Vigésimo
Día
Desde hoy voy a examinar, Dr.
Siegnagel, la cuestión cátara, la más significativa de las producciones de la Sabiduría Hiperbórea
que se opuso a los planes de la Fraternidad Blanca en el siglo XIII. Fue en el contexto del catarismo
cuando Santo Domingo fundó la
Orden de los Predicadores que permitiría a los Señores de
Tharsis actuar de manera encubierta. Es necesario, entonces, describir dicho
contexto para que resulte claro el objetivo buscado por Santo Domingo y los
Señores de Tharsis.
Ante todo, cabe advertir que calificar
de “herejía” al catarismo es tan absurdo como hacerlo con el budismo o el
islamismo: como éstos, el catarismo era otra
religión, distinta de la católica. Herejía es, por definición, error
dogmático sobre la Doctrina
oficial de la Iglesia ;
no es hereje quien profesa otra religión sino quien desvirtúa o interpreta
torcidamente el dogma católico, tal como Arrio o los mismos Templarios Golen,
que fueron los herejes más diabólicos de su Epoca. Por supuesto que aunque
entonces se hubiese aceptado que los Cátaros practicaban otra religión, como
los sajones, ello no habría significado diferencia alguna en el resultado: nada
los podría haber salvado de la sentencia de exterminio de los Golen. Herejes
eran, sin dudas, los arrianos; pero no lo serían los Cátaros: éstos eran, sí,
enemigos de la Iglesia ,
a la que denominaban “la
Sinagoga de Satanás”.
Para comprender el problema hay que
considerar que lo que los Cátaros conocían en realidad era la Sabiduría Hiperbórea ,
a la que enseñaban valiéndose de símbolos tomados del mazdeísmo, del
zervanismo, del gnosticismo, del judeocristianismo, etc. Por consiguiente,
predicaban que el Bien era de naturaleza absolutamente espiritual y estaba del
todo fuera de este Mundo; el Espíritu
era Eterno e Increado y procedía del Origen del Bien; el Mal, por el contrario,
tenía por naturaleza todo lo material y creado; el Mundo de la Materia , donde habita el
animal hombre, era intrínsecamente maligno; el Mundo había sido Creado por Jehová Satanás, un Demiurgo
demoníaco; rechazaban, por lo tanto, la Biblia , que era la “Palabra de Satanás”, y
repudiaban especialmente el Génesis, donde se narraba el acto de Crear el Mundo
por parte del Demonio; la
Iglesia de Roma, que aceptaba la Biblia era, pues, “la Sinagoga de Satanás”, la
morada del Demonio; el animal hombre,
creado por Satanás, tenía dos naturalezas: el cuerpo material y el Alma; a
ellas se había unido el Espíritu Increado, que permanecía desde entonces
prisionero de la Materia ;
el Espíritu, incapaz de liberarse, residía en el Alma, y el Alma animaba el
cuerpo material, el cual se hallaba inmerso en el Mal del Mundo Material; el
Espíritu se hallaba, así, hundido en el Infierno, condenado al dolor y al
sufrimiento que Jehová Satanás imponía al animal hombre.
Los Cátaros, es decir, los Hombres “Puros”, debían pretender el
Bien. Eso significaba que el Espíritu debía regresar a su Origen, aborreciendo
previamente el Mal del Mundo Material. Aseguraban
que el Espíritu Santo estaba siempre dispuesto para auxiliar al Espíritu
prisionero en la materia y que respondía a la solicitud de los Hombres Puros;
entonces los Cátaros tenían el poder de transmitir el Espíritu Santo a los
necesitados de ayuda por medio de la imposición de manos, acto al que
denominaban “Consolamentun”.
