LIBRO SEGUNDO - DIA 62


Sexagesimosegundo Día


La niebla se había disipado y estábamos nuevamente frente al Meñir de Tharsy. Ambos nos miramos con la interrogación pintada en el rostro, conscientes de que afrontábamos el mismo dilema. ¿Quién respondería a la orden de transportar la Espada Sabia al Valle de Córdoba? ¿Y quién asumiría la misión suicida de distraer al Enemigo? Para mí la cuestión no ofrecía dudas: Yo me ocuparía de la táctica de distracción. Pero supuse, y supuse bien, que Noyo se opondría a esa decisión: él, me decía, estaba mejor dotado para ofrecer al Enemigo la mayor resistencia; jamás se rendiría. Yo debería viajar con la Espada Sabia mientras él desviaba tras sus pasos la atención del Enemigo.
Mucho me costó, Dr. Siegnagel, persuadirlo de que mi plan era estratégicamente superior. Y lo era porque el mismo no apuntaba solamente a poner a buen resguardo la Espada Sabia sino que contemplaba la muy probable posibilidad de que el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios requiriesen también el apoyo de la Sabiduría Hiperbórea de la Casa de Tharsis, especialmente la valiosa experiencia recogida en milenios de luchar contra las Potencias de la Materia: ¿quién conocía mejor que los Señores de Tharsis la conspiración sinárquica de los Golen, hoy afirmados en todas las Iglesias Cristianas, y su modo de actuar? ¿y sobre Bera y Birsa? ¿quién tiene más derecho que los Señores de Tharsis para descubrir sus sentencias de exterminio? Según mi criterio, que al final se impuso, sería Noyo quien localizaría la Caverna Secreta y se instalaría en ella como Noyo de la Piedra de Venus, manteniendo la Custodia hasta el día en que el Pontífice Hiperbóreo construyese el puente metafísico y un Noyo de su Orden de Constructores se lanzase por él para conectarse con los Dioses Liberadores.
Puestos de acuerdo sobre quién ejecutaría cada rol, nos abocamos a planificar la Estrategia particular que nos permitiría cumplir con las órdenes de los Dioses. La Estrategia ideal, según convinimos, consistiría en crear un clima caótico en torno a la Chacra de Tafí, dando lugar a situaciones lógicamente impredecibles que favoreciesen nuestra operación. Así, en medio de una situación de alto valor estratégico para nosotros, pero totalmente ajena a tales fines para cualquier observador extraño a la Casa de Tharsis, Noyo se filtraría sorpresivamente con la Espada Sabia y emprendería el camino hacia la Caverna Secreta. Simultáneamente, Yo me desplazaría en sentido contrario, ostensiblemente, para distraer al Enemigo. Sería rápidamente detectada, pero el riesgo estaba calculado: lo importante era ganar tiempo, durar lo suficiente como para que Noyo llegase al Valle de Córdoba. Con estos propósitos, preparamos al detalle todas las fases de la empresa.
Dieciocho meses después, en Abril de 1977, ya disponíamos de todo lo necesario y nos hallábamos ajustando los pasos finales. Teníamos las dos alforjas con las piedras indeterminadas, los lapis oppositionis, aptos para practicar la oposición estratégica. Y todo estaba listo para crear el clima de caos que las circunstancias requerían. Esto se lograría con la colaboración involuntaria del Ejército. Me explico mejor: para sistematizar la lucha contra la guerrilla, el Ejército había dividido al país en seis Zonas; la zona III comprendía a las Provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán; en Tucumán, la subzona 113 abarcaba la región de nuestra Chacra y a su mando se encontraba el Capitán Diego Fernández, fiel Camarada de mi hijo. En combinación con éste, Noyo consiguió que se montase un gigantesco operativo de rastrillaje y cerrojo, en la subzona de Tafí del Valle, para mediados del mes de Abril de 1977: el objetivo de la operación procuraba aniquilar a una columna del E.R.P., Ejército Revolucionario del Pueblo, que actuaba en la subzona contando con el apoyo de algunos pobladores pertenecientes al P.R.T., Partido Revolucionario de los Trabajadores. En esa noche negra para los comunistas, el Ejército obtendría varias horas de zona libre, durante las cuales se interrumpiría el sumistro eléctrico, y sus comandos se desplegarían en toda la ciudad de Tafí del Valle y pueblos aledaños a fin de capturar a los subversivos. Irían sobre blancos seguros, verdaderos agentes de la subversión y combatientes irregulares, la mayoría de los cuales habían sido señalados por Noyo. Fue por eso que Noyo solicitó como cobertura táctica que se allanase nuestro domicilio y se simulase su detención: “eso alejaría las sospechas del Enemigo”, alegó. Cuando todo estuvo listo para la acción, se acordó que Diego Fernández en persona se ocuparía de su falsa captura, con el fin de evitar los imponderables o confusiones que pudiesen surgir si intervenían otros militares y así asegurar su inmediata libertad. Libertad que Noyo aprovecharía para desaparecer “por un tiempo”.
