LIBRO SEGUNDO - DIA 15


Decimoquinto Día


Conviene informarle a esta altura de la historia, Dr., sobre la reaparición de los Golen. Como dije en el Día Sexto, aparte de su presencia, siempre poco numerosa entre los fenicios y cartagineses, habían arribado masivamente a Europa a partir del siglo IV A.J.C. “acompañando a un pueblo escita del Asia Menor”; tal pueblo recibió muchos nombres, de acuerdo al país donde transitó o se asentó: fundamentalmente eran celtas, pero se los conoció como galos, irlandeses, escoceses, bretones, galeses, córnicos, gálatas, gallegos, lucitanos, etc. Veamos ahora con más detalle cómo fue que los Golen se unieron a los celtas, y cuál era su verdadero origen.
Más adelante explicaré el significado de las Tablas de la Ley, que Moisés recibe de YHVH al concretar Su Alianza con el Pueblo Elegido. Ahora cabe resumir que las Tablas de la Ley contienen el Secreto de la Serpiente, es decir, la descripción de las veintidós voces que el Dios Creador empleó para realizar su obra, y los diez Aspectos, o Sephiroth, con que se manifestó en el Mundo al ejecutar la Creación: son los treinta y dos misteriosos caminos del Uno. Este conocimiento, da lugar a una Alta Ciencia denominada Cábala acústica y numeral, la que se encuentra expresada sólo en las primeras Tablas de la Ley: en las segundas, que siempre fueron exotéricas, no hay más que un Decálogo Moral, pálido reflejo de los diez Arquetipos Supremos o Sephiroth. Las primeras tablas poseen, pues, el Secreto de la Serpiente, el Secreto de la Construcción del Universo: para preservar este secreto de las miradas profanas, las Tablas fueron guardadas en el Arca de la Alianza, mientras que una “interpretación” de la Cábala Acústica era cifrada por Moisés, Josué, los Ancianos, etc., en el pentateuco o Thorá escrita. Las veintidós letras hebreas, con que fueron escritas las palabras cifradas, guardan una relación directa con los veintidós sonidos arquetípicos que pronunció el Creador Uno, lo que les otorga un inestimable valor como instrumento mágico. Pero tales letras poseen también un significado numérico arquetípico, de modo que toda palabra es suceptible de ser analizada e interpretada. Ese es el origen de la Cábala numérica judía, exclusivamente dedicada a comprender la Escritura de la Torah, la que no debe confundirse con la Kábala acústica Atlante blanca, que se halla referida a las Vrunas de Navután.
Pero la Cábala acústica se encontraba revelada en las Tablas de la Ley y éstas encerradas en el Arca, de donde sólo podían ser extraídas una vez al año, para privilegio de los Sacerdotes. Finalmente, el Rey Salomón hizo enterrar el Arca en una cripta profunda bajo el Templo, unos mil años A.J.C., y permaneció en el mismo lugar hasta la Edad Media, es decir, por espacio de veintiún siglos. Podría agregar que fue la manera mágica como se la enterró la que impidió que el Arca fuese hallada antes.
A la muerte de Salomón, el Reino de Israel se dividió en dos partes. Las tribus de Judá y Benjamín, que ocupaban el Sur de Palestina, quedaron bajo el mando de Roboam, hijo de Salomón, y el resto del país, formado por las otras diez tribus, se alineó tras la autoridad de Jeroboam. En el año 719 A.J.C. el Gran Rey Sargón destruyó el Reino de Israel, y las diez tribus de Jeroboam fueron transportadas al interior de Asiria para servir en la esclavitud. Las dos tribus restantes formaron el Reino de Judá, del cual descienden, en mayor o menor medida, los judíos actuales.
