Decimoséptimo
Día
Llevar a cabo la última parte de los
planes de la
Fraternidad Blanca requería de una reforma en el sistema
monacal benedictino: se necesitaba, sobre todo, concentrar el Conocimiento de la Orden y controlar, desde ese centro, las
principales funciones culturales de Occidente. Y aquella reforma no se haría
esperar pues estaba prevista de antemano, vale decir, era una alternativa
estratégica de los Golen; en el mismo siglo
IX, apenas muerto Carlomagno
y cuando su dinastía se apresta a trabarse en una lucha de facciones, por los
trozos del Imperio, que duraría cien años, ya comienza a perfilarse el cambio:
en el año 814, Ludovico Pío, el Monje, brinda todo su apoyo a San Benito de
Aniane para que funde un monasterio en Aquisgrán, donde la Regla bendictina sería
aplicada con el máximo rigor. Tres años después aquel monje, que había sido
enviado a la corte carolingia por el Papa bendictino León III,
redacta y da a conocer el Capitulare
Monacorum y el Codex Regularum
que daría fundamentación inicial a la reforma de la Orden benedictina. Pero será
en el siglo X cuando el objetivo de concentrar el Conocimiento de la Orden se logre concretar
definitivamente con la ocupación del monasterio de Cluny. La demora ha de
achacarse a la compatibilidad que tal objetivo debía guardar con la seguridad del Secreto de la Orden : los Golen no podían
arriesgar, a esa altura de los hechos, un fracaso por imprevisión. Por eso la
reforma de Cluny sólo se emprende cuando se dispone de la seguridad de que no
será interrumpida.
Con la elección del sajón Enrique I,
el Pajarero, como Rey Franco y Emperador, en el año 919, entra en la Historia el
extraordinario linaje de los Otones y los Salios, una Sangre Pura que llegaría
a producir un Federico II
Hohenstaufen en el siglo XIII, “el Emperador Hiperbóreo que se opuso con
el Poder del Espíritu a los más satánicos representantes del Pacto Cultural”.
En el siglo X, ese linaje poderoso
se dedica con vigor a reorganizar el Reino, en tanto el papado cae en el mayor
desprestigio a causa de la digitación efectuada por las familias de la nobleza
romana, especialmente las Teodoras, Crescencios, Túsculos, etc. La Orden benedictina, que ha
decidido aprovechar el momento para trabajar secretamente en la formación del
Colegio de Constructores de Templos, se asegura de entrada que nadie interfiera
en el funcionamiento de Cluny: es que, justamente, el lugar elegido para
concentrar el Conocimiento recayó en un monasterio francés por exclusivos
motivos de seguridad. Una sucesión de bulas papales emitidas durante los siglos X y
XI acatadas al pie de la letra por los duques de Aquitanía y Reyes de
Borgoña establecieron la total independencia de Cluny de cualquier otra
autoridad fuera del Papa o sus abades: ni los Reyes, ni los Dux o Condes, ni
los Obispos regionales, podían intervenir en los asuntos del monasterio.
¿Ha escuchado hablar actualmente, Dr.
Siegnagel, de ciertas bases secretas que poseerían las Grandes Potencias, por
ejemplo los soviéticos o los norteamericanos, en las que se habría reunido un
enorme número de científicos de todas las especialidades, dotados de los más
avanzados medios instrumentales, para planificar en forma integral objetivos de
largo alcance, y que dependerían directamente del Presidente o de un Consejo
Supremo y actuarían independientemente de cualquier otra autoridad nacional
fuera de sus propios jefes o comandantes? Pues exactamente eso era Cluny en el
Siglo X. Allí se planificaba para
una Europa futura, judeocristiana, unificada bajo las Catedrales y el Templo de
Salomón, controlada por una Orden militar de la Iglesia , administrada por
una Sinarquía Financiera, y gobernada finalmente por el Pueblo Elegido.
Es Formoso, el mismo Papa benedictino
cuyo cadáver insepulto fue arrojado al Tíber por el Papa Esteban VI,
partidario de Lamberto de Espoleto, en venganza por que aquél nombrase
Emperador a Arnulfo, quien nombra a Bernón para emprender la gran misión.
