Decimonoveno
Día
Sintetizando, Dr. Siegnagel, se puede
considerar que al llegar al siglo XIII,
los Golen habían realizado en un noventa por ciento los planes de la Fraternidad Blanca :
la Orden
benedictina-Golen y sus derivaciones, Cluny, Cister y el Temple, estaban
firmemente establecidas en Europa; el Colegio de Constructores de Templos había
adquirido, con la posesión de las Tablas de la Ley , el Más Alto Conocimiento; los gremios y
hermandades de masones, instruidos por los Golen, estaban levantando centenares
de Templos, iglesias y catedrales góticas, en todas las ciudades importantes de
Europa y en ciertos lugares a los que se adjudicaba “valor telúrico”; y los
pueblos, desde los siervos y villanos hasta los Señores, Nobles y Reyes, vivían
en una Era de costumbres religiosas, sustentaban una Cultura donde Dios, y los
Sacerdotes de Dios, intervenían activa y cotidianamente; vale decir, los
pueblos, que ahora experimentaban la unidad
religiosa, estaban preparados para recibir la unidad económica y política de un
Gobierno Mundial, la
Sinarquía del Pueblo Elegido; el poder económico de la Orden del Temple ya estaba
consolidado; y el ejército de la
Iglesia , que aseguraría la unidad política, también. Como ve,
Dr. Siegnagel, los planes de la Fraternidad Blanca estaban a punto de
concretarse: y sin embargo fracasaron.
¿Qué fue lo que ocurrió? Los planes de
la Fraternidad
Blanca fracasaron fundamentalmente por causa de dos Reyes,
Federico II Hohenstaufen, Emperador del Sacro Imperio Romano Germano, y
Felipe IV el Hermoso, Rey de Francia.
Ambos reinaron en países distintos y en períodos históricos diferentes,
y no se conocieron entre sí: Federico II en Sicilia, desde 1212 hasta 1250, y
Felipe IV en Francia, desde 1285 hasta 1314. Sin embargo, un nexo
oculto explica y justifica los actos altamente estratégicos desplegados por
estos extraordinarios monarcas: es la oposición
de la Sabiduría
Hiperbórea.
Tenemos pues, dos causas exotéricas
del fracaso de los planes enemigos, los Reyes mencionados, y una causa
esotérica, la oposición de la Sabiduría Hiperbórea , de la que aquéllas, no son
más que efectos. Examinaré, entonces, un tanto superficialmente las dos
primeras y me concentraré en detallar la segunda; es conveniente que así lo
haga para exponer el papel destacado que le cupo a la Casa de Tharsis en tales hechos.
Habrá que comenzar, desde luego, por describir las circunstancias que dieron
lugar a la coronación de Federico II y los actos con que éste desestabilizó
el Poder del papado. Luego me detendré a mostrar las verdaderas causas de
aquellos actos, esto es, la oposición de la Sabiduría Hiperbórea :
se verá, así, cómo los Señores de Tharsis desarrollaron su Estrategia y cómo
fueron casi exterminados por los Golen a mediados del siglo XIII. Finalmente llegaré a la gestión de
Felipe IV, “el Rey que aplicó el
Golpe Mortal a la
Sinarquía Financiera de los Templarios”. A partir de allí, Dr. Siegnagel, todo
estará dado para que la historia de la
Casa de Tharsis, que estoy narrando para Ud., entre en su
fase final.
