LIBRO SEGUNDO - DIA 50


Quincuagésimo Día


La Torre en cuestión consistía en un recinto cuadrado, construido con sólidos bloques de granito, cuyos cuatro ángulos estaban perfectamente alineados con los puntos cardinales. Se había hecho retirar todo el mobiliario a excepción de tres largos bancos sin respaldo, en los cuales se sentaron los Hombres de Piedra. La única vela de un candelabro de pared iluminaba tenuemente el ángulo Oeste. Frente a ese rincón, en el suelo, el Noyo depositó la diminuta columna de roca: después de orientarla convenientemente se unió a los Hombres de Piedra.
–He colocado la Piedra en forma semejante a como la hallé en la Caverna Secreta –dijo–. Ahora sólo nos resta Aguardar y Observar.

Al comienzo nadie notó nada porque el fenómeno se fue produciendo muy lentamente. Empero, en un momento dado, sin que los Hombres de Piedra pudiesen determinar cuándo, el vértice del rincón apareció extrañamente brillante. Entonces todos vieron una línea vertical de luz blanca donde los dos planos de las paredes se unían en el ángulo recto. Aquella luminosidad cubría completamente el vértice y causaba la sensación de surgir de una delgada hendidura, como si las paredes estuviesen separadas por una rendija infinitesimal, una ventana hacia otro mundo. Pero el vértice de luz era lo que se veía en relación a las paredes de la torre; porque si se alineaba el vértice con la Piedra, la imagen cambiaba súbitamente y el fenómeno adquiría su más curioso carácter: observando de ese modo, la Piedra parecía extrañamente incrustada en el ángulo recto; mas esa visión duraba sólo un momento, pues enseguida el ángulo avanzaba hacia adelante y la Piedra se perdía en la línea de luz. Esto sorprendía; sin embargo, al examinar el vértice de luz en relación a las paredes, la Piedra aparecía nuevamente donde la había colocado el Noyo.
Como todos estaban contemplando el vértice de luz, todos vieron llegar al Señor de Venus. Y a nadie escapó que su entrada era el producto de un paso: el último paso de una marcha que nadie se atrevía a imaginar por qué camino se había realizado. Sí; el Señor de Venus llegaba caminando, atravesaba el ángulo recto, y se situaba sobre la Piedra; y ahora dominaba la torre y miraba a los Hombres de Piedra. El Noyo se puso inmediatamente de pie y anunció:
–¡Damas y Caballeros: os presento al Capitán Kiev!
¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –saludó el Señor de Venus, expresando con su mano derecha el bala mudra.
¡Salve, Vale! –contestaron a coro los Hombres de Piedra.
Aquel Ser, de clara apariencia humana, era en verdad resplandeciente: un halo violáceo se extendía varias pulgadas en torno suyo y permitía apreciar los detalles de la indumentaria. Esta no podía ser más simple, pues constaba sólo de tres prendas: una especie de cota de malla fina, escamada, que le cubría la totalidad del cuerpo a excepción de la cabeza y las manos; un par de botas de caña corta; y un cinto con hebilla octogonal, sobre la que estaban grabados un conjunto de signos indescifrables; las tres prendas habían sido elaboradas con materiales inimaginables. Comparado con los Hombres de Piedra, el Señor de Venus era un gigante: un codo más alto que los vrunaldinos, quienes se contaban entre los Caballeros de mayor estatura de Castilla. Tenía el cabello rubio, bastante corto, y facciones agradables en el rostro, de tez muy pálida. Pero lo que más impresionaba, pues le otorgaba el indudable aspecto de un ser de otro mundo, o perteneciente a una Raza desconocida, eran sus ojos carentes de pupila, sólo compuestos por un iris color verde esmeralda: esos ojos, desprovistos de expresión humana, testificaban la inquietante evidencia de que la Historia del hombre ha olvidado algo; algo que quizá sea inevitable recordar en nuestra Epoca, Dr. Arturo Siegnagel.

Luego del saludo, el Capitán Kiev continuó hablando; aunque no movía los labios todos le oían perfectamente, y nadie se interrogó sobre el prodigio. Los Hombres de Piedra advirtieron enseguida que con Aquel Ser no habría ninguna clase de diálogo: el Señor de Venus había venido a traer un mensaje y luego de comunicarlo se iría.