Las “diez tribus perdidas de Israel” no desaparecieron de la Historia como la propaganda interesada de los judíos pretende hacer creer, dado que se sabe sobre el asunto mucho más de lo que se dice. Por ejemplo, es cierto que hubo hebreos en América antes de Colón, y también que una gran parte de la población actual de Afganistán desciende de los primitivos miembros del Pueblo Elegido. Pero lo que aquí interesa es señalar que hubo entonces una migración de hebreos hacia el Norte, los cuales iban guiados por una poderosa casta levita. Después de atravesar el Cáucaso, adonde fueron diezmados por tribus germánicas, llegaron a las estepas de Rusia y allí chocaron con un pueblo escita. La masa del pueblo hebreo se mezcló con los escitas, mas, como eran muy inferiores en número, no afectaron la identidad étnica de estos; por el contrario, la casta levita no aceptó perder su condición de miembros del Pueblo Elegido degradando su Sangre con los Gentiles. Los levitas permanecieron así, dedicados al Culto y al estudio de la Cábala numérica, durante muchos años, llegando a alcanzar notables progresos en el campo de la hechicería y la magia natural. Cuando, siglos después, los escitas se desplazaron hacia el Oeste, una parte de ellos se estableció en los Cárpatos y en las orillas del Mar Negro, mientras que otra parte continuó su avance hacia Europa central, adonde fueron conocidos como celtas. Acompañando a los celtas iban los descendientes de aquellos Sacerdotes levitas, llamados ahora Golen por creerse que su procedencia era la fenicia Ciudad de Sidón, adonde los denominaban Gauls o Gaulens. Pero de Sidón, los Golen se expandieron a Tiro, desde donde navegaron con los fenicios hasta Tharsis e hicieron las primeras incursiones que recuerdan los Señores de Tharsis; tras la caída de Tiro, en el siglo IV A.J.C., habrían de asentarse, como se vio, en Cartago, desempeñando el Sacerdocio de Baal Moloch. Algunos Golen se establecieron también en Frigia, como oficiantes del Culto de Cibeles, de Adonis, y de Atis. Es que para entonces, los Golen poseían ya un terrible poder, fruto de siglos consagrados al estudio del Satanismo y la práctica de la Magia Negra. En síntesis, los celtas avanzaron por Europa guiados por los Golen. Y el tiempo diría que aquella alianza no acabaría jamás, extendiéndose hasta nuestros días.
Mas, ¿cómo llegaron los levitas de las tribus perdidas a convertirse en Golen, es decir, cómo obtuvieron su siniestro conocimiento? La explicación debe buscarse en el hecho de que estos levitas, cosa que no ocurrió con otros Sacerdotes judíos ni entonces ni después, no se conformaban con el saber que sólo podía extraerse de la Torah escrita: ellos deseaban acceder a la Hokhmah, o Sabiduría Divina, por un contacto directo con la Fuente de la Cábala Acústica, que es la Ciencia de los Atlantes morenos. Su insistencia y perseverancia por conseguir ese propósito, y su carácter de miembros del Pueblo Elegido, convenció a los Demonios de la Fraternidad Blanca de que se hallaban frente a invalorables colaboradores del Pacto Cultural. Y esa convicción los decidió a confiarles una importantísima misión, una empresa que requeriría su intervención dinámica en la Historia. El cumplimiento de los objetivos propuestos por los Demonios redundaría en beneficio de los levitas, ya que les permitiría avanzar cada vez más en el conocimiento de la Cábala acústica. ¿Qué clase de misión les habían encomendado los Demonios? Una tarea que tenía directa relación con sus deseos: serían ejecutores del Pacto Cultural; trabajarían para neutralizar las construcciones megalíticas de los Atlantes blancos, tratarían de recuperar las Piedras de Venus, combatirían a muerte a los miembros del Pacto de Sangre, y colaborarían para que el plan de la Fraternidad Blanca, consistente en instaurar en Europa la Sinarquía del Pueblo Elegido, pudiese llevarse a buen término. Pero los Golen, en el fondo, seguían siendo Sacerdotes levitas, hijos del Pueblo Elegido, y ahora poseedores de la “Sabiduría Divina” de YHVH, la Hokhmah; por eso su fundamental ocupación, el objetivo principal de sus desvelos, sería teológico: Ellos intentarían unificar los Cultos, demostrando que, “tras la pluralidad de los Cultos”, existía “la Singularidad de Dios”; que, desde entonces, se debería cumplir rigurosamente con el Sacrificio del Culto. “Porque, cualquiera que fuese la forma del Culto, «el Sacrifico es Uno», vale decir, el Sacrificio participa de El Uno”.