Naturalmente, nada de esto ocurriría pues Noyo partiría con la Espada Sabia dispuesto a no regresar jamás a Tafí del Valle; pero eso no lo sabían sus Camaradas del Ejército. De acuerdo a la particular metodología represiva que empleaban las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva, nunca utilizaban órdenes de allanamiento o siquiera daban parte a la Justicia en las redadas nocturnas del tipo que llevaron a cabo en Tafí del Valle: los sospechosos eran simplemente secuestrados, pasando en adelante a revistar en la aún más sospechosa categoría de “desaparecido”. De ese modo, al día siguiente de la redada, Noyo figuraba como uno de los “200 desaparecidos de Tafí del Valle”. Para comenzar a representar entonces mi papel, Yo me apersoné en los Tribunales y presenté el inútil habeas corpus, junto con los restantes familiares de los desaparecidos. El recurso legal, como era ya costumbre, fue rechazado, puesto que los Jueces compartían la metodología oficial o bien temían engrosar ellos también la fatídica lista de desaparecidos. Y sucedió así que, al no poseer una respuesta oficial razonable sobre el paradero de mi hijo, empecé a moverme por mi cuenta, al principio de manera muy lenta y disimulada, pero luego, al valerme de la oposición estratégica, más rápidamente, hasta desaparecer por completo.
Para desesperación del Enemigo, que pronto estuvo sobre mi pista, solía esfumarme por completo, en determinado sitio, y aparecer como “por arte de magia”, en lugares a veces muy distantes. Avanzaba y volvía sobre mis pasos, desconcertando permanentemente a quienes me vigilaban; ora estaba en Jujuy, ora en Tafí del Valle; luego en Bolivia y luego nuevamente en Tucumán, en cuestión de horas, si es que el tiempo sirve de alguna referencia en la guerra mágica que había emprendido. Además, el Enemigo era incapaz de determinar el Mundo en que me hallaba en todo momento: si tropezaba con un lapis oppositionis, por ejemplo, podía ocurrir que al seguir por el camino que supuestamente Yo habría tomado se encontrase con un Tafí del Valle en el que jamás había habitado la familia Villca; o con una Belicena Villca que nunca se había casado ni tenido hijos; o con un Mundo en el que no se libraba la lucha antisubversiva; etc. Pero, no obstante, Yo me dejaba detectar nuevamente para atraer al Enemigo, cada vez con más violencia, sobre mí y conseguir el efecto de distracción buscado. A todo esto, Noyo avanzaría tranquilo hacia el Valle de Córdoba.

Durante uno de los regresos sorpresivos a Tucumán, Segundo, el indio descendiente del Pueblo de la Luna que nos sirve de Mayordomo en la Chacra, me informó que el Capitán Diego Fernández deseaba localizarme antes de partir de la Zona III, puesto que le habían conferido un nuevo destino. Le llamé por teléfono al Regimiento y arreglamos una cita en el parque del Dique El Cadillal. Allí se suscitó el siguiente diálogo:
–Buen día, Señora –saludó el Capitán.
–Igualmente –respondí lacónicamente.
–Ud. y su hijo, mi buen Camarada Noyo, me tienen muy preocupado, Señora Belicena. Tendría que decirme Ud. dónde se halla. O advertirle a él que se ponga de inmediato en contacto con nosotros. Las cosas han cambiado mucho en estos años y es urgente que él esté al tanto de los acontecimientos.