¡Sangre de Tharsis: Os traigo el saludo de Navután, el Señor de la Guerra! ¡Y también Os traigo Su Palabra! ¡Prestad atención, abrid bien Vuestros sentidos, porque la presente es oportunidad única, tal vez irrepetible antes de la Batalla Final! En verdad, ha sido la hazaña que habéis protagonizado al contribuir a destruir los planes del Enemigo lo que ha motivado esta visita: ¡en la morada de los Dioses, el Señor de la Guerra y los Señores de Venus, han bebido el Hidromiel con Vuestros Antepasados! ¡Allí, en la Morada de los Dioses, Os habéis ganado un lugar junto a los Héroes de la Raza Hiperbórea! ¡Y en la Tierra, habéis conquistado el derecho a existir, aún en medio de la mayor Ilusión del Gran Engaño! ¡Es la Voluntad de Navután que Vuestra casa exista hasta el día de la Batalla Final y que sus miembros acompañen las filas de los Dioses portando el estandarte del Espíritu Eterno! Por eso Os ha revelado por mi intermedio a Tirodinguiburr, Su Nombre Olvidado, la Clave del Misterio del Laberinto: para que Vuestro Espíritu se reoriente hacia el Origen y jamás vuelva a extraviarse.
Comprended, Señores de Tharsis, que el hombre dormido sólo es consciente de un Mundo, de una Tierra, de una Historia, a la que considera “real”, pero que el Espíritu cautivo comparte en la Ilusión millones de Mundos posibles, de Tierras semejantes, de Historias parecidas. Vosotros sois hombres despiertos, mas el hombre dormido vive, sin saberlo, en millones de Mundos a la vez: su conciencia, en ocasiones permanece toda la vida referida a un Mundo particular; o, eventualmente, pasa de un Mundo a otro sin notarlo; pero el hombre dormido es incapaz de distinguir un Mundo de otro pues la Ilusión es muy intensa, el sueño demasiado profundo. Diferente es el punto de vista del Espíritu cautivo, que subyace encadenado en el Alma del hombre dormido. Para el Espíritu Eterno cualquiera de esos Mundos puede ser “real”, puede vivirse como real, pero todos son igualmente ilusorios. Para el Espíritu, muchos de los hombres que creen existir, y muchas de las cosas que se cree que existen, no son reales, es decir, son pura ilusión. Para el Espíritu sólo es Real el Mundo que El mismo afirma como tal, sólo existe el hombre en el cual El se manifiesta con mejor orientación estratégica.
¡Así es, Señores de Tharsis!: Para el Espíritu, la Realidad depende de la orientación estratégica. Y el hombre despierto sólo existirá si dispone de orientación estratégica con respecto al Origen: porque es desde el Origen que el Espíritu ve al hombre despierto y dice –Está allí, ex sistit–.
¿Qué es, pues, la orientación estratégica?: En un instante dado, simultáneamente, ciertos hombres despiertan aquí y allá, en algunos de los Mundos posibles: es el Espíritu del Hombre quien los evoca y hacia quien ellos se dirigen. Cada uno de esos Mundos es “real” para el hombre despierto que lo habita y percibe. Y desde cada uno de esos Mundos “reales” un hombre despierto marcha hacia un punto que es común a todos los Mundos Posibles: el Origen del Espíritu cautivo. En un sitio está el hombre despierto y su Espíritu cautivo, en otro el Origen y el Espíritu absolutamente libre; ¿qué separa al hombre despierto del Origen?: Una distancia llamada “Laberinto”, que sólo puede allanarse mediante las Vrunas de Navután. El Espíritu despierta al hombre dormido; el hombre despierto adquiere la Sabiduría Hiperbórea; la Sabiduría Hiperbórea le revela las Vrunas de Navután; y las Vrunas de Navután constituyen a Tirodinguiburr, el Secreto del Laberinto. Con la Clave de las Vrunas, el hombre despierto se orienta en el Laberinto y encuentra el Origen, lo único verdaderamente Real para el Espíritu. El tiempo necesario para concretar la orientación se lo concede la Inmortalidad de la Semilla de Piedra, que la Gracia de la Virgen de Agartha siembra en el Corazón de los que buscan el Origen.
