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Día
La urgencia de los tiempos había
obligado a los Cátaros a exponerse públicamente, acto que causaría, más tarde o
más temprano, el inevitable ataque de la Iglesia Católica.
Los benedictinos, cluniacenses y cistercienses, comenzaron bien pronto a elevar
sus protestas: ya en 1119, aquel año cuando los nueve Golen se instalan en el
Templo de Salomón, el Papa Calixto II fulmina la excomunión contra los
herejes de Tolosa. Pero tales medidas no surtían efecto alguno. En 1147 el Abad
de Claraval, San Bernardo, Jefe Golen de la conspiración templaria, recorre el
Languedoc recibiendo en todos lados muestras de hostilidad por parte del pueblo
y de la nobleza señorial. Desde entonces será el Cister quien se encargará de
avivar los odios y formar un nuevo pueblo Perseo para destruir al “Dragón
occitano”. Pero los Cátaros, lejos de amilanarse por esas amenazas, convocan en
1167 un Concilio General en St. Félix de Caramán: allí resuelven repartir el
país, del mismo modo que la
Iglesia Católica , en obispados y parroquias.
En el concepto de la Cámara Hiperbórea
intervienen los tres principios mencionados, y su realización podía efectuarse
en cualquier sitio, aunque, repito, la técnica lítica, que solamente requería
la distribución espacial de unas pocas piedras sin tallar, era secreta. Así,
con sólo unas piedras y sus manos, los Cátaros iniciaban a los creyentes en el
Misterio del Espíritu Increado; y como verdaderos representantes del Pacto de
Sangre, oponían de este modo la
Sabiduría al Culto, la Muralla Estratégica
al Templo.
Pero si la forma ritual era mínima, el
proceso espiritual consecuente alcanzaba la máxima intensidad durante la
iniciación cátara. El creyente era “consolado”
interiormente, es decir, era sostenido
por el Espíritu, y se convertía en Elegido. Mas, ¿Elegido por quién? Por Sí Mismo. Porque los Iniciados Cátaros son
los Autoconvocados Para Liberar Su Espíritu, los que se han Elegido a Sí Mismo
Para Alcanzar El Origen y Existir. El creyente, pues, no sería Elegido por los
Cátaros, ni su trasmutación dependería sólo del Consolamentum, sino que Su Propio Espíritu se Elegía
y se Investía a Sí Mismo de Pureza al situarse estratégicamente bajo la
influencia carismática de los hombres puros.
En el condado de Foix, en plena región
pirenaica, se encontraba el Señorío de Ramón de Perella, que comprendía, aparte
de castillos, aldeas, y campos de cultivo, un pico montañoso muy abrupto en
cuya cima existía una antigua fortaleza en ruinas. El nombre de aquel lugar era
Montsegur y su Señor, así como toda
su familia y sus súbditos, se contaba entre los creyentes de la Iglesia Cátara. En
el año 1202 los Hombres Puros solicitaron a Ramón de Perella que hiciese
construir en Montsegur un extraño edificio de piedra de forma pentagonal
asimétrica: impropia para la defensa, inadecuada para habitar, estéticamente
chocante, la obra estaba concebida, sin embargo, de acuerdo a la Más Alta Estrategia
Hiperbórea. Su función no tenía nada que ver con la defensa, la vivienda, o la
belleza, sino con el Gral, con la Manifestación Física
del Gral: Montsegur sería un área de
referencia desde la cual los Iniciados podrían localizar el Gral, e, inclusive,
aproximarse físicamente a él. Su función no consistía, pues, en servir de
depósito para “guardar” el Gral porque el Gral no puede estar dentro ni fuera
de nada: como el Espíritu, Eterno e Infinito, la realidad del Gral está Más
Allá del Origen. Pero, localizar el Origen, significa la liberación del
Espíritu encadenado a la
Materia y para facilitar esa localización es que el Gral se
aproxima a los hombres dormidos; y Montsegur iba a ser, entonces, la Muralla Estratégica
desde donde se vería el Gral, se hallaría la orientación hacia el Origen, se
reencontraría el Espíritu a Sí Mismo y se escucharía nuevamente la Voz de la Sangre Pura. Y el
Gral hablaría y revelaría a la
Raza Blanca la identidad del Rey de la Sangre Pura , del
Emperador Universal.
