Decimosexto
Día
Sobre el Papa benedictino Gregorio I,
el creador del “canto gregoriano”, caben agregar dos cosas. Una es destacar que
la presión ejercida sobre San Leandro para que influyese en Recaredo y
consiguiese el ingreso masivo de los Golen en España sólo dio por resultado que
en los monasterios ya existentes se adoptase la Regula Monachorum. Y la otra es notar que su
decisión, tomada en combinación con San Columbano Golen, de enviar en el año
596 al monje San Agustín y treinta y nueve benedictinos a Gran Bretaña,
obedecía a la necesidad de reemplazar provisoriamente a los irlandeses en la
tarea evangelizadora. Aquella partida llevaba el cometido de evangelizar a los
anglos y a los sajones que no hacía mucho habían conquistado la isla: según San
Columbano y otros Golen, estos pueblos (de Sangre Muy Pura) manifestaban
natural predisposición contra los celtas y especialmente contra los irlandeses;
sólo respetarían a otros germanos o a los romanos: ellos tendrían que realizar
la tarea, pues, una vez evangelizados, ya habría tiempo para que los Golen se
infiltrasen y se apoderasen del control de la Iglesia Británica.
En el año 600 el Bretwalda de Gran Bretaña era el Rey Etelberto de Kent, cuya
esposa, princesa de los francos y ferviente católica, favorece la conversión
por los romanos de San Gregorio, pese a que tenía junto a ella a un Obispo
franco y algunos Sacerdotes de su pueblo; el éxito es grande: el Rey y el
pueblo se bautizan y en Canterbury se funda un monasterio benedictino con
jerarquía de obispado; luego le siguen Essex, Londres, Rochester, York, etc.
Cuarenta años después los Golen
estarán penetrando en los monasterios anglosajones desde la céltica Escocia,
apoyados por el Rey Oswaldo de Northumbría. Incorporados como maestros en los
monasterios benedictinos a los Golen les resultará más fácil convencer a los
anglosajones ya cristianos sobre la bondad de sus intenciones. Empero, durante
muchos años, la voz cantante será llevada por monjes no irlandeses, tales como
el griego Teodoro de Tarso y el italiano Adriano. San Beda, el Venerable,
muerto en el año 735, lleva el monasterio benedictino de Iarrow a su más alto
grado de esplendor: talleres donde se enseñan los más variados oficios,
escuelas religiosas, granjas monacales, copiado y traducción de documentos,
instrucción musical, etc. De los monasterios benedictinos anglosajones saldría
una invalorable ayuda para los planes de los Golen en la persona de los monjes
misioneros británicos, que serían mucho mejor recibidos que los irlandeses en
los Reinos germánicos: Baviera, Turingia, Hesse, Franconia, Frisia, Sajonia,
Dinamarca, Suecia, Noruega, etc., verían pasar por sus tierras a los monjes
anglosajones. El mayor exponente de esta corriente inglesa benedictina fue,
indudablemente, San Bonifacio.
Procedía del convento benedictino de
Nursling y su verdadero nombre era Winfrido: el Papa benedictino Gregorio II
le concedió el nuevo nombre de Bonifacio en el año 718, junto con su misión de
evangelizar a los germanos. La verdad, atrás de todo este movimiento, era que
los Golen sospechaban que los germanos aún conservaban las Piedras de Venus y
otros legados de los Atlantes blancos y procuraban hallarlos a cualquier costo.
