LIBRO SEGUNDO - DIA 14


Decimocuarto Día
                                                                                                                                

De Mahoma sólo haré notar aquí que si impuso a los fieles del Islam la obligación de orientarse diariamente hacia una piedra, la Piedra Negra o Kaaba, y la Guerra Santa como modo de cumplir con Dios, era porque conocía los Principios de la Sabiduría Hiperbórea: pues guerrero orientado es una definición adecuada para el Iniciado Hiperbóreo. Seguramente la Sabiduría esotérica de Mahoma fue desvirtuada o no comprendida por sus seguidores. De todos modos, aún cuando no comprendidos totalmente, la simple aplicación de los Principios de la Sabiduría Hiperbórea es suficiente para trasmutar a los hombres y a los pueblos, para neutralizar el pacifismo degradante del Pacto Cultural. Así, al Morir Mahoma en 632, casi toda Arabia estaba en poder de los Califas; en 638 caen Siria y Palestina, en 642 Egipto, en 643 Trípoli, y en 650 toda Persia. Por último, la Civilización romana pierde Africa: en 698 es destruida Cartago.
En España, el Rey Egida tuvo que convocar de urgencia el XVII Concilio de Toledo, que se reunió en la Iglesia de Santa Leocadia el 9 de Noviembre del año 694. El motivo fue el siguiente: la ciudad africana de Ceuta, frente a Gibraltar, era la única plaza cristiana que todavía resistía el empuje árabe; al frente de la misma se encontraba el Conde Julián, vasallo del Rey de España: la resistencia de Ceuta dependía exclusivamente de las provisiones que les enviaban los hispano godos; pues bien, los ceutis habían descubierto algo terrible: los hebreos de Africa estaban negociando la invasión árabe de España, con apoyo de sus hermanos peninsulares; una vez arreglado el precio de la traición, los judíos de España suministrarían a los sarracenos toda la información necesaria, y su colaboración personal, para asegurar el éxito de la invasión. Naturalmente, el Pueblo Elegido odia tanto a los mahometanos como a los cristianos, pero su Estrategia profética prescribe que se debe enfrentar a unos contra otros hasta que todos acaben dominados por ella. Y entonces era el turno para destruir los Reinos Cristianos de Europa. Cuando estas noticias llegaron al Rey Egida, que pertenecía a un clan enemigo de la alta nobleza y del clero, es decir, pro judío, no tuvo otra alternativa que reunir el Concilio y exponer el caso de Alta Traición. Esta vez hay cuatro Obispos de la Casa de Turdes Valter para defender la causa del Cristianismo espiritual y de la Cultura hispano goda. Se debate arduamente y al final se opta por actuar con el máximo rigor: todos los judíos de España serán sometidos a la esclavitud y sus bienes confiscados en favor del Estado visigodo. Es claro que estas medidas no eran duras sino blandas pues, al no aplicar la pena de muerte contra los traidores, sólo se conseguía que éstos ganasen tiempo y continuasen conspirando. ¡Ya les devolverían los árabes, quince años después, todas sus antiguas posesiones y les concederían un lugar prominente en la sociedad, en retribución por los servicios prestados!
El partido de la alta nobleza y del alto clero, apoyado por los Señores de Turdes Valter, se agrupaba en torno de la familia del extinto Rey Chisdavinto; el partido de la “monarquía progresista” se reunía alrededor de la familia del Rey Wanda, muerto en 680. Egida, que era miembro de la familia de Wanda, arregla la sucesión al Trono de su hijo Vitiza, quien comienza a reinar en el año 702. Mientras tanto, en la Bética, gobierna el Duque Roderico, del clan de Chisdavinto. Al morir Vitiza en 710, el Aula Regia de Toledo, donde lograron mayoría los del partido de Chisdavinto, proclama nuevo Rey a Roderico. Despechados los hijos de Vitiza, a la sazón gobernadores de provincia y funcionarios, por lo que consideran un despojo, solicitan a los judíos que les concierten una entrevista con el General Ben Naser Muza. Mientras tanto, sublevan la terraconense, la narbonense y la navarra, obligando a Roderico a concentrar todas sus fuerzas en el Norte para sofocar el alzamiento: estas campañas causan la interrupción de los suministros a Ceuta, que resulta rápidamente aplastada por los árabes. Al fin parte hacia Africa aquella embajada de traidores: la integran los hijos de Vitiza, Olmundo, Ardabasto y Akhila, y los hermanos del difunto Rey, Sisberto y el Obispo de Sevilla, Oppa, a quienes acompaña el Gran Rabino de Sevilla, Isaak. Increíblemente, el Conde Julián, que se ha puesto al servicio de Muza luego de entregar la plaza, y llevado por una enemistad personal con Roderico, aconseja al General árabe intervenir en España.