En síntesis, Dr., desde Montsegur el Gral, como piedra, podría ser hallado y tomado por
los hombres puros; pero, mientras ellos permaneciesen en la Muralla Estratégica ,
el Gral no estaría adentro sino afuera de Montsegur pues así lo exige la
técnica del área referencial; en cambio,
una vez tomado afuera, podría ser transportado si se lo desease a cualquier
otro sitio pues la referencia se conservaría mientras existiesen el área referencial
cercada y los Iniciados que la operan. Naturalmente, el Gral puede ser
localizado, siempre, desde cualquier lugar que constituya una plaza liberada en
el espacio del Enemigo, un área ocupada a las Potencias de la Materia según las técnicas
de la Sabiduría
Hiperbórea de los Atlantes blancos, un sitio donde no actúe la Ilusión del Gran Engaño:
Sí, Dr.; desde un área estratégica semejante, en todo lugar, los Iniciados
Hiperbóreos, sean Guerreros Sabios, Hombres de Piedra, u Hombres Puros, siempre
que lo deseen podrán hallar el Gral de Kristos Lúcifer: mas, no hará falta
insistir en ello, las Murallas Estratégicas construídas entonces no serán ni
parecidas a las de Montsegur, puesto que la distribución inconstante de la
materia en el espacio universal obliga a variar puntualmente la Forma Estratégica
empleada.
Como escribí hace dos días, cuando
Inocencio III toma el control del Vaticano, en el año 1198, los planes de la Fraternidad Blanca
estaban a punto de concretarse. Y en esos planes figuraba, como cuestión
pendiente a la que debía darse pronta solución, el cumplimiento de la sentencia
de exterminio que pesaba sobre los Cátaros. En principio, Inocencio III
envía legados especiales a recorrer el país de Oc mientras inicia una maniobra
destinada a someter al Rey de Aragón, Pedro
II, al vasallaje de San
Pedro, cosa que consigue en 1204: en aquel año Pedro II era coronado en
Roma por el Papa, quien le entrega las insignias reales, manto, colobio, cetro,
globo, corona y mitra; acto seguido le exige juramento de fidelidad y
obediencia al Pontífice, de defensa de la fe católica, de protección de los
derechos eclesiásticos en todas sus tierras y Señoríos, y de combatir a muerte a la herejía. A todo
accede Pedro II, que no sospecha su triste fin a manos de los cistercienses,
y, luego de recibir la Espada
de Caballero de manos de Inocencio III, cede
su Reino a San Pedro, al Papa y a sus Sucesores.
A todo esto, los legados habían ya
alertado a los Obispos leales a los Golen y efectuado un prolijo censo de los
prelados autóctonos que no aprobarían jamás la destrucción de la civilización
de Oc y que tendrían que ser expurgados de la Iglesia. En 1202 los
Golen consideran que las condiciones están dadas para ejecutar sus planes y
deciden tender una trampa mortal al Conde de Tolosa, Raimundo VI:
el mecanismo de esa trampa apunta a brindar una justificación para la inminente
destrucción de la civilización de Oc y el exterminio cátaro; y el artificio,
ideado para engañar a la presa, es una víctima propiciatoria, un monje cisterciense
de la abadía de Fontfroide llamado Pedro de Castelnau. Aquel siniestro
personaje fue preparado muy bien para la función que tendría que desempeñar,
sin saberlo, por supuesto, pues descollaba en materias tales como la crueldad,
el fanatismo, el odio a la “herejía”, etc.; y, para potenciar su acción
imprudente e intolerante, se lo dotó de poderes especiales que lo ponían por
arriba de cualquier autoridad eclesiástica salvo el Papa y se le ordenó inquirir sobre la fe de los occitanos:
en sólo seis años Pedro de Castelnau consiguió granjearse el odio de todo un
país. En 1208, luego de sostener una disputa con Raimundo VI a
causa de la represión violenta que reclamaba contra la herejía cátara, Pedro de
Castelnau es asesinado por los propios Golen y la responsabilidad del crimen
hecha recaer sobre el Conde de Tolosa: la trampa se había cerrado. La respuesta
de Inocencio III al asesinato de su
legado sería la proclamación de una santa Cruzada contra los herejes occitanos.