Por eso San Bonifacio, por ejemplo, se empeña en derribar la antiquísima Encina
del Dios Donar, en Geismar, en el año 722, tratando de encontrar la Piedra que una tradición
germánica situaba en las raíces del árbol. Pero ésta no era una tarea que el
propio San Bonifacio tomaría personalmente entre sus manos: para ello contaba
con miles de Golen benedictinos bajo sus órdenes; la famosa Piedra de Venus de
los sajones, por ejemplo, sería buscada durante cincuenta años, y costaría a
los sajones, que al final la perdieron, miles de víctimas, atribuidas luego
cínicamente a los “esfuerzos de la cristianización”. San Bonifacio no era,
pues, un mero predicador sino un gran ejecutor de los planes de la Fraternidad Blanca :
los Archi Golen, ocultos en los monasterios, y los Papas benedictinos, le
revelarán estos planes en forma de directivas que él cumplirá fielmente. Uno de
sus actos más fecundos para esos planes, por ejemplo, fue la universal difusión
que imprimió a la idea de la superioridad del Obispo de Roma, el representante
de San Pedro en la Tierra ,
sobre cualquier otra jerarquía eclesiástica o regia: en base a esa idea se asentará el poder del papado en la Alta Edad Media. Y
el papado, el papado benedictino y Golen, se entiende, le responderá en
consecuencia, dotándolo del Palio arzobispal que le permitirá nombrar sus
propios Obispos y completar la jerarquía de sus Sacerdotes.
En el año 737, en Roma, recibe de
manos de Gregorio III la máxima dignidad: será Legado papal
en Alemania, y dispondrá de amplios poderes para actuar. En aquel tiempo,
“Alemania” incluía al Reino Franco, el más poderoso de la cristianidad europea.
Pues bien, el nombramiento de San Bonifacio, tenía como objeto liberarle las
manos para que llevase adelante un plan tan audaz como siniestro; en el Imperio
Romano de Oriente, o Imperio Bizantino, el Patriarca de la Iglesia estaba normalmente
sometido a la voluntad del Emperador; en Occidente sería necesario restablecer
el poder imperial, pero fundado en una relación de fuerzas completamente
inversa: aquí, el Papa dominaría a los Reyes y Emperadores, el Sacerdote al
Rey, el Conocimiento del Culto a la Sabiduría de la Sangre Pura. Y el
instrumento para este plan, que permitiría a su vez concretar los planes de la Fraternidad Blanca
y de los Golen, sería la familia franca de los pipínidos.
Los Reyes Merovingios se hacían llamar
“Divinos” porque afirmaban descender de los Dioses Liberadores: para el
judeocristianismo, que sostenía con la Biblia idéntica descendencia de todos los
mortales desde Adán y Eva, aquel origen no significaba nada; el único Dios era
el Dios Creador, Jehová Satanás, y nadie podía arrogarse su linaje; y fuera del
Dios Creador judeocristiano sólo existían la superstición o los Demonios. Así,
pues, era una cuestión de principios eliminar a unos Reyes que, no sólo
declaraban tener linaje Divino, sino que afirmaban recordarlo con la sangre: esa vinculación entre la Divinidad y la realeza,
muy popular entre los francos, era un obstáculo molesto para unos Sacerdotes
que pretendían presentarse como los únicos representantes de Dios en la Tierra. Al morir Carlos
Martel en el año 741, le suceden sus hijos: Carlomán como Mayordomo de
Austrasia y Pipino como Mayordomo de Neustría. Carlomán, que luego se retiraría
al monasterio de Monte Cassino, concede a San Bonifacio total libertad para
reformar la Iglesia
Franca de acuerdo a la Regla benedictina; otro tanto hará Pipino. En
pocos años, mediante una serie de Sínodos que van del 742 al 747, se pone a
toda la Iglesia Franca
bajo el control de la
Orden Bendictina.
