Trigesimonoveno
Día
Sólo en 1299 conseguiría Felipe el
Hermoso acabar la guerra con Inglaterra. La tregua acordada por Benedicto
Gaetani se fue desenvolviendo morosamente sin que las Naciones en pugna
cediesen sus intenciones de reanudar la contienda. Finalmente, mediante el
tratado de Montreuil, se puso término a la misma gracias a condiciones propias
de la Epoca :
Eduardo I, Rey de Inglaterra, se
casaría con Margarita, hermana de Felipe IV, en tanto que Eduardo II,
hijo del inglés, se comprometía con Isabel, niña de cuatro años que era la
única hija del francés; Isabel llevaría como dote el Ducado de Guyena pero los
ingleses no pisarían por el momento el territorio francés. Al año siguiente,
Felipe ocupa con sus tropas el Condado de Flandes y cierra el Cerco
estratégico.
Corre el año 1300, pues, cuando Felipe
el Hermoso completa los dos primeros pasos del modo de vida estratégico desde la Función Regia : ha
realizado el principio de la Ocupación del
territorio del Reino y ha aplicado el principio
del Cerco; y los campos se preparan para la explotación racional de la Agricultura y la Ganadería. La
Estrategia Hiperbórea alcanza entonces su más alto grado de desarrollo y casi
no existe poder sobre la Tierra
capaz de oponerse al Rey de la
Sangre y la Nación Mística. Ha sonado la hora del Estado
carismático, en el que Rey y pueblo son una sola Voz y una sola Voluntad. La
detención del Obispo de Pamiers, que desencadenará la última reacción de
Bonifacio VIII, mostrará claramente la existencia real del Estado
carismático.
Bernard de Soisset, Obispo de Pamiers
era en realidad un espía Golen. Se le había encomendado la misión de investigar
en el Languedoc la existencia de una Sociedad Secreta a la que presuntamente
pertenecerían los consejeros de Felipe el Hermoso. Luego de paciente trabajo,
llegó a una asombrosa conclusión: “efectivamente, existía una impía
conspiración contra la
Iglesia Golen ; en ella confluían los Cátaros, que reaparecían
sorprendentemente organizados, los Franciscanos Espirituales, recientemente
excomulgados, y algunos miembros de la
Orden de Predicadores, especialmente españoles; las disputas
entre inquisidores y herejes eran a todas luces simuladas y se advertía
fácilmente que atrás del complot estaba la mano de Felipe el Hermoso, quien
protegía personalmente a todos los imputados”. Antes de ser descubierto por los
Señores del Perro, y ser detenido y acusado de Alta Traición, el Obispo de
Pamiers alcanzó a enviar su informe a Bonifacio VIII quien exigió al
Rey de Francia su inmediata libertad. Ello no era posible sin correr el riesgo
de que se conociesen más detalles sobre los Domini Canis, de modo que se lo acusó formalmente de estar
involucrado en un plan sedicioso al servicio de la Corona de Aragón. Iba a ser
juzgado por un tribunal civil, lo que estaba en total contradicción con el
Derecho canónico, que prohibía a los Obispos comparecer ante los tribunales
seglares.
La necesidad de contar con el Obispo
de Pamiers para obtener testimonio contra Felipe el Hermoso, y el desafío que
significaba en aquella Epoca el enjuiciamiento civil de un Obispo, causaron la
ira de Bonifacio VIII. Su respuesta
sería la bula Ausculta fili,
despachada a Francia en Diciembre de 1301, junto con otras de menor
importancia. En ella, Bonifacio criticaba violentamente la reforma jurídica y
administrativa al Rey: “Volved, mi hijo
muy amado, al sendero que lleva a Dios, y del cual vos os habéis apartado, ya
sea por vuestra propia culpa o por la instigación de consejeros malévolos. Sobre todo, no os dejéis persuadir de que
no tenéis un superior y de que vos no estáis sujeto al Papa, que es el jefe de
la jerarquía eclesiática. Una opinión semejante es insensata, y quien la
aliente es un infiel ya segregado del rebaño del Buen Pastor”. Aquellos
“consejeros malévolos”, desde luego, no serían otros que los Domini Canis. A continuación, Bonifacio
expresa que, con el fin de considerar los desórdenes causados por la mala
conducta de Felipe, y hallarles justo remedio, convoca a todos los Obispos a un Concilio en Roma para Noviembre de
1302: durante el mismo, el Rey, al que se invita a comparecer, será
enjuiciado por sus “delitos” y llamado a la corrección. Felipe IV,
por supuesto, no sólo que no se presentaría, sino que prohibiría a los Obispos
abandonar Francia sin su consentimiento.
