Segundo
Día
Comenzaré por el Pacto de Sangre. El
mismo significa que los Atlantes blancos mezclaron su sangre con los
representantes de los pueblos nativos, que también eran de Raza blanca,
generando las primeras dinastías de Reyes Guerreros de Origen Divino: lo eran,
afirmarían luego, porque descendían de los Atlantes blancos, quienes a su vez
sostenían ser Hijos de los Dioses. Pero los Reyes Guerreros debían preservar
esa herencia Divina apoyándose en una Aristocracia de la Sangre y el Espíritu,
protegiendo su pureza racial: es lo que harían fielmente durante milenios...
hasta que la Estrategia
enemiga operando a través de las Culturas extranjeras consiguió cegarlos o
enloquecerlos y los llevó a quebrar el Pacto de Sangre. Y aquella falta al
compromiso con los Hijos de los Dioses fue, como Ud. verá enseguida Dr., causa
de grandes males.
Desde luego, el Pacto de Sangre
incluía algo más que la herencia genética. En primer lugar estaba la promesa de
la Sabiduría : los Atlantes blancos habían asegurado
a sus descendientes, y futuros representantes, que la lealtad a la misión sería
recompensada por los Dioses Liberadores con la Más Alta Sabiduría,
aquella que permitía al Espíritu regresar al Origen, más allá de las estrellas.
Vale decir, que los Reyes Guerreros, y los miembros de la Aristocracia de la Sangre , se convertirían
también en Guerreros Sabios, en Hombres
de Piedra, como los Atlantes blancos, con sólo cumplir la misión y respetar
el Pacto de Sangre; por el contrario, el olvido de la misión o la traición al
Pacto de Sangre traerían graves consecuencias: no se trataba de un “castigo de
los Dioses” ni de nada semejante, sino de perder
la Eternidad ,
es decir, de una caída espiritual irreversible, más terrible aún que la que
había encadenado el Espíritu a la
Materia. “Los Dioses Liberadores, según la particular
descripción que los Atlantes blancos hacían a los pueblos nativos, no
perdonaban ni castigaban por sus actos; ni siquiera juzgaban pues estaban más
allá de toda Ley; sus miradas sólo reparaban en el Espíritu del hombre, o en lo
que había en él de espiritual, en su voluntad de abandonar la materia; quienes
amaban la Creación ,
quienes deseaban permanecer sujetos al dolor y al sufrimiento de la vida
animal, aquellos que, por sostener estas ilusiones u otras similares, olvidaban
la misión o traicionaban el Pacto de Sangre, no afrontarían ¡no! ningún
castigo: sólo era segura la pérdida de la eternidad... a menos que se
considerase un ‘castigo’ la implacable indiferencia que los Dioses Liberadores
exhiben hacia todos los Traidores”.
Con respecto a la Sabiduría , los pueblos
nativos recibían en todos los casos una prueba directa de que podían adquirir
un conocimiento superior, una evidencia concreta que hablaba más que las
incomprensibles artes empleadas en las construcciones megalíticas: y esta
prueba innegable, que situaba a los pueblos nativos por encima de cualquier otro
que no hubiese hecho tratos con los Atlantes, consistía en la comprensión de la Agricultura y de la
forma de domesticar y gobernar a las poblaciones animales útiles al hombre. En
efecto, a la partida de los Atlantes blancos, los pueblos nativos contaban para
sostenerse en su sitio, y cumplir la misión, con la poderosa ayuda de la Agricultura y de la Ganadería , sin importar
qué hubiesen sido antes: recolectores, cazadores o simples guerreros
saqueadores. El cercado mágico de los campos, y el trazado de las ciudades
amuralladas, debía realizarse en la tierra por medio de un arado de piedra que los Atlantes blancos legaban a los pueblos
nativos para tal efecto: se trataba de un instrumento lítico diseñado y
construído por Ellos, del que no tenían que desprenderse nunca y al que sólo
emplearían para fundar los sectores agrícolas y urbanos en la tierra ocupada.
Naturalmente, ésta era una prueba de la Sabiduría pero no la Sabiduría en sí. ¿Y qué
de la Sabiduría ?,
¿cuándo se obtendría el conocimiento que permitía al Espíritu viajar más allá
de las estrellas? Individualmente dependía de la voluntad puesta en regresar al Origen y de la orientación con que esa voluntad se dirigiese hacia el Origen: cada
uno podría irse en cualquier momento y desde cualquier lugar si adquiría la Sabiduría procedente de
la voluntad de regresar y de la orientación hacia el Origen; el combate contra
las Potencias de la Materia
tendría que ser resuelto, en este caso, personalmente: ello constituiría una
hazaña del Espíritu y sería tenido en alta estima por los Dioses Liberadores.
