribles entre su Elite de arqueros. Ese fue el momento en que dio la orden de buscar refuerzos. Unos momentos después miles de guerreros irrumpían en los malditos Templos de la iniciación sinárquica.
Pronto los Hiwa Anakim fueron sobrepasados y Nimrod tuvo tiempo de reunir a sus arqueros sobrevivientes. Quedaban menos de la mitad pero los refuerzos llegados eran impresionantes, al extremo que amenzaban saturar los tres Templos que ya habían sido tomados. Había que intentar una salida hacia el patio exterior. Nimrod espió por la puerta en que viera al Nefilim y comprobó que daba al patio de un enorme Palacio, en medio de una ciudad ciclópea. Un cuadro que quitaba el aliento.
Es que estaban en el corazón de Chang Shambalá, muy cerca del Palacio del Rey del Mundo. El conjuro de los Iniciados cainitas había sido tan efectivo, apoyado, desde luego, por el Misterio de la Sangre Pura, que la Serpiente de Fuego les había allanado las Siete Murallas. El túnel de la iniciación sinárquica las atraviesa, para que los discípulos del Demiurgo puedan llegar hasta los Maestros de Sabiduría. Pero conviene que haga algunas aclaraciones. A pesar de todo lo que se ha visto hacer a los Iniciados cainitas y a Nimrod, no se trata de magia la clave para llegar a Chang Shambalá, sino de Estrategia. De nada valdría que alguien pudiera “abrir la puerta” si su Espíritu se encuentra dogmatizado o es víctima de cualquiera de las tácticas psicológicas que emplea la Fraternidad Blanca para lograr la Sinarquía Universal. Por eso la verdadera hazaña de Nimrod fue atravesar el túnel y los tres Templos con las armas en la mano, lo que habla, y hablará para siempre, de la Sangre Más Pura de la Tierra. Porque esos lugares son las cámaras de engaño más poderosas que existen en el mundo. Nada se les puede igualar, ni los tratamientos con drogas que puedan emplear los Servicios Secretos de Occidente, completados con hipnosis, ni cualquier otro sistema de “programación psíquica”. Quienes van a parar allí, personas útiles a la Sinarquía, Jefes de Estado, religiosos, Reyes, personas ricas e influyentes, presidentes de corporaciones, etc., “retornan completamente hechizados, dispuestos a trabajar de lleno para cumplir su misión”. Son los “Iniciados” de la Sinarquía, han “muerto” y “vuelto” a “nacer”; pero lo que en realidad ha muerto en ellos es el Espíritu, el Recuerdo de Sangre, que ahora, sumidos en una total confusión estratégica, ya nunca sentirán.

En el patio exterior al Templo de la Sapiencia, donde se habían atrincherado los valientes kassitas, toda una legión de Hiwa Anakim espada en mano y varias escuadras de Sheidim, los enanos de piel terrosa, esperaban inquietos. Estos enanos, de enorme cabeza, son el producto de la cópula ritual entre los hombres y ciertos animales, durante las orgías de magia negra atlante. Transportados en masa a Chang Shambalá, luego de la hecatombe, habitan en lóbregas cavernas y realizan toda suerte de tareas para los “Maestros”. Ultimamente han sido “re-descubiertos” en Occidente como acompañantes de tripulantes de O.V.N.I.S., pero, en verdad, se trata de una especie terrestre milenaria. Dominan un arma antipersonal paralizante que da sensación de frío y puede producir desmayos pero que no es mortal. Se muestran agresivos y son de temer si no se les conoce y no se poseen los conocimientos necesarios para neutralizarlos. Pero cuando llevan las de perder son cobardes y huyen en desbandada. Son feroces carnívoros pero no gustan la carne humana como los feroces Hiwa Anakim. Ellos son los responsables del robo de reses, mutilaciones de animales y succiones de sangre, así como los Hiwa Anakim suelen desayunarse con desprevenidos ciudadanos que jamás vuelven a “aparecer”.

La vista del patio exterior no podía ser más espeluznante, pero Nimrod deseaba enfrentarse al cobarde Nefilim y vengar las horrorosas bajas producidas entre sus hombres por los gigantes antropófagos. Para ello trazó una simple Estrategia. Enviaría a la infantería en horda seguidos de una vanguardia de lanceros. Atrás quedaría la Elite de arqueros protegiendo la retaguardia y disparando permanentemente a los blancos más seguros. En la confusión Nimrod intentaría llegar hasta el Nefilim.