Lógicamente, el llamamiento de esa Cruzada fue encargado a la Congregación del
Cister.
Heredero de la región que los romanos
denominaban “Galia Narbonense” y Carlomagno “Galia Gótica”, el Languedoc
constituía un enorme país de 40.000 kilómetros cuadrados, que confinaba con
el Reino de Francia: en el Este, con la orilla del Ródano, y en el Norte, con
el Forez, la Auvernía ,
el Rouergne y el Quercy. En el siglo XIII
aquel país estaba de hecho y de derecho bajo la soberanía del Rey de Aragón:
entre los Señoríos más importantes se contaban el Ducado de Narbona, los
Condados de Tolosa, Foix y Bearne, los Vizcondados de Carcasona, Beziers,
Rodas, Lussac, Albi, Nimes, etc. Además de estos vasallos, Pedro II
había heredado los estados de Cataluña y los Condados de Rosellón y Pallars, y
poseía derechos sobre el Condado de Provenza. Mas no todo terminaba allí: Pedro II,
cuya hermana era esposa del Emperador Federico
II Hohenstaufen, había casado
dos hijas con los Condes de Tolosa, Raimundo
VI y Raimundo VII,
padre e hijo, y le correspondían por su propio casamiento con María de
Montpellier, derechos sobre aquel Condado del Languedoc. El compromiso del Rey
de Aragón con el país de Oc no podía ser, pues, mayor.
Los cistercienses llamaron a la Cruzada en toda Europa
luego de la muerte de Pedro de Castelnau, vale decir, desde 1208. En julio de
1209, el ejército más numeroso que jamás se viera en esas tierras cruzaba el
Ródano y marchaba hacia el país de Oc; como jefe del mismo, Inocencio III
nombró a un Golen que parecía surgido de la entraña misma del Infierno: Arnaud
Amalric, Abad de Citeaux, el monasterio madre de la Orden cisterciense. El
ejército de Satanás, compuesto de trescientos cincuenta mil cruzados, pronto se
encuentra poniendo sitio a la pequeña ciudad fortificada de Bezier; ¡la
sentencia de exterminio al fin será cumplida! Horas después los defensores
ceden una puerta y las tropas infernales se disponen a conquistar la plaza; los
jefes militares interrogan a Arnaud Amalric sobre el modo de distinguir a los
herejes de los católicos, a lo cual el Abad de Citeaux responde –“Matad, matad
a todos, que luego Dios los distinguirá en el Cielo”–. Nobles y plebeyos,
mujeres y niños, hombres y ancianos, católicos y herejes, la totalidad de los
treinta mil habitantes de Beziers son degollados o quemados en los siguientes
momentos. El cuerpo de Bezier es el Cordero Eucarístico de la Comunión de los Cruzados,
el Sacramento de Sangre y Fuego que constituye el Sacrificio al Dios Creador
Uno Jehová Satanás. Castigo del Dios Creador, Condena de la Fraternidad Blanca ,
Sanción de los Atlantes morenos, Expiación de Sacerdotes, Venganza Golen,
Escarmiento Hebreo, Penitencia Católica, la matanza de Bezier es arquetípica:
ha sido y será, siempre que los pueblos de Sangre Pura intenten recobrar su
Herencia Hiperbórea; hasta la
Batalla Final.