La orientación debe ser estratégica porque en el Laberinto el Enemigo intentará torcer su rumbo hacia el Origen: tratará de confundir, de desviar, de detener, vale decir, de desorientar al hombre despierto; y el hombre despierto deberá emplear una Estrategia, para avanzar orientado, tendrá que desarrollar un modo de comportamiento que neutralice la acción enemiga y permita llegar concretamente al Origen.
El Laberinto está integrado por los caminos de la Ilusión, que se bifurcan en todos los Mundos Posibles. Si la orientación estratégica es débil, la distancia entre el hombre despierto y el Origen puede ser muy extensa; y el Tiempo que insuma recorrerla análogamente prolongado. Empero, si la orientación estratégica es fuerte, el hombre despierto puede hallarse muy próximo al Origen y la liberación espiritual puede ser instantánea. Ocurre así porque la orientación estratégica y el Laberinto son contrarios: cuanto menor sea la orientación estratégica, tanto más complejo será el Laberinto; cuanto mayor sea la orientación estratégica, tanto más simple será el Laberinto; la máxima orientación estratégica, el Origen patente, disuelve la Ilusión del Laberinto. Además, si el movimiento se guía por la orientación estratégica, el Tiempo y el Espacio del Laberinto se tornan relativos; el Origen se sitúa lejos o cerca, de acuerdo a la actitud estratégica del hombre despierto. Entonces, la realidad del hombre despierto es relativa con respecto a la Realidad absoluta del Origen.
La realidad del hombre despierto depende de la orientación estratégica. Hemos visto varios hombres despiertos, cada uno en su Mundo “real”, buscando simultáneamente el Origen; cada uno con diferente grado de extravío en el Laberinto, cada uno con distinta orientación estratégica. ¿Cuál es, entonces el Mundo Real, si todos son relativamente reales desde el Origen?: De todos los Mundos posibles, “reales” son los Mundos que afirma el Espíritu de los hombres despiertos; de todos los Mundos “reales”, Real es el Mundo donde los hombres despiertos poseen la mejor orientación estratégica y donde sostienen una Estrategia triunfante contra el Enemigo del Espíritu: y la Realidad de ese Mundo la afirma Navután, el Señor de la Guerra. Los Señores de Venus de K'Taagar, desde el Origen, desvinculados del Tiempo y del Espacio del Laberinto, escudriñan permanentemente los millones de Mundos de la Ilusión mientras aguardan que los últimos hombres dormidos retomen el Sendero del Espíritu y declaren la Guerra Esencial a las Potencias de la Materia. Ellos descubrieron Vuestro Mundo, Señores de Tharsis, y lo revelaron a Navután. Y el Señor de la Guerra, halagado por Vuestras Hazañas, decidió afirmarlo como Real. Desde el Origen, el Gran As distinguió Vuestro Mundo diciendo:
¡Allí está, ex sistit, el Mundo real de los Señores de Tharsis, quienes no cesan de luchar por la Libertad del Espíritu Eterno! ¡Existe, pues, un Mundo donde los hombres dormidos son capaces de despertar y enfrentar a las Potencias de la Materia! ¡Ja, ja, ja; y Buenos son: acaban de ganar una Batalla! ¡Con Ellos enviaré al Gran Jefe de la Raza Blanca! ¡Contando con la ayuda de estos Guerreros Sabios, y la de aquellos Héroes que se les unan, derrotarán a las Potencias de la Materia y pondrán término, en el Principio, a la Guerra Esencial!

¡Comprended esto, Señores de Tharsis, y sabréis por qué he venido y en qué consiste la Gracia que Os ha dispensado Navután al conceder existencia Real a Vuestro Mundo!
