Cuadragesimosegundo
Día
Todos los presentes en Poitiers, los
Señores del Perro Guillermo Plasian, Guillermo de Nogaret, Guillermo Imbert de
París, y Clemente V, el Hombre de Piedra Charles de Tharsis,
y el Iniciado Hiperbóreo, y Rey de Francia, Felipe el Hermoso, coinciden en que
las mayores posibilidades de triunfar sobre el Enemigo dependen del empleo de
un arma secreta: la astucia. La
astucia es el resultado evolutivo de un instinto animal y caracteriza la
conducta del animal hombre u hombre anímico, es decir, el hombre dotado de
cuerpo y Alma Creada. Pero también existen hombres que poseen Espíritu
Increado, aunque en la mayoría de los casos éste se encuentra subsumido en el
Alma Creada y por eso se dice que tales hombres están espiritualmente dormidos:
ellos también pueden manifestar la astucia anímica pues el Espíritu dormido o
estratégicamente confuso es incapaz de impedirlo. Pero algo muy diferente
ocurre cuando el hombre es efectivamente espiritual, lo que sólo puede
afirmarse si se trata de un Iniciado en la Sabiduría Hiperbórea :
en ese caso su conducta está regida por el Honor y no sólo carece de astucia
sino de cualquier otra característica del animal hombre, tal como la cobardía,
la maledicencia, la infidelidad, la mentira, la envidia, la calumnia, la
insidia, la traición, etc. Mas ¿qué es el Honor del Iniciado Hiperbóreo?: el acto de su Voluntad Graciosa, es
decir, el acto de su Espíritu Eterno, que es pura Gracia. Ninguno de los presentes, por ejemplo, poseía astucia
en la personalidad pues el Honor los había guiado a lo largo de sus vidas; y
ahora demostraban un acto del Más Alto Honor al luchar con todas sus fuerzas
por el triunfo del Pacto de Sangre.
Pero los Golen conocían esto y
contaban con la ingenuidad de los Iniciados Hiperbóreos para derrotarlos;
Ellos, en cambio, eran pura astucia
y su principal arma se llamaba engaño,
pálido reflejo del Gran Engaño con que el Dios Uno disfrazó su miserable
Creación. De allí que no esperasen jamás una reacción astuta procedente de los
Iniciados, a quienes creían siempre dispuestos a ser engañados y traicionados.
–“Ya fueron traicionados una vez, al Principio –se burlaban, torciendo la boca–
y lo serán siempre. ¡Pretenden ser Gallos, y sólo son estúpidas gallinas de
corral! Con su Honor de otro mundo, tarde o temprano nos ofrecerán la espalda;
y entonces nuestros puñales de este mundo acabarán con ellos”–. Sin dudas, los
Golen cometían un error de apreciación al confiar
en el Honor de los Iniciados Hiperbóreos: según los principios de la guerra, las creencias del Enemigo son debilidades
que pueden ser explotadas en provecho propio. Los Iniciados Hiperbóreos
carecían de astucia pero sabían qué era la astucia; y podrían emplearla como
arma estratégica para sorprender al Enemigo. He aquí el concepto que se definía
en Poitiers: si los Golen creían que sus enemigos actuarían con Honor, y éstos
estaban alertados, entonces los ingenuos serían ellos; luego, podrían ser
engañados por medio de la astucia, que Ellos no esperaban, y conducidos a una
trampa mortal. Y el Honor de los Iniciados quedaría a salvo porque nada en sus
Espíritus cambiaría ni afectaría su orientación estratégica hacia el Origen: en
medio de una acción de guerra, los Iniciados habrían jugado con la ilusión,
aparentando ser lo que no eran; si los Golen, maestros en el arte de manipular
la ilusión del Mundo Creado, caían en el simple encantamiento de los Iniciados,
ello sólo se podría calificar como explotación del error del Enemigo, algo
perfectamente legítimo de acuerdo a las leyes de guerra.
