LIBRO SEGUNDO - DIA 49


Cuadragesimonoveno Día


A partir de hoy, Dr. Siegnagel, retomaré el relato interrumpido el Cuadragesimotercer Día. Creo que en los últimos cinco Días he aclarado bastante los conceptos fundamentales de la Sabiduría Hiperbórea y que valió la pena hacer un alto, para ello, en la historia de la casa de Tharsis. El gozne de la Historia se produjo cuando la Estrategia Hiperbórea de Felipe IV triunfó sobre los planes sinárquicos de la Fraternidad Blanca y la plana mayor de la Orden del Temple fue enviada a la hoguera. Y en esa hazaña, a la Casa de Tharsis no le cupo un papel menor, operando activamente en el Circulus Domini Canis, lo que atraería sobre ellos la Atenta Mirada de los Dioses Liberadores, de los Señores de Venus, quienes imprimirían a la Estirpe un inesperado rumbo. Pero no me adelantaré a los hechos.
En las hogueras de la Inquisición Domini Canis, los planes de la Fraternidad Blanca se transformaron en cenizas. Dos hechos principales confirmaban ese fin: el desmembramiento efectuado por Felipe IV de la Sinarquía Financiera; y la huida a Escocia del Colegio de Constructores de Templos, donde siglos después daría nacimiento a la Francmasonería. Sobre este último hecho, conviene recordar lo dicho en el Día Decimosexto, cuando expliqué por qué el Colegio de Constructores de Templos necesitaba reencontrar las Tablas de la Ley: “Con esas Tablas en su poder, los Golen estarían en condiciones de levantar el Templo de Salomón en Europa, cumpliendo así con los planes de la Fraternidad Blanca y elevando al Pueblo Elegido al Trono del Mundo”. Felipe IV, advertido sobre estas intenciones por sus instructores Domini Canis, suspende la actividad de los tres gremios de masones no bien se inicia el proceso a los Templarios, bajo la acusación de complicidad y participación en los delitos de éstos: el golpe apunta al gremio de los Constructores de Salomón, que integran la Orden del Temple en calidad de frailes menores luego de recibir entrenamiento en el Cister; no hay que olvidar que el verdadero nombre de la Orden, designado por San Bernardo Golen, es “Orden del Templo de Salomón” u “Ordo Templum Salomonis”.
Los Constructores de Salomón pasan enseguida a la clandestinidad y huyen de Francia, no sin antes perder varios miembros en las torturas y la hoguera; ¿qué información se esperaba obtener de ellos?: la identificación del Templo de Salomón, si éste ya había sido construido, o la revelación del lugar de su futuro emplazamiento y el avance de las obras. Hay que notar que los Golen construyeron en el siglo XIII Catedrales como Chartres, Reims, Amiens, Estraburgo, Metz, Narbona, etc., y que cualquiera de ellas podría ocultar el Templo buscado. No obstante, existían dos condiciones que eran tenidas en cuenta por los Domini Canis: una, la exigencia de que el Templo contuviese en su estructura el Secreto de la Serpiente, que estuviese proyectado en base a las veintidós letras del Alfabeto Sagrado de Jehová Satanás; y la otra, que el emplazamiento del Templo correspondiese al lugar más sagrado para los Golen. Mas esto ya se sabía: el sitio más sagrado era Lyon. Empero, aún conociendo el lugar sagrado, no era fácil descubrir el Templo pues los constructores de Salomón preferían morir sin hablar, y la Ciudad se negaba a revelar su secreto: de hecho, ni las Catedrales de Saint Jean o Saint Martin, ambas construidas con el método gáulico, tenían nada que ver con el Templo de Salomón pues en ella no aparecía el Secreto de la Serpiente ni los veintidós signos del Alfabeto Sagrado.
Cuando al fin, en 1310, Felipe el Hermoso adquiere los derechos sobre Lyon, envía una partida de especialistas Domini Canis en Arquitectura Golen para inspeccionar palmo a palmo la región. Este intento tendría éxito recién un año después, al hallar en una encomienda Templaria sobre el monte Fourvieres, los cimientos de un Templo que se ajustaba en todas sus medidas a las proporciones arquetípicas del Universo: los Golen proyectaban acabar su edificación simultáneamente con la instauración del Gobierno Mundial, y todo estaba listo allí para ser armado como un “puzzle”; en depósitos cercanos se encontraban las piedras cortadas y señaladas, las vigas y muebles, el altar, las vidrieras, los instrumentos rituales, etc. Y todo fue minuciosamente destruido por orden expresa del Rey, quien además autorizó a los Domini Canis a ocupar aquel sitio “como si fuese una plaza liberada en el Universo”, y a fortificarlo “con una Muralla Estratégica de piedra”. Los restos de aquella construcción basada en la Sabiduría Hiperbórea aún se conservan.