Los “delitos” que se imputaban al Rey
en Ausculta fili hoy nos parecerían
perfectamente soberanos: se lo acusaba de “haber cambiado el sistema
monetario”; de “crear impuestos hasta entonces desconocidos”; de “gravar las
rentas que la Iglesia
de Francia remitía a Roma”; de “imponer a sus súbditos fronteras nacionales”;
etc. Copias de esta bula fueron leídas y quemadas públicamente en toda Francia,
generando un movimiento popular de indignación contra el despotismo teocrático
del Papa.
Como adelanté, Dr. Siegnagel, con Ausculta fili se presentó la
oportunidad de exhibir la
Nación Mística , con esa nueva estructura del Estado que
pacientemente habían creado los legistas Domini
Canis. Esa demostración se realizó exactamente el día 10 de Abril de 1302,
en la Catedral
de Notre Dame de París, y puede considerarse como la primera Constitución del moderno Estado
francés. Allí se reunieron representantes de todas las provincias francesas, razón por la que se denominó “de
los Estados Generales” a aquel congreso. Pero lo realmente nuevo consistía en
los Tres Ordenes que componían la Asamblea ; vale decir, los
representantes de la Nobleza ,
del Clero, y de las Ciudades. Estos
últimos, presentes por primera vez en un Consejo presidido por el Rey. Hay que
situarse en aquel momento del siglo XIV para apreciar en su verdadera
dimensión la innovación que significaba incluir junto a Nobles y Eclesiásticos
a representantes de la clase plebeya; y ello no como un “derecho democrático”,
arrancado por la fuerza a Tiranos sangrientos o a Reyes débiles, sino por el
reconocimiento real de que el pueblo
participa de la soberanía, tal como afirma la Sabiduría Hiperbórea.
Naturalmente, en el tercer Orden, estaban representados los distintos estratos
que integraban el pueblo de la Nación Mística : principalmente la nueva y pujante
burguesía, formada por comerciantes, mercaderes y pequeños propietarios; los
gremios de artesanos y constructores; los campesinos libres, etc.
Destacada actuación en la organización
de aquella primera Asamblea de los Tres Ordenes les cupo a los Señores del
Perro, especialmente a los tres nombrados, Pierre Flotte, Robert de Artois y el
Conde de Saint Pol. Pierre Flotte habló al parlamento en nombre del Rey, y sus
palabras aún se recuerdan: –“El Papa nos
ha enviado cartas en las que declara que debemos someternos a él en cuanto al
gobierno temporal de nuestro Reino se refiere, y que debemos acatar no sólo la
corona de Dios, como siempre se ha creído, sino también la de la Sede Apostólica.
Conforme a esta declaración, el Pontífice convoca a los prelados de este Reino
a un Concilio en Roma, para reformar los abusos que él dice han sido cometidos
por nosotros y nuestros funcionarios en la administración de nuestros Estados.
Vosotros sabéis, por otra parte, de qué modo el Papa empobrece la Iglesia de Francia al
otorgar a su arbitrio beneficios cuyas recaudaciones pasan a manos extranjeras.
Vosotros no ignoráis que las iglesias son abrumadas por demandas de diezmos;
que los metropolitanos no tienen ya autoridad sobre sus sufragáneos; ni los
Obispos sobre su clero; que, en una palabra, la corte de Roma, reduciendo a
nada el episcopado, atrae todo hacia sí; poder y dinero. Hay que poner coto a
estos desmanes. Os rogamos, por lo tanto, como Señores y como Amigos, que nos ayudéis
a defender las libertades del Reino y las de la Iglesia. En lo tocante
a nosotros, no dudaremos, de ser necesario, en sacrificar por este doble motivo
nuestros bienes, nuestra vida y, de exigirlo las circunstancias, la de nuestros
hijos”. La posición de Felipe el Hermoso fue apoyada en forma colectiva por
los Estados Generales.