Me encogí de hombros por toda respuesta, dispuesta a no negar ni confirmar nada, pero atenta a la información que pudiese obtener del Oficial: Yo también me encontraba “en operaciones”, ejecutando una maniobra tremendamente peligrosa de una Guerra Esencial que aquel soldado no podía ni soñar; y la disciplina propia de esta Guerra exigía desconfiar de todos y de Todo, aún del Camarada de mi hijo: todos los hombres no Iniciados podrían ser traicionados por su Alma, dominados anímicamente y convertidos en un instrumento del Demiurgo Jehová Satanás. Yo no podía correr ningún riesgo innecesario. Sin embargo, Dr. Siegnagel, viendo las cosas a la distancia, puedo asegurarle hoy que el Capitán Diego Fernández era sincero en cuanto decía, y que Noyo no se había equivocado al confiar en él.
Comprobando que Yo nada decía, el Capitán continuó con energía:
–Debería conceder más importancia a mis palabras, Señora Belicena. Creo que está Ud. informada de que la desaparición de su hijo fue simulada: Yo conduje el Grupo de Tareas que allanó su Chacra y lo llevó detenido; y Yo fui quien le permitió huir pocas horas después. El era uno de nuestros agentes secretos, además de Oficial del Ejército en Retiro, y el caso quedó bien documentado en el área de Inteligencia: existe mi informe al Comandante G-2 sobre lo ocurrido esa noche y, además, están los documentos previos a la operación, donde consta que Noyo era uno de los nuestros. La desaparición era necesaria para brindar cobertura táctica a su posición, pero no había por qué exagerar las cosas prolongando innecesariamente la ausencia. Señora Belicena: él ya debería haber regresado hace bastante tiempo, o comunicado con nosotros; no le ocultaré que ahora su situación se ha complicado de manera increíble. ¡Ud. misma, Señora Belicena, está corriendo peligro mortal con su asombrosa decisión de iniciar una búsqueda personal de su hijo desaparecido! ¿No comprende que con tal actitud se coloca en el bando de los subversivos, que puede ser señalada abiertamente como tal?
Frente a la expresión inmutable de mi rostro, suspiró el Capitán y prosiguió con sus advertencias:
–No crea Ud. que todos conocen la suerte corrida esa noche por su hijo. La verdad sólo la saben un grupo de Oficiales de Inteligencia. Pero ellos no han hablado, ni pueden hablar, porque si lo hiciesen expondrían a Noyo a una muerte segura a manos de las organizaciones subversivas, ya que incluso nuestro Servicio de Inteligencia está infiltrado por ellas. Pero Ud., con sus absurdos actos, ha caído bajo el ojo de otros Servicios de Inteligencia, e incluso es vigilada y seguida por miembros de nuestra propia fuerza que ignoran la verdad de los hechos. Y observe Ud. ahora qué endiablada trama se ha formado: si guardamos silencio para proteger a Noyo, nuestro Camarada, arriesgamos la vida de su madre, pues de continuar la confusión nadie sabe qué medidas podrían tomar los restantes Grupos de Tareas que reprimen en el Norte; y si hablamos, salvamos a su madre pero descubrimos peligrosamente la función de Noyo, lo que requerirá, al final, de una verdadera desaparición para lograr recuperar la seguridad perdida, quizá un cambio permanente de identidad, o la radicación prolongada en otro país ¿Comprende ahora el problema, Señora Belicena? Queremos saber qué hacer pues, lo que hagamos, debemos realizarlo pronto, con urgencia, como le dije antes, ya que las cosas han cambiado desfavorablemente para los que profesamos la ideología nacionalsocialista, entre los que se cuenta, desde luego, el Camarada Noyo.