En 1314, pues, el Enemigo soportaba un desastre generalizado y desaparecía el peligro que obligó a la Casa de Tharsis a ocultarse cuarenta años: el terror Golen sería vencido por el Terror Domini Canis, en razón de que éste era dirigido por los Hombres de Piedra, que para el caso eran también Hombres Sin Miedo. Por supuesto, el peligro de la Muerte Final, representado por Bera y Birsa, no había desaparecido ni mucho menos; pero los Inmortales se hallaban en otra esfera de la Realidad y por el momento no regresarían para ocuparse de la Casa de Tharsis. En cambio los Golen estaban fuera de combate y no podrían detectar ya a los sobrevivientes de la Casa de Tharsis.
Mas algo muy extraño ocurría ahora en la familia. Como consecuencia, quizás, del progreso realizado por la Estirpe en el cumplimiento de la misión familiar; o tal vez, por efecto de una especie de “concentración genética” producida en los sobrevivientes luego del cuasi exterminio de la Estirpe; o fuere por otra causa desconocida, lo cierto era que los caracteres hereditarios familiares se habían diferenciado notablemente a partir de las dos ramas matrilineales fundadas por Vrunalda y Valentina. Entre los descendientes de ambas Damas advinieron Hombres de Piedra, pero sólo los hijos y nietos de Valentina demostraron vocación por el noyvrayado; los Hombres de Piedra que se originaban de la sangre de Vrunalda, por el contrario, detestaban montar guardia frente a la Espada Sabia y sólo tenían una meta: atacar al Enemigo cuanto antes. Mientras los valentininos aparecían dotados para interpretar los Grandes Planes de los Dioses Liberadores, y contribuir a su ejecución ordenada, los vrunaldinos pretendían pasar de inmediato a la acción; en el marco de la Guerra Esencial, podía asegurarse que los primeros eran estrategos puros, los segundos, tácticos perfectos.
Todos los Hombres de Piedra, sin excepción, continuaban revistando en el Circulus Domini Canis. Sin embargo, durante el Reinado de Felipe IV, los valentininos se habían dedicado a proyectar la Estrategia de la Nación Mística y asesoraban al Rey en secreto sobre el modo de luchar contra los Golen, en tanto que los vrunaldinos se contaban entre los Caballeros más valientes y audaces que debieron enfrentar los ingleses y flamencos, y entre los inquisidores más terribles que soportaron los Templarios; además los vrunaldinos, por ser españoles, participaron en numerosos episodios de la Reconquista y de la represión al judaísmo y a la religión de los infieles. Alrededor de 1310, cuando ya se avizoraba el triunfo de la Estrategia del Pacto de Sangre, uno de los valentininos se apersonó en el Cerro Candelaria y localizó la Caverna Secreta. Luego de sepultar a la Vraya, cuyo cadáver aún permanecía sentado frente a la Espada Sabia, y restituir la Flama de la Lámpara Perenne, tomó el puesto de Noyo y restableció la guardia milenaria: los vrunaldinos lo abastecerían desde la fortaleza catalana que entonces existía en lugar de la Capilla, al pie del Cerro.
Aquel Noyo era un Hombre de Piedra relativamente joven pero muy sabio; permaneció en la Caverna los cinco años siguientes, durante los cuales se completó la destrucción de la Orden del Temple y el poder Golen se derrumbó en Francia. Entre los miembros de la Casa de Tharsis, como es natural, la derrota de los Golen había causado un clima de general regocijo; pero nadie esperaba que ocurriera algo nuevo, algo referente a la Caverna Secreta, a la Espada Sabia, a la misión familiar, al Pacto de Sangre. Sin embargo, los primeros días de junio de 1315 todos recibieron idéntico mensaje cifrado: se trataba de una citación del Noyo para concurrir a una reunión familiar extraordinaria a realizarse el día 21 en San Félix de Caramán. Ese día, en el Castillo de Valentina, los Señores de Tharsis celebraron por primera vez en cuarenta años un Consejo de Familia.


