Sexagesimosegundo
Día
La niebla se había disipado y
estábamos nuevamente frente al Meñir de Tharsy. Ambos nos miramos con la
interrogación pintada en el rostro, conscientes de que afrontábamos el mismo
dilema. ¿Quién respondería a la orden de transportar la Espada Sabia al Valle
de Córdoba? ¿Y quién asumiría la misión suicida de distraer al Enemigo? Para mí
la cuestión no ofrecía dudas: Yo me ocuparía de la táctica de distracción. Pero
supuse, y supuse bien, que Noyo se opondría a esa decisión: él, me decía,
estaba mejor dotado para ofrecer al Enemigo la mayor resistencia; jamás se
rendiría. Yo debería viajar con la Espada Sabia mientras él desviaba tras sus pasos
la atención del Enemigo.
Mucho me costó, Dr. Siegnagel,
persuadirlo de que mi plan era estratégicamente superior. Y lo era porque el
mismo no apuntaba solamente a poner a buen resguardo la Espada Sabia sino que
contemplaba la muy probable posibilidad de que el Señor de la Orientación Absoluta
y su Orden de Constructores Sabios requiriesen también el apoyo de la Sabiduría Hiperbórea
de la Casa de
Tharsis, especialmente la valiosa experiencia recogida en milenios de luchar
contra las Potencias de la Materia :
¿quién conocía mejor que los Señores de Tharsis la conspiración sinárquica de
los Golen, hoy afirmados en todas las Iglesias Cristianas, y su modo de actuar?
¿y sobre Bera y Birsa? ¿quién tiene más derecho que los Señores de Tharsis para
descubrir sus sentencias de exterminio? Según mi criterio, que al final se
impuso, sería Noyo quien localizaría la Caverna Secreta y
se instalaría en ella como Noyo de la
Piedra de Venus, manteniendo la Custodia hasta el día en
que el Pontífice Hiperbóreo construyese el puente metafísico y un Noyo de su
Orden de Constructores se lanzase por él para conectarse con los Dioses
Liberadores.
Puestos de acuerdo sobre quién
ejecutaría cada rol, nos abocamos a planificar la Estrategia particular
que nos permitiría cumplir con las órdenes de los Dioses. La Estrategia ideal, según
convinimos, consistiría en crear un clima caótico en torno a la Chacra de Tafí, dando lugar
a situaciones lógicamente impredecibles que favoreciesen nuestra operación.
Así, en medio de una situación de alto valor estratégico para nosotros, pero
totalmente ajena a tales fines para cualquier observador extraño a la Casa de Tharsis, Noyo se
filtraría sorpresivamente con la Espada Sabia y emprendería el camino hacia la Caverna Secreta.
Simultáneamente, Yo me desplazaría en sentido contrario, ostensiblemente, para
distraer al Enemigo. Sería rápidamente detectada, pero el riesgo estaba
calculado: lo importante era ganar tiempo, durar
lo suficiente como para que Noyo llegase al Valle de Córdoba. Con estos propósitos,
preparamos al detalle todas las fases de la empresa.
Dieciocho meses después, en Abril de
1977, ya disponíamos de todo lo necesario y nos hallábamos ajustando los pasos
finales. Teníamos las dos alforjas con las piedras indeterminadas, los lapis oppositionis, aptos para
practicar la oposición estratégica. Y todo estaba listo para crear el clima de
caos que las circunstancias requerían. Esto se lograría con la colaboración
involuntaria del Ejército. Me explico mejor: para sistematizar la lucha contra
la guerrilla, el Ejército había dividido al país en seis Zonas; la zona III
comprendía a las Provincias de Córdoba, La Rioja , Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del
Estero y Tucumán; en Tucumán, la subzona 113 abarcaba la región de
nuestra Chacra y a su mando se encontraba el Capitán Diego Fernández, fiel
Camarada de mi hijo. En combinación con éste, Noyo consiguió que se montase un
gigantesco operativo de rastrillaje y cerrojo, en la subzona de Tafí del Valle,
para mediados del mes de Abril de 1977: el objetivo de la operación procuraba
aniquilar a una columna del E.R.P.,
Ejército Revolucionario del Pueblo, que actuaba en la subzona contando con el
apoyo de algunos pobladores pertenecientes al P.R.T., Partido Revolucionario de los Trabajadores. En esa noche negra para los comunistas, el
Ejército obtendría varias horas de zona
libre, durante las cuales se interrumpiría el sumistro eléctrico, y sus
comandos se desplegarían en toda la ciudad de Tafí del Valle y pueblos aledaños
a fin de capturar a los subversivos. Irían sobre blancos seguros, verdaderos
agentes de la subversión y combatientes irregulares, la mayoría de los cuales
habían sido señalados por Noyo. Fue por eso que Noyo solicitó como cobertura
táctica que se allanase nuestro domicilio y se simulase su detención: “eso
alejaría las sospechas del Enemigo”, alegó. Cuando todo estuvo listo para la
acción, se acordó que Diego Fernández en persona se ocuparía de su falsa
captura, con el fin de evitar los imponderables o confusiones que pudiesen
surgir si intervenían otros militares y así asegurar su inmediata libertad.