Bernón era un monje benedictino de noble linaje borgoñón, cuya influencia sobre
el duque Guillermo I de Aquitanía
fue aprovechada para convencer a éste sobre la conveniencia de fundar el
monasterio de Cluny. En el año 910 el mismo Bernón toma la dirección del
monasterio y da principio a la
Concentración del Conocimiento: se reúnen allí los
principales libros y manuscritos que la Orden poseía en distintos monasterios y se
constituye una Elite Golen dedicada a la copia de documentos y al estudio de la
“Arquitectura Sagrada”. Desde luego, la Elite Golen , denominada internamente “monjes clérigos”,
habría de ocuparse con exclusividad de su tarea y tendría que abandonar la
tradicional norma benedictina de compartir los trabajos de mantenimiento del
monasterio y la producción de alimentos: en este sentido, se reforma la Regla benedictina y se crea
la institución de los “monjes laicos” para desempeñar la honrosa función de
mantener a los Golen. Durante el mandato de su segundo abad, San Odón, ya
comienzan a verse los frutos de la reforma: primero se difunde la fama sobre el
ascetismo y la perfección alcanzada por la reforma cluniacense, lo que atrae la
curiosidad de otros monasterios y causa la admiración del pueblo; luego se
envían grupos de monjes especialmente entrenados a los monasterios que lo
requieren, para iniciarlos en la reforma: a los miembros del pueblo se los
selecciona cuidadosamente para incorporarlos a la Elite de los monjes clérigos
o encargarlos de las tareas propias de los monjes laicos; después se inauguran
monasterios sometidos a la jurisdicción de Cluny, a los que se extienden sus
derechos de autonomía e independencia. En ese punto, Cluny era una Congregación
por derecho propio. Y quien más entusiastamente apoya a San Odón con una bula
en el año 932 es el Papa benedictino Juan XI, hijo bastardo del Papa Sergio III
y de Marozia de Teodora, célebre asesina de la Epoca.
Tras ciento cincuenta años de
actividad, la
Congregación de Cluny cuenta con dos mil monasterios
distribuidos principalmente en Francia, Alemania e Italia, pero también en
España, Inglaterra, Polonia, etc.; sin incluir los restantes miles de
monasterios benedictinos que han adoptado la reforma cluniacense pero que no
dependen del Abad de Cluny. A mediados del siglo XI la Orden ha conseguido
transformar eficazmente la
Cultura europea: bajo el manto intelectual de los benedictinos
de Cluny se han formado los gremios de masones operativos que demostraron su
pericia en el arte de la construcción “románico” y que ya están listos para
lanzar la revolución del “gáulico”, mal llamado gótico; atrás de ese
movimiento, naturalmente, está el Colegio Secreto de Constructores de Templos.
Pero también se ha logrado plantar en el corazón de los señores feudales la
semilla del sentimentalismo, del arrepentimiento y de la piedad cristiana: los
“pecados” pesan cada vez más en el Alma del Caballero y requieren el alivio de
la confesión sacerdotal; se acepta morigerar la conducta guerrera mediante la
“paz de Dios” y la “tregua de Dios”, determinadas por los Sacerdotes; se
moraliza a los guerreros germanos con los principios judaicos de la Ley de Dios, del Temor a la Justicia de Dios, etc.
Como resultado de esto surge una clase especial de Nobles y Caballeros que, sin
perder su valor y audacia, pero respetuosos de Dios y de sus representantes,
están condicionados para arrojarse ciegamente a cualquier aventura que les
señale la Iglesia.
Los planes de la Fraternidad Blanca
se van cumpliendo en todas sus partes. En el año 1000, luego de haber
atemorizado a Europa con la “proximidad del Juicio Final”, los Golen avanzan un
gran paso al exponer al Emperador alemán su proyecto de reconstrucción del
Imperio Romano de Occidente con capital en Roma y conseguir que éste acepte
desplazar la capital del Imperio de su base alemana: aunque tal proyecto no se
concretaría, la idea ya estaba lanzada e influiría durante doscientos cincuenta
años en los objetivos imperiales del reino alemán. Los detalles de ese plan se
acuerdan entre el Rey Otón el Grande y el Papa Golen Silvestre II,
cuyo nombre era Gerberto de Reims. Y en ese plan del año 1000, en el compromiso
que asumía el Emperador de “luchar contra los infieles”, especialmente contra
los sarracenos de España, mediante una “Milicia de Dios”, estaban claramente
esbozados los conceptos de las Cruzadas y de las Ordenes militares cien años
antes de su realización.