El Emin Nefilim cuyo nombre era Kokabiel, uno de los doscientos Dioses Traidores que vinieron de Venus, siguieron el Sendero de la Mano Derecha y fundaron la Fraternidad Blanca o Jerarquía Oculta de la Tierra, se hallaba dirigiendo a sus huestes de pesadilla escudado tras una enorme fuente de surtidor. Su aspecto era deslumbrante pues estos Demonios son orgullosos y sienten placer por mostrar una apariencia bella, tratando vanamente de competir con Kristos Lúcifer, Señor de la Belleza Increada.
Nimrod dio la orden de atacar y una horda de guerreros Kassitas se precipitó contra la cerrada formación de los Demonios. Los enanos dispararon sus armas de “cinturón” y produjeron algunos tropiezos entre los primeros guerreros, pero pronto se vio que el ímpetu que llevaban haría imposible detenerlos de ese modo. Comenzaron a llover docenas de flechas al tiempo que chocaban las dos vanguardias generándose una tremenda refriega. En ese momento Nimrod, que se había dirigido aparentemente en sentido contrario, cayó de dos saltos sobre Kokabiel intentando degollarlo con un filoso puñal de Jade. Esa arma, procedente de China, la había recomendado Isa como muy efectiva para abatir a los Demonios.
Rodando en mortal abrazo dos Hiperbóreos enemigos, el blanco Nimrod y el tenebroso Kokabiel, jugaban sus inmortales e ilusorias vidas tratando de apuñalarse mutuamente. Era algo que no se veía desde 8.000 años atrás.
Pero sus cuerpos pertenecían a dos Razas distintas. Kokabiel era enorme, casi el doble de tamaño que el valeroso Nimrod, y esa ventaja física, sumada a su odio que constituía una energía casi palpable, abrasadora, ponían en aprietos al Rey Kassita.
–¡Muere, Perro Nimrod! –gritó el Nefilim mientras presionaba el cuello del Rey Kassita, sorprendido en mortal llave de lucha.
–¡Muere y regresa al mundo infernal de los humanos mortales! –comenzaron a crujir los huesos del infortunado Rey.
–¡Imbécil Nimrod! ¿Querías conquistar el Cielo? El castigo será terrible. Te encadenaremos de tal forma que regresarás a la conciencia mineral o, peor aún, al mundo elemental de las larvas etéricas. Y tardarás milenios en quitarte la rueda del Karma, maldito Nimrod. Y con tu pueblo haremos un escarmiento definitivo. ¡Será borrado de la faz de la Tierra! Pero tu derrota será recordada siempre por el linaje habiro de YHVH. –¡Crack!, sonó lúgubremente el espinazo de Nimrod al partirse.
–Ja, Ja, Ja, –reía cínicamente Kokabiel–. Sí que te va bien ese nombre: “Nimrod, el Derrotado”. Así serás recordado, perro Nimrod. Ja, Ja, Ja. ¡Ahhaha! –aulló horriblemente el Nefilim al advertir que el cuchillo de jade había penetrado hasta la empuñadura en su cintura.
En todo momento de la lucha había tratado Nimrod de hundir el arma pero ésta resbalaba en la coraza electrostática con precipitación mineral que lo protegía. Al fin, cuando se sintió morir, difundió su conciencia en la Sangre, a la manera hiperbórea, y dejó que el último esfuerzo de su brazo fuese guiado por los impulsos primordiales. Y entonces la mano, temiblemente armada, se disparó directamente a un punto de la cintura del Nefilim, justo sobre el hígado, adonde un vórtice de chakra generaba un punto débil en la armadura.