Con la elección del Papa Inocencio III
en 1198, los Golen juegan una de sus últimas y más importantes cartas. Aquel
“pontífice”, en efecto, goza de un prestigio sin par entre la indócil nobleza
germánica: los Reyes se someten a su arbitrio y su voluntad se impone sin
resistencias en todos los ámbitos. Por lo demás, no se preocupa demasiado en
disimular sus planes pues proclama abiertamente la vigencia de la teoría de
Gregorio VII sobre “las Dos Espadas”, de las cuales una, la temporal del
Emperador, debe estar sometida a la “espiritual” de la Iglesia. Pues bien,
este Papa, que tiene en sus manos todos los triunfos de los Golen, es también
el tutor y regente del joven príncipe Federico de Sicilia, principal heredero
de los Hohenstaufen austríacos y alemanes. Es en ese príncipe que los Golen, y la Fraternidad Blanca ,
han apoyado todo el peso de su Estrategia: Federico, educado como monje
cisterciense y Caballero Templario por los Golen de la corte normanda de su
madre Constanza de Sicilia, debería empuñar con vigor nunca visto, desde los
tiempos de Carlomagno, la
Espada temporal de los Reyes y someterla a la Espada espiritual de la Iglesia ; entonces la Espada espiritual, que es la Cruz de Jesús Cristo y el
Plano del Templo, sería asiento del Trono del Mundo, un sitial para el Mesías
del Dios Creador o sus representantes. Pero he aquí que Federico se rebela
tempranamente contra ese plan.
Federico II es coronado Rey
alemán en 1212 con el auspicio de Inocencio
III y la aprobación
manifiesta de Felipe II Augusto, Rey de Francia. En principio
hizo lo que se esperaba de él y ya en 1213, contando sólo dieciocho años de
edad, promulgó la Bula
de Oro a favor de la Iglesia ,
en la que confirmaba la totalidad de sus posesiones territoriales, inclusive
las que aquélla se había apropiado indebidamente luego de la muerte de Enrique VI;
aceptaba, asimismo, renunciar, tanto él como cualquier otro Rey alemán futuro,
a la elección de Obispos y Abades. Es evidente, pues, la predisposición inicial
del joven Rey para cumplir con los planes de la Iglesia Golen. Sin
embargo, muy pronto esa actitud comenzó a cambiar, hasta tornarse totalmente
hostil hacia sus antiguos protectores; las causas fueron dos: la reacción
positiva de la Herencia
de su Sangre Pura gracias a la
proximidad histórica del Gral, concepto que ya explicaré; y la influencia
de ciertos Iniciados Hiperbóreos que el mismo Federico II hizo venir hasta
su Corte de Palermo desde lejanos países del Asia y cuya historia no me podré
detener a relatar en esta carta. Lo importante fue que el Emperador comenzó a
rechazar la idea Golen, que estaba siendo ampliamente publicitada por la red
benedictina, de que el mundo debía ser regido por un Mesías Teocrático, un
Sacerdote puesto por el Dios Creador sobre los Reyes de la Tierra. Contrariamente ,
afirmaba Federico II, el mundo esperaba un Mesías Imperial,
un Rey de la Sangre Pura
que impusiese su Poder por el unánime reconocimiento de los Señores de la Tierra , un Rey que sería el
Primero del Espíritu y que fundaría una Aristocracia de la Sangre Pura en la que
sólo tendrían cabida los más valientes, los más nobles, los más duros, los que
no se doblegaban frente al Culto a las Potencias de la Materia. Federico II,
naturalmente, se sentía llamado para ocupar ese lugar.
La doctrina que Federico II expresaba con tanta claridad era la
síntesis de una idea que se venía desarrollando entre los miembros de su
Estirpe desde el Emperador Enrique I, el Pajarero. En principio, tal idea
consistía en la intuición de que el poder real se legitimaba sólo por una
Aristocracia del Espíritu, la cual estaba ligada a la sangre, a la herencia de
la sangre. Luego fue evidente, y así comenzó a afirmarse, que si el Rey era
legítimo, su poder no podía ser afectado por fuerzas de otro orden que no
fuesen espirituales: la soberanía era espiritual y por lo tanto Divina; sólo a
Dios correspondía intervenir con justicia por sobre la voluntad del Rey. Este
concepto se oponía esencialmente al sustentado por los Golen, en el sentido de
que el Papa representaba a Dios sobre la Tierra y, por lo tanto, a él correspondía sujetar
la voluntad de los Reyes. Ya el Papa Gelasio I, 492-496, había declarado que
existían dos poderes independientes: la Iglesia espiritual y el Estado temporal; contra
la peligrosa idea que se desarrollaba en la Estirpe de los Otones y Salios, San Bernardo
formaliza la tesis gelasiana en la “Teoría de las dos Espadas”. Según San
Bernardo, el poder espiritual y el poder temporal, son análogos a dos Espadas;
mas, como el poder espiritual procede de Dios, la Espada temporal debe
someterse a la Espada
espiritual; ergo: el representante
de Dios en la Tierra ,
el Papa, al empuñar la Espada
espiritual, debe imponer su voluntad a los Reyes, meros representantes del
Estado temporal y sólo portadores de la Espada temporal.