La reunión estaba programada para la hora 21, pero a las 19 ya se encontraban casi todos en la sala principal del Castillo: sólo faltaba el Noyo quien, según la Castellana, al llegar se había encerrado en una torre, sin descender en todo el día. Muchos no se conocían, y las presentaciones y saludos crearon un clima festivo. Mientras tomaban una cena fría y ligera no cesaban de transmitirse noticias y comentar los últimos acontecimientos de Francia: los nombres de Pierre Flotte, de Guillermo de Nogaret, de Guillermo Plasian, de Clemente V, y de otros Señores del Perro, se pronunciaban con mucho respeto y admiración; pero el de Felipe el Hermoso se hallaba en la cima de la veneración general. Y no era para menos: el Gran Rey, mediante la sanción de más de 350 leyes de origen Domini Canis, había transformado a Francia en la primera Nación de Occidente. Y también, y principalmente, había destruido en gran medida la infraestructura Golen, además de eliminar a la plana mayor templaria y obligar a huir al resto. Por eso, aquellos que eran virtuales sobrevivientes de la Lejía, reían gozosos de recordar las hogueras templarias.
En el momento que levantaban sus copas en dirección al escudo de armas de la Casa de Tharsis, que dominaba la sala desde la pared superior del hogar, hizo su ingreso el Noyo, quien se unió al brindis.
¡Honor et Mortis! –gritó con voz de trueno.
¡Ad Inimicus! –respondieron con vehemencia los presentes.

El belicoso grupo se componía de dieciocho Señores de Tharsis, diez Caballeros y ocho Damas, todos Hombres de Piedra. De ellos, doce eran vrunaldinos y seis valentininos. Los diecisiete quedaron en silencio, mirando expectantes al recién llegado. El Noyo comenzó a hablar de inmediato:
–Damas y Caballeros: Debéis tener la seguridad de que si os cité con tanta premura no ha sido por capricho sino porque un asunto impostergable lo exigía. –A medida que iba hablando, imprimía a sus palabras un tono de gravedad tal que, algo impensable en un Hombre de Piedra, sugería la influencia de una fuerte impresión. Semejante efecto no podía ser causado por aquella asamblea; debía tratarse de otra cosa.
–En verdad –continuó– esta reunión la solicitó El, a quien enseguida conoceréis. Yo, por mi parte, sé que la prudencia aconsejaba aguardar aún algunos años, antes de sostener un Consejo de Familia.
Algún sonido brotó de cada garganta pues un murmullo se elevó y ganó la sala. A todos asombraba la revelación de que recibirían un visitante puesto que, en la dilatada historia de la Casa de Tharsis, jamás los Hombres de Piedra se habían congregado en presencia de un extraño. Una vez que la exclamación colectiva se disipó en el espacio, el Noyo retomó la palabra:
–No os preocupéis, Hombres de Piedra, que el Secreto de la Casa de Tharsis quedará a salvo: nuestro huésped no es de este mundo; vendrá aquí desde K'Taagar y luego regresará a la Ciudad de los Dioses. Pero, es necesario que os relate las circunstancias de mi encuentro con El, uno de los Dioses Liberadores del Espíritu del Hombre, uno de los Señores de Venus. Como sabéis, desde hace cinco años estoy manteniendo la guardia de la Espada Sabia: en ese período de tiempo no cesé de contemplar la Piedra de Venus, mas nada diferente advertía en ella. Día tras día me concentraba en su contemplación, esperando observar el Signo del Origen, o la Señal Lítica de K'Taagar, pero nada nuevo ocurría: sólo los signos danzantes de la Ilusión, los Arquetipos Creados por el Dios Uno, que también están adentro nuestro, pasaban vanamente frente a mi vista. Sin embargo, un día sucedió algo diferente; fue en Mayo, poco antes de que enviara por Ustedes.
El relato era seguido con atención superlativa.
Sin dudas, el Noyo había tenido una experiencia maravillosa, pero ciertamente extraordinaria, fuera de lo común, irregular. Los Dioses Liberadores hacía miles de años que no se manifestaban a los hombres: desde la Epoca de los Atlantes Blancos.
–Pues bien, ese día, luego de varias horas de meditación, me quedé adormecido frente a la Espada Sabia. Ignoro cuánto tiempo permanecí en ese estado. Recuerdo solamente que un sonido musical fue despertándome, hasta que distinguí con claridad la Palabra “Tirodinguiburr” modulada en la Lengua de los Pájaros; coincidentemente, al clavar los ojos en la Espada Sabia, vi a las Vrunas que forman esa palabra brillando perfectamente nítidas en el centro de la Piedra de Venus. Mi asombro no tenía límites, como os podéis imaginar, cuando oí, brotando a mis espaldas, una Voz, dotada de la Majestad del Espíritu Eterno, que pronunciaba mi nombre. Al volver el rostro me encontré ante un Ser pletórico de Luz, que me observaba sonriente junto al Angulo Recto de la Caverna Secreta: comprendí entonces que era El quien proyectaba el Signo Tirodinguiburr en la Piedra de Venus y procuraba llamar mi atención. Volví rápidamente a contemplar las Vrunas mas, creedme Hombres de Piedra, que me resultará difícil comunicar lo que ocurrió en ese instante.