Ahora Kokabiel estaba muerto, y nunca más viviría en este Universo, tal es el misterio que tratan de ocultar los Demonios Nefilim de Chang Shambalá. Pero Nimrod agonizaba junto al gigantesco cadáver…
Al caer Kokabiel un súbito desconcierto se generó entre las huestes demoníacas. Sin embargo las voces de otros cobardes Nefilim los incitaban a luchar sin retroceder. La matanza era terrible y la sangre cubría ya gran parte del patio, sembrado con cientos de cadáveres. Una escuadra de zapadores comenzó a incendiar los corredores adyacentes y pronto ardió el Palacio que se hallaba, evidentemente, evacuado. En medio de la confusión, algunos guerreros sentaron al Rey arquero contra la rumorosa fuente y le vieron sonreír mientras el titilar de las voraces lenguas de fuego proyectaba sombras danzantes sobre su rostro. También le vieron hablar con el espectro de Isa. Algunos hasta pudieron oír con claridad lo que decían:
–Oh, Isa. ¿Dónde has estado Princesa?
–Muy lejos, Valeroso Nimrod –respondió la Iniciada muerta–. El monstruo de fuego Enlil me transportó fuera del mundo terrestre, hasta la Casa de su Amo Shamash, el Sol. Allí vi una Ciudad de Fuego, con los Demonios más infernales que nadie puede imaginar. Había once “Dioses” semejantes a Enlil. Y uno, Oh Nimrod, que no puede ser descripto por ningún mortal sin correr el riesgo de perder la cordura. El monstruo más espantoso y abominable que imaginarse pueda en una eternidad de locura. ¡Y habitaba en Shamash! ¡Y todo, Oh Nimrod, todo lo existente, todo cuanto vimos aquí, en este Infierno, y en otros muchos mundos que atravesó el monstruo, todo estaba vivo, palpitaba, y era parte de El!
Pero debes alegrarte, Oh Nimrod, porque ni El pudo con el signo primordial de HK. –¡Tórnate árbol! –le ordenó Shamash al Dragón Enlil– y confunde en la gnosis primordial de tus frutos a ese Signo que nos recuerda al Incognoscible!
–De pronto, intrépido Nimrod, me hallé en la copa de un árbol espino, un Manzano, un Rosal, un Almendro, un árbol que los era todos a la vez, un árbol cuyos frutos contenían el Secreto de la Serpiente, la Sabiduría del Creador Enlil, el Conocimiento que cuidan los Demonios porque es la heredad de los animales hombres y de los Pueblos Elegidos por El. Ese árbol colgaba de negros abismos y llegaba hasta Shamash. Comencé a descender y muchas criaturas infernales me acechaban, pero todas huían al comprobar que portaba el Signo. Me encontraba muy preocupada pues debía cumplir la misión de hallar el Sendero de Regreso al Origen, tal como nos fue encomendado por los Sabios cainitas. Toda la esperanza de la Raza estaba puesta en mí y no podía fracasar. Y para colmo de apremios percibía la Voz de Shamash que hablaba al Perro del Cielo y decía:
–¡Oh Sirio! ¡Oh Sión! ¡Oh Divino Can! Tu nunca mancillada Faz debe contemplar como los seguidores de Kristos Lúcifer, el enviado del Incognoscible, se alzan contra el Plan de El Uno, desafían las leyes cósmicas y buscan abandonar el Universo de los Soles. ¿Permitiremos nosotros, los Arquitectos de Todos los Mundos, que los Espíritus esclavos se liberen del yugo de los ciclos, de los manvantaras y de los pralayas? Responde, Oh Tú, que vives en la Paz del Uno. Dinos si podemos aceptar que el ungido Lúcifer, el Kristos, revele el Misterio del Vril a los Espíritus atados a la evolución de nuestras Santas Voluntades. Pues he aquí que El Enviado se ha instalado en nuestra Mansión, y desde allí alienta la Redención de la Sangre Pura. Ilumina el interior de los hombres con un nuevo Sol que nadie ve, un Sol Negro que recuerda al Origen Divino del Espíritu y despierta la Nostalgia del Regreso. ¿Permitiremos esta abominación, Oh Sirio? Si ellos descubren el camino de Regreso a los Mundos Increados ¿qué será de nuestras cadenas planetarias, confiadas al desenvolvimiento dudoso de las mónadas? ¡Debemos impedirlo! ¡Oh Sirio-Sión, Perro del Pastor Uno que cuidas del Rebaño Cósmico, hunde tus dientes en la Serpiente Redentora y líbranos de la amenaza de liberación espiritual para que continúe eternamente la esclavitud de aquellos que son semejantes al Incognoscible sin saber qué son!