Si los Templarios fuesen atacados
desde todos los flancos a la vez, con seguridad se defenderían, con resultados
imprevisibles; por el contrario, si el ataque provenía ostensiblemente del
campo del Rey de Francia, mientras que por el lado del Papa, en quien deberían confiar, hallaban
protección, descuidarían ese costado y serían fatalmente derrotados: la astucia
estratégica consistiría en lograr esa confianza en el Papa para que éste los
pudiese entregar, desarmados, al Rey
de Francia. Con otras palabras, la Estrategia exigiría montar una escena con el
suficiente realismo como para engañar a los Golen: al principio, no tendrían
que sospechar el argumento de la comedia; luego del desenlace, ello ya no
importaría. Los principales actores serían el Papa y el Rey de Francia: el Papa
fingiría proceder de buena fe, pero demostraría estar temeroso de las
represalias reales; haría promesas y trataría de ganar la confianza del Enemigo, que lo creería amigo; Felipe el Hermoso, por su parte, representaría al
soberano intolerante y ambicioso, procurando atraer sobre sí toda la atención
del Enemigo: esto ayudaría al papel de Clemente V. Cuando todo
estuvo listo en Poitiers, se levantó el telón y comenzó el primer acto del
drama: éste se inició con la publicación de una Cruzada contra Andrónico
Paleólogo, Emperador de Constantinopla, a quien se acusó de mantener el cisma
de la Iglesia
griega. Desde la caída de San Juan de Acre, la Orden del Temple se había retirado a Chipre,
donde sostenía una guarnición regular, en tanto, que la Orden de los Hospitalarios
hacía lo propio en la isla de Rodas. Con el fin de establecer su participación
en la Cruzada ,
Clemente V citó en Francia al Gran Maestre del Temple Jacobo de Molay.
Una vez en su presencia, con total ingenuidad, el Papa manifestó su intención
de concretar la vieja idea de Gregorio IX de fusionar todas las Ordenes
militares: tal idea, por supuesto, causaba horror a los Templarios pues la
integración con una Orden exotérica pondría sus secretos al descubierto. Sin
sospechar la celada, el Gran Maestre intentaría persuadir al Papa sobre lo
inconveniente de semejante medida: según su impresión, no sería difícil engañar
a una mente simple como la de Clemente V.
Luego de la demencial caída del Golen
Bonifacio VIII, los Golen estaban alertados sobre la ofensiva de los Domini Canis, y sabían a qué atenerse
con respecto a la elección de Clemente V. Sin embargo, consideraban a éste sólo
un instrumento de Felipe el Hermoso y su entorno de “hijos de las tinieblas”:
la impresión del Gran Golen Jacobo de Molay lo confirmaba; el Papa era
permeable a la influencia afectiva. El Gran Maestre se entretendría, pues, en
ganar la amistad del Pontífice, sin imaginar que en París, Nogaret y Guillermo
Imbert preparaban su ruina. Y en pocos meses, Clemente V conseguiría que el
Jefe Golen no desconfiase de su buena fe.
Enguerrand de Marigny y Guillermo de
Nogaret fueron elevados a los dos más importantes puestos de Francia: Coadjutor del Reino y Guarda-sellos del Rey, respectivamente.
Con ese poder, pusieron en práctica una operación secreta que tenía por
objetivo la ejecución de una acción simultánea y eficaz en todo el Reino: tal
acción se concretó el 13 de Octubre de 1307, cuando todos los Caballeros Templarios de Francia, incluido su Gran Maestre, fueron
detenidos bajo la acusación de herejía. En verdad, los cargos acumulados
por Nogaret eran múltiples y variados, pero se hacía hincapié en la herejía
para obtener la intervención del Tribunal de la Inquisición , que en
Francia estaba presidido por Guillermo Imbert de París. Pronto se vio el éxito
estratégico de los Domini Canis:
mientras el Gran Maestre recibía solicitudes de los Caballeros para resistir el
arresto, y vacilaba sobre la actitud a asumir, Guillermo de Plasian le entrega
un mensaje donde el Papa le garantiza su ayuda y le aconseja que renuncie a
defender a la Orden
y se someta a su voluntad. Es así como el Gran Maestre ordena rendirse a todos
los Caballeros, y él mismo confía en la intervención papal. Además, según
creían los Golen, aún poseían bastante peso dentro de la Orden de Predicadores
domínicos.
Felipe el Hermoso no pierde el tiempo:
sin resistencia, sus tropas ocupan todas las propiedades templarias. El terror
cunde en la Orden
enemiga; cientos de Caballeros y monjes son encarcelados. Por este firme
procedimiento nadie duda de la seriedad de la acusación y pronto se consigue
reunir suficientes testigos y pruebas como para asegurar su liquidación. Además
de la Inquisición ,
Felipe el Hermoso convoca a los Concilios provinciales, a la Universidad de París y
a los Estados Generales para juzgar a la Orden. De ese modo, al ir emergiendo de las
tinieblas de su fundamento diabólico, todo el pueblo de Francia asistiría a la
exhibición de la filosofía secreta templaria y conocería sus costumbres
depravadas. Es lo que ocurre durante los tres años de público proceso, cuando
el asombro, la repugnancia, y el horror de los franceses no conocen límites.