Afirmaban, además, la existencia de un
Kristos Eterno e Increado, al que llamaban “Lucibel”, que solía descender
voluntariamente al Infierno del Mundo Creado para liberar al Espíritu del
hombre; rechazaban la cruz por constituir un símbolo del encadenamiento
espiritual y del sufrimiento humano; eran iconoclastas a ultranza y no admitían
ninguna forma de representación de las verdades espirituales; practicaban la
pobreza y el ascetismo, y desconfiaban de las riquezas y bienes materiales,
especialmente si procedían de personas que se decían religiosas; sostenían que
la más elevada virtud era la comprensión y expresión de la Verdad , y que el más grande
error era la aceptación y propagación de la mentira; reducían la alimentación
al mínimo y recomendaban no abusar del sexo; prohibían la procreación de hijos
porque contribuía a perpetuar el encadenamiento del Espíritu a la Materia.
Es evidente, Dr. Siegnagel, que los
conceptos de la religión cátara no procedían de una herejía católica sino de la Sabiduría Hiperbórea.
Sin embargo, a quienes desconocían tal filiación o estaban fanatizados y
controlados por los Golen, no era difícil convencerlos de que se trataba de una
diabólica herejía; especialmente si la mirada se posaba sobre la forma exterior
del catarismo. Porque los Cátaros, con el fin declarado de competir con los
católicos por el favor del pueblo, se habían organizado también como Iglesia.
El por qué de esta decisión, que los iba a enfrentar de manera desventajosa con
una Europa católica condicionada ya por la idea de que era legítimo montar
“Cruzadas” militares contra pueblos que profesaban otra religión, hay que
buscarlo en las creencias ancestrales de la población occitana.
Indudablemente existían conexiones
entre los Cátaros y los maniqueos bogomilos de Bulgaria, Bosnia, Dalmacia,
Servia y Lombardía, mas esos contactos eran naturales entre pueblos o
comunidades que compartían la herencia de la Sabiduría Hiperbórea
y no implicaban dependencia alguna. El catarismo fue, mas bien, un producto
local del país de Oc, un fruto medieval del tronco racial ibero. La antigua
población ibera de Oc, como la de Tharsis, no sufrió gran influencia celta, a
diferencia de los iberos de otras regiones de las Hispanias y de las Galias que
se confundieron racialmente con ellos y cayeron prontamente bajo el poder de
los Golen. En Oc los Galos no consiguieron unirse con los iberos, pese a que
dominaron durante siglos la región, con gran disgusto de los Golen que
apelarían a todos los recursos para quebrar su pureza racial. Empero, los
occitanos se mezclarían luego con pueblos más afines, de modo semejante a los
tartesios, especialmente con los griegos, los romanos, y los godos. En un
remoto pasado, los Atlantes blancos les habían comunicado la misma Sabiduría
que a sus hermanos de la península ibérica, para después incluirlos en el Pacto
de Sangre. Poseyeron, pues, su propia Piedra de Venus y la perdieron a manos de
los Golen cuando estos Sacerdotes del Pacto Cultural favorecieron las
invasiones de los volscos tectósagos y
arecómicos, los bebrices, velavos, gábalos y helvios, además de instalarse
en la costa mediterránea con los fenicios en sus colonias de Agde, Narbona y
Port Vendrés, que en principio se llamó “puerto de Astarté”.