Pero el éxito del plan respondía, en
todo caso, de la sujeción del Emperador frente a la autoridad del Papa, del
dominio que la Iglesia
pudiese imponer sobre el temperamento naturalmente indómito de los soberanos
germanos. Sería allí donde se medirían nuevamente las fuerzas del Pacto
Cultural contra el Recuerdo inconsciente del Pacto de Sangre. Para eso los
Golen sentarían en el Trono de San Pedro a un reformador cluniacense de
fanatismo sin par, el monje Hildebrando, que pasará a la Historia como el Papa Gregorio VII,
el Papa que haría humillar al Emperador Enrique IV en Canossa antes
de levantarle la excomunión, demostrando con ello “la superioridad del poder
espiritual sobre el poder temporal”, es decir, sosteniendo la antigua
falsificación de los Atlantes morenos y de los Sacerdotes del Pacto Cultural:
para la Sabiduría
Hiperbórea del Pacto de Sangre, contrariamente, el Espíritu
es esencialmente guerrero y, por lo tanto, las castas nobles y guerreras son
espiritualmente superiores a las sacerdotales. Mas, con la debilidad de Enrique IV,
el daño estaba causado y le tocaría a sus descendientes luchar contra un papado
Golen erigido en director del Destino de Occidente.
Que los Golen no confiaron ni
confiarían jamás en los Alemanes, aparte de la radicación del Colegio de
Constructores en Cluny, lo indica su actitud favorable a los normandos como
ejecutores preferidos de sus planes, seguidos de los franceses. Aquellos, que
no pertenecían como se supone a la familia de pueblos germanos sino a una tribu
céltica de escandinavia, étnicamente diferente de los vikingos noruegos, suecos
y daneses, se habían conquistado un Ducado en el Norte de Francia, la Normandía , que fue
reconocido oficialmente por Carlos el Simple en el año 911: por el tratado de
paz pactado entonces en Saint Clair-Sur-Epte, el Duque Rollón se bautizaba y
aceptaba el cristianismo junto con su pueblo, cuya evangelización definitiva se
dejaba en manos de la Orden
benedictina. No tardaron, pues, en florecer los monasterios en la Normandía y en quedar finalmente
toda la nobleza normanda bajo las influencias de Cluny. Ciento cincuenta años
después se comprobaban los efectos de la paciente labor de adoctrinamiento y
acondicionamiento cultural realizado por los benedictinos: los normandos
estaban preparados para constituirse en un brazo ejecutor de los planes de la Fraternidad Blanca.
El Papa Golen Nicolás II, aquel que instituye la elección papal
por parte de los Cardenales les entrega en feudo al Sur de Italia: al Rey
Roberto Guiscardo, la Apulia ,
Calabria y Sicilia; a Ricardo de Anversa, Capua; corre el año 1059. Siete años
después, en 1066, el Duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, se apodera
de Inglaterra con la colaboración, o traición desembozada, de la Orden benedictina de la
isla: gracias a él ingresan nuevamente en Inglaterra los miembros del Pueblo
Elegido, que habían sido expulsados en el año 920 por el Rey Knut el Grande
bajo el cargo de “enemigos del Estado”. El Papa es entonces el benedictino
Alejandro II, pero los cerebros que dirigen la maniobra son los Golen
Cluniacenses Hildebrando y Pedro Damiano. Al sucederlo en el papado el mismo
Hildebrando, o Gregorio VII, en 1073, una franja impresionante que
desciende desde Irlanda, abarca Inglaterra, Normandía, Flandes, Francia,
Borgoña, Italia, y concluye en Sicilia, se halla sometida a la influencia
directa de los Golen de Cluny.