Los Nobles y las Ciudades suscribieron
sendas cartas en las que rechazaban con duros términos las acusaciones contra
el Rey y denunciaban, a su vez, la intención del Papa de convertir al Reino en
un feudo eclesiástico; las cartas fueron enviadas, no al Papa, sino al Sacro
Colegio. Además, juraron defender con su sangre la independencia de Francia y
declararon que, en relación a los asuntos del Reino, nadie había más Alto que
el Rey, ni el Emperador ni el Papa. Los Cardenales, desde luego, desecharon
considerar los cargos “por el modo descortés de referirse al Papa”; pero las
relaciones se iban envenenando cada vez más. Durante la Asamblea , se habían hecho
públicos los más atroces crímenes atribuidos a Bonifacio VIII: usurpación de
investidura papal, asesinato, simonía, herejía, sodomía, etc; y aquella falta
de autoridad moral, de quien pretendía erigirse en Soberano Supremo, fue
divulgada en todos los rincones del Reino por los publicistas de Felipe el
Hermoso. El pueblo estaba entonces con su Rey y no reaccionaría adversamente
frente a cualquier iniciativa que tuviese por finalidad limitar las ambiciones
de Bonifacio VIII.
En cuanto a los Obispos, se
encontraban con el siguiente dilema: si concurrían al Concilio, serían
considerados “enemigos personales” del Rey; podrían ser acusados de traición y,
tal como le ocurriera al Obispo de Pamier, juzgados por tribunales civiles.
Mas, si no asistían, serían excomulgados por Bonifacio VIII. No obstante,
pese a las terribles represalias que había prometido el Papa para los que no
acudieran a Roma, la mayoría de los Obispos estaban de parte del Rey, a quien
consideraban como un representante más digno de la Religión Católica :
sólo los Golen y los espías de Felipe IV irían en Noviembre al Concilio; es
decir, sólo irían 36 sobre un total de 78 Obispos franceses. Pero antes del
Concilio, el 11 de Julio de 1302, un desgraciado suceso vino a enlutar la Corte Mística de
Felipe el Hermoso: para sofocar la sublevación general que se había desatado en
Flandes, Felipe envía un poderoso ejército de Caballeros, el que resulta
aniquilado aquel día en la batalla de Courtrai; y en el campo de batalla quedan
para siempre el invalorable Pierre Flotte, Robert de Artois, y el Conde de
Saint Pol, tres Señores del Perro cuya actuación fue principal factor del éxito
de la Estrategia
de Felipe IV. Inmediatamente son promovidos otros Domini Canis aún más temibles que los tres difuntos: Guillermo de
Nogaret, Enguerrand de Marigny y Guillermo de Plasian.
Durante el Concilio no se toma ninguna
resolución contra Felipe IV pues, como en la fábula, no existiría
ningún ratón dispuesto a colocarle el cascabel al gato. Sin embargo, la furia
de Bonifacio no tiene límites cuando le informan que en Francia se han
confiscado los bienes de los Obispos presentes y se les ha promovido un juicio
por alta traición. Así, el 18 de Noviembre publica la bula Unam Sanctam, que sería considerada como la más completa exposición
jurídica jamás realizada en favor del absolutismo papal y sacerdotal.
Imposibilitados de tomar otras medidas más efectivas contra Felipe el Hermoso,
los Golen intentan entablar una polémica jurídica sobre el tema del “poder
espiritual” y el “poder temporal”; por eso Bonifacio vuelve a insistir una vez
más con la analogía de las Dos Espadas: la táctica consiste en conseguir que se
acepte, como un silogismo, la verdad de que la Espada espiritual está por
encima de la Espada
temporal; admitido esto, se sigue con la identificación del Papa con la Espada espiritual y del Rey
con la Espada
temporal: la conclusión, evidente y lógica, es que el Rey se debe someter al
Papa pues con ello se cumple “la
Voluntad de Dios”. La idea no era nueva, pero ahora se la
elevaba a Dogma oficial de la
Iglesia y su rechazo explícito implicaría el pecado de
herejía.