–¡Oh Nimrod, no temas! –exclamó la Princesa al comprobar que el rostro del moribundo Rey Kassita se ensombrecía–. ¡Hemos triunfado, Oh Tú, el vencedor de Kokabiel! Mientras los Demonios hacían oír sus blasfemas voces por todo el orbe yo trataba de cumplir con la misión de la Raza y hallar el Sendero de Regreso. Para ello concentraba mi atención en el Sol Negro, pues ésa es la única manera de conservar la ventaja estratégica obtenida por la pureza de sangre, cuando una luz vivísima partió desde atrás de ese Centro Racial. Era un rayo verde, de una pureza inefable, que atravesaba el Centro Increado y revelaba, para nuestra Estirpe, la Puerta Original de las Mansiones Perdidas. ¡Oh Nimrod, en un instante todo se tornó claro, toda confusión se disipó! Ya no podría perderme jamás porque ahora sabía que nunca nos habíamos extraviado, ni confundido, ni pecado, ni caído. Ni siquiera nos habíamos movido nunca. ¡Oh, Nimrod! Al disiparse la totalidad del Gran Engaño he tenido la certeza de que ya no tendríamos que regresar porque estábamos allí sin saberlo. ¡Hemos conquistado la Libertad del Espíritu, Valiente Nimrod! Y la posibilidad absoluta de ser nosotros mismos nuestra propia creación, de ser nosotros la matriz de nuestro propio parto. ¡Es la Voluntad del Incognoscible, Divino Nimrod, que lo podamos todo!
Pronunció las últimas palabras la Princesa Isa, acompañando el suspiro final del Rey Hiperbóreo: –Ya poseía el Secreto del Regreso al descender del espino, cuando os vi en la entrada de la infame caverna iniciática, pero era bueno para dar prueba de la pureza alcanzada por el linaje de Kus que se librara la Batalla Final entre los Kassitas de Nimrod y los Demonios de Chang Shambalá. Para que perdure en la memoria racial de los hombres aún encadenados el recuerdo de esta hazaña y sea evocada al fin de la Era del Pez, cuando los Trece Dioses recuperen la Corona de Lúcifer y despierten definitivamente a los pueblos hiperbóreos. Entonces caerá Chang Shambalá con sus Demonios, y en un Holocausto de Fuego sin fin sucumbirá la maldita obra del Demiurgo Jehová Satanás.

Nimrod yacía muerto en Chang Shambalá. Junto a él, con una mueca de horror indecible en el crispado rostro, estaba el cadáver del Nefilim Kokabiel, quien había sido Maestro de hechiceros y magos. Su Ciencia había resultado inútil ante la tenaz decisión de los puros Kassitas y dicho fracaso demostró que para el hombre, trasmutado en Hombre de Piedra, siempre es posible luchar contra los Demonios y vencer. Claro que esa victoria espiritual puede ser también una derrota, si es medida con la vara del animal hombre. Porque, de hecho, es considerado como “derrota” toda victoria que no trae aparejado un éxito material comprobable con las pautas morales de las sociedades “sinarquizadas”. Pues la moral de una sociedad es función de su Cultura y, ya se vio, “la Cultura es un arma estratégica” para la Sinarquía. Por eso quienes luchan contra las fuerzas satánicas, los hombres despiertos, serán siempre tildados de “derrotados”. Y por eso el Gran Ser que ilumina el Sendero Interior de los hombres, Kristos Lúcifer, es llamado el Dios de los Perdedores: porque todos sus seguidores siempre “pierden” durante el Kaly Yuga.

Yacía pues Nimrod, el Derrotado, muerto en Chang Shambalá. Sus bravos Kassitas habían sido completamente exterminados en una vasta área de la Ciudad Maldita, hasta donde los condujo su furor guerrero. A la luz reverberante de los últimos fuegos podía observarse el osario espantoso en que se tornaron los Templos y los patios. El primer Palacio, llamado “Mansión de los Manúes”, adonde se depositaban los anales de las Razas Raíces y que era utilizado por los Maestros de Sabiduría para entrenar a sus enviados, fue reducido a cenizas. Un enorme Monasterio y varios templetes dedicados a “divinidades menores”, siempre destinados a entrenar “enviados” o sea a engañarlos tácticamente, también sufrieron los efectos del fuego. Comparado con estas importantes pérdidas, la resistencia ofrecida por los Demonios había sido mínima. Sólo arriesgaron su pellejo el vil Kokabiel y el Maestro Chino que empleó el Dordje, limitándose a enviar contra los guerreros Kassitas legiones de gigantes Hiwa Anakim y de enanos Sheidim. Como se diría ahora, utilizaron una “masa táctica” compuesta de “robots” o “androides”. Es que ellos no pueden arriesgar sus vidas pues son muy pocos. Hace millones de años eran doscientos. Nimrod liquidó a uno… Seguramente cueste creer que tan pocos sean capaces de tanto. Pero debe pensarse que Ellos poseen el “apoyo” de miles de “Maestros”, o sea de “Iniciados” animales hombres, Almas de grado evolutivo superior, y cuentan con el dominio estratégico de la conciencia planetaria.