Carlomán y Pipino están, también,
dominados por la Orden. San
Bonifacio comunica a Pipino el plan de los Golen: con la aprobación del nuevo
Papa Zacarías, se destronará al Rey Childerico
III, el último de los Divinos
Merovingios; en su lugar sería elegido Pipino por los Grandes del Reino y su
nombramiento estaría legitimado, análogamente al Antiguo Testamento, por el consentimiento del Papa y la unción de San Bonifacio. El pago del
nuevo Rey, por legitimar su usurpación, consistiría en un considerable botín:
la creación de los Estados Pontificios. Pero esta recompensa no cercenaría en
nada el poder del Reino Franco pues no se constituiría a sus expensas sino a la
de los lombardos y bizantinos: en efecto, el Papa solicitaba en pago de su
alianza con el Rey Franco unos territorios que debían ser previamente
conquistados. Concertado el arreglo, en noviembre del año 751 el Rey Childerico III
era confinado en un monasterio benedictino y Pipino el Breve proclamado Rey y
ungido por San Bonifacio. En 754 el Rey Pipino y el Papa Esteban II
se reúnen en Ponthión donde firman un tratado por el cual los francos se
comprometen en adelante a proteger a la Iglesia Católica
y a servir al Trono de San Pedro. De este modo, en 756, los francos donan a San
Pedro el Exarcado, Venecia, Istria, la mitad del Reino longobardo y los ducados de Spoleto y Benevento.
Con Pipino el Breve se inaugura la
dinastía carolingia, piedra fundamental en la obra de la Fraternidad Blanca.
De lo expuesto, se trasluce con claridad que la corte y todos los resortes del
Estado franco estaban copados por la
Orden benedictina: no será difícil imaginar, entonces, en qué
clase de ambiente se educarían sus nietos y familiares, y cuáles las creencias
que se les inculcarían sobre la antigua religión “pagana” de los germanos y sus
Dioses ancestrales. En vista de esto, habrá que reconocerle a Carlos el Magno
el haber hecho todo lo posible por convertirse en judeocristiano y cumplir con
el plan de los Golen.
El fruto de los siglos de paciente y
reservada labor obtenido en los monasterios benedictinos pudo observarse en la
corte carolingia, especialmente en la denominada “Escuela Palatina”. A esta
Escuela concurría personalmente el Emperador con sus hijos e hijas, su guardia
personal, y otros miembros de la corte, a escuchar las lecciones que impartían
los “sabios” benedictinos llegados, en muchos casos, desde monasterios lejanos:
de Italia vinieron a Aquisgrán Pablo de Pisa, Paulino de Aquileya, Pablo
Diácono de Pavía, etc.; de España vino uno de los Señores de Tharsis con la
misión de espiar la marcha de la conspiración Golen, trayendo a su regreso
desalentadoras noticias sobre la magnitud y profundidad del movimiento enemigo:
se llamaba Tiwulfo de Tharsis y fue famoso por su libro escrito en la Escuela Palatina ,
titulado “De Spiritu Sancto Bellipotens”.
No obstante estas procedencias, la gran mayoría de los maestros eran irlandeses
y anglosajones, es decir Golen y secuaces de Golen. Entre los últimos cabe
mencionar al cerebro de la
Escuela Palatina y de la difusión general que a partir de
ella se daría a la “cultura benedictina”: me refiero a Alcuino de York,
discípulo de la Escuela
de San Beda, el Venerable, que se incorpora a la Escuela Palatina
en el 781 y dirige entre el 796 y el 804, fecha de su muerte, la Escuela del monasterio de
San Martín de Tours. Su Schola Palatina
es el foco del llamado “reconocimiento carolingio”, al que contribuyen
eficazmente sus obras, de inspiración clásica y neoplatónica, y basadas en
conceptos de Prisciano, Donato, Isidoro, Beda, Boecio, tales como De Ratione Animae, o sus famosos
manuales que rigieron durante siglos la educación europea: Gramática, De Orthographia,
De Rethorica, De Dialéctica, etc.