Pero lo más asombroso quizá sea que durante ese lapso los Templarios
continuasen creyendo que un acto salvador de parte del Papa los libraría de la
condena.
En el proceso se consigue probar que
los Templarios profesaban las siguientes ideas y costumbres: I- los altos
dignatarios de la Orden
sostenían que Cristo, al que misteriosamente denominaban Navután, había sido un impostor y no el Dios verdadero; II- Cristo nunca fue crucificado para la
redención del género humano; III- la
cruz no sería, así, el instrumento de su pasión, sino una creación del propio
Cristo Navután, a la que habría llamado Vruna; IV- todos los Caballeros, cualquiera
fuese su grado o condición, debían escupir periódicamente aquel Símbolo del
Mal, a fin de desagraviar al Dios Creador: por lo tanto, se probó que al menos
una vez, todos los Templarios habían escupido el crucifijo; V- en consecuencia, renegaban de la Virgen Santa ; VI- oficiaban la misa según un canon
propio y en una lengua extraña, que después se comprobó era el hebreo; VII- adoraban un ídolo hermafrodita de
espantosas facciones al que se referían bajo el apodo de Bafomet o Bafoel pero
cuyo nombre, que jamás pronunciaban sin palidecer, era Bera; VIII- pretendían
que aquel ídolo representaba a un Dios más poderoso que Cristo, quien, a
diferencia del Mesías, se manifestaba con mayor frecuencia entre los hombres; IX- afirmaban que ese abominable Demonio
les impuso, desde los días de San Bernardo, la obligación de practicar la
sodomía, vicio al que se habían habituado y constituía una costumbre natural
entre los superiores de la Orden ; X- el Gran Maestre, y los Grandes Priores
o Preceptores, realizaban una ceremonia secreta en la que ofrendaban
sacrificios humanos a Bafomet, en especial niños; XI- el Ritual exigía la incineración
de la víctima en un horno dispuesto para tal fin; XII- con las cenizas calcinadas los Templarios elaboraban una lejía humana, y la conservaban en
secreto como el Bien más preciado; XIII-
creían firmemente que aquella lejía tenía el poder de lavar la unción de los
sacramentos cristianos: según confesaban, mediante dicha lejía habrían anulado
los efectos del bautismo y de la comunión, a los que consideraban “conjuros de la Cruz ”, etc.
Desde un principio los Domini Canis decidieron distinguir
entre “Templario” y “Golen”. En la Edad Media era normal que en un juicio por
herejía se absolviese a los acusados que confesaban espontáneamente, se
arrepentían, y aceptaban los sacramentos cristianos; en el proceso a los
Templarios tal posibilidad fue ofrecida reiteradamente y muchos se avinieron a
confesar lo que sabían. Sin embargo, los Domini
Canis no estaban dispuestos a permitir que los Golen pudiesen zafar de la
trampa: para Ellos, que jamás habían perdonado, no habría perdón; sólo a los
“Templarios”, es decir, a los Caballeros no iniciados en el Culto a Bafomet, se
les brindaría la oportunidad de salvar la vida a cambio de su testimonio. Fue
así que se consiguió reunir una abrumadora cantidad de pruebas contra los Golen
de la Orden
aportadas por sus propios miembros, herejes confesos y arrepentidos. Y entonces
el proceso se tornó irreversible, pues ni el Papa ni nadie podrían salvar a la Orden una vez que el pueblo
y la Iglesia
tomaran conocimiento de sus herejías y aberraciones: la
Estrategia de
Felipe el Hermoso y el Circulus Domini Canis había triunfado, ahora definitivamente, sobre los planes de la Fraternidad Blanca ;
los Golen no sospecharon la comedia representada por Clemente V hasta que fue demasiado tarde; la Orden del Temple, encargada
de fundar la
Sinarquía Universal , sería destruida.
De ese modo, los Golen de la Orden del Temple fueron
exterminados sin piedad, recibiendo en carne propia la medicina que en tantas
ocasiones administraron a los partidarios del Pacto de Sangre: irónicamente, el
Tribunal de la Inquisición ,
del que se valieron para terminar con los Cátaros, ahora los condenaba de
manera inapelable a morir en la hoguera: como
en el arte marcial del jiu jitsu, el
Enemigo aprovechó sus propias fuerzas para derrotarlos.