Aquel “medio día” interminable permaneció inalterado durante toda la Batalla de Nimrod y se puede considerar su extensión aproximada como de unas doce horas. En el momento en que el Rey Kassita expiraba y se extinguía el combate en Chang Shambalá, el último prodigio sacudía a Borsippa. Habían ya subido al Cielo todos los guerreros disponibles, más de cuatro mil, incluyendo algunos visitantes, y la ciudad presentaba entonces un extraño aspecto. Con esa muchedumbre compuesta mayormente por mujeres y niños que no cesaba de gritar, superponiéndose sus protestas a un fondo de música guerrera tañida por la Iniciadas cainitas. Y esa torre imponente, erguida hasta el Cielo en abierto desafío. Y ese árbol espino en su cúspide, ese árbol rosáceo que simboliza la sublimación de la materia por parte de El y su encaje en las Jerarquías Cósmicas cuyo supremo regente es aquel que se autodenomina “Uno”. Y ese medio día interminable, sin la imagen de Shamash... ¡Verdad que Borsippa presentaba un raro aspecto en ese, su último día!

Ya no había esclavos en Borsippa; el linaje de Yah, la sangre de Abram, los pastores habiro, serían salvados. Pero tampoco había cobardes para huir cuando la lenteja plateada apareció en el cielo. Todos quedaron mudos de asombro mientras el gran ojo de plata emergía de una sospechosa nube. Y todos murieron en sus puestos cuando el rayo atómico dio de lleno en la Torre de Nimrod. El calor desarrollado fue tan tremendo que la arena se fundía y chorreaba como el agua. Un huracán mortal, un círculo expansivo de fuego, partió de Borsippa matando a cualquier ser viviente en diez millas a la redonda.
Se empleó otra de las armas tácticas atlantes dando así cumplimiento al ruego que Enlil y Shamash hicieran al Perro del Cielo, Sirio-Sión, y que la Princesa Isa presenciara. Y una vez consumado el ataque, la lentícula de plata desapareció de toda vista física para retornar al centro de donde había sido proyectada, en Chang Shambalá.

Al disiparse el humo sólo se sostenía en pie la séptima parte de la Torre de Nimrod; Shamash continuaba su viaje hacia el Occidente y el árbol espino y la Puerta del Cielo ya no existían. La pesadilla había terminado: el Umbral estaba a salvo para continuar prestando sus servicios a las iniciaciones sinárquicas y los Hijos del Sol de Medianoche habían fracasado nuevamente.
Sólo quedaría el recuerdo racial de la gran hazaña de Nimrod y los restos calcinados de su Torre, tal como pueden verse aún hoy en la Torre de Borsippa, con la arena vitrificada por el calor nuclear adherida todavía, tras los milenios, a sus muros. Y también perdurarían las calumnias inventadas por los pastores habiros y recogidas por la tradición árabe y judía. En el Talmud y en diversos escritos rabínicos puede leerse, convenientemente alterada, parte de esta historia. Se menciona allí a la Torre de Nimrod “desde la cual sus arqueros disparaban flechas al Cielo”, el “orgullo luciférico” del Rey Kassita, su Torre “confundida” con la de Babel, etc. También se han hallado tablillas de arcilla grabadas en escritura cuneiforme, que cuentan más objetivamente los hechos, y numerosos Kudurros, piedras grabadas que solían colocarse en Templos o como límites territoriales, con referencias a la hazaña de Nimrod.