Sí. Entonces me dispuse a darle una respuesta concreta al Capitán. Su elocuencia me había permitido evaluar la situación desde otro punto de vista y comprendía que sería catastrófico para nuestra Estrategia que los Camaradas de Noyo aclarasen la situación y revelasen lo sucedido la noche de su desaparición. Yo venía afirmando invariablemente, en cuanta ocasión se me presentaba y ante cualquier público, que mi hijo Noyo “había sido asesinado por las Fuerzas de Represión”: el Enemigo no podía comprobarlo con certeza ni negarlo, por cuanto en esos días existían miles de casos semejantes, de personas que desaparecían como Noyo sin dejar rastros. Pero una Piedra de Venus se había movido, según percibían los Dioses Traidores, y simultáneamente comenzaba mi desplazamiento errático por los distintos Mundos del Norte Argentino y otros países de Sud América: y ello sólo se podía tratar de una Estrategia contra los planes de la Fraternidad Blanca, Estrategia que los Demonios esperaban contrarrestar desde cuatrocientos años antes. Hasta el momento así lo habían creído pues ignoraban totalmente la maniobra de Noyo. Empero, todo se derrumbaría si los militares aclaraban el caso y el Enemigo se enteraba de lo sucedido luego del secuestro: sin abandonar mi persecución, reorientarían la búsqueda hacia Noyo y pondrían en peligro el objetivo estratégico de su misión. Tenía que evitar, pues, que los militares hablasen. Mas bien, tenía que ganar tiempo, porque de las palabras del Capitán se infería que la urgencia se debía a un cambio que luego tornaría imposible cualquier aclaración. Seguramente, sería el cambio político anunciado por el Capitán Kiev, el que sumiría a la Nación en la ruina económica y moral, y la pondría atada y amordazada en manos de la Sinarquía Internacional.
Tratando de disipar la preocupación del Capitán sobre mi suerte o el estado de Noyo, le respondí, súbitamente locuaz:          
–Experimentan ustedes temores infundados por lo que me pueda pasar o sobre el futuro de Noyo –afirmé–. Ciertamente que he exagerado mi papel, ahora lo veo claro –mentí– y le prometo que a partir de hoy cesaré de representarlo. En cuanto a Noyo, le aseguro que se encuentra bien aunque ignoro su paradero. El se comunica conmigo a través de un buzón secreto y no vacilaré en escribirle inmediatamente sobre todo lo que Ud. me ha dicho: habrá que esperar un tiempo, pero estoy persuadida que al saber que se lo requiere con urgencia no tardará en aparecer. Así, pues, le sugiero no innovar en la situación y aguardar el resultado de estas medidas. No obstante, me agradaría saber algo concreto acerca de los cambios desfavorables para nuestra causa que me ha mencionado, a fin de fundamentarle a Noyo la importancia de la convocatoria.
–Veo que es Ud. razonable, Señora Belicena –se esperanzó el Capitán– y por eso le suministraré la información que me solicita. La cuestión es muy simple: las fuerzas nacionalistas y patriotas que se habían movilizado en defensa de la Nación, han sido traicionadas desde la cúpula del Gobierno. Los Jefes máximos de las Fuerzas Armadas han pactado con las organizaciones ocultas partidarias del Gobierno Mundial y han decidido entregar el país para un saqueo financiero que destruirá las bases económicas de la sociedad. Mientras este siniestro plan se elaboraba y llevaba a cabo, las únicas fuerzas nacionales capaces de reaccionar fueron entretenidas en una estéril lucha contra organizaciones insurgentes cuyos auténticos cabecillas jamás dieron la cara. Con esto se consiguió sólo desprestigiar a las Fuerzas Armadas y neutralizar su futura reacción. Hemos vencido militarmente pero seremos inexorablemente derrotados en el terreno político, ya que los problemas económicos que surgirán de la política monetarista y sinárquica que desarrolla el Gobierno causarán que la sociedad olvide el objetivo honorable de nuestra lucha y nos acuse de la miseria subsiguiente, una realidad que los obsesionará porque tocará diariamente sus bolsillos y sus estómagos. –El Capitán Fernández se hallaba evidentemente inspirado y, por momentos, me recordaba a las palabras del Capitán Kiev. Estábamos entonces a fines de 1979, sólo dos años después de su aparición en el Cromlech de Tafí del Valle, y no sólo sus anuncios se estaban cumpliendo al pie de la letra, sino que existían mentes esclarecidas capaces de comprender la realidad y descubrir también los planes del Enemigo.