A partir del siglo V, están ya los celtas y los Golen recorriendo Europa hacia el Oeste. Los Galos fueron los que se unieron a Amílcar Barca e impidieron que Roma auxiliase a Tartessos; luego se unirían a Amílcar Barca en la invasión de Italia; pero mucho antes, en el siglo IV, habían humillado a Roma y destruido el Templo de Apolo, en Delfos. Julio César, en su célebre campaña de las Galias, consigue someterlos definitivamente al control de Roma en 59 A.J.C.; Augusto divide a la Galia transalpina en cuatro provincias: la Narbonense, la Aquitania, la Céltica o Lionesa, y Bélgica. Los Golen, que detentaban gran poder sobre todos estos pueblos, comienzan a retirarse poco a poco de las provincias romanas, incluso seguidos por algunos contingentes celtas: pasan primero a Gran Bretaña, o “Britania”, pero el objetivo final es Irlanda, o sea “Hibernia”. En los primeros siglos de la Era cristiana no son muchos los Golen que se mueven libremente por Europa: en el siglo IV, cuando se castiga con la pena de muerte la práctica de los Cultos paganos, ya no parece haber Golen en las regiones romano cristianas. De hecho, para entonces las Galias e Hibernia están totalmente romanizadas y, en las regiones que aún se practica el paganismo, los misioneros católicos derrumban los templos paganos, a veces árboles centenarios, y ponen en fuga a los Golen. Invariablemente, estos parten hacia Gran Bretaña e Irlanda.
La llegada de los bárbaros en el siglo V no les brinda una oportunidad de reimplantar su poder pues estos pueblos son cristianos arrianos y de Raza germánica, tradicionalmente enemistada con los celtas que los consideran también barbarii. Así, en el Reino visigodo de España, los Señores de Tharsis recogerán entonces la impresión de que, al fin, los Golen han desaparecido de la Tierra. Empero, estaba por ocurrir todo lo contrario, pues en poco tiempo los Golen protagonizarían el regreso más espectacular. Sí, porque los Golen no retornaban a Europa para cumplir su antiguo rol de Sacerdotes paganos del Dios Uno, para cumplir la misión de unificar los Cultos en el Sacrificio ritual: ahora corrían otros tiempos; de aquella misión se ocuparían directamente los miembros del Pueblo Elegido, quienes ofrendarían a El Uno el Sacrificio de toda la Humanidad Gentil o Goim. La Fraternidad Blanca había encargado a los Golen, en cambio, el desempeño de una función superior, una ocupación que favorecería como nunca la unificación de la humanidad. Por eso ellos no volvían esta vez como Sacerdotes paganos sino como “Cristianos”; y no sólo como “Cristianos” sino como “católicos romanos”; y no sólo como católicos sino como “monjes misioneros” de la Iglesia Católica; y luego serían considerados “constructores sabios” de la Iglesia, título absurdo cuya mención iba a arrancar risas irónicas a los Hombres de Piedra.
Es ésta una larga historia que aquí sólo puedo resumir, y que tiene su principio en los planes de la Fraternidad Blanca. Los Dioses Traidores, para cumplir sus pactos con el Dios Creador y las Potencias de la Materia, debían favorecer el Control del Mundo por parte del Pueblo Elegido. Para ello sería necesario afianzar definitivamente el modo de vida materialista fundado en el Pacto Cultural, vale decir, sería necesario afianzar el Culto en las sociedades germano romanas recientemente formadas en Europa. Y la mejor manera de afianzar el Culto, tal como se desprende de lo que expuse en el Tercer Día, es formalizarlo y plasmar esa forma en las masas; centrar a la sociedad en torno a la forma del Culto. ¿Dónde comienza la forma de un Culto, cuál es el extremo más visible para las masas? Evidentemente, el Culto comienza por el Templo, lo que primero aparece al creyente. En verdad, lo más importante del Culto es el Ritual; pero todo sitio donde se practica el Ritual es un Templo pues el Templo es el Espacio Sagrado donde se puede realizar el Ritual: la prioridad aparente del Templo surge de que, efectivamente, puede existir un Templo, es decir, un Espacio Sagrado o Centro de Manifestación metafísica, sin que haya Ritual, pero es inconcebible que pueda ejecutarse un Ritual fuera de un Espacio Sagrado o Templo. El plan de la Fraternidad Blanca para afianzar el Culto comenzaba, pues, por la implantación masiva de Templos y por la evolución de la forma de los Templos en concordancia con los objetivos del Ritual.