De la Escuela Palatina
salen las ideas para la “Encíclica de
litteris colendis”, cuyas resoluciones aprobadas por Carlomagno tenían
fuerza de ley y ordenaban la creación, en todos los monasterios y catedrales,
de Escuelas para Sacerdotes y legos: en ellas se debería enseñar el Trivium, el Quadrivium, la
Filosofía y la Teología. El Trivium
y el Quadrivium formaban las
llamadas “Siete artes liberales”: el Trivium
contenía la Gramática
o Filología, la Retórica
y la Dialéctica ;
y el Quadrivium, la Astronomía , Geometría,
Aritmética y Música. Desde luego que la enseñanza de tales materias estaba a
cargo de los monjes benedictinos, quienes se habían preparado para eso durante
doscientos años y eran los únicos que disponían de suficientes maestros y
material clásico con que cumplir la orden real, que ellos mismos habían
inspirado. Y los benedictinos Golen tenían bien claro cómo debían educar las
mentes europeas para que en los tiempos por venir se experimentase
colectivamente la imperiosa necesidad del Templo local: entonces el Colegio de
Constructores Golen, que pronto se pondría en marcha, levantaría Templos de
Piedra nunca vistos, Catedrales magníficas, Construcciones que en realidad
serían máquinas de piedra de
tecnología Atlante morena y cuya función apuntaría a trasmutar la mente del
creyente y ajustarla al Arquetipo colectivo de la Raza hebrea, que es el mismo
que el de Jesús Cristo arquetípico.
Alcuino, que se hacía llamar “Flacco” en honor del poeta latino
Horacio, dirigía los círculos culturales benedictinos Golen que rodeaban al
Emperador. En tales cenáculos se respiraba un aire bíblico y judaico muy
intenso: el propio Carlomagno exigía ser llamado “David”, y su fiel consejero
Eginardo, por ejemplo, pedía se lo nombrase Beseleel, por el constructor del Tabernáculo en el Templo de
Jerusalén. Y en este especial microclima ambientado por los benedictinos Golen,
al Emperador y sus principales colaboradores de la nobleza franca, se les iba
lavando lentamente el cerebro y se los condicionaba para adoptar el “punto de
vista Golen” sobre el Orden del Mundo. Para preservar ese Orden, por ejemplo,
se debía erradicar el paganismo e imponer mundialmente el judeocristianismo:
eso era el Bien, lo que mandaba la ley de Dios y lo que suscribía el
representante de San Pedro. No importaba si para conseguir ese Bien se debiesen
destruir pueblos hermanos: Dios perdonaría a los suyos todo lo hecho en Su
Nombre. Los Golen condicionaban de este modo la mente del Emperador porque
necesitaban un nuevo Perseo, un “Héroe” que cumpliese la sentencia de
exterminio que pesaba sobre el pueblo de Sangre Pura de los Sajones y les
permitiese robar su Piedra de Venus.
Por lo menos el pueblo Perseo de los
cartagineses que destruyera a Tartessos mil años antes pertenecía a otra Raza.
El crimen de Carlomagno y sus francos es inestimablemente mayor, pues, no
conforme con apoyar militarmente la ofensiva lanzada por San Bonifacio contra la Sabiduría Hiperbórea
de los Sajones, emprendió él mismo la tarea de exterminar a la nobleza sajona,
hermana cercana de la sangre franca.
El de los Sajones fue uno de los
últimos pueblos de Occidente que se mantuvo ininterrumpidamente fiel al Pacto
de Sangre y a los Dioses Liberadores: según ellos creían, los Atlantes blancos
les habían encomendado la misión de proteger un Gran Secreto de la Raza Blanca , que
cayera del cielo sobre Alemania hacía miles de años, durante la Batalla de la Atlántida ; aquel Secreto
estaba específicamente mencionado en el Mito de Navután, a quien los Sajones
llamaban Wothan, como “el anillo de la Llave Kâlachakra ”,
donde los Dioses Traidores habían grabado el Signo del Origen: Freya Perdiz lo
tuvo que soltar antes de penetrar en el moribundo Navután y su caída, según la Sabiduría de los
Sajones, se produjo en Alemania; concretamente, había caído sobre las rocas del
Extersteine, una montaña que se encuentra en el centro del bosque Teutoburger
Wald. De acuerdo a lo que sostenían los Sajones, el anillo tocó las rocas en
coincidencia con el momento en que Navután resucitaba y adquiría la Sabiduría de la Lengua de los Pájaros: esto
produjo que el Signo del Origen se descompusiese en las trece más tres Vrunas o
Runas y que éstas se plasmasen para siempre en las rocas del Extersteine; sobre
una de ellas, la más prominente, cualquiera que posea linaje espiritual podrá
ver, por ejemplo, a la Vruna
más sagrada para los Atlantes blancos, la que representa al Gran Jefe Navután,
es decir, la Runa Odal.