–Pero esto no es todo –prosiguió el Capitán Fernández–. Lo más grave es que, concluida la lucha antisubversiva en el terreno militar, único campo en el que se nos permitió intervenir, el Gobierno considera que los grupos nacionalistas de las Fuerzas Armadas representan un peligro potencial para los planes sinárquicos y ha decretado su inapelable destrucción. Y esta ofensiva ya ha comenzado con la selección ideológica de los mejores expertos en lucha antisubversiva de los Servicios de Inteligencia, su aislación con vistas a presentes y futuras purgas, e inclusive con su asesinato, ejecutado por miembros de Servicios Secretos extranjeros convocados especialmente para tal efecto. Así, poco a poco, han surgido grupos sinárquicos en los Servicios de Inteligencia, con personal entrenado, o directamente a su servicio, por agentes de Israel (del Mossad o el Shin Beth); de E.E.U.U. (la C.I.A o el F.B.I.); de Inglaterra (el MI-5, MI-6, I.S.); de la Unión Soviética (K.G.B., G.R.U.) etc. Y son estas organizaciones las que la están persiguiendo a Ud. Señora Belicena. Es por eso que urge aclarar las cosas mientras podamos, pues es probable que a muy breve plazo nuestros Camaradas sean completamente neutralizados y radiados del Servicio activo, para después ser vendidos vilmente a las mismas fuerzas subversivas contra las que combatimos durante años. Creemos que el Gobierno planea transferir el Poder a políticos socialdemócratas o socialistas, que permitirán a la izquierda adquirir la libertad y el poder suficiente como para destruir a las reservas morales de la Nación, que estaban especialmente concentradas en las Fuerzas Armadas. Sin embargo estos hombres, que en el fondo son cipayos al servicio de la Sinarquía, mantendrán la política económica monetarista liberal que someterá a la Nación a la dependencia moral y a la disolución social. En el mismo caso que Yo, que soy retirado sin explicaciones de la lucha anticomunista, con la evidente intención de ser pasado a retiro en poco tiempo, o algo peor, se encuentran mis restantes Camaradas. Se impone pues la necesidad de actuar ahora o correr el riesgo de que la situación de Noyo no sea aclarada nunca o que pueda ser Ud. atacada por alguno de los nuevos grupos de Inteligencia que actúan ya con total impunidad y repugnante falta de honor, y que habitualmente persiguen y ejecutan a personas de antecedentes nacionalistas antes que a los conocidos agentes de la subversión marxista. Espero haber sido claro, Señora Belicena, y consiga establecer un pronto contacto con el camarada Noyo, de quien requerimos también, en esta hora clave, su valioso asesoramiento estratégico.
–Ha sido Ud. extremadamente claro, Capitán Fernández –aseguré– y tenga la seguridad que transmitiré textualmente sus palabras a mi hijo Noyo, quien descuento que no vacilará en acudir hacia ustedes.
Y así concluyó aquella conversación con el Capitán Diego Fernández, quien partió dispuesto a aguardar, y hacer aguardar a sus Camaradas, toda posible declaración sobre el desaparecido de Tafí del Valle.
El resto de la historia ya es conocida por Ud., Dr. Siegnagel. Yo, lejos de cumplir lo prometido al Capitán Diego Fernández, continué realizando movimientos estratégicos en el Norte Argentino, en Bolivia y en Perú. Recorrí en varias oportunidades la ruta de Lito de Tharsis y los Atumurunas, consciente de que ello despertaría aún más el interés de la Fraternidad blanca y la afirmaría en la certeza de que era portadora de la Espada Sabia. Es por eso, también, que tomaba el camino de Tatainga en Jujuy y me dirijía a las proximidades del Cerro Kâlibur. En dos oportunidades, inclusive, descendí al Valle grande y contemplé el Externsteine, aunque sin atreverme a atravesar la Puerta Vrúnica. Pues bien, fue durante una de estas excursiones que caí en una celada Golen e ingerí el veneno que debilitó mi voluntad y me impidió seguir desarrollando la Estrategia. Luego fui rápidamente capturada por un comando del Shin Beth, integrado por Rabinos Iniciados en la Alta Cábala, Sacerdotes que habían contemplado en Israel el Sepher Icheh y conocían todo lo referente al Holocausto de Fuego. Pertenecían, tal como lo anticipara el Capitán Fernández, a un Servicio de Inteligencia paralelo, que contaba con miembros en los Servicios del Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Policía Federal, Secretaría de Seguridad de Estado, Ministerio de Defensa, etc. Su poder de movilización era entonces absoluto.