Pero esos planes apuntaban a un objetivo final mucho más complejo: la instauración de un Gobierno Mundial en manos del Pueblo Elegido. La Fraternidad Blanca crearía las condiciones culturales adecuadas para que una sociedad futura aceptase tal forma de gobierno: en esa empresa ocuparían el esfuerzo de toda la casta sacerdotal de Occidente, figurando en primer término la misión encomendada a los Golen. Cuando la sociedad estuviese lista para el Gobierno Mundial entonces se realizaría, Mesías mediante, la reunificación del Cristianismo con la Casa de Israel y se elevaría al Pueblo Elegido al Trono del Mundo. Tales eran los planes de la Fraternidad Blanca y de los Sacerdotes del Pacto Cultural. La transformación de la sociedad, que esos planes exigían, se lograría principalmente por la unificación religiosa y la función fijadora del Culto que ejerce todo Templo sobre las masas. Pero habría más: también se requería la formación de un poder financiero y militar que prestase apoyo, en su oportunidad, a la constitución del Gobierno Mundial.
El Culto oficial de las sociedades europeas era el cristiano, así que los Templos habrían de responder a los Ritos de la Iglesia. Claramente, se advierte que el plan de los Dioses Traidores requiere la efectivización de dos condiciones: la primera es que las masas tomen conciencia de la necesidad del Templo para la eficacia del Ritual; y la segunda es que se disponga, en el momento en que esta necesidad alcance su máxima expresión, de los hombres capaces de satisfacerla mediante la construcción de Templos en grandes cantidades y volúmenes. La primera condición se cumpliría por la constante y permanente prédica misionera; la segunda, con la fundación en Occidente, de un Colegio Secreto de Constructores de Templos: este Colegio, Dr. Siegnagel, fue confiado a los Golen. Mas ello no ocurrió de entrada, pues se debía concretar el plan de la Fraternidad Blanca comenzando por la primera condición: cuando en la Iglesia estuvo preparado el lugar que iban a ocupar los Golen para  desarrollar su Colegio de Constructores, en el siglo VI, recién entonces se los convocó en Irlanda para que hicieran su asombrosa reaparición continental.
La oportunidad que los Golen aprovechan para regresar a Europa es producto del nacimiento, en el siglo VI, del “monacato occidental”, tradicionalmente atribuido a San Benito de Nurcia. Realmente, sólo la ignorancia de los europeos pudo sostener semejante atribución durante mil doscientos años; empero, pese a que desde el siglo XVIII se conoce en Occidente con bastante precisión la historia de las religiones del Asia, todavía hoy en día hay quienes sostienen tercamente esa patraña, entre ellos, el dogma oficial de la Iglesia Católica: mas, para comprobar el engaño, sólo hay que tomar un avión, viajar al Tíbet, y observar allí los monasterios budistas de los siglos III y II A.J.C., es decir, ochocientos años anteriores a San Benito, cuyas reglas internas y construcciones son análogas a las benedictinas. La oración y el trabajo eran allí la Regla, tal como en la fórmula ora et lavora de San Benito; pero, lo más importante, lo más revelador de la comparación, resultará sin dudas el descubrir que los monjes tibetanos se dedicaban al oficio de copistas, es decir, de reproducir y perpetuar antiguos documentos y libros, y a conservar y desarrollar el arte de la construcción de Templos, igual que los benedictinos. Y no hay que insistir, porque es suficientemente conocido, que aquellos monasterios constituían centros de difusión religiosa por la acción de los monjes misioneros y mendicantes que allí se preparaban y enviaban por toda el Asia.
A la luz de los conocimientos actuales, sin embargo, cualquier persona de buena fe ha de admitir que la institución del monacato oriental data del siglo X antes de Jesús, o sea, es por lo menos 1.400 años anterior a la aparición del monacato occidental. Para refrescar la memoria a este respecto, conviene recordar los siguientes datos: en primer lugar, que los himnos más antiguos del Rig Veda y los Upanishads mencionan las comunidades brahmánicas munis y vrâtyas; en segundo lugar, que en la Epoca de Buda, personaje histórico del siglo VII A.J.C., ya existían âshrams desde cientos de años antes; y por último, que si la reforma religiosa budista se extiende rápidamente en la India, China, Tíbet, Japón, etc., es porque ya existían los grupos que se iban a transformar en Sanghas.