Pero los Sajones no sólo conocían, en esa fecha tardía del siglo VIII
D.J.C., las Vrunas de Navután, sino que habían logrado conservar, igual que los
Señores de Tharsis, su Piedra de Venus. En la cumbre del Extersteine se erguía
desde tiempo inmemorial la “Universalis
Columna” Irminsul, un Pilar de Madera que representaba el Arbol del Terror
donde se había autocrucificado Navután para conocer el Secreto de la Muerte. Este
santuario era venerado por los germanos desde tiempos remotos y, para evitar su
profanación por parte de los romanos en el año 9 D.J.C., el Líder querusco
Arminio, o Erminrich, aniquiló al ejército del General Publio Quintilio Varo
compuesto por veinte mil legionarios, en las proximidades de Teutoburger: Varo
y los principales oficiales se suicidaron luego del desastre.
Igual suerte no iban a tener los
heroicos sajones setecientos sesenta años después frente a un enemigo
abrumadoramente superior y que abrigaba hacia ellos una intolerancia irracional
semejante a la que Amílcar Barca experimentaba por los tartesios. Por supuesto
que, atrás de esa intolerancia de Carlomagno, hay que ver, igual que en el caso
de Amílcar, la mano de los Golen, la necesidad, implantada artificialmente en
la mente de aquellos Generales, de cumplir la sentencia de exterminio. El
pecado de los Sajones era éste: ocuparon
el bosque y se entregaron con tal empeño a realizar su misión, que
impidieron durante siglos que los Golen pudiesen acercarse al Extersteine; pero
lo más grave era que grabaron los trece más tres signos rúnicos del Alfabeto
Sagrado en la Columna
Irminsul , y le
incrustaron en su centro la
Piedra de Venus, en rememoración del Ojo Unico de Wothan
que miraba al Mundo del Gran Engaño desde el Arbol del Terror. La repulsión que
los Sajones experimentaban hacia los Sacerdotes Golen, su rechazo irreversible
al judeocristianismo, su fidelidad al Pacto de Sangre y a la Sabiduría Hiperbórea ,
su defensa encarnizada de la plaza de Teutoburger Wald, y su negativa a
entregar la Piedra
de Venus, eran motivos más que suficientes para decretar el exterminio de la Casa Real Sajona,
especialmente en ese momento en que el poder de los Golen estaba en su apogeo.
Sólo así se explica la sanguinaria
persistencia de Carlomagno, que durante treinta años combatió sin tregua a los
Sajones, pueblo cultural y militarmente inferior a los francos y que si
resistió tanto fue por el indómito Valor que el Espíritu hacía brotar de su
Sangre Pura. En el año 772, las tropas del nuevo Perseo caen sobre Teutoburger
Wald y, luego de encarnizada lucha, logran tomar el Extersteine y entregarlo a
los Sacerdotes benedictinos Golen para su “purificación”: estos no tardan nada
en destruir la
Columna Irminsul y robar la Piedra de Venus, condenando desde entonces a los
Sajones a la oscuridad de la confusión estratégica, a la desorientación sobre
el Origen. No obstante el botín conquistado, faltaba cumplir la sentencia de
los Golen: en el 783, en Verden, Carlomagno, en nombre de Nuestro Señor
Jesucristo, haría decapitar a cinco mil Nobles Sajones, cuya Sangre Pura consumaría
en el Sacrificio ritual la unidad del Dios Creador Jehová Satanás. Tras una
posterior resistencia sin esperanzas, por parte del único jefe rebelde
sobreviviente, Wittikind, los Sajones terminaron por aceptar el judeo
cristianismo, como tantos otros pueblos en similares circunstancias, y se
integraron al Reino Franco.