Jamás olvidarían los Golen el proceso
a los Templarios. Especialmente recordada sería la fecha del 10 de Mayo de
1310: ese día, en el Concilio de Senz, cuyo obispado ejercía Philippe de
Marigny, hermano de Enguerrand fueron quemados a fuego lento 56 Caballeros
Templarios, la flor y nata de la Jerarquía Golen. Desde que los Señores de Tharsis
incendiaron el Bosque Sagrado, e hicieron perecer a los 20 de Cartago, los
Golen no habían tenido un día tan aciago como ese 10 de Mayo. Maniatados cada
uno de espaldas a un robusto poste, el medio centenar de Golen de Senz formaba
una larga fila de condenados, una procesión de espectros marchando hacia el
Infierno; a los pies de cada poste, la leña apilada auguraba el próximo fin de
los Sacerdotes del Dios Uno. Antes que los hermanos menores arrojasen la tea
encendida, un Caballero del Rey Felipe, un monje guerrero de alguna Orden
desconocida, se acercaba a los herejes y pronunciaba en voz baja unas palabras,
que los presentes tomaban como una piadosa oración. Sin embargo, al oírla, el
rostro de los Golen se descomponía de odio, y algunos prorrumpían en atroces
maldiciones: aquellas palabras decían, simplemente: –¡Por Navután y la
Sangre de Tharsis!
Al completar la fila, mientras los
Golen elevaban su Alma a Jehová Satanás y reclamaban un castigo indescriptible
para el Hombre de Piedra, aquel Caballero, que no era otro más que Charles de
Tharsis, hizo una señal a los Verdugos, y las hogueras comenzaron a arder.
Pronto los Golen, y sus sueños sinárquicos, no fueron más que cenizas; un
puñado de vil ceniza que no alcanzaría para lavar el daño causado a la Casa de Tharsis y a tantos
otros que cayeron aniquilados por oponerse a esos sueños demenciales.
Para completar la obra se requería
legalizar el resultado de la
Estrategia de Felipe el Hermoso. Con ese propósito el Papa
convocó el Concilio Ecuménico de Viena, de Octubre de 1311 a Mayo de 1312. Aunque
derrotados en todos los frentes, los Golen aún tuvieron fuerzas para presionar
e intentar impedir que se acordase la extinción de la Orden. Hubo una
conferencia secreta entre cinco Cardenales fieles a Felipe el Hermoso y seis
delegados del Concilio, en la que se les informó a los últimos sobre las
terribles consecuencias que traería oponerse al Rey de Francia y absolver a la Orden , pese a las
irrefutables pruebas reunidas en su contra. Pero el terror desatado era muy
grande, y, entre el castigo del Rey y la venganza de los Golen, muchos
permanecieron indecisos. Los representantes del Rey ante el Concilio, Guillermo
de Nogaret, Guillermo Plasian, Charles de Tharsis, Enguerrand de Marigny, etc.,
hicieron gala de su elocuencia para persuadir a los Obispos sobre la necesidad
que tenía la Iglesia
y la Cristiandad
de suprimir aquel foco de herejía. Hubo, incluso, un momento, hacia el mes de
Marzo de 1312, en que el Rey amenazó avanzar con sus tropas sobre Viena y
ajustar las cuentas allí mismo con los partidarios de los Golen: a la sazón
llegó hasta Lyon con su hermano Carlos, sus hijos, y un poderoso regimiento de
Caballeros. Al fin, el 22 de Marzo de 1312, se votó la extinción de la Orden y la confiscación de
todos sus bienes en favor de la
Orden de Hospitalarios de San Juan, de la Iglesia , y del Reino de
Francia. No obstante, existían tantas dudas sobre el acuerdo del Concilio,
especialmente porque quienes habían votado en secreto, negaban en público
haberlo hecho, que el Papa se vio obligado a zanjar la cuestión mediante un
decreto: en la bula Considerantes Dudum
declara abolida la Orden
del Temple “de manera provisoria” hasta tanto no se expida de modo definitivo
el Tribunal del Santo Oficio, cosa que éste ya había hecho: “non per modum definitivae sententiae, sed
per modum provisionis… apostolicae”.