Pero no se trata de que los benedictinos fuesen budistas o tuviesen algo que ver con el budismo sino de que tanto los Sacerdotes budistas, como los Sacerdotes benedictinos, obedecían secretamente a la Fraternidad Blanca, verdadera Fuente Oculta del Monacato “Oriental” y “Occidental”. La Fraternidad Blanca, en efecto, fue autora de una obra titulada “Regla de los Maestros de Sabiduría”, de difusión universal y que en Occidente era conocida desde el siglo II como “Regula Magistri Sapientiae” por numerosas sectas cristianas y también por los gnósticos judíos. Así que, nada original habría en el monacato occidental el cual respondería, por el contrario, a las más ortodoxas disposiciones que dictamina la Fraternidad Blanca en la materia.
En los primeros siglos de la Era Cristiana cuando el Imperio Romano admitía el “paganismo” y mantenía contacto con los pueblos del Asia, se conocía perfectamente la existencia de la vida monacal oriental; incluso hombres ilustres como Apolonio de Tiana, contemporáneo de Jesús, habían viajado al Tíbet y recibido instrucción en sus monasterios. Algunas sectas gnósticas, que llegaron a comprender y a oponerse a los planes de la Fraternidad Blanca, han dejado testimonio de que ello se conocía en las principales ciudades del Medio Oriente: Alejandría, Jerusalén, Antioquía, Cesarea, Efeso, etc. Pero la institución de los monasterios no se establece de la noche a la mañana: es necesario seguir un estricto proceso de formación, un método que se conoce desde la época de la Atlántida y que los Sacerdotes del Pacto Cultural han utilizado universalmente; con ese método los Sacerdotes brahmanes impusieron el hinduísmo y los sacerdotes budistas, previa deformación de la doctrina del Kshatriya Sidhartha, crearon el monacato budista tibetano, chino, indio y japonés. Ese método determina que se debe comenzar por una etapa de anarcomisticismo social, caracterizada por la proliferación de iluminados, ermitaños, y Santos: esta fase tiene el objetivo de fomentar la creencia de que la futura institución monacal es un producto espontáneo del pueblo, que nace y se nutre del pueblo. De este modo los pueblos aceptarán naturalmente la existencia y obra de los monasterios, y, lo que es más importante, también lo aceptarán los Reyes y gobernantes. Y ese método infalible es aplicable en cualquier pueblo y con el concurso de cualquier religión.
En el marco del judeocristianismo, ya en el siglo I comienza a aplicarse el método y así surgen en Medio Oriente multitud de ascetas y Santos que se retiran a los desiertos y las montañas para vivir en soledad. Durante los siglos II y III crece tanto la población de anacoretas que muchos deciden juntarse bajo el mando de un Santo superior y el orden de alguna regla: se constituyen entonces las comunidades de cenobitas; no obstante, la comunidad de los cenobitas no alcanza aún el grado de unión requerido para el modo de vida monacal pues cada miembro continúa con la vida ermitaña y sólo se reúnen para orar y alimentarse. Y junto a los anacoretas y los cenobitas, vagan por todas partes los “frailes errantes”, versión occidental de los “monjes mendicantes orientales”. Para el siglo V, las colonias de anacoretas y los cenobios, sumaban miles y miles de miembros en Egipto, Palestina y Medio Oriente: en una sola diócesis de Egipto, Oxyrinthus, vivían veinte mil ermitañas y cien mil ermitaños anacoretas, mientras que en vida de San Pacomio existían siete mil monjes cenobitas en sus monasterios, que llegan a cincuenta mil en el siglo V. Con esto le quiero ejemplificar, Dr. Siegnagel, sobre la magnitud del movimiento premonacal, un movimiento que todos sabían era de inspiración extremooriental.