¡Porque así es! ¡El Mundo donde Vosotros vivís y donde el Enemigo ha sido recientemente derrotado, será el Mundo Real para los Señores de Venus y para Navután, el Señor de la Guerra! ¡En este Mundo comenzará la Batalla Final, cuando el Hombre se enfrente definitivamente a las Potencias de la Materia! ¡Y en este Mundo, el Mundo de los Señores de Tharsis, deberán realizarse todos los que intenten liberar su Espíritu Eterno y partir hacia el Origen, los Guerreros, los Héroes, los Iniciados Hiperbóreos, los verdaderos Gnósticos, los Hombres de Piedra! Oíd: ¡Los que busquen y encuentren la Sangre de Tharsis en su Mundo asentarán el Espíritu en la Piedra Fría que está en el Origen, en la Piedra que se sustenta fuera del Universo Creado y que estará aún en el Origen cuando el Universo Creado ya no exista! Contrariamente, los que pretendan ignorar la Sangre de Tharsis, o no sean capaces de encontrarla, fundarán su Mundo en la Ilusión y serán convertidos en Lejía al Final del Tiempo, cuando Todo Vuelva al Uno al Final de Su Día de Manifestación, cuando el Final sea igual al Principio, y la Ilusión se disuelva en la nada, y sólo exista el Uno en Su simple eternidad.
¡Porque sólo el Espíritu es Eterno! Quien no encuentre su Espíritu morirá de Muerte Final aunque crea ser Inmortal. Y quienes primero van a morir son las Almas que Más cerca están del Final, adonde se han aproximado buscando una quimérica y vana perfección arquetípica. Aquéllos cuyas Almas evolucionan imitando la Meta Final propuesta por el Dios Creador Uno, los que se engañan identificando el Bien con la “Paz Universal” y privan a su Espíritu de la oportunidad de luchar, los que adoran al Dios Creador Uno y aman el Universo Material, los que temen a Jehová Satanás y sirven a las Potencias de la Materia, los que persisten en afirmar que el Espíritu es Creado y quieren ponerlo de rodillas frente al supuesto Creador, los que se cobijan bajo la Paloma de Israel, los que integran la Jerarquía de la Fraternidad Blanca, los Sacerdotes de todos los Cultos y los que creen que se puede ser “Gnóstico” y Sacerdote a la vez: ¡Esos morirán de Muerte Final! ¡Esos serán reducidos a Lejía por Voluntad de su Creador!
En síntesis: ¡Quienes participen del Pacto Cultural vivirán en la Ilusión del Alma y morirán de Muerte Final! Y quienes recuerden el Pacto de Sangre, y encuentren la Sangre de Tharsis, vivirán en la Realidad del Espíritu y se eternizarán Más Allá del Origen!
¿Comprendéis, Señores de Tharsis, qué significa para los demás Espíritus cautivos la Realidad de Vuestro Mundo?: Vuestra Casa ha contraído un compromiso con el hombre, a quien habéis demostrado que se puede triunfar sobre el Mal, que es posible vencer a los Demonios. En adelante, Vuestra misión será acompañar a la Historia sin entrar en la Historia. Porque antes del Final Vosotros contribuiréis a quebrar la Historia y dar comienzo a la Batalla Final. Tendréis que estar atentos a la Historia, y vigilar los movimientos del Enemigo en la Historia, para actuar en el momento oportuno. Un Gran Jefe Blanco vendrá entonces a Vuestro Mundo: El poseerá el Poder de plantear la Batalla Final contra el Enemigo del Espíritu. Será un Enviado del Señor de la Guerra y seguirá el camino señalado por Vosotros: diseñaréis, construiréis, y mantendréis despejado ese camino; y emplearéis para ello el Tiempo que fuese necesario, los Siglos que demande la Ilusión de la Historia.
El Gran Jefe Blanco, el Señor de la Voluntad y del Valor Absolutos, vendrá una vez, dos veces, tres veces, a Vuestro Mundo. La primera vez, quebrará la Historia, pero se irá, y causará la insensata risa de los Demonios; la segunda planteará la Batalla Final, pero se irá, en medio del Rugido de Terror de los Demonios; la tercera guiará a la Raza del Espíritu hacia el Origen, pero se irá para siempre, dejando tras de sí el Holocausto de Fuego en que se consumirán los seguidores del Dios Uno, hombres, Almas, y Demonios. ¡Pero quienes sigan al Enviado del Señor de la Guerra serán Eternos!