Después de Bezier cae Carcasona, donde
son quemados quinientos herejes, depuestos los prelados autóctonos, y resulta
capturado y humillado el Vizconde Raimundo Roger. Pedro II llega a Carcasona
para interceder por su vasallo y amigo sin conseguir cosa alguna del legado
papal: esta impotencia da una idea del poder que había adquirido la Iglesia , en aquellos
siglos, sobre los “Reyes temporales”. El Rey de Aragón se retira, entonces, y
se concentra en otra Cruzada, que se está llevando a cabo simultáneamente: la
lucha contra los muslimes de España; cree que participando de esa gesta su
honor no se vería comprometido, como sería el caso si interviniese en la
represión de sus súbditos; sin embargo, la falta al honor ya era grande pues
los abandonaba en manos de sus peores enemigos. Mientras la Cruzada Golen va
exterminando a los Cátaros castillo por castillo, y procura destruir el Condado
de Tolosa, Pedro II se enfrenta con éxito a los muslimes en
la reconquista de Valencia. Retorna, al fin, a Narbona, donde se reúne con los
Condes Cátaros de Tolosa y de Foix, y con el jefe militar de la Cruzada , Simón de
Montfort, y los legados papales: nuevamente, nada consigue, pero esta vez es
puesta en duda su condición de católico y amenazado con la excomunión; termina
aceptando la represión indiscriminada y confirmando la rapiña efectuada por
Simón: conviene en que, si los Condes de Tolosa y Foix no apostasiaban del
catarismo, esos títulos le serían transferidos. Entonces Pedro II
creía que la Cruzada
sólo perseguía el fin de la “herejía” y que su soberanía sobre el Languedoc no
sería cuestionada. Es así que, como “prueba de buena fe”, arregla el casamiento
de su hijo Jaime con la hija de Simón de Montfort: pero Jaime, el futuro Rey de
Aragón Jaime I el Conquistador, tiene sólo dos años; Pedro II
se lo entrega a Simón para su educación, es decir, como rehén, y éste se
apresura a situarlo tras los muros de Carcasona.
A continuación, Pedro II
se une a la lucha contra los almohades, junto al Rey de Castilla Alfonso VIII,
y permanece dos años dedicado a la Reconquista de España. Luego de cumplir un
destacado papel en la batalla de las Navas de Tolosa, regresa a Aragón, donde
le espera la triste sorpresa de que los Cruzados de Cristo se han repartido sus
tierras y amenazan con solicitar la protección del Rey de Francia: Arnaud
Amalric, el Abad de Citeaux, es ahora “Duque de Narbona”, y Simón de Montfort
“Conde de Tolosa”. Finaliza 1212 cuando Pedro
II reclama a Inocencio III
por la acción de conquista abierta que los Cruzados están llevando a cabo en su
país; el Papa trata de entretenerlo para dar tiempo a los Golen de completar la
aniquilación del catarismo y la destrucción de la civilización de Oc, pero,
ante la insistencia del monarca aragonés, acaba por mostrar su verdadero juego
y le excomulga. Así, Inocencio III, que en 1204 lo coronara y nombrara gonfaloniero, es decir, alférez mayor
de la Iglesia ,
ahora consideraba que él también era un hereje: pero sería una ingenuidad
esperar que un Golen, sólo interesado en cumplir con los planes satánicos de la Fraternidad Blanca ,
hubiese actuado de manera diferente. De pronto Pedro II lo comprende todo
y marcha con un ejército improvisado a socorrer al Conde Raimundo VI en
el sitio de Tolosa; pero ya es tarde para combatir a los Poderes Infernales: quien ha vivido cerrando los ojos a la Verdad se ha vuelto débil
para sostener la mirada del Gran Engañador; Pedro II ha reaccionado pero sus fuerzas sólo le alcanzan para morir.
Es lo que hace en la batalla de Muret contra Simón de Montfort, en Septiembre
de 1213: muere incomprensiblemente, en medio de un gran desastre estratégico,
en el que resulta destruido el ejército aragonés y sepultada definitivamente la
última esperanza de la occitanía cátara.