Libertad que Noyo aprovecharía para desaparecer “por un tiempo”.
Naturalmente, nada de esto ocurriría
pues Noyo partiría con la
Espada Sabia dispuesto a no regresar jamás a Tafí del Valle;
pero eso no lo sabían sus Camaradas del Ejército. De acuerdo a la particular
metodología represiva que empleaban las Fuerzas Armadas en la lucha
antisubversiva, nunca utilizaban órdenes de allanamiento o siquiera daban parte
a la Justicia
en las redadas nocturnas del tipo que llevaron a cabo en Tafí del Valle: los
sospechosos eran simplemente secuestrados, pasando en adelante a revistar en la
aún más sospechosa categoría de “desaparecido”.
De ese modo, al día siguiente de la redada, Noyo figuraba como uno de los “200
desaparecidos de Tafí del Valle”. Para comenzar a representar entonces mi
papel, Yo me apersoné en los Tribunales y presenté el inútil habeas corpus, junto con los restantes
familiares de los desaparecidos. El recurso legal, como era ya costumbre, fue
rechazado, puesto que los Jueces compartían la metodología oficial o bien
temían engrosar ellos también la fatídica lista de desaparecidos. Y sucedió así
que, al no poseer una respuesta oficial razonable sobre el paradero de mi hijo,
empecé a moverme por mi cuenta, al principio de manera muy lenta y disimulada,
pero luego, al valerme de la oposición
estratégica, más rápidamente, hasta desaparecer por completo.
Para desesperación del Enemigo, que
pronto estuvo sobre mi pista, solía esfumarme por completo, en determinado
sitio, y aparecer como “por arte de magia”, en lugares a veces muy distantes.
Avanzaba y volvía sobre mis pasos, desconcertando permanentemente a quienes me
vigilaban; ora estaba en Jujuy, ora en Tafí del Valle; luego en Bolivia y luego
nuevamente en Tucumán, en cuestión de horas, si es que el tiempo sirve de
alguna referencia en la guerra mágica que había emprendido. Además, el Enemigo
era incapaz de determinar el Mundo en que me hallaba en todo momento: si
tropezaba con un lapis oppositionis,
por ejemplo, podía ocurrir que al seguir por el camino que supuestamente Yo
habría tomado se encontrase con un Tafí del Valle en el que jamás había
habitado la familia Villca; o con una Belicena Villca que nunca se había casado
ni tenido hijos; o con un Mundo en el que no se libraba la lucha
antisubversiva; etc. Pero, no obstante, Yo me dejaba detectar nuevamente para
atraer al Enemigo, cada vez con más violencia, sobre mí y conseguir el efecto
de distracción buscado. A todo esto, Noyo avanzaría tranquilo hacia el Valle de
Córdoba.
Durante uno de los regresos
sorpresivos a Tucumán, Segundo, el indio descendiente del Pueblo de la Luna que nos sirve de
Mayordomo en la Chacra ,
me informó que el Capitán Diego Fernández deseaba localizarme antes de partir
de la Zona III ,
puesto que le habían conferido un nuevo destino. Le llamé por teléfono al
Regimiento y arreglamos una cita en el parque del Dique El Cadillal. Allí se
suscitó el siguiente diálogo:
–Buen día, Señora –saludó el Capitán.
–Igualmente –respondí lacónicamente.
–Ud. y su hijo, mi buen Camarada Noyo,
me tienen muy preocupado, Señora Belicena. Tendría que decirme Ud. dónde se
halla. O advertirle a él que se ponga de inmediato en contacto con nosotros.