La bula y el decreto del Concilio de
Viena son remitidos a todos los países cristianos para su ejecución: la Orden local debe ser
extinguida, sus miembros tomados prisioneros y procesados por herejía. En
Aragón, los Caballeros se fortifican y resisten, debiendo ser sometidos por
Jaime II en campañas militares. Los de Navarra, donde reinaba Felipe
el Hermoso, se rinden sin chistar, al igual que los de Castilla y Portugal. En
todos los casos, los que son absueltos, así como las propiedades de la Orden , que eran muchas,
pasan a integrar la Orden
del Hospital u otras Ordenes creadas para tal fin. En Huelva, el Castillo de
Aracena es desalojado y reemplazada su guarnición con tropas portuguesas, pero
más adelante sería entregado a la
Orden de Santiago; antes de partir, los Golen sellan la
entrada a la Caverna
de Dédalo, donde un lago de betún recordaría por siglos los infernales poderes
de Bera y Birsa.
El Convento de la Rábida pasó entonces a la Orden de San Francisco.
Ello, sin embargo, no impidió que los Golen continuasen preparando la venida de
Quiblón, de acuerdo a las Ordenes de Bera y Birsa. Por el contrario, los Golen,
que consideraban a Rus Baal como el Santuario más sagrado de España,
dispusieron que el Convento fuese lugar de retiro y clausura para su plana
mayor. El Culto de la Virgen
de los Milagros se había impuesto ya en una vasta región de Andalucía, pero el
que más fervor despertaba en la feligresía, era el Culto a la Virgen de la Cinta , protectora de los
marinos y propietarios de barcos, a quien se consideraba patrona de Huelva.
Esta afirmación popular de la
Gran Madre Binah se debía, sobre todo, a la incansable tarea
de “purificación” efectuada por los Templarios, pero que ahora sería continuada
con no menos dedicación por los frailes de San Francisco. Lo que habría de
ceder, en cambio, sería la lucha abierta contra la Virgen de Agartha, dado que
la momentánea pérdida de Poder de los Golen les impediría sostenerla
adecuadamente.
Estos cambios, como es natural, trajeron
tranquilidad a los descendientes de Vrunalda, pues la Caverna Secreta se
vio libre, por el momento, de las acechanzas Golen. Ya en 1312, un Noyo se
había instalado de manera permanente frente a la Espada Sabia.
Los principales jefes Templarios, el
Gran Maestre Jacobo de Molay y otros tres Golen, continuaban prisioneros en la Casa del Temple de París.
Durante tres años se les aplicó sistemáticamente el tormento con el propósito
de hacerles confesar ciertos aspectos sutiles de la organización templaria; dos
datos interesaban especialmente a los Domini
Canis: deseaban conocer las vinculaciones con Oriente, con la Fraternidad Blanca ,
si existía una ruta segura hacia la
Morada de los Inmortales; y saber si permanecían actualmente
en Francia, o en algún otro lugar de Europa, agentes de las Potencias de la Materia , Maestros de la Fraternidad Blanca ,
Inmortales Golen, etc. a los que se procuraría capturar de inmediato. Sin
embargo, con todo lo terrible que puedan ser considerados, aquellos tormentos
eran meras caricias frente a las refinadas torturas que los Golen aplicaron en
más de una oportunidad a los Señores de Tharsis. De todos modos, un bando de
Nogaret anunció que el 23 de Marzo de 1314 los herejes serían ajusticiados en la Isla de los Judíos, un islote
frente al palacio real donde los domínicos solían quemar a los hijos del Pueblo
Elegido.
El día señalado, Jacobo de Molay,
Godofredo de Charnay, Hugo de Payrand, y Godofredo de Gonneville, Sacerdotes
que habían dominado los más secretos conocimientos del Pacto Cultural, eran
amarrados a las estacas y entregados a la purificación del fuego. Felipe el
Hermoso, el Circulus Domini Canis en pleno, y numerosos
Señores de Tharsis venidos desde el Sur de Francia para la ocasión,
contemplaron la ígnea escena que cerraba una etapa histórica, un período
caracterizado por los innobles ataques contra la Sangre Pura y el
Espíritu Eterno: la conspiración de los Demonios se consumía en esas cuatro
hogueras, en la Isla
de los Judíos, en la Ciudad
de París, el 23 de Marzo de 1314.
El triunfo de la Estrategia Hiperbórea
estaba asegurado; los planes de la Fraternidad Blanca
para instaurar la
Sinarquía Universal , imposibilitados de realizarse durante
siete siglos; y la venida a España de
Quiblón, se retrasaría 180 años.