Carlomagno moría en Aquisgrán, en el
año 814, pero ya en el 800 había recibido del Papa León III la consagración
como Emperador Romano, justo pago para quien tanto sirviera a la Iglesia y a la causa de la Orden benedictina. Le sucede
como Emperador su hijo Ludovico Pío, a quien sus contemporáneos apodaron “el
Piadoso” y “el Monje”, por su dedicación a la Iglesia y su preocupación
por poner definitivamente a los monjes francos bajo el poder de la Orden benedictina. Apenas
tres años después de su coronación imperial concreta ese anhelo de los Golen en
el Sínodo de Aquisgrán del año 817, en el que se acuerda imponer la Regla benedictina a todos
los monasterios de los dominios francos, es decir, a lo que pronto sería el
Imperio Romano Germano: parte de España, Francia, Alemania, Dinamarca, Suecia,
Frisia, Italia, etc.
Con la sanción de aquella ley
imperial, el poder de la Orden
quedó consolidado lo suficiente como para que los Golen no pensaran en otra
cosa, los siguientes doscientos setenta años, que en llevar a la perfección el
Colegio de Constructores de Templos. En los doscientos años precedentes
acumularon el Conocimiento de las Ciencias; ahora pasarían a la práctica,
formarían Gremios de Constructores compuestos de logias de aprendices,
compañeros y maestros masones; y tales logias serían laicas, integradas por
gente del pueblo, pero dirigidas secretamente por la Orden , que va a ser quien
posea el Plano y las Claves del Templo. También haría falta disponer de una Clave Final, un Secreto que permitiría
a los Golen llevar su obra a la máxima perfección. Pero los Golen, y por Ellos la Orden benedictina, contaban
con la Palabra
de la Fraternidad
Blanca de que tal Secreto les sería confiado cuando su misión
europea estuviese a punto de concluir. Aquel Secreto, aquella Clave de las
claves, consistía en las Tablas de la
Ley de Jehová Satanás, las que el Dios Creador entregó a
Moisés en el monte Sinaí y que posibilitaron luego a Hiram, Rey de Tiro,
construir el Templo de Salomón, el Templo de los templos: en ellas estaba
grabado, mediante un Alfabeto Sagrado de veintidós signos, el Secreto de la Serpiente , es decir, el
Más Alto Conocimiento que le es permitido alcanzar al animal hombre, las
Palabras con las que el Dios Uno nombró a todas las cosas de la Creación : Con esas Tablas
en su poder, los Golen estarían en condiciones de levantar el Templo de Salomón
en Europa, cumpliendo así con los planes de la Fraternidad Blanca
y elevando al Pueblo Elegido al Trono del Mundo. Claro que antes de llegar a
tan maravillosas realizaciones la
Orden benedictina tendría que resolver varios problemas:
además de poner en marcha el Colegio de Constructores de Templos, habría que
crear las condiciones para que los pueblos del Imperio Romano apoyasen la
existencia de una Orden Militar en el seno de la Iglesia Católica.
Tal Orden tendría una doble función: por una parte, custodiar, en el momento
que la Fraternidad
Blanca decidiese entregarla a los Golen, las Tablas de la Ley desde su actual ubicación
en Jerusalén hasta Europa; y por otra parte servir como fuerza militar de apoyo
a la Constitución
de la Sinarquía
Financiera , o Concentración del Poder Económico, que sería
necesario establecer en Europa como paso previo al Gobierno Mundial del Pueblo
Elegido.