Las cosas han cambiado mucho en estos años y es urgente que él esté al tanto de
los acontecimientos.
Me encogí de hombros por toda
respuesta, dispuesta a no negar ni confirmar nada, pero atenta a la información
que pudiese obtener del Oficial: Yo también me encontraba “en operaciones”, ejecutando una maniobra tremendamente peligrosa
de una Guerra Esencial que aquel soldado no podía ni soñar; y la disciplina
propia de esta Guerra exigía desconfiar de todos y de Todo, aún del Camarada de
mi hijo: todos los hombres no Iniciados podrían ser traicionados por su Alma,
dominados anímicamente y convertidos en un instrumento del Demiurgo Jehová
Satanás. Yo no podía correr ningún riesgo innecesario. Sin embargo, Dr.
Siegnagel, viendo las cosas a la distancia, puedo asegurarle hoy que el Capitán
Diego Fernández era sincero en cuanto decía, y que Noyo no se había equivocado
al confiar en él.
Comprobando que Yo nada decía, el
Capitán continuó con energía:
–Debería conceder más importancia a
mis palabras, Señora Belicena. Creo que está Ud. informada de que la
desaparición de su hijo fue simulada: Yo conduje el Grupo de Tareas que allanó
su Chacra y lo llevó detenido; y Yo fui quien le permitió huir pocas horas
después. El era uno de nuestros agentes secretos, además de Oficial del
Ejército en Retiro, y el caso quedó bien documentado en el área de
Inteligencia: existe mi informe al Comandante G-2 sobre lo ocurrido esa noche
y, además, están los documentos previos a la operación, donde consta que Noyo
era uno de los nuestros. La desaparición era necesaria para brindar cobertura
táctica a su posición, pero no había por qué exagerar las cosas prolongando
innecesariamente la ausencia. Señora Belicena: él ya debería haber regresado
hace bastante tiempo, o comunicado con nosotros; no le ocultaré que ahora su
situación se ha complicado de manera increíble. ¡Ud. misma, Señora Belicena,
está corriendo peligro mortal con su asombrosa decisión de iniciar una búsqueda personal de su hijo desaparecido! ¿No
comprende que con tal actitud se coloca en el bando de los subversivos, que
puede ser señalada abiertamente como tal?
Frente a la expresión inmutable de mi
rostro, suspiró el Capitán y prosiguió con sus advertencias:
–No crea Ud. que todos conocen la
suerte corrida esa noche por su hijo. La verdad sólo la saben un grupo de
Oficiales de Inteligencia. Pero ellos no han hablado, ni pueden hablar, porque
si lo hiciesen expondrían a Noyo a una muerte segura a manos de las
organizaciones subversivas, ya que incluso nuestro Servicio de Inteligencia
está infiltrado por ellas. Pero Ud., con sus absurdos actos, ha caído bajo el
ojo de otros Servicios de Inteligencia, e incluso es vigilada y seguida por
miembros de nuestra propia fuerza que ignoran la verdad de los hechos. Y
observe Ud. ahora qué endiablada trama se ha formado: si guardamos silencio para
proteger a Noyo, nuestro Camarada, arriesgamos la vida de su madre, pues de
continuar la confusión nadie sabe qué medidas podrían tomar los restantes
Grupos de Tareas que reprimen en el Norte; y si hablamos, salvamos a su madre
pero descubrimos peligrosamente la función de Noyo, lo que requerirá, al final,
de una verdadera desaparición para lograr recuperar la seguridad perdida, quizá
un cambio permanente de identidad, o la radicación prolongada en otro país
¿Comprende ahora el problema, Señora Belicena? Queremos saber qué hacer pues,
lo que hagamos, debemos realizarlo pronto, con urgencia, como le dije antes, ya
que las cosas han cambiado desfavorablemente para los que profesamos la
ideología nacionalsocialista, entre los que se cuenta, desde luego, el Camarada
Noyo.