Cabe agregar sobre Hildebrando, un
dato que no debe ser jamás olvidado: su origen judío. Hildebrando, en efecto,
era bisnieto de Baruk, el banquero judío que se convirtió al cristianismo y que
fue cabeza de la familia Pierleoni, un linaje que influyó durante siglos en las
elecciones papales. Gracias al dinero de los Pierleoni, por ejemplo,
Hildebrando había logrado la elección de Alejandro II y apoyo para sus
propios planes. Y la
Banca Pierleoni , por supuesto, era muy caritativa; y su
caridad, desde luego, tenía directo beneficiario: la Congregación de
Cluny, donde sus hermanos de Raza y los Golen preparaban el Gobierno Mundial
del Pueblo Elegido.
Poner a punto el plan de los Golen
demandará un ensayo preliminar: esa prueba general de verificación de
potencialidades será la
Primera Cruzada. En 1078, Gregorio VII y la plana mayor Golen reciben dos
noticias simultáneas: la más importante es la que proviene de la Fraternidad Blanca ,
en la que los Inmortales aprueban al fin, el traslado a Europa de las Tablas de
la Ley , ocultas
durante veinticinco siglos en Jerusalén, en las proximidades del Templo de
Salomón. La otra noticia viene del Imperio de Oriente, que está cercado por un
poderoso despliegue militar de los Turcos seldaschukos, quienes ya ocuparon
Irán, Bagdad, Siria, Palestina, gran parte del Asia Menor, y acaban de
apoderarse de Jerusalén. Esas noticias deciden a los Golen sobre la forma en
que ensayarán sus fuerzas: predicarán la Cruzada , mas, en principio, ésta no apuntará al
objetivo principal sino a uno secundario; se divulgará la necesidad
caballeresca cristiana de prestar ayuda a la Iglesia bizantina contra los turcos; si ese
llamado da los resultados esperados, recién entonces se anunciará el deber de
“liberar a Tierra Santa”; y solamente si este último reclamo es obedecido, sólo
así, se emprenderá la misión a Jerusalén para buscar la Clave del Templo de Salomón.
Porque ocurre que la recuperación del Secreto del Pueblo Elegido no es fácil:
si estuvo oculto veintiún siglos no es porque nadie lo hubiese buscado y
encontrado antes, sino porque su encubrimiento fue deliberado y cuidadoso y
empleó técnicas esotéricas; su localización actual exigiría el envío de un equipo
de Sacerdotes Iniciados en la
Cábala acústica y numeral, para leer y pronunciar
correctamente las Palabras que abrirían el Cerrojo del Secreto: y ese equipo
sí, que debería ir en el momento justo, contando con la máxima seguridad,
porque de esa operación dependería el éxito o fracaso de una Estrategia
planificada sistemáticamente durante seiscientos años.
El Sínodo de Clermont del año 1095 es
empleado por el Papa Golen Urbano II, reciente prior de Cluny, para llamar a
la guerra contra los infieles y liberar a la Iglesia de Oriente: –”esta guerra es, explicaba
Urbano II, una peregrinación de Caballeros armados”; “habría
indulgencias especiales para todos los que tomasen la cruz y, tan complacientes
estarán los Cielos con la
Cruzada , que luego sobrevendrá un extraordinario período de
Paz de Dios”–. Pedro el Ermitaño, un predicador popular, reúne una multitud de
cien mil personas carentes de preparación militar y de medios, la que pronto
será exterminada; en cambio el ejército de Caballeros francos, flamencos y
normandos, causa la admiración de los Golen: están alistados en él, Godofredo
de Buillón, Señor de la Lorena ,
con sus dos hermanos Balduino y Eustaquio; Roberto de Flandes; Roberto de
Normandía; Raimundo de Tolosa; el Señor normando de Italia, Bohemundo de
Tarento; y Tancredo. ¡A este ejército se le podía solicitar, de entrada, la
conquista de Jerusalén!
Tras múltiples dificultades propias de
la guerra contra un enemigo valeroso y religiosamente fanatizado, agravadas por
las traiciones de los bizantinos, los Cruzados consiguen conquistar Jerusalén
en 1099, tres años después de la partida de Europa. Se funda allí un Reino
cristiano del que Godofredo de Bouillón es el primer Rey.