Colectivamente, en cambio, la
Sabiduría de la
Liberación del Espíritu, la que haría posible la partida de
todos los Guerreros Sabios hacia K'Taagar y, desde allí, hacia el Origen, sólo
se obtendría cuando el teatro de operaciones de la Guerra Esencial se
trasladase nuevamente a la
Tierra : entonces los Dioses Liberadores volverían a
manifestarse a los hombres para conducir a las Fuerzas del Espíritu en la Batalla Final contra
las Potencias de la
Materia. Hasta entonces, los Guerreros Sabios deberían
cumplir eficazmente con la misión y prepararse para la Batalla Final : y en
ese entonces, cuando fuesen convocados por los Dioses para ocupar su puesto en la Batalla , les tocaría a los
Guerreros Sabios en conjunto demostrar la Sabiduría del Espíritu. Tal como afirmaban los
Atlantes blancos, ello sería inevitable si los pueblos nativos cumplían su
misión y respetaban el Pacto de Sangre pues, “entonces”, la
Máxima Sabiduría coincidiría con la Más Fuerte Voluntad de
regresar al Origen, con la
Mayor Orientación hacia el Origen, con el Más Alto Valor
resuelto a combatir contra las Potencias de la Materia , y con la Máxima Hostilidad
Espiritual hacia lo no espiritual.
Colectivamente, pues, la máxima
Sabiduría se revelaría al final, durante la Batalla Final , en un momento que todos los Guerreros
Sabios reconocerían simultáneamente ¿Cómo? la oportunidad sería reconocida directamente con la Sangre Pura , en una
percepción interior, o mediante la “Piedra de Venus”.
A los Reyes Guerreros de cada pueblo
aliado, es decir, a sus descendientes, los Atlantes blancos legaban también una
Piedra de Venus, gema semejante a
una esmeralda del tamaño del puño de un niño. Aquella piedra, que había sido
traída a la Tierra
por los Dioses Liberadores, no estaba facetada en modo alguno sino finamente
pulida, mostrando sobre un sector de la superficie una ligera concavidad en
cuyo centro se observaba el Signo
del Origen. De acuerdo con lo que los Atlantes blancos revelaron a los Reyes
Guerreros, antes de la caída del Espíritu extraterrestre en la Materia , existía en la Tierra un animal-hombre
extremadamente primitivo, hijo del Dios Creador de todas las formas materiales:
tal animal hombre poseía esencia anímica, es decir, un Alma capaz de alcanzar
la inmortalidad, pero carecía del Espíritu eterno que caracterizaba a los
Dioses Liberadores o al propio Dios Creador. Sin embargo, el animal hombre
estaba destinado a obtener evolutivamente un alto grado de conocimiento sobre la Obra del Creador,
conocimiento que se resumía en el Signo de la Serpiente ; con otras
palabras, la serpiente representaba el
más alto conocimiento para el animal hombre. Luego de protagonizar el
Misterio de la Caída ,
el Espíritu vino a quedar incorporado al animal hombre, prisionero de la Materia , y surgió la
necesidad de su liberación. Los Dioses Liberadores, que en esto se mostraron
tan terribles como el maldito Dios Creador Cautivador de los Espíritus, sólo
atendían, como se dijo, a quienes disponían de voluntad de regresar al Origen y
exhibían orientación hacia el Origen; a esos Espíritus valientes, los Dioses
decían: “has perdido el Origen y eres
prisionero de la serpiente: ¡con el Signo del Origen, comprende a la serpiente,
y serás nuevamente libre en el Origen!”.