Pese al empeño puesto por la Iglesia en imponer el engaño,
la idea va madurando y comienzan a producirse choques entre los Reyes más
espirituales y los representantes de las Potencias de la Materia. La “Querella
de las Investiduras”, protagonizada por el Emperador Enrique IV,
antepasado de Federico II, y el Papa Golen Gregorio VII,
señala la fase culminante de la reacción satánica: en el año 1077, el Emperador
Enrique IV es obligado a humillarse frente al Papa, en Canossa, para
obtener el levantamiento de su previa excomunión. De no acceder a esa súplica,
Enrique IV hubiese sido despojado de su investidura imperial, y aún de
la soberanía sobre sus Señoríos hereditarios, por la simple voluntad
“espiritual” del Papa. Naturalmente, una idea que brota de la sangre, y se
torna más clara y más fuerte tras cada generación, no puede ser reprimida con
penitencias y humillaciones. Será Federico I Barbarroja,
el abuelo de Federico II, quien se
opondrá con más vigor a la tiranía papal y demostrará que la existencia de la Aristocracia del
Espíritu era más que una idea. Para entonces, la idea ya ha tomado cuerpo y
cuenta con partidarios dispuestos a defenderla con su vida: son los llamados gibelinos, nombre derivado del Castillo
de Waiblingen donde naciera Federico I. La reacción de la Iglesia contra Federico I polariza
a la familia de su madre Judith, descendiente de Welf, o Güelfo IV,
duque de Baviera, acérrima partidaria del Papa, de donde viene el nombre de
“güelfos” dados a sus seguidores. Así, pese al lavado de cerebro y
adoctrinamiento clerical a que fue sometido Federico II durante los años
que permaneció bajo la tutela del feroz Inocencio III, nada pudo
evitar que la Voz
de su Sangre Pura le revelase la
Verdad del Espíritu Increado, que su herencia Divina lo
transformase en la expresión viva de la Aristocracia del Espíritu, en el Emperador
Universal.
Antes de partir a Palestina en 1227,
Federico II se había convertido en Hombre de Piedra, en Pontífice
Hiperbóreo, y había recordado el Pacto de Sangre de los Atlantes blancos. Y
decidió luchar con todas sus fuerzas para revertir el orden de la sociedad
europea, que estaba basado en la unidad
del Culto, es decir, en el Pacto Cultural, en favor del Pacto de Sangre. La
solución escogida por Federico II consistía en minar la unidad imperial
de entonces, cuyas monarquías estaban totalmente condicionadas por la Iglesia , concediendo el
mayor poder posible a los Señores Territoriales: ellos serían, desde luego, los
que reconocerían con su Sangre Pura al Verdadero Líder Espiritual de Occidente,
el que vendría a instaurar el Imperio Universal del Espíritu. En cambio la Iglesia Golen ,
frente al creciente poder de los príncipes, sólo vería desintegrarse la unidad
política que tan necesaria era para sus planes de dominación mundial: una
unidad política que había edificado sobre el cimiento de incontables crímenes
perpetrados durante siglos de intrigas y engaños, que había proyectado en el
Secreto de los monasterios benedictinos y cistercienses, que había impuesto en
las mentes crédulas y temerosas de los nobles mediante la amenaza de la “pérdida
del Cielo”, la excomunión, el chantaje del terror, y toda suerte de recursos
indignos.