Sí. Entonces me dispuse a darle una
respuesta concreta al Capitán. Su elocuencia me había permitido evaluar la
situación desde otro punto de vista y comprendía que sería catastrófico para
nuestra Estrategia que los Camaradas de Noyo aclarasen la situación y revelasen
lo sucedido la noche de su desaparición. Yo venía afirmando invariablemente, en
cuanta ocasión se me presentaba y ante cualquier público, que mi hijo Noyo “había sido asesinado por las Fuerzas de
Represión”: el Enemigo no podía comprobarlo con certeza ni negarlo, por
cuanto en esos días existían miles de casos semejantes, de personas que
desaparecían como Noyo sin dejar rastros. Pero una Piedra de Venus se había
movido, según percibían los Dioses Traidores, y simultáneamente comenzaba mi
desplazamiento errático por los distintos Mundos del Norte Argentino y otros
países de Sud América: y ello sólo se podía tratar de una Estrategia contra los
planes de la
Fraternidad Blanca , Estrategia que los Demonios esperaban
contrarrestar desde cuatrocientos años antes. Hasta el momento así lo habían
creído pues ignoraban totalmente la maniobra de Noyo. Empero, todo se
derrumbaría si los militares aclaraban el caso y el Enemigo se enteraba de lo
sucedido luego del secuestro: sin abandonar mi persecución, reorientarían la
búsqueda hacia Noyo y pondrían en peligro el objetivo estratégico de su misión.
Tenía que evitar, pues, que los militares hablasen. Mas bien, tenía que ganar
tiempo, porque de las palabras del Capitán se infería que la urgencia se debía
a un cambio que luego tornaría imposible cualquier aclaración. Seguramente,
sería el cambio político anunciado por el Capitán Kiev, el que sumiría a la Nación en la ruina
económica y moral, y la pondría atada y amordazada en manos de la Sinarquía Internacional.
Tratando de disipar la preocupación
del Capitán sobre mi suerte o el estado de Noyo, le respondí, súbitamente
locuaz:
–Experimentan ustedes temores
infundados por lo que me pueda pasar o sobre el futuro de Noyo –afirmé–.
Ciertamente que he exagerado mi papel, ahora lo veo claro –mentí– y le prometo
que a partir de hoy cesaré de representarlo. En cuanto a Noyo, le aseguro que
se encuentra bien aunque ignoro su paradero. El se comunica conmigo a través de
un buzón secreto y no vacilaré en escribirle inmediatamente sobre todo lo que
Ud. me ha dicho: habrá que esperar un tiempo, pero estoy persuadida que al
saber que se lo requiere con urgencia no tardará en aparecer. Así, pues, le
sugiero no innovar en la situación y aguardar el resultado de estas medidas. No
obstante, me agradaría saber algo concreto acerca de los cambios desfavorables
para nuestra causa que me ha mencionado, a fin de fundamentarle a Noyo la
importancia de la convocatoria.
–Veo que es Ud. razonable, Señora
Belicena –se esperanzó el Capitán– y por eso le suministraré la información que
me solicita. La cuestión es muy simple: las fuerzas nacionalistas y patriotas
que se habían movilizado en defensa de la Nación , han sido traicionadas desde la cúpula del
Gobierno. Los Jefes máximos de las Fuerzas Armadas han pactado con las
organizaciones ocultas partidarias del Gobierno Mundial y han decidido entregar
el país para un saqueo financiero que destruirá las bases económicas de la
sociedad. Mientras este siniestro plan se elaboraba y llevaba a cabo, las
únicas fuerzas nacionales capaces de reaccionar fueron entretenidas en una
estéril lucha contra organizaciones insurgentes cuyos auténticos cabecillas
jamás dieron la cara. Con esto se consiguió sólo desprestigiar a las Fuerzas
Armadas y neutralizar su futura reacción. Hemos vencido militarmente pero
seremos inexorablemente derrotados en el terreno político, ya que los problemas
económicos que surgirán de la política monetarista y sinárquica que desarrolla
el Gobierno causarán que la sociedad olvide el objetivo honorable de nuestra
lucha y nos acuse de la miseria subsiguiente, una realidad que los obsesionará
porque tocará diariamente sus bolsillos y sus estómagos. –El Capitán Fernández
se hallaba evidentemente inspirado y, por momentos, me recordaba a las palabras
del Capitán Kiev. Estábamos entonces a fines de 1979, sólo dos años después de
su aparición en el Cromlech de Tafí del Valle, y no sólo sus anuncios se
estaban cumpliendo al pie de la letra, sino que existían mentes esclarecidas
capaces de comprender la realidad y descubrir también los planes del Enemigo.