Así, pues, la Sabiduría consistía en
comprender a la serpiente, con el Signo del Origen. De aquí la importancia del
legado que los Atlantes blancos concedían por el Pacto de Sangre: la Sangre
Pura , sangre de los Dioses, y la Piedra de Venus, en cuya concavidad se observaba el Signo del Origen. Esa
herencia, sin duda alguna, podía salvar al Espíritu si “con el Signo del Origen
se comprendía a la serpiente”, tal como ordenaban los Dioses. Pero concretar la Sabiduría de la Liberación del Espíritu
no sería tarea fácil pues en la Piedra de Venus no estaba
plasmado de ningún modo el Signo del Origen: sobre ella, en su concavidad,
sólo se lo podía “observar”. Y lo
veía allí solamente quien respetaba el Pacto de Sangre pues, en verdad, lo que
existía como herencia Divina de los Dioses era un Símbolo del Origen en la
Sangre Pura : el Signo del Origen, observado en la Piedra de Venus, era sólo
el reflejo del Símbolo del Origen presente en la Sangre Pura de los
Reyes Guerreros, de los Guerreros Sabios, de lo Hijos de los Dioses, de los
Hombres Semidivinos que, junto a un cuerpo animal y a un Alma material, poseían
un Espíritu Eterno. Si se traicionaba el Pacto de Sangre, si la sangre se
tornaba impura, entonces el Símbolo del Origen se debilitaría y ya no podría
ser visto el Signo del Origen sobre la Piedra de Venus: se perdería así la posibilidad
de “comprender a la serpiente”, la máxima Sabiduría, y con ello la oportunidad,
la última oportunidad, de incorporarse a la Guerra Esencial.
Por el contrario, si se respetaba el Pacto de Sangre, si se conservaba la Sangre Pura , entonces la Piedra de Venus podría ser
denominada con justeza “espejo de la Sangre Pura ” y
quienes observasen sobre ella el Signo del Origen serían “Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura ”, verdaderos Guerreros Sabios.
Los Atlantes blancos afirmaban que su
avance continental estaba guiado directamente por un Gran Jefe Blanco al que
llamaban Navután. Ese Jefe al que sólo ellos veían, y por el que expresaban un
profundo respeto y veneración, tenía fama de haber sido quien reveló a los
mismos Atlantes blancos el Signo del Origen. Naturalmente, el Signo del Origen
sería incomunicable puesto que sólo puede ser visto por quien posee
previamente, en su sangre, el Símbolo del Origen. La Piedra de Venus, el Espejo
de la Sangre Pura ,
permitía justamente obtener afuera un reflejo
del Símbolo del Origen: pero aquel reflejo, el Signo del Origen, no podía ser
comunicado ni por Iniciación ni por ninguna otra función social si el receptor
carecía de la herencia del Símbolo del Origen. Inclusive entre los Atlantes
blancos hubo un tiempo en el que sólo unos pocos, individualmente, lograban
conocer el Símbolo del Origen. La dificultad estribaba en la imposibilidad de
establecer una correspondencia entre lo Increado y lo Creado: era como si la
materia fuese impotente para reflejar lo Increado. De hecho, las Piedras de
Venus habían sido modificadas
estructuralmente por los Dioses Liberadores para que cumpliesen su función.
Con el propósito de resolver este problema y de dotar a su Raza de la Más Alta Sabiduría, mayor
aún que la Sabiduría
Lítica conocida por ellos, Navután había descendido al
Infierno. Por lo menos eso era lo que contaban los Atlantes blancos. Aquí,
luchó contra las Potencias de la
Materia pero no consiguió obligarlas a reflejar el Símbolo
del Origen para que fuese visto por todos los miembros de su Raza. Al parecer
fue Frya, su Divina Esposa, quien resolvió el problema: pudo expresar el Signo del Origen mediante la danza.
Todos los movimientos de la danza
proceden del movimiento de las aves, de sus Arquetipos. El descubrimiento de
Frya permitió a Navután comprender al Signo del Origen con la Lengua de los Pájaros y expresarlo del mismo
modo. Mas no era ésta una lengua compuesta por sonidos sino por movimientos significativos que
realizaban ciertas aves en conjunto, especialmente las aves zancudas, como la
garza o la grulla, y las aves gallináceas como la perdiz, el pavo o el faisán:
según Navután, para comprender al Signo del Origen se requerían exactamente
“trece más tres Vrunas”, es decir, un alfabeto de dieciséis signos denominados
Vrunas o Varunas.
Gracias a Navután y Frya, los Atlantes
blancos eran Arúspices (de ave spicere),
vale decir, estaban dotados para comprender el Signo del Origen observando el
vuelo de las aves: la Lengua
de los Pájaros representaba, para ellos, una victoria racial del Espíritu
contra las Potencias de la
Materia.
Así se sintetizaría la Sabiduría de Navután: quien comprendiese el alfabeto de dieciséis
Vrunas comprendería la Lengua
de los Pájaros. Quien comprendiese la
Lengua de los Pájaros comprendería el Signo del Origen. Quien
comprendiese el Signo del Origen comprendería a la serpiente. Y quien
comprendiese a la serpiente, con el Signo del Origen, podría ser libre en el
Origen.
