Noveno Día
Entre los Elegidos que afrontaban la Prueba del Fuego Frío
podían esperarse tres resultados. En primer lugar, que algunos no aprobasen la Prueba , es decir, que no
hubiesen pasado por la experiencia efectiva de la Muerte , sea porque el
Terror inicial no dio paso a la Pasión Animal , sea porque el Fuego Caliente no se
trocó en Terror, sea porque el Terror impidió mirar de frente la Negrura Infinita ,
o sea por cualquier otro motivo. En segundo término, que otros hubiesen muerto
realmente. Y por último, que algunos de estos hubiesen resucitado. En el primer
caso, los Elegidos serían ejecutados a la siguiente noche de la Prueba del Fuego Frío; para
los Hierofantes tartesios no debería presentarse a la Prueba el que no estuviese
realmente dispuesto a morir; porque de la Prueba nadie
debía salir vivo; si se muriese, y se resucitase, el que renaciese no sería
quien murió sino un Hijo de la Muerte , alguien que
portaría una Señal de Muerte y llevaría en Sí a la Muerte : es decir, el Hijo
de la Muerte
sería engendrado en la Muerte por Sí Mismo. Quien
asistiese a la Prueba ,
y no muriese, no merecería vivir: las Mujeres Verdugo de Tartessos bajarían el
hacha de piedra sobre su cuello; lo asesinarían la noche siguiente de la Prueba , en el Soto de Sauces consagrado a la Diosa Luna Ioa, a orillas del Odiel. ¿Qué ocurría
con ellos? nadie conocía de cierto cuál sería su suerte, si realmente morirían
para siempre, si resucitarían en otro mundo, si volverían a reencarnar en vidas
futuras o si sus Almas trasmigrarían a otros seres.
Mas, ¿cuánto duraba la Prueba del Fuego Frío? Sólo
los Hierofantes, y los que habían fracasado, y que igualmente morirían, lo
sabían; sólo ellos habían conservado la conciencia del tiempo transcurrido. Los
que se Reflejaron en la
Negrura Infinita , y encontraron la Verdad Desnuda de
Sí Mismo, recibieron también un Reflejo de la Eternidad : la
contemplación de Sí Mismo, que es un Reflejo del Espíritu Eterno, se
experimenta en un instante único,
inabarcable por el Tiempo de la
Creación ; los Elegidos que encuentran la Muerte Kâlibur de
Pyrena nunca podrán responder a esa pregunta; la experiencia de la Eternidad es
indescriptible. De aquí que a los del segundo grupo, los que murieron
realmente, se los considerase Muy Amados por la Diosa , ya que Ella los había
retenido en la Eternidad.
Y se les brindasen los funerales propios de los Guerreros
Sabios: tendrían derecho a ser incinerados con la espada en la mano; y una urna
de madera de Fresno, con sus cenizas, sería luego arrojada al Mar Occidental.
En el tercer caso, cuando
excepcionalmente algún Elegido regresaba de la Muerte , se lo incorporaba
de inmediato al Colegio de Hierofantes de Tartessos. El hecho constituía un
motivo de festejo en todo el Reino pues el pueblo, que no entendía de sutilezas
esotéricas, intuía infaliblemente que el Hijo de la Muerte significaba un
galardón para la Raza ;
pese a haber triunfado por Sí Mismo en la Prueba del Fuego Frío, el nuevo Hierofante sería
considerado como el exponente de un mérito colectivo, de una virtud racial.
Pero los Hierofantes antiguos, que conocían el secreto, acogían igualmente con
alegría al Elegido resurrecto: he allí, indicaban, un Hombre de Piedra; un
Regresado de la Muerte ;
uno que en la Muerte fue amado con el
Fuego Frío Kâlibur de Pyrena y ahora conserva el Recuerdo de A-mort; uno que ha
sentido, más allá del Amor de la
Vida , el A-mort de la Muerte Kâlibur , es
decir, la No-Muerte
de la Muerte Kâlibur ,
y ahora se ha inmortalizado como hijo de la Muerte. Así lo
recibían:
Oh
Elegido de Pyrena,
eras
mortal y el A-mort de una Diosa
te
ha liberado de la Vida.
Por
Voluntad del Creador Uno
de
barro fuiste.
Por
Voluntad de la Muerte
Kâlibur
de
Piedra eres.
Oh
Hijo de la Muerte ,
el
Valor tiene tu Nombre.
Ya
no debes hablar,
sólo
actúa.
Guarda
en tu Corazón de Hielo
el
Recuerdo de A-mort,
mas
no recuerdes.
Sólo
vivénciate a Ti Mismo,
Fuego
Frío Inmortal,
Hombre
de Piedra.
Y, en verdad, el Hombre de Piedra no
hablaría, quizás por muchos años. No lo haría porque estaría ocupado en
vivenciar a Sí Mismo. Porque desde el renacimiento, en el interior de su
corazón, sobre una fibra profunda, ardía la Flama del Fuego Frío: y esa Flama, cuando era percibida, hablaba con la Voz de Sí Mismo; y sus
palabras siempre comenzaban con el Nombre de la Diosa : Yo soy, Yo soy (Ey,
Ey). Al escuchar la Voz
de Sí Mismo afirmando “Yo Soy”, el Hombre de Piedra realmente era, es decir, tenía existencia absoluta fuera de la ilusión
de los entes materiales, más allá de la
Vida y de la
Muerte. Por eso el Hombre de Piedra Inmortal no hablaría, o
hablaría muy poco, en adelante: estaba muy cerca de la Sabiduría Hiperbórea
de los Atlantes blancos y ese saber no podía ser explicado a los hombres
dormidos que amaban a la Vida
y temían a la
Muerte Liberadora. Tal vez al final, durante la Batalla Final , él u
otros Hombres de Piedra Inmortales hablasen claramente a los hombres dormidos
para convocarlos a liberarse de las cadenas materiales y luchar por el regreso
al Origen de la Raza
Hiperbórea. Mientras tanto, el Hombre de Piedra sólo actuará,
escuchará en silencio la Voz
del Fuego Frío y actuará; y su acto expresará el máximo Valor espiritual: hiciese lo que hiciese en él, su acto
estará fundado en el soporte absoluto de Sí Mismo, más allá del bien y del mal,
y no le afectará ningún juicio o castigo procedente del Mundo del Engaño. Y
ninguna variante del Gran Engaño, ni siquiera el Fuego Caliente de la Pasión Animal ,
podrán arrastrarlo otra vez al Sueño de la Vida : Sabio y Valiente como un Dios, el Hombre de
Piedra sólo luchará si es necesario y aguardará callado la Batalla Final ; anhelará
el Origen y lo conmoverá la nostalgia por el A-mort de la Diosa ; buscará a su Pareja
Original en la Mujer
Kâlibur y, si la encuentra, la amará con el Fuego Frío de Sí
Mismo; y Ella lo abrazará con la Luz Increada de su Espíritu Eterno, que será Negrura
Infinita para el Alma creada.
En este tercer caso, con seguridad, la Promesa de Pyrena se
habría cumplido.