–Pero esto no es todo –prosiguió el
Capitán Fernández–. Lo más grave es que, concluida la lucha antisubversiva en
el terreno militar, único campo en el que se nos permitió intervenir, el
Gobierno considera que los grupos nacionalistas de las Fuerzas Armadas
representan un peligro potencial para los planes sinárquicos y ha decretado su
inapelable destrucción. Y esta ofensiva ya ha comenzado con la selección
ideológica de los mejores expertos en lucha antisubversiva de los Servicios de
Inteligencia, su aislación con vistas a presentes y futuras purgas, e inclusive
con su asesinato, ejecutado por miembros de Servicios Secretos extranjeros
convocados especialmente para tal efecto. Así, poco a poco, han surgido grupos
sinárquicos en los Servicios de Inteligencia, con personal entrenado, o
directamente a su servicio, por agentes de Israel (del Mossad o el Shin Beth);
de E.E.U.U. (la C.I .A
o el F.B.I.); de Inglaterra (el MI-5, MI-6, I.S.); de la Unión Soviética
(K.G.B., G.R.U.) etc. Y son estas organizaciones las que la están persiguiendo
a Ud. Señora Belicena. Es por eso que urge aclarar las cosas mientras podamos,
pues es probable que a muy breve plazo nuestros Camaradas sean completamente
neutralizados y radiados del Servicio activo, para después ser vendidos
vilmente a las mismas fuerzas subversivas contra las que combatimos durante
años. Creemos que el Gobierno planea transferir el Poder a políticos
socialdemócratas o socialistas, que permitirán a la izquierda adquirir la
libertad y el poder suficiente como para destruir a las reservas morales de la Nación , que estaban
especialmente concentradas en las Fuerzas Armadas. Sin embargo estos hombres,
que en el fondo son cipayos al servicio de la Sinarquía , mantendrán la
política económica monetarista liberal que someterá a la Nación a la dependencia
moral y a la disolución social. En el mismo caso que Yo, que soy retirado sin
explicaciones de la lucha anticomunista, con la evidente intención de ser pasado
a retiro en poco tiempo, o algo peor, se encuentran mis restantes Camaradas. Se
impone pues la necesidad de actuar ahora o correr el riesgo de que la situación
de Noyo no sea aclarada nunca o que pueda ser Ud. atacada por alguno de los
nuevos grupos de Inteligencia que actúan ya con total impunidad y repugnante
falta de honor, y que habitualmente persiguen y ejecutan a personas de
antecedentes nacionalistas antes que a los conocidos agentes de la subversión
marxista. Espero haber sido claro, Señora Belicena, y consiga establecer un
pronto contacto con el camarada Noyo, de quien requerimos también, en esta hora
clave, su valioso asesoramiento estratégico.
–Ha sido Ud. extremadamente claro,
Capitán Fernández –aseguré– y tenga la seguridad que transmitiré textualmente
sus palabras a mi hijo Noyo, quien descuento que no vacilará en acudir hacia
ustedes.
Y así concluyó aquella conversación
con el Capitán Diego Fernández, quien partió dispuesto a aguardar, y hacer
aguardar a sus Camaradas, toda posible declaración sobre el desaparecido de Tafí del Valle.
El resto de la historia ya es conocida
por Ud., Dr. Siegnagel. Yo, lejos de cumplir lo prometido al Capitán Diego
Fernández, continué realizando movimientos estratégicos en el Norte Argentino,
en Bolivia y en Perú. Recorrí en varias oportunidades la ruta de Lito de
Tharsis y los Atumurunas, consciente de que ello despertaría aún más el interés
de la Fraternidad
blanca y la afirmaría en la certeza de que era portadora de la Espada Sabia. Es por
eso, también, que tomaba el camino de Tatainga en Jujuy y me dirijía a las
proximidades del Cerro Kâlibur. En dos oportunidades, inclusive, descendí al
Valle grande y contemplé el Externsteine, aunque sin atreverme a atravesar la Puerta Vrúnica.
Pues bien, fue durante una de estas excursiones que caí en una celada Golen e
ingerí el veneno que debilitó mi voluntad y me impidió seguir desarrollando la Estrategia. Luego
fui rápidamente capturada por un comando del Shin Beth, integrado por Rabinos
Iniciados en la Alta
Cábala , Sacerdotes que habían contemplado en Israel el Sepher
Icheh y conocían todo lo referente al Holocausto de Fuego. Pertenecían, tal
como lo anticipara el Capitán Fernández, a un Servicio de Inteligencia
paralelo, que contaba con miembros en los Servicios del Ejército, Marina,
Fuerza Aérea, Policía Federal, Secretaría de Seguridad de Estado, Ministerio de
Defensa, etc. Su poder de movilización era entonces absoluto.