Tras esa victoria, los Golen sólo
emplearán treinta años en ubicar las Tablas de la Ley y transportarlas a Europa:
a partir de entonces comenzará la revolución del gáulico o gótico. Aquella fase
del plan se desarrolló con varios movimientos paralelos. Por un lado, había que
preparar un lugar adecuado para recibir las Tablas de la Ley , descifrar su mensaje, y
encontrar el modo de aplicar el Conocimiento de la Serpiente a la Construcción de
Templos. Por otra parte, se debía despachar cuanto antes hacia Jerusalén el
equipo de Iniciados Golen que se encargaría de localizar el Secreto. Y también,
habría que dar marcha de inmediato a la formación de la Orden militar que sostendría
a la Sinarquía
financiera que prontamente se tendría que crear. Si tales movimientos
culminaban en los objetivos propuestos por la Fraternidad Blanca ,
entonces no tardaría en sobrevenir el Gobierno Mundial del Pueblo Elegido y se
cumpliría la Voluntad
del Dios Creador Uno.
El monje benedictino Roberto recibió
en 1098 la orden de retirarse a las inmediaciones de Citeaux: en el año 1100,
apenas conocida la noticia de la toma de Jerusalén, el Papa Pascual II
lo pone al frente de la Abadía
del Cister y le encomienda la reforma de la regla cluniacense. Sobre la base de
la Regula Monachorum de
San Benito, él y su sucesor Alberico, introducen cambios substanciales con
respecto a Cluny: los monjes vuelven al trabajo manual, se insiste con más
rigor en el ascetismo y la soledad, es decir, en el secreto, y se cambia la indumentaria: en adelante los cistercienses
no emplearán el hábito negro clásico de los cluniacenses y benedictinos, sino
uno blanco, semejante a la antigua túnica de los Golen de las Galias romanas, y
a la de los sacerdotes levitas que custodiaban en Israel el Arca con las Tablas
de la Ley. En
el 1112 la comunidad está lista para recibir al grupo de Iniciados que le dará
su definitiva conformación: son treinta y uno, entre ellos San Bernardo con
cinco de su familia, todos Golen. Luego de tres años de estudiar los detalles
finos, San Bernardo se aboca a fundar en Claraval, región de la Champaña , feudo del Conde
Hugo, también de familia Golen, un monasterio adecuado para conservar el
Secreto que llegaría de Oriente. Una vez terminado, con el pretexto de efectuar
traducciones de textos hebreos, se convoca a los principales Rabinos cabalistas
de Europa para colaborar en la tarea de descifrar las Tablas de la Ley. ¡Extraña comunidad la de
Cister y Claraval, integrada por Golen y judíos, mientras Europa entera se
proclama “cristiana” frente a los pueblos “infieles” de Oriente!
A la muerte de San Bernardo existían
trescientos cincuenta monasterios cistercienses, y al final del siglo XIII, llegaban a setecientos en Europa.
De este modo se llevó adelante el primer movimiento.
En cuanto a Cluny, no hay que creer
que la fundación del Cister y la expansión de la Orden del Temple le iban a
restar algún poder. Prueba de ello es el enorme volumen de sus instalaciones
alcanzado en el siglo XIII; como ejemplo, valga recordar que en
1245, con motivo del Concilio General de Lyon reunido por los Golen para
excomulgar al Emperador Hiperbóreo Federico
II, una numerosa comitiva
acompañó al Papa en su visita a Cluny, donde fueron alojados cómodamente sin
necesidad de que los monjes abandonasen sus celdas; vale decir, que poseía
infraestructura como para alojar a un Papa, un Emperador y un Rey de Francia,
junto a todos los prelados y Señores de sus cortejos. No crea que exagero, Dr.
Siegnagel: además del Papa Inocencio IV estaban allí los dos Patriarcas de
Antioquía y Constantinopla, doce Cardenales, tres Arzobispos, quince Obispos,
el Rey de Francia San Luis, su madre Blanca de Castilla, su hermano el Duque de
Artois, y su hermana, el Emperador de Constantinopla Balduino II,
los hijos del Rey de Aragón y Castilla, el Duque de Borgoña, seis Condes, y un
elevado número de Señores y Caballeros. Su biblioteca contaba con cinco mil
volúmenes copiados por los frailes, aparte de los cientos de manuscritos,
rollos y libros de la
Antigüedad , que eran piezas únicas en Europa.