Esa unidad política controlada
discretamente por la Iglesia ,
que ahora disponía de una poderosa Banca y de una Orden militar, resultaría
fatalmente desestabilizada por Federico II.
En 1220, cuando aún obedecía al plan de los Golen, Federico II
concedió a los príncipes eclesiásticos los derechos de reglamentar el tráfico
comercial en sus territorios y decidir sobre su fortificación. Empero, en 1232,
confirió estos mismos derechos a los Señores Territoriales además de
autorizarles la jurisdicción completa de sus países: en la práctica, esto
significaba que asuntos tales como la moneda, el mercado, la justicia, la
policía, y las fortificaciones, quedaban para siempre sujetos a la potestad de
los Señores Territoriales, no teniendo ya el Rey, ni el Papa, poder ejecutivo
alguno en sus respectivos países.
Después de la muerte de Federico II,
en 1250, jamás conseguirá la
Iglesia Golen otra oportunidad semejante para cumplir con los
planes de la
Fraternidad Blanca : en Alemania sobrevendrá el Interregno,
durante el cual los Señores Territoriales se harán cada vez más poderosos e
independientes; y en Francia, gobernará Felipe
IV, el Hermoso, quien
concluirá la obra de Federico II procediendo a aniquilar a la Orden del Temple y a
desmantelar la infraestructura de la Sinarquía financiera.
Como segunda causa del fracaso del
plan Golen, causa principal, causa esotérica, he mencionado a la “oposición de la Sabiduría Hiperbórea ”:
con tal denominación me refiero, lógicamente, a la oposición consciente que ciertos sectores llevaron adelante contra
las intrigas secretas de los Golen y sus organizaciones cistercienses y
templarias.
Esos sectores, que comprendían la Sabiduría Hiperbórea ,
contribuyeron de manera significativa a determinar el fracaso de los Golen;
eran varios grupos, pero entre los principales cabe citar a los Bogomilos en
Italia, a los Cátaros de Francia, y a los Señores de Tharsis de España.
Los Señores de Tharsis se habían hecho
fuertes en España, tanto en la región musulmana como en la cristiana: en
Turdes, conservaban su obispado y la propiedad de la Villa , donde una parte de la
familia permanecía todo el año; en Córdoba y en Toledo, vivían siempre los
clérigos que se dedicaban a la enseñanza; y en Cataluña y Aragón, e inclusive
en varios países europeos, habitaban los que eran teólogos y doctores, y
recibían la invitación de algún Señor para oficiar de consejeros o instruir a
las familias reales. Pero, allí donde estuviesen, los Señores de Tharsis jamás
olvidaban su Destino, y todos los esfuerzos estaban puestos en obedecer
aquellos dos principios jurados por los Hombres de Piedra: preservar la Espada Sabia y
cumplir la misión familiar. Su prioridad era, pues, sobrevivir; pero sobrevivir
como Estirpe, lo que obligaba a mantenerse permanentemente informado sobre la Estrategia enemiga
puesto que uno de los objetivos estratégicos declarados por el Enemigo exigía,
justamente, el exterminio de la
Casa de Tharsis. En el siglo
XIII, los Señores de Tharsis tenían perfectamente en claro los planes de
la Fraternidad
Blanca y sabían cuan cerca estaban los Golen de hacerlos
realidad. Para oponerse a esos planes, sin arriesgar la seguridad de la Estirpe , los señores de
Tharsis comprendieron que necesitaban operar protegidos por una Orden de la Iglesia , una Orden que,
desde luego, no estuviese controlada por los Golen ni se rigiese por la Regla benedictina: por
supuesto, no existía una Orden semejante.
El honor de fundarla, y salvar por su intermedio a la parte más sana del
cristianismo, le correspondería a Santo Domingo.