El momento propicio para instituir el monacato occidental, y para difundir el engaño de que consistía en una creación original judeocristiana, se iba a presentar después de la muerte del Emperador Teodosio, en el año 395, cuando el Imperio Romano se reparte entre sus dos hijos Arcadio y Honorio. Arcadio se establece en Constantinopla, dando inicio al Imperio Romano de Oriente, que duraría hasta el año 1453. Honorio hereda el Imperio Romano de Occidente, con Roma, que se deshacería ochenta años después frente a la presión de las hordas bárbaras: luego del año 476, el Imperio de Occidente se divide en múltiples Reinos romanogermánicos y comienza un proceso colectivo de aislamiento y decadencia cultural. No sólo con el Asia quedan cortados los lazos culturales sino con la misma Grecia; pero la sociedad europea ya estaba preparada para la institución monacal: durante siglos había visto pasar a los frailes errantes procedentes de Tierra Santa y escuchado las historias de los anacoretas y cenobitas orientales; incluso muchos peregrinos viajaban a Tierra Santa y allí adoptaban la vida ascética, conservando a su regreso las costumbres adquiridas; en ese momento, siglo VI, no existe zona montañosa europea donde no habiten ermitaños cristianos. Pero una vez establecido el orden de los monasterios, todos olvidarían el origen oriental de la institución monacal.
Justamente, de los monasterios benedictinos saldrán las copias y traducciones de los libros más fecundos de la cultura griega, que no tuvo institución monacal, y se “perderá” todo vestigio de las culturas de Extremo Oriente; vestigios que habían existido en el Imperio Romano y que misteriosamente desaparecen de Europa al tiempo que “aparecen” los libros más adecuados para empujar a occidente hacia el desastre espiritual del Renacimiento y la Edad Moderna, es decir, los libros en que se expone el racionalismo y la especulación griega, raíz de la “Filosofía” y de la “Ciencia” moderna. Nada se dirá, a partir de la Cultura benedictina, sobre el origen Atlante de las civilizaciones europeas, ni sobre las religiones de los pueblos del Asia, ni siquiera sobre la de los recientes germanos, a quienes se obligará a olvidar sus Dioses y creencias, y sus alfabetos rúnicos. Y nada se dirá, por supuesto, que pueda relacionar a la institución monacal occidental con otras Culturas, que pueda despertar la sospecha de que lo ocurrido en Europa es una historia repetida en otras partes, la conclusión de un método de Estrategia Psicosocial para ejercer el control de las sociedades humanas. Recién después del siglo IX, por la presencia de los árabes en España, y del siglo XII, por la transculturalización que causan las Cruzadas, algunos Espíritus alertas advierten el engaño. Pero son pocos y ya será tarde para detener a los Golen.
San Benito, que nació en el año 480, funda en el 530 el monasterio modelo de Monte Cassino y redacta en el 534 su célebre Regla. Que recibió instrucción de los “Angeles” de la Fraternidad Blanca no caben dudas porque su Regula Monachorum es una fiel reproducción de la Regula Magistri Sapientiae. Al morir en el año 547, y “subir al Cielo por un camino custodiado por Angeles” según presenciaron muchos monjes, las bases del “monacato occidental” estaban echadas: ése era “el momento” largamente esperado por los Golen para irrumpir en los países continentales de Europa.
En el siglo V los Golen se encuentran concentrados mayormente en Irlanda y comienzan a infiltrarse en la Iglesia Católica. Uno de los suyos es San Patricio, a quien envían al Continente para estudiar la Doctrina Cristiana y tomar contacto con miembros de la Fraternidad Blanca: regresa en el año 432, procedente de Roma, investido de Obispo y con la autorización papal para evangelizar Irlanda. Inmediatamente funda muchos monasterios, algunos realmente importantes como los de Armagh y Bangor donde se celebrarían Sínodos y existirían escuelas religiosas, en los que se apresuran a ingresar masivamente los Golen de Irlanda y Gran Bretaña. Los siguientes ciento treinta años, desde la muerte de San Patricio en 462 hasta la partida de San Columbano en el año 590, son empleados por los Golen a fin de dar forma a la “Iglesia de Irlanda”, vale decir, a fin de organizar su futuro asentamiento continental.