Recordemos, Dr. Siegnagel, las
principales conclusiones de la bula. Para empezar, afirma la existencia de una sola Iglesia, negando la reciente
acusación de los Domini Canis de
que, dentro de la
Iglesia Católica , existe una Iglesia Golen, herética y
satánica, de la cual Bonifacio VIII sería uno de los jefes; de allí el
nombre de la bula: Unam Sanctam
Ecclesiam... En esta única Iglesia “estamos
obligados a creer porque fuera de ella no hay salvación ni perdón de los
pecados”. Y esta única Iglesia es análoga a un cuerpo orgánico, en el cual
la cabeza representa a Jesucristo y, también, al Papa, el Vicario de
Jesucristo: “Por tanto, en esta sola y
única Iglesia hay un solo cuerpo, una sola cabeza, y no dos cabezas como las
que tiene un monstruo; a saber: Jesucristo y el Vicario de Jesucristo, Pedro y
los sucesores de Pedro, son la cabeza de la Iglesia ”. “Por esto, las Espadas espiritual y
temporal están sujetas al poder de la Iglesia ; la segunda debe ser usada para la Iglesia , y la primera por la Iglesia ; la primera, por el Sacerdote; la segunda, por mano de los Reyes y
Caballeros, pero a voluntad y conformidad del Sacerdote”. “Una espada, sin
embargo, debe estar supeditada a la otra, y la autoridad temporal al poder
espiritual”. El Rey no debe inmiscuirse en los asuntos de la Iglesia , así se trate de
lo relativo a sus rentas, pues si tal hace comete un grave error, interfiere
con el “poder espiritual”, y el Papa está obligado a juzgarlo y llamarlo al orden,
sin que, por el contrario, exista nadie sobre la Tierra que pueda juzgar al
Papa: “Vemos esto claramente en la
aportación de diezmos, tanto en la glorificación como en la santificación, en
la recepción de ese poder y en el gobierno de las cosas. Porque, como la verdad
testifica, el poder espiritual debe instituir y juzgar el poder terrenal, de no
ser éste correctamente ejercido”. “Por tanto, si el poder terrenal yerra, puede
ser juzgado por el poder superior; pero si en verdad yerra el poder supremo,
éste sólo puede ser juzgado por Dios, no por hombre alguno”.
Vale decir, que todas las acusaciones
contra Bonifacio VIII expuestas durante la Asamblea de los Estados
Generales, y transcriptos en las cartas a los Cardenales, carecen de valor por
provenir de quienes no tienen capacidad espiritual para juzgar los actos del
Papa: sólo Dios puede hacerlo. Y creer lo contrario es manifiesta herejía: “Por tanto, quienquiera se resista a este
poder así ordenado por Dios, se resiste a la ley de Dios, a menos que pretenda
la existencia de dos principios, como los maniqueos... Por lo que declaramos,
decimos y definimos que es enteramente necesario para la salvación, que todas
las criaturas humanas estén sujetas al Sumo Pontífice Romano” (“Porro Subesse
Romano Pontifici, omni humanae creaturae declaramus, decimus et diffinimus
omnino esse, de necessitate salutis”). El guante estaba lanzado a la cara
del Rey de Francia; y se advertía claramente, en las palabras de la bula, la
intención de excomulgarlo.
En los siguientes cuatro meses, Felipe
el Hermoso y los Domini Canis
celebran varias reuniones secretas. El prestigio de Bonifacio VIII
ha caído más bajo que nunca en Francia, luego de la bula Unam Sanctam: es el momento, proponen los Señores del Perro, de
deponer al Papa; una vez decapitado el Dragón Golen, será más fácil faenar su
cuerpo. Empero, el argumento de la ilegitimidad de su investidura no cuenta con
el respaldo unánime de la
Universidad de París, requisito necesario para fundamentar el
reclamo o la imposición de una nueva elección papal. Cobra fuerza, en cambio,
la idea de presentar una acusación de herejía: la herejía, según el Derecho
canónico, es causal de destitución del Papa y cuenta con antecedentes
históricos. Claro que para probar semejante acusación, y derivar de ello la
sustitución del Papa, se requeriría el marco de un Concilio general. Felipe IV
se dispone entonces a forzar la convocatoria a un Concilio que juzgue la
conducta “herética” del Papa: confía en hacer valer, allí, el número de sus
obispos nacionales. Los Señores del Perro lo acompañarán instrumentando una
campaña de denuncias de herejía contra Bonifacio VIII, como modo de
influir moralmente sobre los Obispos y, también, sobre los Nobles y las
Ciudades. Guillermo de Nogaret y Guillermo de Plasian, se ofrecen para oficiar
de acusadores, siendo elegido el primero para desempeñar una misión secreta en
Italia, lo que no le impediría iniciar la campaña de acusaciones “rogando
públicamente al Rey que defienda a los cristianos de la maldad de Bonifacio VIII”,
y el segundo para acusar públicamente al Papa.