Es claro que los Atlantes blancos no confiaban en la perdurabilidad de la Lengua de los Pájaros, la
que, a pesar de todo, transmitían a sus descendientes del Pacto de Sangre.
Preveían que, de triunfar el Pacto Cultural de los Atlantes morenos, la lengua
sagrada pronto sería olvidada por lo hombres; en ese caso, la única garantía de
que al menos alguien individualmente consiguiese ver el Signo del Origen,
estaría constituida por la
Piedra de Venus. Con gran acierto, basaron en ella el éxito
de la misión. Así, cuando los Atlantes blancos se despidieron de mis
Antepasados, Dr. Siegnagel, les sugirieron un modo adecuado para asegurar el
cumplimiento de la misión. Ante todo se debería respetar sin excepciones el
Pacto de Sangre y mantener, para ello, una Aristocracia de la Sangre Pura. De esta Aristocracia,
que comenzaba con los descendientes de los Atlantes blancos, ya se habían
seleccionado los primeros Reyes y las Guerreras Sabias que custodiarían el Arado de Piedra y la Piedra de Venus: en efecto,
al principio cada pueblo fue dividido exogámicamente en tres grupos, cada uno
de los cuales tenía el derecho de emplear los instrumentos líticos y aportaba,
para su custodia común, una Guerrera Sabia; ellas conservaban los instrumentos
en el interior de una gruta secreta y, cuando debían ser utilizados, los
transportaban las tres en conjunto; los tres grupos del pueblo, por supuesto,
obedecían a un mismo Rey; con el correr de los siglos, a causa de la derrota
cultural que luego expondré, la triple división del pueblo fue olvidada, aunque
perduró por mucho tiempo la costumbre de confiar la custodia de los
instrumentos líticos a las “Tres Guerreras Sabias” o Vrayas.
En consiguiente lugar, todos los Reyes
y los Nobles de la Sangre
serían Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura : la Iniciación sería a los
dieciséis años, cuando se los enfrentaría con la Piedra de Venus y se
trataría de que observasen en ella el Signo del Origen. Quien pudiese
observarlo dispondría en ese mismo momento de la Sabiduría suficiente
como para concretar la autoliberación del Espíritu y partir hacia el Origen.
Mas, si el Guerrero Sabio era un Rey, o un Héroe que deseaba posponer su propia
libertad espiritual en procura de la liberación de la Raza , dos serían los pasos a
seguir. El primero consistía en cumplir la orden de los Dioses Liberadores y
“comprender a la serpiente con el Signo del Origen”, comunicando luego la Sabiduría lograda a los
restantes Iniciados. Una vez visto el Signo del Origen, el segundo paso del
Iniciado exigía no apartar la atención de la Piedra de Venus porque en ella, sobre su
concavidad, algún día se vería la Señal Lítica de K'Taagar, esto es, una imagen que señalaría el camino hacia la Ciudad de los Dioses
Liberadores.
Este principio daría lugar a una
secreta institución entre los iberos, de la cual hablaré mucho posteriormente,
la de los Noyos y las Vrayas, cuerpo de Iniciados consagrados
a custodiar en todo tiempo y lugar a la Piedra de Venus y aguardar la manifestación del
Símbolo del Origen.
Así fue como a los descendientes o
aliados de los Atlantes blancos, que ejecutaban el primer paso en la
comprensión de la serpiente, y la representaban ora con la forma real del
reptil, ora abstractamente con la forma de la espiral, se los tomó
universalmente por adoradores de los ofidios. Tal confusión fue empleada
malignamente para adjudicar a los Guerreros Sabios toda suerte de actos e
intenciones tenebrosas; con ese propósito el Enemigo asoció la serpiente a las
ideas que más temor o repugnancia causaban en los pueblos ignorantes de la Tierra : la noche, la luna, las
fuerzas demoníacas, todo lo que es reptante o subterráneo, lo oculto, etc. De
ese modo, mediante una vulgarización calumniosa y malintencionada de sus actos,
ya que nadie salvo los Iniciados conocían la existencia de la Piedra de Venus y del Signo
del Origen, se consiguió culpar a los Guerreros Sabios de Magia Negra, es
decir, de las artes mágicas más groseras, aquellas que se practican con el
concurso de las pasiones del cuerpo y del Alma: ¡Curiosa paradoja! ¡Los
Iniciados en el Misterio de la
Sangre Pura acusados de Magia Negra y humanidad! ¡justamente
Ellos que, por comprender a la serpiente, símbolo total del conocimiento
humano, estaban fuera de lo humano!