Vosotros tratabais de cumplir la misión familiar y guardabais la Espada Sabia. Ahora Os daré instrucciones para llevar a cabo otra misión: preparar en el Mundo el advenimiento del Enviado del Señor de la Guerra. ¡Es Su Voluntad que así sea! Pero esta misión no podréis realizarla obrando como hasta hoy: la Estrategia exige que se dividan los esfuerzos y que sólo una parte de Vosotros se ocupe de cada cosa. ¡Nos, pedimos que Os separéis una vez más, la penúltima! Es preciso que en los aprestos para la venida del Gran Jefe Blanco intervengan únicamente los Hijos de Vrunalda de Tharsis: con ese objetivo deberán trasladarse desde ya a sus heredades de Germania, donde las Damas serán cabeza de la Estirpe y sostendrán la ficción de su linaje germano y catalán. Allí se mantendrán alerta hasta la Epoca en que surja un Emperador alemán afecto a la Sabiduría Hiperbórea: El, con la colaboración de otras personas que en ese momento se unirán a Vosotros, será quien eche las bases de la futura Orden en la cual el Enviado recibirá la Más Alta Iniciación. Esa Estirpe de Tharsis ¡Qué Honor el suyo! estará junto al Gran Jefe Blanco cuando declare la Guerra Total a las Potencias de la Materia. ¡Porque la Sabiduría Hiperbórea de esa Estirpe, de esa Sangre de Tharsis, causará la Primera Venida del Enviado del Señor de la Guerra!
Los Hijos de Valentina de Tharsis, en cambio, tendrán que regresar a España y asentarse permanentemente en Turdes. Allí se dedicarán a guardar la Espada Sabia y a cumplir la misión familiar, hasta la Epoca que surgirá un Hombre de Piedra que verá en la Piedra de Venus la Señal Lítica de K'Taagar. Tal imagen le indicará un camino, que deberá seguir sin vacilar. Tomará entonces la Espada Sabia y, acompañado por los restantes Hombres de Piedra del linaje de Valentina, partirá hacia un País lejano y desconocido donde será cabeza de una Estirpe nueva. ¡Sí, Señores de Tharsis! ¡A ese Iniciado se le permitirá iniciar la Estirpe transmitiendo la herencia familiar por la vía masculina! ¡Pero, después de El, su descendencia continuará la tradición iniciática matrilineal y se comprobará que los Hombres de Piedra proceden aún de esa vía! Y esa Estirpe de Tharsis ¡Qué Gloria la suya! participará activamente en la Batalla Final! ¡Porque la Sabiduría Hiperbórea de esa Estirpe, de esa Sangre de Tharsis, causará la Segunda Venida del Enviado del Señor de la Guerra!
Por último, Os haré una advertencia. Al fracasar los planes de la Fraternidad Blanca en Europa, hay una parte de los mismos que también ha quedado neutralizada y de la cual Vosotros lo ignoráis todo: es la que se refiere a la misión de Quiblón, el Gran Sacrificador. El iba a venir para Anunciar la Gloria y la Victoria de Israel con la Sinarquía del Pueblo Elegido, e iba a ofrecer tres pueblos en Holocausto a El Uno. La Sinarquía no podrá concretarse por ahora debido a Vuestra resuelta acción, pero es posible que en una Epoca no muy lejana el Enemigo envíe de todos modos a Quiblón para forzar la marcha de la Historia: será entonces muy difícil detenerlo. Sólo podréis intentar un ataque generalizado contra el Pueblo Elegido, a cuya Raza El pertenecerá, mas lo más probable es que consiga cumplir su misión. Pero ello no impedirá que se cumpla el Destino de Gloria de la casa de Tharsis.
Señores de Tharsis: He dicho cuanto tenía que decir y no conviene, por motivos estratégicos, agregar nada más. Os reitero el saludo de Navután y me despido hasta la Batalla Final. O hasta que Vosotros coincidais conmigo en otro kairos. ¡Gracia y Honor, Sangre de Tharsis! –les deseó el Señor de Venus, en tanto levantaba el brazo derecho para expresar el bala mudra.
–¡Salve, Capitán Kiev! –respondieron los Hombres de Piedra, practicando también el bala mudra, que era el antiguo saludo secreto de la Casa de Tharsis.