Ahora bien, aparte de lo que ya
recordé sobre la Sabiduría
de los iberos del Pacto de Sangre, hay que agregar aquí una leyenda particular
que estaba bastante difundida entre los pirenaicos. Según la misma, los
Atlantes blancos habían depositado en una caverna de la región otra Piedra de
Venus, a la que denominaban el Gral de
Kristos Lúcifer. Aquella Piedra, que trajera el Enviado del Dios
Incognoscible, no ya para que reflejara el Signo del Origen a unos pocos
Iniciados, sino para vincular carismáticamente y liberar espiritualmente a toda
una comunidad racial, sólo sería hallada en momentos claves de la Historia. Creían
que el motivo era el siguiente: el Gral constituía una tabula regia imperialis, vale decir, el Gral informaba con
exactitud quién era el Rey de la
Sangre Pura , a quién correspondía gobernar al pueblo por la Virtud de su espiritualidad
y su pureza racial; pero el Gral tenía el Poder de revelar el liderazgo
comunicándolo carismáticamente en la Sangre Pura de la Raza : no era necesaria la Presencia Física
de la Piedra
de Venus para escuchar su mensaje; empero, si la comunidad racial olvidaba el
Pacto de Sangre, si caía bajo la influencia soporífera del Pacto Cultural, o si
degradaba su Sangre Pura, entonces perdería la vinculación carismática, se
desconcertaría, y erraría al elegir sus líderes raciales: sobrevendrían malos
Reyes, débiles o tiranos, quizá Sacerdotes del Pacto Cultural, que en todo
caso, guiarían al pueblo hacia su destrucción racial; no obstante, aún cuando
el pueblo estuviese dominado por el Pacto Culural, la herencia Hiperbórea de la Sangre Pura no podría
ser fácilmente eclipsada y, en indeterminados
momentos de la Historia ,
ocurriría una coincidencia culturalmente
acausal que pondría a todos los miembros de la Raza en contacto carismático
con el Gral: entonces todos sabrían, sin
duda alguna, quién sería el líder de la Raza.
Se trataba de una doble acción del
Gral: por una parte, revelaba al pueblo quién era el verdadero Líder de la Sangre Pura , sin que
influyese para ello su situación social; vale decir: fuese Noble o plebeyo,
rico o pobre, si el Líder existía, todos sabrían quién era, todos lo
reconocerían simultáneamente. Y por otra parte, apuntalaba al Líder en su
misión conductora, conectándolo carismáticamente con los miembros de la Raza en virtud del origen
común: en el Origen, toda la Raza
de los Espíritus Hiperbóreos estaría unida, pues el Gral, justamente, sería un reflejo del Origen. Por la Gracia del Gral, el Líder
racial aparecería ante el pueblo dotado de un carisma evidente, innegable e
irresistible; exhibiría claramente el Poder del Espíritu Increado y daría
pruebas de su autoridad racial; y ello
no podría ser de otro modo puesto que, por el Origen, volvería a estar a las
órdenes del Gran Jefe de La Raza
del Espíritu, el Señor del Honor Absoluto y de la Belleza Increada :
Kristos Lúcifer o Lucibel.
El devenir de la Historia , el avance
inexorable de los pueblos culturalmente dominados por la Estrategia de la Fraternidad Blanca
en dirección a las Tinieblas del Kaly Yuga, causaría la manifestación cada vez
más fuerte de las Potencias de la Materia. Por lo tanto, los Líderes raciales que
eventualmente surgiesen del pueblo, deberían demostrar un Poder espiritual cada
vez mayor para enfrentarse a tales fuerzas demoníacas. La consecuencia de esto
sería que el enfrentamiento, entre la espiritualidad emergente de la pureza
racial y la degradación de la
Cultura materialista, se iría tornando más y más intenso
hasta llegar, naturalmente, a una Batalla Final donde el conflicto se dirimiría
definitivamente: ello coincidiría con el fin del Kaly Yuga. Entre tanto,
vendrían esos “momentos de la
Historia ” en los que el Gral podría ser nuevamente encontrado
y revelaría al Líder de la
Raza. Claro que en los últimos milenios, por estar la Raza cada vez más hundida en la Estrategia del Pacto
Cultural, los sucesivos Líderes raciales habrían de ser consecuentemente más
poderosos, vale decir, habrían de ser Líderes Imperiales, Guerreros Sabios que
intentarían fundar el Imperio Universal del Espíritu: quien lo consiguiese,
libraría al pueblo de la
Estrategia del Pacto Cultural, de los Sacerdotes del Culto, y
de todo Culto; construiría una sociedad basada en la Aristocracia de la Sangre Pura , en los
Señores de la Sangre
y de la Tierra ,
como la que, sabiamente, procuraría impulsar Federico II Hohenstaufen.