Quizá de todas las falsificaciones hechas en torno a esta gesta hiperbórea, la más insidiosa sea la referencia de H.P. Blavatsky en la Doctrina Secreta, adonde se escribe que “una élite de sacerdotes asirio-babilónicos descubrió la manera de escapar al Plan de Evolución del Logos Solar y abandonó la Cadena Planetaria, junto con su pueblo, rumbo a las ‘estrellas’, donde continúan su evolución”. Es decir que la mencionada agente de la Sinarquía pretende capitalizar la hazaña de Nimrod en favor de las teorías sinárquicas.
El resto del pueblo Kassita continuó dominando durante un tiempo pero finalmente se fundió con sus primos Hititas pues, ya se ha dicho, “una Raza que pierde sus Iniciados cainitas es una Raza moribunda” y, junto con Nimrod, habían partido para siempre la Elite de Iniciados cainitas. Sin embargo la expansión Hitita llevó a habitar nuevamente Borsippa, la cual fue en parte reconstruida, pero nadie se atrevió a tocar las ruinas de la terrible Torre.
En Chang Shambalá siempre está presente la historia de Nimrod y con la consigna de evitar futuros intentos de ese tipo es que muchos “enviados” se han ocupado durante siglos de eliminar pruebas al respecto y de confundir sobre la metodología táctica empleada en el ataque. Bera y Birsa han sido dos de los Inmortales de la Fraternidad Blanca que más han trabajado en este sentido. Sin embargo varios pueblos hiperbóreos imitaron, en mayor o menor medida, la hazaña de Nimrod: uno de ellos fue el pueblo vikingo de Groenlandia, que “abrió la Puerta”, cerrada luego por Quiblón-Colón. Otro, más reciente, es el pueblo alemán del Tercer Reich que contaba con la Sabiduría Hiperbórea de la Elite de Iniciados cainitas de la Orden Negra  el Führer de Alemania pudo así, con perspectivas de éxito, emprender nuevamente la mutación colectiva de la Raza e intentar la conquista del Cielo. Pero los resultados de esta nueva gesta hiperbórea seguramente aparecerán, a quienes se hallan bajo los efectos de la Magia Sinárquica, como una “derrota”.

Para concluir este resumen de la historia de Nimrod diré que el Rey Kassita, su bravo General Ninurta, sus Iniciados, y todo el pueblo que murió en Borsippa, emprendieron el definitivo Regreso al Origen guiados por la indómita Princesa Isa.
Mientras tanto los Demonios idiotas Hiwa Anakim devoraban sus cuerpos en Chang Shambalá y el Rey del Mundo pronunciaba su Oración vespertina, retrasada doce horas ese día por la hazaña imborrable de Nimrod.
En un Museo de La Plata, en Buenos Aires, se halla el famoso Kudurru de Kashshu, descubierto en Susa, donde formaba parte del botín del Rey elomita Shutruk-Nakhunte del siglo XII A.J.C. En él está grabada la regia figura de Nimrod pisando a la Luna y al Sol, y con una estrella de ocho puntas, símbolo del planeta Venus, sobre su cabeza. A su lado, un Zigurat, recuerda a su famosa Torre. Abajo de esta imagen hay dos columnas de escritura cuneiforme en lengua Hitita adonde se menciona la muerte del Rey y se advierte que nadie debe olvidar su hazaña. Transcribiré parte de dicho texto según la erudita versión del Profesor Ramirez de la Universidad de Salta, considerada universalmente como la más exacta:

                                                                                                                                
                 La Muerte de Nimrod
                                                                      
                 Desde una famosa Torre
                 cuyas ruinas aquí están
                 el Rey Nimrod al Cielo ha partido.
                 ¡Un día volverá!
                 Mas él no ha ido
                 a los Dioses su rodilla a hincar.
                 Con el arco tensado ha subido
                 dispuesto a matar.
                 Sus flechas a Shamash han herido
                 mas pronto ha logrado sanar.
                 Pero Nimrod se ha ido
                 aunque algún día volverá.
                 Una Diosa lo guía,
                 Isa se llama,
                 es la misma Ishtar,
                 y un pueblo lo acompaña,
                 son los bravos Kassitas
                 que junto a él lucharán.
                 Pues Nimrod ha partido
                 y con nosotros ya no está
                 aunque dicen las leyendas
                 que un día volverá
                 con su arco tensado
                 dispuesto a matar.