Muza les promete enviar ayuda para derrotar a Roderico. Los traidores regresan y simulan pactar la paz con el Rey, que no desconfía. En 711 el general bereber Tarik transporta en cuatro barcos un ejército compuesto de árabes y bereberes, y desembarca en Gibraltar. Roderico, que aún combate a los vaskos en el Norte, debe cruzar el país para cortar el paso de Tarik que se dirige a Sevilla. La batalla tiene lugar a orillas del río Guadalete; en las filas de Roderico están al mando de dos columnas los hermanos de Vitiza; al producirse el encuentro los traidores Sisberto y el Obispo Oppa se pasan al bando de Tarik, dejando al Rey Roderico en posición comprometida; y tras varios días de combates, el ejército visigodo resulta completamente aniquilado por Tarik, desconociéndose la suerte corrida por el último Rey visigodo. La “ayuda” brindada por judíos y árabes a los partidarios de Vitiza no redundaría en el beneficio de éstos puesto que al año siguiente el General Muza, al frente de un ejército más numeroso, iniciaría la conquista de España; en pocos años toda la península, salvo una pequeña región de Asturias, caería en su poder. España se convertía así, en un Emirato dependiente del Califa de Damasco.
Aunque a medida que avanzó la Reconquista cristiana el dominio árabe fue retrocediendo, la Bética permaneció ocupada durante más de quinientos años. Para la Casa de Tharsis, la catástrofe visigoda no causó otro efecto más que la pérdida inmediata del poder político: “los Condes de Turdes Valter” volvieron a ser “los Señores de Tharsis”. Por lo demás, conservaron sus propiedades aunque tuvieron que tributar fuertemente al Emir por su condición de Cristianos. Los Señores de Tharsis, que ya tenían sobrada experiencia en sobrevivir a situaciones semejantes, eran plenamente conscientes que por el momento no existía en Europa una fuerza militar capaz de expulsar a los árabes de España: el Emir Alhor, que gobernó entre los años 718 y 720, consigue atravesar los Pirineos y tomar la ciudad de Narbona, atacando desde allí los territorios francos; sólo el noble don Pelayo los resiste y logra mantener una región bajo el dominio cristiano en las montañas de Cantabria y en los Pirineos: de este núcleo surgiría el reino de Asturias, al que luego, en el siglo X, se agregarían León y Castilla, y se formarían en el siglo IX Cataluña y Navarra y en el siglo XI Aragón, por sucesivas reconquistas de territorios a los árabes. Pero en el año 732 el Emir de Córdoba, Abd-el-Rahmán, se movía libremente por las Galias y conquistaba Burdeos: sólo la decisión de Carlos Martel impediría la conquista y destrucción del Reino franco; mas también quedaba en claro, ya en el año 737, que a los Estados Cristianos les resultaba imposible atravesar los Pirineos hacia España. Así pues, la suposición de los Señores de Tharsis era muy realista, como también lo fue su Estrategia para afrontar la circunstancia.
Enseguida comprendieron que los árabes sólo respetaban dos cosas: la Fuerza y la Sabiduría. Quien los resistía con valor suficiente como para despertar su respeto podía obtener concesiones de ellos. Y sólo la admiración que experimentaban por la Sabiduría, y por los hombres que la poseían, les permitía tolerar las diferencias religiosas: una cosa era un Cristiano y otra un Cristiano Sabio; al primero se lo debía forzar a abrazar el Islam, era lo que ordenaba el Profeta; al segundo se lo procuraba convencer de la Verdad islámica, atrayéndolo sin prejuicio hacia la Cultura árabe. De aquí que los Señores de Tharsis decidiesen mostrarse amistosos con ellos y demostrarles, concluyentemente, que formaban parte de una familia de Sabios. Esta actitud no constituía propiamente una traición a la religión católica puesto que los Señores de Tharsis continuaban siendo “paganos”, es decir, continuaban sosteniendo el Culto del Fuego Frío, y puesto que la inmensa mayoría de la población hispano goda, ahora llamada “mozárabe”, se iba integrando poco a poco a la Cultura árabe, adoptando su lengua y religión. Los Señores de Tharsis se convertirían en exponentes del conocimiento en su más elevado nivel y serían durante siglos profesores de los centros de enseñanza árabes de Sevilla y Córdoba, obteniendo por esta colaboración, y por las contribuciones económicas de la Villa de Turdes, el derecho a profesar la religión cristiana y a mantener como Templo privado la Basílica de Nuestra Señora de la Gruta.
Los miembros del Pueblo Elegido, como es lógico, aprovecharon su influencia para alentar persecuciones contra los cristianos, y especialmente contra la Casa de Tharsis, durante todo el tiempo que duró la ocupación árabe. Sin embargo, fieles a sus principios talmúdicos, intentaron continuar con su tarea corruptora en perjuicio ahora de la sociedad árabe, lo que les valió que los sarracenos, conseguido el objetivo de conquistar España, olvidasen bien pronto sus favores y los sometiesen también a periódicas persecuciones.