El año 590 señala “el momento” histórico en que los planes de la Fraternidad Blanca para la participación de los Golen empiezan a ejecutarse rigurosamente. El “lugar” donde los Golen desarollarán el Colegio de Constructores de Templos ya está listo: son los monasterios de la Orden de San Benito. Y ya ha sido elegido Papa el monje benedictino Gregorio, que años antes en Constantinopla recibe la orden de la Fraternidad Blanca de “convocar a los monjes irlandeses”, es decir, a los Golen, e integrarlos a la Orden de San Benito. Nada más que esa llamada necesitaban los Golen para actuar y en ese mismo año 590 parte hacia Francia San Columbano, procedente del gran monasterio de Bangor, junto con doce miembros de la plana mayor. En Francia se le suman seiscientos Golen y se dedican a fundar monasterios basados en la Regula Monachorum: cuentan en todo momento con el apoyo de San Gregorio Magno, quien recibe a San Columbano en Roma más de una vez. Luego del de Anegray establece el monasterio de Luxeuil, de vasta influencia en la región, y el famoso de San Golen, a orillas del lago Zurich, entre muchos otros. San Columbano muere en el año 615, en el monasterio lombardo de Bobbio, dejando su misión prácticamente cumplida: cientos de monasterios en las Galias, en Suiza y en Italia, es decir, en los antiguos asentamientos celtas, bajo la dirección de los “monjes irlandeses”, Golen, e integrados a la Orden de San Benito.
Hay que recordar que en el año 589 se desarrolla el III Concilio de Toledo donde el Rey Recaredo, por influjo del Obispo de Sevilla San Leandro, se declara “católico romano”, junto con la Reina y toda la corte del Reino visigodo. No debe sorprender, pues, que los Golen se precipiten en España a partir del nefasto año 590. Sin embargo, esa reaparición causó enorme sorpresa a los Condes de Turdes Valter que no esperaban volver a ver a los Golen en la península, por lo menos mientras durase en ella la ocupación goda. Mas tal imprevisión tenía su causa en la suposición de que los Golen permanecerían paganos y no se “someterían” a la Iglesia Católica: esta suposición fue una ingenuidad, como la realidad se encargó de demostrarlo bien pronto, pues los Golen aspiraban a controlar a la Iglesia Católica luego de “someterse” a ella. Los Condes de Turdes Valter, que también pertenecían a la Iglesia y eran nobles hispano godos, emplearon entonces toda su influencia para impedir la expansión benedictina en el Sur de España, objetivo que lograron ampliamente: los Golen, como es lógico, se afirmarían en el Norte de España, en las regiones célticas. Desde el monasterio de Dumio, vecino a Braga, en la Lucitanía, y otros en Bierzo y en el extremo de la cordillera cantabro asturiana que se denomina Picos de Europa, los Golen emprenderían infinidad de incursiones en la Bética con el fin de destruir a la Casa de Tharsis y robar la Espada Sabia. Toda una guerra secreta se libró desde el siglo VIII, en la que los “monjes misioneros” Golen intentaban aproximarse a la Villa de Turdes y los Señores de Tharsis los hacían ejecutar sin piedad. Pero, por cada Golen benedictino que desaparecía sin dejar rastros o aparecía asesinado en un camino por manos desconocidas, concurrían dos en su reemplazo, obligando a la Casa de Tharsis a mantener, como antaño, un permanente estado de alerta. Expertos en magia negra, y maestros en toda clase de Ciencias, emplearían cuanto sabían para localizar la Caverna Secreta, mas siempre fracasarían. Al final, solicitarían el auxilio de Bera y Birsa, como se verá más adelante.

Es evidente que la inserción de los Golen en la Iglesia Católica no constituye un motivo suficiente para descalificarla completamente. La razón es que los Golen se introducen como “Sociedad Secreta” dentro de la Iglesia y, aunque sus intrigas comprometen en más de una ocasión a la Iglesia toda, sus planes jamás son declarados públicamente ni asumidos oficialmente por ésta. Por el contrario, en muchas otras ocasiones personalidades verdaderamente espirituales, auténticos kristianos, han brillado en su seno. Conviene considerar entonces, a pesar de que tal distinción no siempre sea fácil de determinar, como si existiesen dos Iglesias superpuestas: una, contra la que lucharon los Señores de Tharsis, es la Iglesia Golen; así la denominaré en otras partes y su definición irá surgiendo de la historia; otra es la Iglesia de Kristos, o Iglesia a secas, a la que pertenecieron los Señores de Tharsis y el Circulus Domini Canis, y a la que pertenecen muchos de los que están por el Espíritu y contra las Potencias de la Materia, por Kristos Luz y contra Jehová Satanás. Una es la Iglesia de la Traición al Espíritu del Hombre y otra es la Iglesia de la Liberación del Espíritu del Hombre, una es la Iglesia del Demonio del Alma Inmortal y otra es la Iglesia del Dios del Espíritu Eterno.