Un prolongado suspiro acompañó las últimas palabras del Noyo. Luego de un segundo de vacilación, durante el cual el brillo de sus ojos se apagó y la atención pareció dirigirse hacia adentro, prosiguió con firmeza.
–En ese instante, Caballeros, comprendí el significado del Signo Tirodinguiburr. Y su comprensión me infundió el Más Alto Grado de la Sabiduría Hiperbórea. ¡Era el Espíritu Eterno quien se liberaba y aislaba, como nunca antes, de la Ilusión de las Formas Creadas! ¡Sí, mi propio Espíritu, fijo y plantado, como un meñir que permanece y se asoma en la corriente temporal del Alma, de pronto se sostenía en el Origen, en su instancia eterna e infinita! ¡Ya lo sabía todo! ¡Había regresado al Origen, me había liberado del encadenamiento en la Materia, y comprendía el por qué de la Caída! ¡De haberlo querido habría podido partir allí mismo hacia Hiperbórea! ¡Pero no podía hacerlo; no mientras la misión familiar no estuviese cumplida; no mientras Vosotros permanecieseis aquí, en medio de los Demonios; no mientras nos quedase por librar la Batalla Final contra las Potencias de la Materia! El Honor me impedía partir; y quizás esa decisión era lo que esperaba Aquel Ser pues recién entonces habló:
¡Oh, Noyo de Tharsis! –dijo– ¡No te sorprendas al sentir la Tierra Firme del Espíritu! ¡Los Dioses están contigo: es la Voluntad de Navután quien te sostiene ahora en el Universo, las Vrunas de Su Nombre! ¡Y la Gracia de Frya! ¡Y el Poder Kâlibur de la Vruna de la Muerte! ¡He venido hasta ti para confirmar tu existencia y la de tu Casa; para grabar en la Piedra Fría el Signo que la situará en el Origen y determinará que prevalezca sobre la Lejía de la Muerte Final! ¡Te diré lo que debes hacer, Oh Custodio de la Piedra de Venus! ¡Es necesario que los Iniciados de tu Casa coincidan conmigo en algún sitio del Universo, cualquiera que éste sea; una vez juntos, he de transmitirles el Mensaje de los Dioses! ¡Te dejaré esta Piedra: colócala del mismo modo frente al Angulo Recto, y Yo estaré allí en el momento preciso!
Dicho esto, se desvaneció tan misteriosamente como había aparecido, y me encontré absolutamente solo en la Caverna Secreta. La Piedra de Venus ya no reflejaba el Signo Tirodinguiburr pero podía verlo si me lo proponía. En fin, luego de reflexionar cinco días, decidí acercarme a Turdes y enviar mensajeros para convocaros y concretar la reunión solicitada por el Señor de Venus.
Transcurrieron unos minutos sin que nadie atinase a decir nada; todos habían quedado como hechizados por el relato del Noyo. Finalmente, uno de los Hombres de Piedra interrogó:
La Piedra; ¿Qué quiso decir el Señor de Venus cuando habló de dejaros una Piedra?
–Pues, el caso es que cuando se desvaneció por el Angulo Recto –respondió el Noyo– una curiosa Piedra apareció donde El estaba, sin que Yo pueda explicar cómo llegó hasta ese lugar de la Caverna.
–¿Y qué habéis hecho con ella?
–¡La he transportado hasta aquí! –El Noyo desató una bolsa de cuero que traía sujeta a la cintura y extrajo de ella un rústico trozo de basalto negro. La Piedra era una pequeña columna de 8 ó 9 pulgadas de altura y base rectangular; sin dudarlo se la alargó al que había formulado las preguntas. Pronto circuló de mano en mano hasta retornar nuevamente al Noyo, quien entonces volvió a hablar.
–Damas y Caballeros: os propongo intentar el contacto con los Dioses, tal como Ellos mismos lo han sugerido. He dispuesto una torre del Castillo para ese fin y creo que ya es hora de dirigirnos hacia allí.
–¡Sí! –aprobaron al unísono varias voces– ¡No perdamos más tiempo!