El 12 de Marzo de 1303, Guillermo de
Nogaret, ante el Consejo de Ministros del Rey, lee y firma un manifiesto, el
que enseguida es copiado y publicado en todo el Reino. Decía así: “El glorioso príncipe de los apóstoles, el
bienaventurado Pedro, hablando en nombre del Espíritu, nos dijo que, al igual
que en los tiempos pasados, así en los que han de venir, surgirán falsos
profetas que habrán de empañar el camino de la verdad, y quienes, en su codicia,
y por medio de sus engañosas palabras, traficarán con nosotros, siguiendo el
ejemplo de ese Balaam que se satisfacía con el premio de la iniquidad. Para
imponer sus castigos y hacer oír sus amenazas, Balaam contaba con una criatura
bestial que, dotada de habla humana, proclamaba los desatinos del falso
profeta... Estas cosas, que fueron anunciadas por el Padre y patriarca de la Iglesia , las vemos ahora
con nuestros propios ojos realizadas letra por letra. En rigor a la verdad,
allá está sentado en la silla del Bendito Pedro ese maestro de embustes, que a
pesar de ser Maléfico (Malfaisant) en toda forma posible, es llamado aún
Benéfico (Boniface). El no entró a través de la puerta, en el redil de Nuestro
Señor como pastor y labrador, sino más bien como asaltante y ladrón… Pese a
estar vivo el verdadero esposo de la
Iglesia , Celestino V,
osó agraviar a la esposa por medio de abrazos ilegítimos. El verdadero esposo
no tuvo participación en este divorcio. De hecho, según dicen las leyes
humanas, Nada más opuesto al consentimiento que el error… No puede casarse quien, mientras el digno
esposo vive, ha mansillado el matrimonio con el adulterio. Ahora bien; como
todo lo que se perpetúa contra Dios es un agravio y una injuria que se comete
contra todos, y en lo que a un delito tan grande atañe, el testimonio del
primero que llegue tiene que ser recibido, aunque sea el de la esposa,
aunque sea el de una mujer infamante.
–Yo, por consiguiente, al igual que la bestia que, mediante el poder de Dios
fue dotada con la Voz
de un hombre verdadero para que reprobase los desatinos del falso profeta, que
llegó hasta a maldecir a la gente bendecida, dirijo a vos mi súplica, el más excelente de los príncipes, nuestro Señor
Felipe, por gracia de Dios Rey de Francia, de que después del ejemplo del ángel
que mostró la espada desnuda a ese maldiciente del Pueblo Elegido, vos, que
habéis sido ungido para cumplir la justicia, habréis de oponer la espada a este
otro y más fatal Balaam, e impedirle consumar el daño que está preparando contra
el pueblo”.
El daño consistía en la excomunión del
Rey y la liberación de todos los cristianos franceses de cumplir con el
juramento de fidelidad, con lo que el Reino quedaría en entredicho y podría ser
conquistado legítimamente por aquel que el Papa autorizase: tales los planes
que preparaba Bonifacio VIII y que los espías de Felipe IV
le informaban periódicamente. Por otra parte, como efecto del manifiesto de
Nogaret, no se tomó ninguna medida oficial, pero pronto el pueblo empezó a
referirse al Papa como “Maléfico VIII”, lo que explica por qué los
gascones gozan en Francia de la misma fama que en España tienen los andaluces.