Yo me encontraba descansando momentáneamente en una mísera posada del pueblo Kâlypampa, que se halla frente al Parque Nacional del mismo nombre, junto al Cerro Kâlibur. Allí me fue suministrada la droga, mezclada en un pote de melaza de caña que ofrecieron para endulzar el café. El efecto que instantáneamente produjo en mi cuerpo de Iniciada Hiperbórea fue indescriptible, siendo improbable que Ud. pueda siquiera imaginarlo, pues desconoce cómo se comporta una mente capaz de poseer conciencia en varios Mundos a la vez. Lo más que le diré es que la droga, una forma perfecta de miel arquetípica de abejas, produjo un acelerado proceso de fortalecimiento anímico, una formidable inyección de energía para la voluntad instintiva del Alma, que en los Iniciados Hiperbóreos se halla habitualmente dominada por la irresistible voluntad del Espíritu Increado. Y esa evolución súbita del Alma causó como una degradación sanguínea, como un debilitamiento del Símbolo del Origen, presente en la sangre Pura, y como una actualización del cuerpo físico, que perdió así su capacidad de moverse independientemente del Tiempo y sincronizó todos sus relojes biológicos con el tiempo de este Mundo. Quedé, pues, presa del contexto cultural, sujeta a la realidad de aquel pueblito de Jujuy. Naturalmente intenté huir de todos modos: los lapis oppositionis ya no me servían porque había perdido la orientación externa hacia el Origen y me resultaba imposible practicar la oposición estratégica. Pero no llegué muy lejos. Antes de salir de la Provincia ya estaba en manos de los agentes del Shin Beth. Estos me condujeron al Monasterio Franciscano de Nuestra Señora del Milagro, en Salvador de Jujuy, donde la mayoría de los curas parecían estar bajo sus órdenes. En una sórdida mazmorra, de los tiempos de la colonia, fui sometida a un refinado interrogatorio durante el cual se me administraron diferentes tipos de drogas. Las preguntas eran pocas y exactas; siempre las mismas: ¿Dónde estaba la Piedra Extraterrestre? ¿Qué había pasado con mi hijo Noyo? ¿Hacia dónde me dirigía? ¿Cuáles eran mis órdenes? ¿Tenía algún contacto terrestre, un Iniciado que compartiera la operación, u obraba por mi cuenta?
Abreviando, Dr. Siegnagel, creo que acabé por confesar casi todo, imposibilitada de resistir el efecto de las drogas que me impedían hasta la representación del Signo de la Muerte, con lo que hubiese podido, en otra ocasión, haber desencarnado allí mismo. De todos modos Noyo ya estaba a salvo en la Caverna Secreta: eso lo presentía desde hacía tiempo y había recibido señales confirmadoras de los Dioses. ¡Yo caía, pero la Estrategia triunfaba!¡La orden del Señor de la Guerra se había cumplido impecablemente y nada, de parte de la Casa de Tharsis, impediría la Batalla Final! Sólo faltaba ahora que el Pontífice Hiperbóreo, el Señor de la Orientación Absoluta y su Orden de Constructores Sabios, hallasen la Espada Sabia: y eso quedaba totalmente fuera de nuestras manos.
Como comprenderá, estas reflexiones pertenecen al presente. En aquel terrible momento, cuando mi voluntad resultaba impotente para dominar la lengua, una angustia inenarrable me embargaba: estaba siendo humillada en mi dignidad de Iniciada Hiperbórea y sentía como una traición, como una falta de honor imperdonable, la involuntaria confesión que me estaban arrancando. A pesar de que la posibilidad de aquel final ya fuera contemplado por nosotros. Pero en esos momentos Yo sólo quería morir, a pesar de que los malditos Rabinos nada deseaban más que conservarme con vida: apenas si fui torturada físicamente, pues toda su acción se concentró en doblegar y destruir mi estructura psíquica. No iban a matarme, y esto me lo dijeron claramente, porque mi cuerpo era intocable, como el de Rudolph Hess. Sí, Dr. Siegnagel: Yo estaba reservada para un Sacrificio Ritual que efectuarían Bera y Birsa en persona.