Y aquí llegamos a la causa oculta de
la expansión cátara en el siglo XII:
en aquel tiempo existía la convicción
generalizada entre los occitanos, incomprensible para quienes carecían de
pureza racial o desconocían la Sabiduría Hiperbórea , de que estaba próximo a
llegar, o había llegado, uno de esos “momentos de la Historia ” en los que
surgiría el Líder Racial, el Emperador Universal del Espíritu y de la Sangre Pura. Era un
presentimiento común que brotaba de una fibra íntima y unía a todos en la
seguridad del advenimiento regio. Y esa unidad espontánea era causa de
profundas transformaciones sociales: parecía como si los esfuerzos enteros del
pueblo se hubiesen de pronto coordinado en una empresa espiritual conjunta, en
un proyecto cuya realización permanente era la generación de la brillante
civilización de Oc. La poesía, la música, la danza, el canto coral, la
literatura, alcanzaban allí gran esplendor, mientras se desarrollaba una lengua
romance de exquisita precisión semántica, muy diferente al idioma más bárbaro
de los francos del Este: era la “lengua de Oc” o “langue d'Oc”, que dio nombre
al país del Languedoc. En la estructura de esa civilización naciente, como uno
de sus elementos fundamentales, iba a surgir el catarismo, que ya no sería
entonces una “herejía católica”, como pretendía la Iglesia Golen , ni
una religión trasplantada del Asia Menor, como pretenden otros. Por el
contrario, el catarismo era la expresión formal de la religazón que existía a
priori en la sociedad occitana: era el Gral, así lo creían todos, el que
religaba la sociedad occitana y constituía el fundamento de la religión cátara.
Pero el Gral, al comunicar la próxima
venida del Emperador Universal, anunciaba también la Guerra , el inevitable
conflicto que su Presencia plantearía a las Potencias de la Materia , quizá la Batalla Final si los
tiempos estaban maduros para ello. El “momento histórico” de la aparición del
Gral exigía, pues, una especial predisposición del pueblo para afrontar la
crisis que fatalmente sucedería: era tiempo del despertamiento espiritual y del
renunciamiento material, de discriminar claramente entre el Todo del Espíritu y
la Nada de la Materia. Ahora
entenderá Ud., Dr. Siegnagel, por qué los Cátaros se organizaron como Iglesia y
se dedicaron a predicar públicamente la Sabiduría Hiperbórea :
estaban preparando al pueblo para el momento histórico, estaban fortaleciendo
su Voluntad y procurando que adquiriese el “Estado de Gracia” que los tiempos
exigían. Si advenía el Emperador Universal, Kristos Lúcifer estaría más cerca
que nunca del Espíritu cautivo en el Hombre, favoreciendo su liberación: por
eso los Cátaros anunciaban la inminente llegada de Lucibel, y alentaban al
pueblo a olvidar el Mundo de la
Materia y clavar los ojos interiores sólo en El. Si advenía
el Emperador Universal, se requerirían hombres profundamente espirituales, que
poseyesen la
Sabiduría Hiperbórea y se trasmutasen por el Recuerdo del
Origen, por la revelación de la Verdad Desnuda de Sí Mismo, es decir, se
necesitarían Hombres de Piedra: por eso los Cátaros formaron y lanzaron miles
de trovadores iniciados en el Culto del Fuego Frío de la Casa de Tharsis; ellos tenían
la misión de recorrer el país y encender en los Nobles de la Sangre , Nobles o plebeyos,
ricos o pobres, la Flama
del Fuego Frío, el A-mort de la
Diosa Pyrena , a quien nombraban simplemente como “la Dama ”, o “la Sabiduría ”; y los Nobles
de la Sangre ,
si comprendían el Trovar Clus, se convertían en Caballeros desposados con su
Espada, una Vruna de Navután, que en ocasiones consagraban a una Dama de carne
y hueso, a una Mujer Kâlibur que era capaz de inmortalizarlos Más Allá de la Negrura Infinita
de Su Señal de Muerte.