Yo me encontraba descansando
momentáneamente en una mísera posada del pueblo Kâlypampa, que se halla frente
al Parque Nacional del mismo nombre, junto al Cerro Kâlibur. Allí me fue
suministrada la droga, mezclada en un pote de melaza de caña que ofrecieron
para endulzar el café. El efecto que instantáneamente produjo en mi cuerpo de
Iniciada Hiperbórea fue indescriptible, siendo improbable que Ud. pueda
siquiera imaginarlo, pues desconoce cómo se comporta una mente capaz de poseer
conciencia en varios Mundos a la vez. Lo más que le diré es que la droga, una
forma perfecta de miel arquetípica de abejas, produjo un acelerado proceso de
fortalecimiento anímico, una formidable inyección de energía para la voluntad
instintiva del Alma, que en los Iniciados Hiperbóreos se halla habitualmente
dominada por la irresistible voluntad del Espíritu Increado. Y esa evolución
súbita del Alma causó como una degradación sanguínea, como un debilitamiento
del Símbolo del Origen, presente en la sangre Pura, y como una actualización del cuerpo físico, que perdió así su capacidad
de moverse independientemente del Tiempo y sincronizó todos sus relojes
biológicos con el tiempo de este Mundo. Quedé, pues, presa del contexto
cultural, sujeta a la realidad de aquel pueblito de Jujuy. Naturalmente intenté
huir de todos modos: los lapis
oppositionis ya no me servían porque había perdido la orientación externa hacia el Origen y me resultaba
imposible practicar la oposición estratégica. Pero no llegué muy lejos. Antes
de salir de la Provincia
ya estaba en manos de los agentes del Shin Beth. Estos me condujeron al
Monasterio Franciscano de Nuestra Señora del Milagro, en Salvador de Jujuy,
donde la mayoría de los curas parecían estar bajo sus órdenes. En una sórdida
mazmorra, de los tiempos de la colonia, fui sometida a un refinado
interrogatorio durante el cual se me administraron diferentes tipos de drogas.
Las preguntas eran pocas y exactas; siempre las mismas: ¿Dónde estaba la Piedra Extraterrestre ?
¿Qué había pasado con mi hijo Noyo? ¿Hacia dónde me dirigía? ¿Cuáles eran mis
órdenes? ¿Tenía algún contacto terrestre, un Iniciado que compartiera la
operación, u obraba por mi cuenta?
Abreviando, Dr. Siegnagel, creo que
acabé por confesar casi todo, imposibilitada de resistir el efecto de las
drogas que me impedían hasta la representación del Signo de la Muerte , con lo que hubiese
podido, en otra ocasión, haber desencarnado allí mismo. De todos modos Noyo ya
estaba a salvo en la
Caverna Secreta : eso lo presentía desde hacía tiempo y había
recibido señales confirmadoras de los Dioses. ¡Yo caía, pero la Estrategia
triunfaba!¡La orden del Señor de la
Guerra se había cumplido impecablemente y nada, de parte de la Casa de Tharsis, impediría la Batalla Final ! Sólo
faltaba ahora que el Pontífice Hiperbóreo, el Señor de la Orientación Absoluta
y su Orden de Constructores Sabios, hallasen la Espada Sabia : y eso
quedaba totalmente fuera de nuestras manos.
Como comprenderá, estas reflexiones
pertenecen al presente. En aquel terrible momento, cuando mi voluntad resultaba
impotente para dominar la lengua, una angustia inenarrable me embargaba: estaba
siendo humillada en mi dignidad de Iniciada Hiperbórea y sentía como una
traición, como una falta de honor imperdonable, la involuntaria confesión que
me estaban arrancando. A pesar de que la posibilidad de aquel final ya fuera
contemplado por nosotros. Pero en esos momentos Yo sólo quería morir, a pesar
de que los malditos Rabinos nada deseaban más que conservarme con vida: apenas
si fui torturada físicamente, pues toda su acción se concentró en doblegar y
destruir mi estructura psíquica. No iban a matarme, y esto me lo dijeron
claramente, porque mi cuerpo era intocable, como el de Rudolph Hess. Sí, Dr.
Siegnagel: Yo estaba reservada para un
Sacrificio Ritual que efectuarían Bera y Birsa en persona.